El problema económico de las sociedades consiste principalmente en la rápida adaptación a los cambios que intervienen en las circunstancias particulares de tiempo y lugar.
En consecuencia, siempre es preferible que las decisiones finales las realicen quienes conocen directamente estas circunstancias o al menos que se realicen con su colaboración activa.
De aquí la importancia fundamental de la propiedad privada de los medios de producción, ya sea de la propia persona o de las propias cosas: si una persona no es realmente el propietario de sí mismo y de sus objetos se convierte en prácticamente imposible activar y utilizar de la mejor manera el conocimiento disperso entre las personas.
La propiedad privada de los medios de producción y la descentralización de las decisiones están por tanto íntimamente relacionadas: sin la propiedad privada de los medios de producción no podemos tener ninguna descentralización de las decisiones.
En este contexto debemos introducir el sistema de los precios, es decir, esa guía de la acción social, esa información necesaria que sirve para coordinar las acciones independientes de diferentes personas, para que una sociedad pueda ser no solo pacífica sino también realmente productiva.
En el cálculo económico no se puede evitar utilizar un sistema de precios, pues para calcular racionalmente el valor y por tanto para coordinar de manera tendencialmente correcta las acciones independientes de personas diferentes solo podemos contar con los precios del mercado y los precios del mercado solo pueden aparecer mediante el intercambio voluntario de derechos de propiedad privada.
En caso de que la información necesaria estuviera dada no necesitaríamos precios del mercado para orientar racionalmente la asignación de los recursos, pero, puesto que la información necesaria en el mundo real no está nunca dada, necesitamos los precios del mercado: solo mediante el intercambio voluntario de derechos de propiedad privada pueden en realidad los agentes económicos ejercitar su actividad siempre inconclusa y parcial de creación y descubrimiento de la información necesaria, que tiene su representación codificada en los precios del mercado.
Los precios del mercado implican un sistema de precios que nace y se desarrolla de manera descentralizada, es decir, que no está impuesto por alguna autoridad central a través de órdenes coactivas.
Los precios del mercado son una característica exclusiva de un sistema basado en la primacía de la propiedad privada de los medios de producción y no pueden en modo alguno conseguirse ni en los mecanismos ni en los resultados de un sistema que haya abolido la propiedad privada de dichos medios de producción.
Existe espontáneamente una mutua adaptación de los actos del agente económico a los de todos los demás agentes económicos: la gente se adapta a los precios del mercado comprando y vendiendo a esos precios del mercado, los precios del mercado se adaptan a la gente incorporando en la cadena de dichos precios las consecuencias de sus elecciones y de sus decisiones: lo local afecta a lo global y lo global a lo local y cada uno de ambos aspectos es al mismo tiempo causa y efecto del otro.
Por tanto, la información necesaria no solo no puede considerarse dada a nivel central por su carácter subjetivo, práctico y disperso, sino que tampoco se genera a nivel de los agentes económicos individuales si a estos no se les permite ejercitar libremente su actividad emprendedora, y para conseguir que cada uno pueda ejercitar libremente esta actividad hay que reconocer concretamente como presupuesto el derecho a la propiedad privada de los medios de producción.
En ese sentido, tampoco el desarrollo de la programación matemática y de la más potente de las computadoras informáticas podría sustituir al papel imprescindible desarrollado por la propiedad privada a la hora de implantar el proceso siempre inconcluso y parcial de creación y descubrimiento de los precios del mercado.
En efecto, demostrar que algunas ecuaciones abstractas tienen alguna solución también abstracta no significa que estas sean de alguna utilidad práctica en ausencia de intercambios voluntarios derechos de propiedad privada y eso equivale a afirmar que la planificación centralizada no está en disposición de crear y recrear continuamente y en tiempo real ninguna coordinación eficaz de las acciones individuales.
Una economía planificada no puede por tanto reproducir los mecanismos y resultados de los precios del mercado, ya que los costes y posibilidades de producción no están dados ni son inalterables en el futuro, sino que son creados y descubiertos constantemente y por tanto los incentivos de una economía de mercado pueden movilizar y usar de manera funcional las informaciones difusas de los innumerables agentes económicos.
Una economía de mercado está por tanto más orientada a la prosperidad cuanto más libres sean todos en su interior para elegir sus propios planes, sus propias preferencias y sus propias acciones, es decir cuanto menos se vea sometida a priori a interferencias coercitivas la propiedad privada de cada uno sobre sus medios de producción.
En conclusión, si el derecho, entendido como normas jurídicas generales dirigidas a proteger la propiedad exclusiva de alguien, nos ofrece una guía para la acción social que nos dice qué no tenemos que hacer si no queremos crear conflictos, el sistema de precios del mercado nos ofrece una guía para la acción social que nos dice qué tenemos que hacer para responder eficazmente a las necesidades recíprocas de todos los agentes económicos.
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