La soberanía individual y el derecho a portar armas

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El derecho a portar armas se deriva directamente del derecho de propiedad que cada persona tiene sobre sí misma. ¿Puede usted negar que es el dueño de sí mismo? Negar tal hecho de la naturaleza no puede hacerse sin caer en una contradicción en términos, puesto que para afirmar algo usted necesita ser dueño de usted mismo, de sus cuerdas vocales si pretende decirlo, de sus manos si pretende escribirlo y en última instancia de su cerebro para pensar la idea.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de propiedad? Cuando hablamos de propiedad nos referimos a la posesión de algo y a la capacidad de disponer de ese algo (ambas condiciones deben cumplirse). De manera que decir que cada ser humano es dueño de sí mismo significa que cada quien está en posesión de su cuerpo y de su mente y además que está en capacidad de disponer de ellos, de moverse, trasladarse o quedarse tranquilo, usarlos o dejarlos inertes.

Si usted no fuese dueño de usted mismo, entonces alguien más lo sería, es decir, otra persona estaría en control de su cuerpo y de su mente. Usted sería un esclavo, mientras la otra persona sería su amo. Pero si queremos construir una sociedad de hombres libres (en aislamiento, cada persona es por definición absolutamente libre), no podemos permitir que unas personas sean dueñas de otras personas. Por lo tanto, un sistema ético para una sociedad libre debe comenzar por el derecho de propiedad de cada persona sobre sí misma.

Muy bien, cada persona es dueña de sí misma, nadie puede poseerla e igualmente ella no puede ser dueña de nadie más (el sistema ético es universal, es decir, se aplica por igual a todos).

Para poder ejercer el derecho de propiedad sobre usted mismo es esencial que no existan sobre usted interferencias o invasiones externas, es decir que usted sea libre. Cuando hablamos de libertad, nos referimos a la ausencia de coacción sobre el individuo. Una persona que no es libre es una persona obligada a actuar contrariamente a sus deseos, mediante el uso o la amenaza del uso de la violencia, es decir, medianta la coacción.

Ahora bien, si usted es dueño de sí mismo y para poder ejercer dicho derecho usted debe ser libre, se desprende lógicamente que usted también tiene el derecho de defenderse, a través de los medios que juzgue más convenientes, de la agresión no provocada de algún otro individuo. Si usted tuviera que pedirle permiso a su agresor para defenderse de él, entonces es evidente que el derecho a la propiedad sobre usted mismo sería no más que una entelequia, una bien intencionada que desaparecería en la práctica.

Es también un hecho natural que los seres humanos nacen y se desarrollan desigualmente, algunos tienen ciertas actitudes y gustos, miestras que otros tienen los contrarios u otros simplemente diferentes. Esta desigualdad innata y natural conlleva en particular a que ciertos individuos sean más fuertes, hábiles o diestros en el uso de la violencia. Similarmente, el resto será más débil, menos hábil o diestro en el uso de la violencia. En el paraíso, donde todos los seres humanos se aman entre sí, la violencia es innecesaria, puesto que jamás surge allí ninguna clase de conflicto. Desafortunadamente vivimos en un mundo imperfecto y por lo tanto para este segundo grupo es esencial responder a la pregunta: ¿cómo nos defendemos de aquellos que son más fuertes? La respuesta es que los más débiles pueden usar el poder de sus cerebros para crear herramientas que les ayuden a defenderse de los elementos antisociales de la comunidad: aquellos que prefieren el uso de la coerción para obtener su sustento sobre el uso del trabajo y el intercambio voluntario. He allí el origen de las armas.

Entonces, cada quien es dueño de sí mismo. Para ejercer ese derecho de propiedad original, usted debe ser libre, es decir, disfrutar de la ausencia de coerción. Como el mundo no es perfecto, usted debe pensar en formas de protegerse de posibles agresores y como no todos somos igual de fuertes surge la necesidad de usar armas para defenderse.

Hay unos quienes prefieren rendir este derecho a la defensa personal y delegarlo en la institución del estado. Ciertamente ellos tienen esa prerrogativa, al hacerlo están ejerciendo su derecho natural a actuar libremente. Para ellos, quizás el derecho a defenderse de un agresor es una excusa ridícula. Sin embargo, estos promotores del desarme civil y del monopolio estatal de la violencia fallan flagrantemente en al menos dos aspectos fundamentales (ciertamente fallan en muchos otros aspectos, pero dos serán suficientes acá). Si ellos se desarman y delegan el derecho a defenderse al estado, entonces, ¿quién los defiende a ellos del estado? Y en segundo lugar, si bien es correcto que ellos pueden ejercer su derecho a rendir sus armas, ¿con qué derecho pretenden que el resto de la gente haga lo mismo? El promotor del desarme debe responder estas dos preguntas satisfactoriamente si quiere convencernos de desarmarnos.

El arma per se no es maligna, maligno es el uso ofensivo que alguien pueda darle. Aquellos que pretendan usar armas como agresores deberán tener en cuenta que sus potenciales víctimas podrían estar tanto o mejor armadas que ellos mismos. Ese es un elemento disuasivo, sin duda. Pero suponiendo que aun así todavía existan agresores (y ciertamente siempre existirán agresores), pues estos deben enfrentar las consecuencias de sus actos de agresivos. En la sociedad anarcocapitalista tendrían que enfrentar a agencias profesionales privadas de protección y defensa, quienes se encargarían de repelerlos o, en caso de fallar en esto último, de perseguirlos, aprehenderlos y obligarlos a pagar una justa compensación a sus víctimas. En el mundo estatista actual, tendremos que depender del estado para proporcionar este servicio.

Si elimináramos todas las armas, ¿acaso desaparecería la violencia? No, simplemente los violentos usarían otros medios para ejercer sus deseos de conquista y opresión, palos y piedras, por ejemplo. ¿Es que entonces tenemos que abolir los palos y las piedras? Los promotores del desarme, si se acostumbraran a usar la lógica en su vida diaria, tendrían que proponer la abolición de los palos y las piedras.

Esta es una defensa del derecho a portar y usar armas defensivamente basada en el derecho natural, no está basada en argumentos utilitaristas, aunque ciertamente también se puede defender el derecho a portar armas en ese contexto.

Vale además decir que en este marco que hemos desarrollado acá no existe el concepto de “guerra preventiva”, definida como un acto de agresión contra un ente que no representa un peligro claro e inminente. El concepto de guerra preventiva, inventado por W. Bush y Cia. es una aberración inaceptable el concepto de guerra justa, es decir guerra defensiva. El uso de las armas al que abogamos acá es meramente defensivo

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