¿Existe la maldición de los rascacielos?

[Extraído de Quarterly Journal of Austrian Economics 19, nº 2 (Verano 2016): 149-168]

Introducción

El 28 de marzo de 2015, la revista The Economist publicaba un artículo que es el título de este trabajo. Llegaba a la conclusión de que debería haber grandes dudas acerca de la existencia de la maldición de los rascacielos. “En otras palabras, no se puede pronosticar adecuadamente una recesión o pánico financiero atendiendo a las fechas de anuncio o terminación del edificio más alto del mundo”. El artículo de The Economist es el último ejemplo de la creciente fascinación de los medios financieros y de noticias por la maldición de los rascacielos.

También ha habido una creciente atracción de los economistas por la relación entre la construcción de rascacielos y las crisis económicas. Varios economistas han examinado los datos y han tratado de dar sentido a la correlación sugerida para determinar las causas y relaciones subyacentes. Todo esto empezó con Andrew Lawrence (1999), el fundador del índice de rascacielos que acuñó la expresión “maldición de los rascacielos”. Creía que los auges de la construcción eran el resultado de condiciones de crédito barato y políticas monetarias expansionistas. Lawrence se centra en “el exceso de inversión, la expansión monetaria y la especulación” como las bases para la construcción de rascacielos que baten records y en que cuando este patrón no puede sostenerse la economía cae en una crisis. Thornton (2005) ofrece tanto un modelo teórico para la maldición de los rascacielos como evidencias adicionales en apoyo de la misma.

Por el contrario, otra línea en esta literatura se basa en la idea de que la construcción de rascacielos es racional y no causa crisis económicas. En particular, Barr et al. (2015) presentan multitud de evidencias empíricas de que la construcción de rascacielos es racional y de que no causan cambios en el PIB. El argumento presentado aquí es que todas las evidencias empíricas en esta literatura confirman realmente lo mismo: la existencia de la maldición de los rascacielos. Esto su vez proporciona una comprensión más completa de lo que significa exactamente la maldición de los rascacielos, así como su causa.

Historia y debate

Lawrence (1999) basa su correlación en un examen de los rascacielos que batieron récords que se habían construido a lo largo de los cien años anteriores. Empieza con el Edificio Singer y el Metropolitan Life Building, que se completaron en 1908 y 1909 respectivamente. Estos nuevos récords se produjeron al mismo tiempo que el Pánico de 1907. Señala que hay una relación notablemente ajustada entre las dos variables a lo largo del siguiente siglo, con la excepción del edificio Woolworth, que se completó en 1913.

El artículo y la investigación de Lawrence fueron el punto de partida a seguir por muchos economistas. Thornton (2005) demuestra cómo los tipos artificiales de interés[1] relacionan altura de rascacielos y crisis económicas. Tipos de interés artificialmente bajos y condiciones sostenidas de crédito barato permiten tanto una economía en auge como rascacielos que baten records. La relación causal se basa en tres efectos Cantillon diferentes, incluyendo cambios estructurales inducidos artificialmente que se producen por toda la economía. Los tres efectos trabajan juntos para causar tanto una expansión anormalmente grande en la economía como la construcción de rascacielos que baten records.

El primer efecto Cantillon es el impacto del tipo de interés sobre el valor del terreno y el coste de capital. Un tipo de interés más bajo hace que aumenten los valores de los terrenos, especialmente en áreas de alto valor como las grandes metrópolis. Los tipos más bajos aumentan los precios de los terrenos debido, entre otras cosas, al menor coste de oportunidad de poseer tierra. Los precios más altos de los terrenos llevan a los constructores para construir estructuras intensivas más altas y de más capital para maximizar más los beneficios. Todo esto se sabe a través de la teoría y la experiencia (Capozza y Li, 1994) y este efecto también se confirma empíricamente en algunos de los trabajos reseñados más adelante.

El segundo efecto Cantillon de los tipos de interés artificialmente bajos es un aumento en el tamaño y ámbito de las empresas. Un coste de capital más bajo anima las empresas a crecer en tamaño y a convertirse en más intensivas en capital y a aprovechar las nuevas tecnologías y las economías de escala. En particular, anima a las empresas a dedicarse a procesos de producción más indirectos. Un ejemplo de adopción de procesos de producción más indirectos sería el caso de las empresas lecheras locales que son reemplazadas por empresas lecheras regionales. Como las empresas locales son reemplazadas por empresas regionales y las empresas regionales son reemplazadas por empresas nacionales e internacionales, habrá una creciente demanda de espacios de oficina para grandes empresas, especialmente en los distritos centrales de negocios de las grandes ciudades metropolitanas. Puede encontrarse apoyo empírico sobre este defecto en Harford (2005), que demuestra que las olas de fusiones dependen de “suficiente liquidez general de capital” y que esas olas no se producen en ausencia de esta liquidez.

El tercer efecto Cantillon de los tipos de interés artificialmente bajos es el desarrollo de nuevas tecnologías y procesos de producción necesarios para construir rascacielos que baten records. Los batidores de records normalmente requieren nuevas innovaciones y eficiencias para alcanzar en la práctica dichas alturas récord. En términos de construcción, las estructuras más altas requieren a menudo nuevos tipos de grúas, sistemas de inyección de cemento, etcétera. En términos de la estructura real, construir más alto requiere a menudo ascensores nuevos y más rápidos, cables más ligeros, nuevas eficiencias en el traslado de agua y tuberías, sistemas de control de temperatura que ahorren espacio, etc. Ali y Moon (2007) demuestran que diseñadores e ingenieros tienen un tremendo deseo de innovar con tecnología para ahorrar en el tamaño de los sistemas del edificio o para aumentar la capacidad de dichos sistemas. Por ejemplo, solo un ascensor estándar de 2×2 metros ocuparía en la práctica el espacio de diez apartamentos de un edificio de 100 pisos. A una velocidad estándar, llevaría aproximadamente diez minutos ir de la planta baja al piso más alto de la Torre Burj Khalifa, además del tiempo que llevaría al ascenso llegar a la planta baja. Por tanto al aumentar la altura del edificio, la tecnología debe también mejorar para economizar la presencia de los sistemas del edificio. Por ejemplo, Ames (2015) reporta que los ingenieros de KONE han creado un nuevo cable de ascensor que pesa menos del 7% del peso de los cables tradicionales de acero, que pesan más de 20 toneladas para un edificio de 400 metros.

El  efecto Cantillon explica por qué los se construyen edificios más altos, las empresas se hacen más grandes y se desarrollan tecnologías que de otra manera serían completamente antieconómicas durante periodos de tipos de interés artificialmente bajos. Aquí hay dos cosas a advertir. Primero, estos efectos no se limitan a los edificios que baten records, sino que están presentes en toda la economía. Segundo, podría a primera vista parecer que algunos de estos efectos, como el cambio tecnológico, son beneficiosos, pero todos son incompatibles con el uso más eficiente de los recursos. Los tres efectos se revelan normalmente cuando los tipos de interés se ajustan a los niveles determinados por el mercado por medio de diversos errores empresariales que consisten en beneficios no conseguidos, quiebras, bancarrotas, desempleo y a menudo rescates.[2]

Además de describir los efectos Cantillon que dan lugar a la maldición de los rascacielos, Thornton (2005) demuestra que el edificio Woolworth (al que Lawrence veía como una excepción de la maldición) no fue realmente una excepción, porque la Primera Guerra Mundial intervino sacando a la economía de EEUU de una aguda tendencia a la recesión. Thornton extiende además los datos de Lawrence para incluir el final del siglo XIX, demostrando que la construcción de alturas récord en ese periodo también siguió la maldición de los rascacielos.

Kaza (2010) apoya los argumentos de Thornton con respecto al papel del efecto Cantillon y a que los empresarios no son inmunes a los errores que se acaban revelando como una contracción económica. También apoya la postura de Thornton de que el edificio Woolworth no fue una excepción a la maldición de rascacielos. Señala que dicho edificio y otros ciclos menos graves se ajustan bien, pero no consistentemente con los datos de los ciclos proporcionados por el NBER. Kaza también demuestra que hay algunas evidencias de la maldición de los rascacielos a nivel estatal, ejemplificados por la historia de edificios altos en Arkansas y Michigan y que los edificios más altos en 40 de los 50 estados de EEUU se completaron durante contracciones económicas, definidas como tales por el NBER.

Loeffler (2011) también examinó los rascacielos que batían records para determinar si podían usarse para predecir los retornos bursátiles en EEUU. Descubre que durante los cinco años posteriores a la construcción de un rascacielos que bate un récord, los retornos del mercado bursátil son sustancialmente menores que en los años anteriores. Loeffler demuestra que este resultado se debe a un “exceso de optimismo” en la economía que da lugar a la construcción de rascacielos, pero también lleva a una bolsa sobrevalorada. Utilizando datos de EEUU de 1871-2009, el análisis estadístico de Loeffler muestra una relación entre la construcción de rascacielos y los cambios en la bolsa. Loeffler descubre que los retornos bursátiles están asociados con la información relacionada con el inicio de un rascacielos que bate un récord y luego con los dos años siguientes. Loeffler usa estas conclusiones para probar los determinantes de la construcción de rascacielos y señala que son capaces de expresar condiciones del mercado como riesgo y confianza. Su análisis anterior muestra pocas evidencias de sobrevaloración, pero a través de estas pruebas es capaz de concluir que hay una relación estable y significativa a lo largo del tiempo. Descubre que el “contenido predictivo de la construcción de torres está relacionado al menos parcialmente con la sobrevaloración” (Loeffler, 2011, p. 2).

Jason Barr ha examinado distintos determinantes de la altura de los rascacielos en varios trabajos. Barr (2010) empezó examinando Manhattan, en un tiempo la capital mundial de los rascacielos. En ese trabajo examina la altura de los rascacielos en Manhattan de 1895 a 2004 tanto en función de variables económicas como de “competencia en la construcción”. Aquí se define un rascacielos como una construcción de más de cien metros de altura. Identifica ciclos de construcción de rascacielos que parecen durar en torno a unos 25 años, dando lugar a la idea de que “su construcción está determinada por grandes fuerzas económicas, demográficas y políticas” (Barr, 2010, p. 568). En áreas como Manhattan, la altura es la manera más fácil de aprovechar al máximo el terreno relativamente escaso, maximizando a su vez el beneficio. Sin embargo, Barr también expresa la idea de que altura de la construcción se ve también afectada por la “competencia de constructores”, es decir, el deseo del constructor de “obtener cierto grado de estatus social” (Barr, 2010, p. 569).

Barr demuestra que hay un alto grado de correlación entre el número de terminaciones y la altura de cada edificio completado. Esto demuestra que condiciones económicas fértiles estimulan la construcción de edificios más altos. También demuestra que el nivel de actividad constructiva depende del empleo en las finanzas, los seguros y el sector inmobiliario, así como el mercado bursátil y otros factores económicos, como los precios de los materiales de construcción y los tipos de interés.

Luego expande su modelo para incluir variables de ego para buscar una tendencia entre terminaciones y alturas. Barr encuentra que desde el inicio del siglo XX, las tendencias de altura han estado determinadas por factores económicos que afectan a los costes de construcción. Considera que si el ego estuviera desempeñando un papel importante en la altura de los rascacielos, habría habido en una relación entre altura y terminación de edificios en el área circundante. Sin embargo, Barr no encontró esas evidencias, así que sus pruebas de series temporales proporcionan “apoyo a la hipótesis de la maximización del beneficio, en lugar de a la hipótesis del ego” (Barr, 2010, p. 570). Sin embargo, Barr sigue creyendo que “las alturas que baten records parecen deberse a la combinación correcta de ego y economía” (Barr, 2010, p. 592), porque la competencia de egos solo puede tener lugar una vez la economía está en una situación sólida para construir.

Barr (2012) examina luego la altura de los rascacielos como una función del coste, los beneficios de construcción y la “competencia de altura”. Descubre que los rascacielos “no solo proporcionan beneficios sino también estatus social” tanto para la ciudad como para el arquitecto, porque un nuevo rascacielos anuncia al mundo que ha llegado una ciudad como potencia económica. Para un constructor, un rascacielos que bate un récord es también estratégico. Al destacar en el horizonte de la ciudad y los libros de records, las empresas de arquitectura y construcción “crean” status en la sociedad y en sus comunidades empresariales. El estatus social puede verse como ego en la competencia de alturas entre constructores o entre ciudades.[3] Emplea una diversidad de modelos para poner a prueba la respuesta a edificaciones cercanas y determina “que los constructores responden positivamente a las decisiones de altura de los edificios cercanos”. Para empezar, Barr crea un modelo de la altura de los rascacielos en Nueva York de 1895-2004. A través de diversas variables económicas, Barr es capaz de medir costes y beneficios de construcción. Es capaz de determinar qué rascacielos fueron económicamente demasiado altos en el momento en que fueron construidos y qué edificios respondían a la construcción de rascacielos cercanos. Sus resultados apoyan la hipótesis de la “competencia altura”, es decir, el ego importa, y que la competencia de altura llega a su cumbre durante tiempos de expansión económica, cuando los “costes de oportunidad de buscar estatus social son más bajos”. Barr también encuentra evidencias de que factores económicos como una caída en el tipo de interés y en los costes de construcción o un aumento en la población y el crecimiento económico también aumentan la altura.

Para profundizar en la interacción estratégica subyacente en la hipótesis de la competencia, Barr (2013) buscó evidencias de competencia de construcción entre Nueva York y Chicago para determinar si había una “carrera de altura” y una “interacción estratégica” entre las dos ciudades (Barr, 2013, p. 369). Para tratar de ver si hay competencia Barr crea una serie temporal anual del número de rascacielos terminados en cada ciudad. Para cada ciudad Barr usa un baremo distinto para definir qué edificios se consideran rascacielos. En Chicago usa 80 metros y en Nueva York usa 90 metros. Con los datos de los edificios cualificados, Barr crea una serie temporal del número de rascacielos en cada ciudad para determinar si la construcción en una ciudad tuvo un impacto en la otra. Basándose en la suposición de que dicha competencia tendría lugar en los niveles más altos de los edificios, se fija en los edificios más altos terminados en cada ciudad cada año desde 1885.

Barr sí encuentra “evidencias de interacción entre rascacielos entre las ciudades. Es decir, las decisiones sobre rascacielos de Nueva York han afectado a las decisiones de Chicago y viceversa” (Barr, 2013, p. 370). Barr también examina los cambios en las regulaciones urbanísticas a lo largo de este periodo de tiempo y es capaz de ver que cuando la regulación urbanística se intensifica en una ciudad, aumenta la construcción en la otra. Esto sugiere que las ciudades no solo actúan entre sí como complementos, sino también como sustitutivos. Es decir, cuando la construcción está aumentando en una ciudad, habrá también aumento en la ciudad complementaria. Sin embargo, cuando las restricciones urbanísticas se intensifican en una ciudad, la construcción aumenta en la otra. Aunque Barr sí encuentra evidencias de competencia de altura, sugiere que esta competencia solo se hace evidente cuando es bajo el coste de oportunidad de la competencia.

En el artículo más reciente de Barr, del que es coautor con Bruce Mizrach y Kusam Mundra (2015), se pone en cuestión la existencia de la maldición de los rascacielos. Para poner a prueba la maldición de los rascacielos, Barr et al. (2015) examinan patrones de construcción de rascacielos que baten records y los comparan con las fechas de anuncio de inauguración para determinar si hay una correlación con el crecimiento del PIB. Determinaron que no había “relación entre batidores de records y recesiones” (p. 149). Adicionalmente, usaron análisis autorregresivos de vectores para las series temporales anuales de los edificios más altos terminados en EEUU, Canadá, China y Hong Kong y su respectivo PIB real por cabeza. A partir estas regresiones realizaron las pruebas de causalidad y cointegración de Granger para determinar la relación entre el PIB real por cabeza y los datos de series temporales de los edificios más altos completados en cada país. Concluyeron que el PIB real por cabeza  y la altura están cointegrados, lo que significa que altura y PIB por cabeza comparten un patrón común. Adicionalmente, descubren que “hay causalidad unidireccional del PIB a la altura”. Concluyen por tanto que “la altura no es útil para la predicción del ciclo económico y que aunque la altura puede desviarse temporalmente de la producción, a largo plazo altura y producción se mueven juntas”. Creen que estas “desviaciones temporales” son el resultado de la competencia de los constructores que genera edificios más altos que son económicamente demasiado altos y que durante el período de corrección la altura de la construcción vuelve a un nivel coherente con el PIB. Sus evidencias parecen crear una fuerte disputa sobre la existencia de la maldición de los rascacielos.

El trabajo académico más actual sobre este tema es Engelhardt (2015). Usa una función de puja de renta en ciudades residenciales para averiguar lo que un comprador estaría dispuesto a pagar por un terreno en concreto en un momento concreto. Las pujas de rentas disminuyen en la medida que uno se aleja más del centro de la ciudad, debido al aumento en los costes de transporte, dejando menos dinero para gastar en renta. Usando este modelo ha descubierto que “los precios de los terrenos variarán en proporción a las rentas y variarán en proporción inversa a los tipos de interés” (Engelhardt, 2015, p. 4). Por tanto, se puede llegar a la conclusión de que “los precios de los terrenos en centro de la ciudad son normalmente más altos que en la periferia” (Engelhardt, 2015, p. 4). Descubre que la altura aumentara si construir más o añadir altura es menos caro en que construir fuera o extender más un edificio. “Los precios de los terrenos en aumento se producírán si aumentan las rentas de los terrenos o disminuyen los tipos de interés” (Engelhardt, 2015, p. 5). También afirma que los tipos de interés tienen un impacto sobre los niveles salariales. “Una disminución del tipo de interés lleva a una mayor demanda de mano de obra (…) y por tanto a salarios más altos” (Engelhardt, 2015, p. 6).

Engelhardt usa estas conclusiones para demostrar que los salarios más altos derivados de tipos de interés más bajos aumentan el coste del transporte derivado del coste de oportunidad de no trabajar. Esto demuestra que las rentas aumentadas cambiarán la demanda y los presupuestos para alquiler, aumentando la función de la puja de renta. Esta función aumenta adicionalmente por el coste más alto del transporte debido al mayor coste de oportunidad de ir al trabajo. Esto demuestra que el auge aumenta la demanda de vida en el centro de la ciudad. Estos efectos darán lugar a un aumento en los precios del terreno en la ciudad, debido a las nuevas rentas más altas y debido a la disminución de los tipos de interés. Estos nuevos precios más altos del terreno hacen más eficiente en costes la construcción en vertical en lugar de hacia el exterior, economizando así su uso del terreno.[4]

Al examinar los diversos trabajos e investigaciones, parece haber incertidumbres y dudas considerables con respecto a la maldición de los rascacielos. Algunos trabajos parecen concluir que los rascacielos que baten records son realmente una maldición. Varios trabajos ofrecen evidencias de una variedad de causas de la maldición, incluyendo política monetaria, diversos factores de oferta y demanda, así como factores psicológicos como sobrevaloración, competencia en la construcción y ego. También hay una sugerencia de que la maldición de los rascacielos, como otros indicadores de las existencias del mercado, es producto de nuestra imaginación y el resultado de la casualidad. En la siguiente sección demostraremos que hay mucho menos desacuerdo del que parece.

Teoría y armonía

Cuando se consideran juntos, la investigación actual parece conformarse con la descripción teórica proporcionada por Thornton (2005). Está claro que hay una coincidencia de expansión económica, precios más altos en la bolsa, cambios psicológicos y construcción de rascacielos antes de una crisis económica. Si todos estos fenómenos comparten una causa común, no debería ser ninguna sorpresa descubrir que están conectados empíricamente. Como establece Thornton (2005), los tipos más bajos de interés sirven a esa causa común. Así que, aunque haya una maldición de los rascacielos (en la que los rascacielos son una especie de augurio), los rascacielos no causan el colapso financiero que a menudo se produce a continuación. Son simplemente una manifestación muy visible del fenómeno del ciclo económico producido por tipos de interés artificialmente bajos.

A pesar del acuerdo general con respecto a algunos de los elementos clave de la historia de la maldición de los rascacielos, hay ciertas desviaciones entre los trabajos empíricos. Thornton (2005) describe la maldición de los rascacielos en términos de un tipo de interés en el mercado que se desvía del tipo puro de interés determinado por el mercado, una desviación que es insostenible. Loeffler (2011) cree que un optimismo económico injustificado lleva tanto a la construcción de rascacielos como a la sobrevaloración de la bolsa. Así que los dos están de acuerdo en que la maldición de los rascacielos se produce por un fenómeno temporal y pasajero al que debe seguir alguna corrección, mientras que están en desacuerdo acerca de la causa precisa. Thornton apoya el alegato a favor de una causa económica en forma de distorsión de tipos de interés, mientras que Loeffler y otros apoyan el alegato un a favor de una causa psicológica en forma de optimismo infundado.

Así que realmente hay dos líneas en la literatura con respecto a la maldición de los rascacielos. Lawrence (1999), Thornton (2005), Kaza (2010), Thornton (2014), Engelhardt (2015) y Engelhardt y Thornton (2015), todos se basan en la idea de una distorsión de los tipos de interés y la resultante expansión monetaria y del crédito para explicar la relación entre rascacielos que baten records y crisis económicas. La otra línea incluye diversas explicaciones psicológicas incluyendo la “competencia de construcción” de Barr (2010), que incluye ego y estatus social, el “exceso de optimismo” de Loeffler (2011), la “competencia de alturas” de Barr (2012) y la “carrera de alturas e interacción estratégica” de Barr (2013). Lawrence, Thornton, Kaza y Engelhardt no ofrecen evidencias sólidas, solo relaciones con los tipos de interés evidentemente bajos y la expansión del crédito. Por el contrario, Barr y Loeffler sí proporcionan evidencias sólidas para respaldar sus explicaciones de psicología popular. No importa quién tenga razón, lo principal es que ambos bandos están básicamente de acuerdo en que hay algún tipo de distorsión que ayuda a correlacionar la construcción de rascacielos con giros importantes del ciclo económico.

El único trabajo que sí parece discutir abiertamente la existencia de la maldición de los rascacielos es Barr et al. (2015), que concluyen que no hay maldición. Hay dos puntos principales que sugerirían su oposición a la maldición. Primero, demuestran que la fecha de los anuncios e inauguraciones de los rascacielos que baten records no se ajusta empíricamente al patrón de cambios del crecimiento del PIB. Segundo, demuestran que los rascacielos no causan crisis económicas (de Granger) y que ambos son parte de una tendencia común, es decir, cointegrados. Sin embargo, una reinterpretación del trabajo de Barr se puede permitir que apoye la existencia de la maldición de los rascacielos.

Primero, Barr (2013) sugiere que la construcción de rascacielos es una combinación de ego y economía, pero que el ego solo parece desatarse cuando las condiciones económicas son las correctas. Esto se ajusta bien al argumento de Thornton (2005) a favor de la maldición de los rascacielos. Cuando los tipos de interés se rebajan artificialmente debido a la expansión del crédito, se desata la construcción de rascacielos. Al final, los constructores de rascacielos sobrestiman el valor de la altura, una idea apoyada por Engelhardt (2015). Los tipos bajos de interés también disminuyen el coste de lograr estatus social. Así que las observaciones de Barr a este respecto apoyan la maldición de los rascacielos.

Segundo, no hay ninguna razón particular para que el anuncio, el establecimiento del récord, o la fecha de inauguración deban tener una relación concreta y precisa con los picos del ciclo económico. No hay razón teórica ofrecida por Lawrence (1999) o Thornton (2005) de que cualquiera de estas fechas pueda servir como una variable en una regresión, por ejemplo. La construcción de rascacielos es, en el mejor de los casos, imprecisa en sus plazos. Todos los grandes proyectos de construcción están sometidos a variaciones propias, derivadas de paradas en el trabajo, retrasos regulatorios, accidentes, incendios y otras cosas. La maldición de los rascacielos es imprecisa por naturaleza. Aunque esta imprecisión pueda invalidar (o al menos complicar) la prueba estadística de la maldición, no invalida la lógica subyacente de dicha maldición. Así que la observación de Barr de que no hay una correlación estricta entre estas fechas y los picos del ciclo económico no invalida la existencia de la maldición de los rascacielos. El problema de usar las fechas de anuncio de inauguración en este tipo análisis se explica con más detalle en Engelhardt y Thornton (2015). Thornton (2014) demuestra que las fechas de inicio de las obras y de culminación de altura son fechas más relevantes que las de anuncio de inauguración.[5] Lector puede comparar la relación entre anuncio, establecimiento del récord y fecha de inauguración de los rascacielos que baten records con las crisis económicas históricas en la siguiente Tabla 1.

Tabla 1

Edificio Anuncio Récord Inauguración Crisis económica
Auditorium Building . Chicago 1889 Crisis Baring – Pánico de 1890
Pulitzer (New York World) Jun 1889 1890 Dic 1890 Crisis Baring – Pánico de 1890
Masonic Temple – Chicago 1892 Pánico de 1893
Manhattan Life Feb 1892 1894 May 1894 Pánico de 1893
Park Row Mar 1896 1899 Abr 1899 Sin crisis
Edificio Singer Feb 1906 1908 May 1908 Pánico de 1907
Metropolitan Life Ene 1907 1909 Ene 1910 Pánico de 1907
Woolworth Jul 1910 1913 Abr 1913 Primera Guerra Mundial 1914
Wall Street 40 Mar 1929 1930 May 1930 La Gran Depresión
Chrysler Oct 1928 1930 Abr 1930 La Gran Depresión
Empire State Ago 1929 1931 Abr 1931 La Gran Depresión
World Trade Centre Ene 1964 1970-71 Dic 1970 / Ene 1972 Bretton Woods – estanflación, patrón oro
Torre Sears Jul 1970 1973 Sep 1973 Bretton Woods – estanflación, patrón oro
Torres Petronas Ago 1991 Mar 1996 Sep 1999 Crisis Financiera Asiática
Taipei 101 Oct 1997 2004 Dic 2004 Crisis Financiera Asiática – Burbuja Tecnológica
Burj Khalifa Feb 2003 Jul 2007 Ene 2010 La Gran Recesión

Tercero, el trabajo de Barr et al. (2015) sugiere que en términos de causalidad de Granger (que está pensado para establecer los plazos más que la verdadera causalidad en un sentido científico) los aumentos en el PIB causan debido a Granger la altura de los edificios. Es decir: los auges económicos empiezan antes de que los edificios empiecen a crecer hasta alturas de récord. Debido a esto, no es razonable, de acuerdo con ello, sugerir que la construcción de rascacielos que baten records causen crisis económicas. Sin embargo, esta observación es perfectamente coherente con la maldición de los rascacielos. La maldición sugiere que tanto la construcción de rascacielos como los auges económicos insostenibles son causados por el mismo fenómeno subyacente: tipos de interés artificialmente bajos que alimentan condiciones insostenibles de crédito barato. De hecho, no es una sorpresa que, de media, los auges económicos precedan en el tiempo al aumento en la altura de los edificios. Los edificios (especialmente los rascacielos) requieren mucha planificación antes de poder abordarse. Esta planificación crea una demora entre la causa inicial (los tipos bajos de interés) y el efecto (rascacielos que baten records). Esta demora puede indudablemente ser más larga que la demora media para muchos o la mayoría de los negocios sensibles a los tipos de interés. Aquellos sectores que puedan responder más rápidamente a los tipos de interés hacen eso, adelantarse al principio del auge. Los que solo pueden responder más lentamente (como la construcción de rascacielos) solo responden con una demora sustancial.

¿Cómo podemos entonces explicar el aparente desacuerdo? Una posibilidad es que el aparente desacuerdo provenga de una diferencia metodológica subyacente entre los defensores de la maldición de los rascacielos y los que la niegan. Los defensores (especialmente Lawrence [1999] y Thornton [2005]) se basan en una lógica explicativa subyacente y aceptan que cualquier intento de usar datos para hacer predicciones precisas acerca del inicio de una crisis probablemente esté condenado al fracaso. La relación en los plazos es imprecisa por naturaleza. Los rascacielos que baten records son acontecimientos únicos y el plazo de cualquier fecha concreta (anuncio, establecimiento del récord o inauguración) en relación con la duración del ciclo económico va a ser impreciso, especialmente porque la construcción de rascacielos no tiene una relación causal directa con la crisis. Igual que el canario en la mina de carbón servía como indicador de condiciones tóxicas del aire, los rascacielos pueden indicar que la economía ha experimentado una expansión insostenible del crédito que debe convertirse en una recesión económica. Al contrario que el canario, la construcción de rascacielos toma mucho tiempo para responder a condiciones económicas y hace falta mucho tiempo para completarla, y ambas demoras permiten variaciones propias. Sin embargo, estas variaciones no invalidan la lógica subyacente.

Quienes niegan la existencia la maldición de los rascacielos tienden a confiar fuertemente en la necesidad de datos para demostrar su existencia. Este método plantea serios desafíos por algunas razones ya descritas. Primero, el plazo de la construcción de los rascacielos está influido por muchos factores distintos de las fases del ciclo económico. Segundo, los rascacielos que baten records proporcionan en concreto solo un tamaño de muestra muy pequeño. Así, vemos que Barr et al. (2015) solo tiene 14 ejemplos de rascacielos que baten records con los que verificar la hipótesis de la predicción; como consecuencia, cualquier prueba estadística probablemente tenga poco valor y simplemente advierte de que hay un amplio rango de demoras entre los anuncios de los rascacielos y las fechas de inauguración y los máximos y mínimos del ciclo económico. Pero observar simplemente el rango de unos datos establecidos solo nos dice que la relación se ve afectada por factores fuera de aquellos considerados o que la relación cuantitativa no es perfectamente constante. Pero los defensores de la maldición de los rascacielos no afirman que los records de los rascacielos sean la causa del ciclo económico, ni afirman que la relación tenga que ser cuantitativamente constante.

Dicho esto, para proporcionar algún tipo de evidencia estadística para poner en cuestión el trabajo de Barr et al. (2015), proporcionamos evidencias estadísticas muy sencillas sobre la posibilidad de estar en una recesión declarada por la NBER 12 meses después de que se haya terminado un rascacielos que bate record en la Tabla 1. Los problemas que esta evidencia espera responder son tres: (1) Considerando meses en lugar de rascacielos, el tamaño de la muestra aumentar sustancialmente: de 16 rascacielos a 1510 meses, permitiendo aproximaciones estadísticas que Barr et al. (2015) no podían usar. (2) Considerando solo los rascacielos que baten records, este trabajo se ajusta más a las afirmaciones de la maldición de los rascacielos que los tests de causalidad de Granger de Barr et al. (2015) usando alturas medias de construcción. (3) Permitiendo una ventana razonablemente larga de 12 meses, la prueba no supone un número concreto de meses que hayan de pasar entre la terminación de rascacielos y la recesión. (Así que estamos verificando la idea de que, después de terminar los rascacielos, la economía estará en una recesión en algún momento del año siguiente, no que la recesión empiece exactamente doce meses después de que se termine el rascacielos).

Para nuestros datos, creíamos dos variables imaginarias. La primera, el Valor de uno si la NBER consideraba que ese mes era parte una recesión y cero en otro caso. La segunda tomaba el valor de uno si había un rascacielos que batiera records terminado ese año y cero en otro caso. A realizar el análisis, los valores de cada mes se basaban en el indicador de recesión actual y el indicador de rascacielos desde doce meses antes. (Así que un Valor de uno en mazo de 2008 indica que un rascacielos que batían records se completaba en algún momento de 2007). Estas variables imaginarias se usaron para dividir cada mes desde enero de 1800 xc hasta octubre de 2015 en una de cuatro categorías: (1) sin rascacielos ni recesión, (2) sin rascacielos, con recesión, (3) con rascacielos, sin recesión, (4) con rascacielos, con recesión. Si la maldición de los rascacielos fuera estrictamente verdad, entonces las categorías 2 y 3 estarían completamente vacías. Sin embargo, recordemos que la maldición de los rascacielos afirma predecir grandes crisis financieras, no necesariamente todas las recesiones. En lugar de tratar de definir que constituye una “gran crisis financiera”, sencillamente señalamos que en la maldición de los rascacielos predecir y a que las recesiones son más probables tras la construcción de rascacielos que sin ella.

Tabla 2

Con rascacielos terminado (demora) Sin rascacielos terminado (demora) Totales
En recesión 108 304 412
Sin recesión 84 1014 1098
Total 192 1318 1510

La Tabla 2 resume los resultados. Para verificar una diferencia significativa de una posibilidad de una recesión tras la construcción de rascacielos, podemos hacer una sencilla comparación de las proporciones implicadas. En los meses poco después de que se construya un rascacielos que bate records, hay una posibilidad del 56,25% de estar en una recesión. En los meses que no están poco después de que se construya un rascacielos que bate un récord, hay un 23,07% de posibilidades de estar en una recesión. Esta diferencia de 33,18 puntos porcentuales tiene un valor z de 8,82 en la comparación de estas proporciones, así que esta diferencia es estadísticamente significativa. Sin embargo, subjetivamente, esta diferencia parece no solo ser significativa estadísticamente, sino también económicamente. Después de todo, los meses que siguen a la construcción de rascacielos tienen más de un 50% de posibilidades de estar en una recesión. Los que no siguen a la construcción de rascacielos tienen una posibilidad menor del 25%. Sobre una base de pronóstico puro, parece que saber que se ha construido un rascacielos que bate un récord en el año anterior puede aumentar significativamente la posibilidad de una predicción correcta de una recesión.

Una advertencia importante a este resultado: Aquí los rascacielos se usan para predecir la existencia de una recesión, no el inicio de una recesión. Si tratáramos de prever el inicio de una recesión, nos enfrentaríamos de nuevo a un posible problema de pocas muestras, ya que solo ha habido 26 recesiones (y por tanto 26 primeros meses de recesiones) en ese tiempo. El trabajo preliminar usando un indicador de “primer mes de una recesión” sugiere una relación positiva, pero no estadísticamente significativa, entre la construcción de rascacielos en el año anterior y el primer mes de una recesión. Sin embargo, el pequeño tamaño de la muestra sugiere que la falta de significancia que podría darse a esta prueba sea sencillamente infravalorada. Es decir, incluso si existe estadísticamente la relación, el tamaño de la muestra es demasiado pequeño como para proporcionar el grado de confianza necesario para establecerla.

Una segunda advertencia: hay evidentemente una autocorrelación sustancial en los indicadores. Evidentemente, febrero es un mes en el que un rascacielos se completa sigue a enero del mismo año. Asimismo, los meses en los que hay recesiones tienden a ser seguidos por meses en los que no hay recesiones. Como consecuencia, parte de la fortaleza de esta relación puede ser el resultado de la autocorrelación. Para resolver este problema, realizamos una prueba muy general de casualidad al estilo de Granger usando dichas variables. Estos son los resultados:

Recesiónt = 0,0199 + 0,0478 Indicador rascacielost-12 + 0,9048 Recesiónt-1

(3,5658) (3,3215)                                              (84,0972)

Los números entre paréntesis son estadísticas t de la regresión. Así que aunque la insignificancia económica del indicador de rascacielos disminuye una vez se tiene en cuenta la inercia la recesión, sí muestra un impacto positivo y estadísticamente significativo sobre las posibilidades de una recesión. Este resultado va en contra del de Barr et al. (2015), en el que demuestran que la altura no es el resultado de la causa de Granger. Aquí demostramos que la construcción de un rascacielos que bate un record sí causa recesiones según Granger. ¿Cómo reconciliamos estos dos resultados? Dicho de manera sencilla: los resultados de Barr et al. se ven afectados por todas las construcciones, (no sólo la construcción de rascacielos que baten records) y también se ven afectados por la gravedad del ciclo económico. Los nuestros solo consideran la construcción de rascacielos que baten records y la existencia de una recesión, independientemente de su gravedad. Si creemos que la altura aumenta en general a lo largo del ciclo económico, pero que los rascacielos que baten records preceden a las crisis, entonces el análisis del estilo de Barr et al. (2015) no encontrarán casi ninguna causalidad de Granger, ya que los años en los que las alturas que baten records no predicen una recesión se verían compensados por los años (más comunes) en los que la altura está aumentando gradualmente a lo largo de un auge (o disminuyendo a lo largo de una recesión).

Una vez dejamos aparte las demandas de una relación estadística precisa, podemos ver sin embargo una gran cantidad de acuerdo entre los trabajos que tratan la maldición de los rascacielos. Esta relación puede también encontrarse relajando las relaciones que se consideran. En su mayor parte, la construcción de rascacielos puede entenderse como una maximización del beneficio y la altura de la maximización del beneficio aumenta durante los auges económicos. Esto no niega la posibilidad de que los auges económicos puedan inducir motivos psicológicos distintos del beneficio (como el ego y la competición de altura) para aumentar la altura de los edificios.

Conclusión

El debate que rodea la maldición de los rascacielos se ha planteado en torno a dos asuntos. Primero, hay un importante desacuerdo teórico con respecto a las causas subyacentes de la maldición que refleja la teoría subyacente de la construcción. Algunos (Lawrence (1999), Thornton (2005), Engelhardt (2015), Barr et al. (2015)) presentan la construcción de rascacielos principalmente como una empresa de maximización de beneficios. Así, la maldición de los rascacielos aparecería si se dieran las condiciones económicas que harán simultáneamente rentable la construcción de rascacielos e implantaran las semillas para un auge insostenible. Otros (Loeffler [2011], Barr [2012, 2013]) dan más espacio a factores psicológicos en la construcción de rascacielos. En este caso la maldición de los rascacielos aparecería si los mismos factores psicológicos que llevan a la sobrevaloración en los mercados de activos también llevaran a la construcción de rascacielos.

Segundo, está la cuestión de si existe empíricamente algo similar a la maldición de los rascacielos. Es decir: ¿puede usarse la construcción de rascacielos para la previsión económica? Lawrence (1999), Thornton (2005, 2014) y Loeffler (2011) sugieren que la respuesta es sí. Barr et al. (2015) sugieren que la respuesta es no. En lugar de que la altura del edificio prediga el resultado, el resultado predice la altura. Proporcionamos nuevas evidencias de que, sacrificando cierto grado de precisión (con respecto a la profundidad de las recesiones), la terminación de rascacielos que baten records sí predice recesiones un año después, aunque las pruebas aquí utilizadas no distingan entre el inicio o la continuación de una recesión.

Los debates que rodean a la maldición de los rascacielos mantienen un punto esencial importante: la previsión del ciclo económico es (y continuará siendo) más un arte que una ciencia. Siempre habrá un papel para el juicio empresarial. Sin embargo, tener una comprensión de la teoría subyacente permite interpretar las señales que nos rodean. Entre estas señales están incluidos los rascacielos, que servirían al mismo tiempo como un  monumento de los éxitos del pasado y como un heraldo del sufrimiento que está por venir.

Referencias

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Loeffler, Gunter. 2011. “Tower Building and Stock Market Returns”. Trabajo en curso.

Thornton, Mark. 2005. “Skyscrapers and Business Cycles”. Quarterly Journal of Austrian Economics 8, nº 1: 51–74.

——. 2014. “The Federal Reserve’s Housing Bubble and the Skyscraper Curse”. En David Howden y Joseph T. Salerno, eds., The Fed at One Hundred: A Critical Review on the Federal Reserve System. Nueva York: Springer.


El artículo original se encuentra aquí.

 

[1] Los tipos de interés artificialmente bajos se producen cuando los tipos reales están por debajo de los niveles que habrían existido si hubieran sido determinados únicamente por las fuerzas del mercado. Como tales, los tipos puros del mercado no son observables y son difíciles de estimar aunque se pueda entender algo  de su efecto examinando datos sobre préstamos totales en la economía.

[2] En el caso de que a los tipos de interés no se les permita volver a niveles más altos determinados por el mercado, impedir que aumenten los tipos de interés requiere un compromiso de expansión de la oferta monetaria a un ritmo creciente, con lo que se genera un riesgo de hiperinflación.

[3] Helsley y Strange (2008) habían presentado previamente un modelo de teoría de juegos para la altura de los rascacielos, que sugiere la hipótesis que Barr (2010b) está poniendo a prueba.

[4] Chau, Wong, Yau, y Cheung (2006) llegan a resultados similares: que las alturas de construcción óptima aumentan cuando el terreno es escaso.

[5] Thornton (2014) afirma que las fechas de inicio de obras deberían usarse como una “alerta de rascacielos” para futuros problemas económicos y que en las fechas en que se baten records deberían de usarse como “señales de rascacielos” que sugieren que el peligro económico es inminente.