El feminismo de Ludwig von Mises

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[Este artículo se publicó originalmente el 6 de enero de 2014 en FEE]

Mientras que  Ludwig von Mises es conocido como un revolucionario en la economía, sus intentos de revolucionar la conformación de los economistas no resulta tan familiar para la mayoría de sus seguidores. Buscaba ayudar al mundo a entender que aunque fueran desdeñadas y expulsadas de la universidad, si se les permitía, las mujeres podían ofrecer un enorme valor al estudio de la escasez.

Su mundo era el académico de la Viena de entreguerras, uno de los más vibrantes y revolucionarios del mundo. De esta mezcolanza cultural salieron algunos de los pensadores más brillantes del siglo XX y los movimientos intelectuales que todavía sacuden nuestro mundo. Freud, Mahler, Spann, Machlup, Wittgenstein, Neurath, Schumpeter, Morgenstern, Mises, Hayek, Weber, Weiser, Popper… Sus nombres y legados todavía se discuten.

La mezcla interdisciplinaria de ideas e influencias nos trajo el marginalismo en la economía, las matemáticas en las ciencias sociales, el modernismo en música, el positivismo en metodología, la psicoterapia en el estudio de la mente y conservó el espíritu general del liberalismo en una época que lo veía disiparse casi en todas partes. El liberalismo fue un tema central en todos los ámbitos: economía, artes, ciencias, política y relación entre los sexos. Ningún área quedó sin tocar y los avances en un área se extendían a otras disciplinas.

Pero destacó un hecho notable con respecto a esta colcha de retazos de gigantes académicos de alto nivel: las mujeres no eran bienvenidas en la universidad. Solo en 1897 fueron admitidas mujeres como estudiantes de filosofía en la Universidad de Viena. Medicina y derecho fueron posteriores. Pero era solo como estudiantes. Los grados superiores seguían siendo tabú. Ser profesora: imposible.

Mientras que las mujeres florecían en literatura y en escritura popular y música, las barreras permanecían en alto en las instituciones oficiales. Entonces como ahora el mercado abrió el camino hacia una sociedad inclusiva mientras que la universidad iba por detrás de la cultura. Esto significaba que a las mujeres se les impedía en la práctica obtener credenciales y por tanto se les impedía que fueran consideradas como contribuidoras serias al mundo de las ideas.

El gran emprendedor intelectual Ludwig von Mises se dedicó a cambiar esto. Sabía qué era experimentar exclusión. A pesar de sus enormes logros académicos y el acceso a las grandes mentes de su tiempo, Mises nunca fue capaz de conseguir un cargo en una universidad (y no estuvo solo en este destino). Hizo falta que acabara su tratado completo sobre dinero en 1912 para conseguir un puesto no pagado en la universidad. Entretanto tenía que pagar las facturas: trabajó primero para un bufete legal y posteriormente en la cámara de comercio.

Incluso antes de que las mujeres fueran permitidas en el programa en 1919, Mises impartió un curso sobre banca en la universidad en el que la mayoría de los alumnos eran mujeres del departamento de filosofía. Era el profesor excluido enseñando a las alumnas marginadas. Esta experiencia debió tener un gran impacto sobre él: En ese momento estaba empezando a escribir su libro Socialismo, en el que se ocupaba (entre otras cosas) de la manera en que el capitalismo se había convertido en la principal fuerza histórica para liberar a las mujeres de la violencia, así como de la afirmación de los socialistas de que el colectivismo era la única vía real para la liberación de la mujer.

En lugar de ceder a los colectivistas la explicación esencial acerca de cómo superar el sexismo cultural e institucionalizado, Mises se tomó el problema muy en serio y ofreció sus propias soluciones. Y la argumentación de Mises sobre la igualdad de género suena revolucionaria incluso hoy.

La lucha de las mujeres por conservar su personalidad en el matrimonio es parte de esa lucha por la integridad personal que caracteriza a la sociedad racionalista del orden económico basado en la propiedad privada de los medios de producción. (…) Toda la humanidad sufriría si la mujer no pudiera desarrollar su personalidad ni fuera capaz de unirse con el hombre como compañeros y camaradas iguales y nacidos libres.

Su reconstrucción de la historia de las relaciones sexuales señaló estupendamente que significó el principio de violencia para el estatus de las mujeres en la historia. Suena muy similar a Mística de la feminidad, de Betty Friedan, de 1963:

El gobierno ilimitado del barón caracteriza las relaciones familiares cuando domina el principio de violencia. La agresividad masculina, que está implícita en la misma naturaleza de las relaciones sexuales, se lleva aquí a su extremo. El hombre se apropia de la mujer y considera a esta su objeto sexual, en el mismo sentido en que tiene otros bienes del mundo exterior. La persona se convierte completamente en una cosa. Se ve robada y comprada: es entregada, vendida, despedida. En resumen, es como una esclava en la casa. Durante su vida el hombre es su juez; cuando muere es enterrada en la tumba de este junto con las demás posesiones de este. Con una unanimidad casi absoluta, las antiguas fuentes legales de casi todas las naciones muestran que este fue en un tiempo el estado legal de cosas.

Bajo la ley de la violencia, escribe Mises, el resultado es el sometimiento:

El principio de violencia reconoce solo al varón. Solo él posee poder, por tanto solo él tiene derechos. La mujer es únicamente un objeto sexual. Ninguna mujer deja de tener un señor, ya sea padre o tutor, marido o empleador. Ni siquiera las prostitutas son libres: pertenecen al dueño del burdel. Los usuarios no contratan con ellas, sino con él. La mujer vagabunda es presa gratuita, de la cual todos pueden usar a su placer. El derecho a elegir a un hombre no pertenece a la mujer. Se le da el marido y él la toma. Que la ame es cosa de ella, tal vez también su virtud: el sentimiento agudizará el placer que un hombre reciba el matrimonio. Pero a la mujer no se le pregunta su opinión. El hombre tiene derecho a repudiarla y a divorciarse de ella: ella no tiene ese derecho.

Es una crítica devastadora de todas las formas de poder estatal, pero del socialismo en particular. En la práctica, el socialismo no implica el empoderamiento de los trabajadores o la propiedad colectiva de los medios de producción. Implica el papel central del estado en la organización de todas las esferas económicas y sociales de la sociedad y, como Mises explicó muchas veces, el estado solo tiene un medio a su disposición: la violencia sobre personas y propiedades. Por tanto, avanzar en el socialismo como política significa elevar la violencia a principio y por tanto, indirectamente, restaurar las relaciones entre hombres y mujeres a un estado precapitalista en el que la violencia (y no el contrato) era la base para la asociación.

En otras palabras, fue precisamente porque el capitalismo liberó a las mujeres de las relaciones violentas como norma social por lo que lo defendía como sistema económico. El capitalismo es, en la práctica, la manera de llevar a cabo la visión del feminismo a la práctica. En este sentido, Mises dice: “mientras el feminismo trate de ajustar la situación legal de la mujer a la del hombre, mientras busque ofrecer la libertad legal y económica para desarrollarse y actuar de acuerdo con sus inclinaciones, deseos y circunstancias económicas, no es más que una rama del gran movimiento liberal, que defiende la evolución pacífica y libre”.

Para Mises, esta convicción profunda no era solo una teoría sino algo a poner en práctica. Por tanto, cuando estuvo en disposición de hacerlo, Mises promovió activamente los intereses de las mujeres en la universidad, en la medida en que fue capaz. Su biógrafo Jorg Guido Hulsmann explica:

Mises fue uno de los pocos hombres en una situación de liderazgo que promovió a mujeres jóvenes intelectuales. Lene LieserMarianne Herzfeld y otras escribieron sus tesis doctorales bajo su supervisión. Lieser, Herzfeld, Ilse MintzMartha Stephanie BraunElisabeth Ephrussi y otras fueron miembros habituales de su seminario privado. Es verdad que no pudo conseguir una cátedra para ninguna (no pudo hacerlo para sus alumnos masculinos, ni siquiera para sí mismo). Pero pudo ayudar a algunas a obtener esos trabajos codiciados que permiten ganarte la vida mientras sigues tus intereses intelectuales. Este fue el caso de nuevo de Herzfeld y Lieser, que fueron ambas contratadas por la Asociación Austriaca de Bancos y Banqueros.

Cada una de estas mujeres se labró un prestigio en un campo de estudio (economía, traducción, historia del arte) y su valor como profesionales fue apreciado y cultivado por el propio Mises desafiando a las tradiciones arraigadas que cerraban esas carreras a las mujeres.

Pensemos en lo paradójico que es esto. Si se pregunta a cualquiera de la izquierda contemporánea acerca de Ludwig von Mises, responderá rápidamente quién es. Es ese hombre reaccionario de Viena que importó la ideología capitalista a Estados Unidos después de la guerra, un hombre que miraba atrás en el tiempo con el deseo de recuperar las instituciones y la cultura del siglo XIX. Pero la realidad es diferente. En el hervidero de ideas progresistas de la década de 1920 en Viena, era un progresista con respecto a los derechos de las mujeres: “uno de los pocos hombres en una situación de liderazgo que promovió a mujeres jóvenes intelectuales”.

Por supuesto, la gente de la FEE entiende el apoyo de Mises a las estudiantes. Una de las relaciones más profundas provino de su padrinazgo a Bettina Bien Greaves, que escribió y editó varios libro innovadores, incluyendo múltiples ediciones de La acción humana de Mises y trabajó en la FEE durante buena parte de su larga carrera.

Consideremos ahora la actual polémica acerca de la ley de no discriminación y la llamada acción afirmativa, que parece poner los intereses de las mujeres por encima de los de los hombres, una fuente importante de contraataques contra el feminismo y munición para los activistas conservadores en todas partes. ¿Estaba el propio Mises practicando una forma de acción afirmativa convencionalmente entendida? No, porque no estaba a favor de los intereses de las mujeres únicamente basándose en el sexo. Más bien veía a las mujeres intelectuales de Viena como un recurso humano infravalorado. Esto no es un “trato preferencial” sino un acto de emprendimiento: descubrir valor allí donde la sociedad no había mirado. Eso es lo que hacen los emprendedores todos los días en el mundo de los recursos físicos. Mises aplicaba la misma presciencia y juicio al mundo de las ideas.

Aquí vemos un ejemplo contemporáneo de lo que significa ser feminista: superar los sesgos históricos que derivan de la época de la violencia y seguir adelante en la mejora de la libre asociación y contratación como principios del orden social. ¿Requiere esto o emprendimiento, es decir, encontrar valor donde no se habría buscado en otro caso? Sí, y no solo sobre recursos materiales, sino también sobre ciertas clases de personas que han sido tradicionalmente infravaloradas como recursos, es decir, como colegas que podrían trabajar en asociaciones productivas para fines comunes.

El que Mises estuviera verdaderamente preocupado por cómo se robaban a la sociedad las contribuciones esenciales de las mujeres debido el sexismo es una llamada alta y clara a los individualistas de la actualidad. Mises criticaba no solo los obstáculos del estado a la libertad de las mujeres, sino también aquellos que derivaban de la cultura. Calificaba correctamente a la objetización sexual como un impedimento para la liberación de las mujeres, incluso en sus formas privadas y no patrocinadas por el estado incluidas en supuestos culturales y leyes y prácticas tradicionales.

Su ejemplo señala el camino hacia un entendimiento correcto del feminismo hoy. ¿Cómo podemos como librecambistas argumentar que el mercado es la fuente de prosperidad a través de la innovación y luego quedarnos sentados mientras sus efectos son obstaculizados por expectativas de género, especialmente aquellas incluidas en la violencia del derecho y las que derivan de los prejuicios he culturales y sociales?

¿Cómo podemos ignorar la violación de derechos humanos que suponen las leyes que prohíben servicios remunerados de gestación, imponen violencia contra intercambios sexuales pacíficos y prohíben o limitan profesiones como las de las comadronas? Dejando aparte desacuerdos morales acerca del aborto, ¿cómo podemos afirmar que apoyamos la libertad individual cuando apoyamos a políticos que buscan ventajas políticas amenazando cínicamente con la nacionalización de la descendencia, las relaciones sexuales y, en particular, la decisión de las mujeres acerca de su propio funcionamiento biológico único?

La época de los contratos no ha llegado, no para todos. Sigue habiendo mucho que hacer. ¿Cuánto valor queda por revelar eliminando barreras a la libre asociación y superando los prejuicios históricos? ¿Y quién es más probable que alcance este gran objetivo, los burócratas los empresarios?

Mises sabía sagazmente que dejar a los socialistas la cuestión de cómo rectificar los errores el sexismo sería a su vez un error mortal para los librecambistas. Y sigue siéndolo. Pero él estaba también personalmente agraviado por la infrarrepresentación de las mujeres en la universidad, tanto que personalmente luchó para corregirla en la medida en la que pudo hacerlo.

Asumamos esta llamada para tomarnos en serio la situación de las mujeres, para descubrir valor donde no se ha buscado. Mises era un feminista antes de que estuviera de moda. Todos los librecambistas deberían serlo.


El artículo original se encuentra aquí.

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