El “sobreaprendizaje” es una idea clave en la psicología educativa. Una buena explicación:
El sobreaprendizaje es un concepto pedagógico según el cual las habilidades recién adquiridas deberían practicarse mucho más allá de la destreza inicial, llevando al automatismo.
En los experimentos, los investigadores a menudo prueban los efectos de sobreaprendizaje (a) haciendo que los sujetos practiquen hasta que lleguen a una precisión del 100% y luego (b) practicando algo más. Sin embargo, intuitivamente, la idea es sencillamente hacer rutina de la perfección. Sutilidades aparte, el sobreaprendizaje tiene los grandes beneficios.
Primero, el sobreaprendizaje es una de las mejores maneras de conseguir una competencia para toda la vida. La mayor parte de las personas que estudian álgebra olvidan pronto lo que aprendieron. ¿Quién no? La gente que continúa estudiando cálculo, una materia más avanzada que requiere el uso habitual libre de errores del álgebra.
Segundo, el sobreaprendizaje es una de las mejores maneras de conseguir una verdadera transferencia de aprendizaje. Cuando eres un conductor novato, es fácil que tengas problemas si conduces un automóvil con el que no estás familiarizado. Pero una vez tienes suficiente experiencia como conductor ya no necesitas pensar en conducir, tu competencia se generaliza a casi cualquier vehículo.
Hasta donde sabe Google [del momento de escribirse el artículo], ningún psicólogo ha extendido la idea del sobreaprendizaje al razonamiento moral. Pero es una extensión natural. Un niño puede entender que “está mal pegar a otros niños, salvo que te peguen primero”. Pero a menudo olvida este conocimiento moral o lo aplica en situaciones con las que no está familiarizado. Sin embargo, a medida que crece, el niño normalmente aplica este principio a la perfección. El principio moral aparece en su cabeza cada vez que siente la más mínima inclinación a empezar a liarse a puñetazos.
Por supuesto, demasiado a menudo, la gente aprende pero no sobreaprende. Como consecuencia, su conocimiento es “inerte”. Si se le pone explícitamente a prueba, puede dar la respuesta correcta, pero frecuentemente olvida o ignora su conocimiento en situaciones relevantes. Por ejemplo, una persona puede conocer el principio moral “Todos tienen derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”, pero aún así apoyar la esclavitud.
Si tienes conciencia, debería preocuparte el sobreaprendizaje moral. ¿Para qué vale el “conocimiento” moral si la gente no lo usa? Pero el concepto es especialmente importante para los libertarios. Los libertarios argumentan a menudo que se limitan a juzgar a los gobiernos mediante patrones morales normales. Está mal que una persona privada ataque físicamente a otras personas que se están comportando pacíficamente. Está mal que un individuo privado tome la propiedad de otros sin su consentimiento. Así que, ¿por qué está bien que el gobierno haga estas cosas? Aun así, los no libertarios normalmente encuentran poco convincentes estas observaciones.
Mi afirmación: La diferencia fundamental entre libertarios no libertarios es que los libertarios han sobreaprendido moralidad de sentido común. Los no libertarios solo aplican correctamente la moralidad básica cuando la sociedad les anima a hacerlo. Los libertarios, por el contrario, internalizan profundamente la moralidad básica. Como consecuencia, la aplican automáticamente en ausencia de presión social e incluso cuando la sociedad desanima la decencia común.
Por ejemplo, los no libertarios dicen habitualmente: “Las mujeres tienen derecho a usar su propio cuerpo como deseen”. Pero nunca se les ocurre que esto implica que la prostitución debería ser legal. ¿Por qué? Porque los no libertarios solo aplican este principio a las situaciones exactas en las que la sociedad les anima a hacerlo. Aprenden al principio sin sobreaprenderlo. Los libertarios, por el contrario, no pueden dejar de ver la conexión lógica entre el derecho de la mujer a usar su propio cuerpo y el derecho a tener sexo por dinero.
Por tomar un asunto mucho más importante, la gente de todo el espectro político estaría de acuerdo en que “Aceptar una oferta de trabajo no es un delito”. (¿Cuál es el equivalente moral de “¡Claro!”?). Pero la mayoría de los no libertarios no ve ningún conflicto entre este principio y las restricciones a la inmigración. Sin embargo, una vez se sobreaprende el principio, se transforma todo el paisaje moral. De repente se ve que nuestro estatus quo sobre la inmigración es comparable moralmente a las denigrantes leyes Jim Crow. El hecho de que otra gente no entienda la comparación no cambia los hechos morales.
El marco del “libertarismo como sobreaprendizaje moral” es autobombo. Lo admito. Tal vezla realidad sea que los libertarios generalizan estúpidamente principios morales estrechos para situaciones en las que son completamente inapropiados.[1] En todo caso, el concepto de sobreaprendizaje moral merece nuestra atención. Si solo aplicamos los principios morales cuanto otras personas nos animan a hacerlo, ¿cuánto sabemos realmente acerca de lo que está bien y mal?
El artículo original se encuentra aquí.
[1] Si pensáis eso, os recomiendo encarecidamente The Problem of Political Authority, de Mike Huemer, que investiga minuciosamente estas cuestiones.