En defensa del nacionalismo libertario

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Los términos nacionalismo y nación tienen varias, y a menudo mutuamente excluyentes, connotaciones en los Estados Unidos. Para algunos americanos, el nacionalismo se trata de ondear banderas, recitar el juramento de lealtad en las escuelas públicas, cantar el himno nacional en eventos deportivos, disparar fuegos artificiales el 4 de Julio, y el reconocimiento de la existencia de alguien como ciudadano de un país cuyo legado histórico es la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Alternativamente, la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, en gran medida posible por la peligrosa explotación del sentimiento nacionalista alemán por parte del Tercer Reich, ha hecho que todo el mundo esté incómodamente consciente de la delgada línea que divide a las muestras inocuas de orgullo del chauvinismo peligroso. Desconocido para muchos, el nacionalismo es una construcción bastante multifacética, y la anatomía de cada nación depende de innumerables variables. Los historiadores contemporáneos, los cientistas políticos, los teóricos sociales, y los críticos culturales continúan en el intento de explicar el fenómeno espontáneo que es el nacionalismo.

Como proponentes del liberalismo —si uno se considera objetivista, anarcocapitalista, liberal clásico, o libertario— a menudo sentimos rechazo por las manifestaciones de nacionalismo. Este rechazo es en gran parte debido a sus implicaciones aparentemente estatistas. Sin embargo, muchos de nosotros no estamos familiarizados con el proceso en que las naciones se forman y cuáles son sus funciones. El resultado es una interpretación errónea de lo que realmente es el nacionalismo y la falta de reconocimiento de naciones no reconocidas que ciertamente existen. Como se mencionó anteriormente, es más complejo que las definiciones genéricas que ideamos para los términos a través de la observación o de lo que se enseña en las escuelas públicas burocráticas. El nacionalismo no es una manifestación homogénea, y debido a esto, no debemos asumir que las naciones futuras se formarían la misma manera. Una nación, como “idea”, según el historiador francés del s. XIX, Ernest Renan, es “simple en apariencia, pero capaz del malentendido más peligroso”. [1] Aclaremos cualquier malentendido que pueda existir.

¿Qué es una nación y cómo se forman?

Una nación, según el cientista político e historiador norteamericano, Benedict Anderson, “es una comunidad imaginada”. [2] Anderson deriva su definición del trabajo anterior proporcionado por el historiador británico Hugh Seton-Watson, que fue “conducido a la conclusión que ninguna ‘definición científica’ de una nación puede ser propuesta”, ya que las naciones son a menudo inmensurables y consisten en poblaciones que no conocen y nunca van a conocer a la mayoría de su propia cohorte. [3] Aunque hay cierta contención sobre cuando las naciones comenzaron a brotar —el sacerdote católico e historiador Adrian Hastings sostiene que una forma de nacionalismo inglés surgió primero en el siglo XIV— el nacionalismo se considera generalmente como una construcción del siglo XIX. [4] Las palabras “estado” y “nación” no son sinónimos, a pesar de la creencia popular. Algunos teóricos, sin embargo, argumentan que la creación de un estado es una de las funciones primarias de una nación. [5]

Es esencial entender que las Naciones se forman por una variedad de razones y no toda nación tiene las mismas motivaciones. La mayoría de las naciones continentales europeas —con algunas excepciones— están limitadas por la tradición cultural y/o la etnia. Estas naciones, que ahora predominantemente existen como estados-nación debido a las medidas wilsonianas posteriores a la Primera Guerra Mundial que instaban a la soberanía nacional, suelen compartir lenguas vernáculas y escritas. Anderson atribuye las consolidaciones de estos lenguajes (había incontables dialectos y lenguas habladas en toda Europa antes del surgimiento de las naciones) y la resultante conciencia nacional a la creación del “capitalismo impreso” y el reparto de libros y periódicos a través de los mercados privados. [6] Aunque lo anterior podría explicar la creación de una nación alemana, inglesa, o española, no explica la anomalía europea de la nación irlandesa. Los británicos trabajaron sistemáticamente para eliminar y substituir los idiomas gaélicos siglos antes de la formación de naciones, y si presumimos que solamente un idioma compartido sitúa a alguien dentro de una nación, debemos esperar naturalmente que los irlandeses sean miembros de la nación inglesa. Sin embargo, dado que sabemos una mentalidad nacional irlandesa existía antes de la creación de la República Irlandesa Independiente y de un resurgimiento del idioma gaélico, podemos concluir lógicamente que las naciones pueden formarse y se forman a través de varios otros procesos.

Las naciones pueden formarse a través de una conexión basada en la etnicidad compartida. Las naciones también pueden estar conformadas por creencias religiosas compartidas. Los miembros de las mismas comunidades religiosas pueden pertenecer a la misma nación, aunque no necesariamente hablen el mismo idioma. A veces, las naciones son el resultado de una “amenaza externa” compartida, como es el caso de muchas naciones previamente colonizadas de América del norte y del sur, africanas, asiáticas y de los irlandeses. [7] Si una amenaza externa puede crear una conciencia nacional, ¿no es posible que la amenaza comúnmente compartida del estatismo y el colectivismo pueda crear una forma de nacionalismo libertario antiestatista, que estaría conformado por los principios compartidos de la propiedad privada y la no agresión?

La explicación de Mises del nacionalismo liberal

Muchos de los escritores liberales más grandes han expresado sus opiniones sobre el nacionalismo, incluyendo Ludwig von Mises. En su trabajo seminal Nación, Estado y Economía: Contribuciones a la Política y a la Historia de Nuestro Tiempo (1919), Mises se refiere a cómo los liberales europeos, motivados por los ideales ilustrados de la libertad y la igualdad, adoptaron “el principio de nacionalidad” para conceder a sus contingentes nacionales el derecho individual de la autodeterminación y liberarlos de los príncipes tiránicos. [8] Estas naciones liberales, que finalmente se convirtieron en los estados-nación, son capaces de colindar pacíficamente con otras naciones practicando el capitalismo de laissez-faire y promoviendo el libre comercio genuino. Sólo cuando estos “principios modernos de estado, en su marcha triunfal de Occidente a Oriente, llegan a los territorios de población mixta [múltiples nacionalidades bajo un estado]”, es que “el nacionalismo pacífico” se convierte en un “nacionalismo militarista”. [9] Dicho de forma simple, Mises sostiene que sólo los estados modernos con una población nacional homogénea son capaces de ejercer una gobernanza pacífica, evitar el imperialismo agresivo y evadir la opresión estatalmente legislada de las minorías nacionales. Habiendo vivido Imperio Austro-Húngaro, Mises entendió de primera mano el tema de tener un gobierno estatal sobre varias nacionalidades (alemanes, checos, eslavos, polacos, etc.) simultáneamente.

Veinticinco años después de que se publicara Nación, Estado y Economía, Mises escribió Gobierno Omnipotente: El Ascenso del Estado Total y la Guerra Total (1944) para explicar el surgimiento del régimen nazi al mundo. Dentro de este trabajo, Mises afirma muchas de sus observaciones sobre el nacionalismo, pero proporciona una crítica más dura del estatismo y las funciones del estado. “El estado debe necesariamente extender su territorio al máximo”, sostiene Mises, porque cuanto mayor sea el dominio del estado, más capaz será el gobierno de proteger las aspiraciones económicas de su grupo nacional favorecido (Mises se refiere a este acto como nacionalismo económico). [10] Incluso en la destructividad de la Segunda Guerra Mundial, Mises deja claro que no es la existencia de las naciones lo problemático. Más bien, es la presencia de estados con poblaciones nacionales heterogéneas lo peligroso para la libertad.

Nacionalismo libertario anti-Estado

¿Existe alguna comunidad de individuos que lea la misma literatura, participe en debates filosóficos similares, abogue por fuertes derechos de propiedad privada, apoye el trabajo de los economistas austríacos, que crea que el estado es la mayor amenaza para la gente pacífica y que toda interacción humana deba ser voluntaria? Absolutamente. ¿Es posible, entonces, que haya una nación libertaria anti-estado? Definitivamente. A diferencia de otras naciones, no obstante, sus miembros no están motivados a crear o hacerse cargo de un estado para beneficiar a sus compañeros asociados. Está formada, como otras naciones, debido al intercambio de contenido intelectual a través de los mercados privados y debido a una amenaza externa: el Estado.

Ya que existe un estado y la mayoría de sus ciudadanos apoyan las facciones políticas que compiten por el control de este aparato violento mientras promueven el dogma estatista (que el estado debe desempeñar un rol en los asuntos sociales y económicos), esta nación libertaria anti-estado es una nación minoritaria. Al igual que todas las demás naciones minoritarias, se somete a la voluntad política de la nación comparativamente mayor (los estatistas). Hasta que más estatistas decidan unirse voluntariamente a esta nación libertaria (que requiere que adopten las justificaciones económicas y éticas de los derechos de propiedad privada) los libertarios anti-estatistas pueden esperar que sus derechos sean pisoteados continuamente. Es de suma importancia que los ideales que unen a esta nación minoritaria sigan expandiéndose, y el mercado privado es la mejor herramienta para asegurar que esto suceda. Mises sugirió de manera pesimista que “sería un error fatídico suponer que un retorno a las políticas del liberalismo abandonadas por las naciones civilizadas hace algunas décadas podría curar estos males y abrir el camino hacia la cooperación pacífica de las naciones y hacia la prosperidad.” [11] Sin embargo, no viviría para ver a esta nación minoritaria crecer al tamaño que tiene hoy.


Traducido del inglés por Francisco Albanese.


Notas

[1] Ernest Renan, The Poetry of the Celtic Races, and Other Studies, trans. William G. Hutchinson (Port Washington, NY: Kennikat Press, 1970), 61.

[2] Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism (London: Versa Press, 2006), p. 6.

[3] Hugh Seton-Watson, Nations and States: An Enquiry into the Origins of Nations and the Politics of Nationalism (Boulder, CO: Westview Press, 1977), 5.

[4] Adrian Hastings, The Construction of Nationhood: Ethnicity, Religion, and Nationalism (Cambridge: Cambridge University Press, 1997), 5.

[5] Hastings, The Construction of Nationhood, 3-4.

[6] Anderson, Imagined Communities, 36.

[7] Hastings, The Construction of Nationhood, 3.

[8] Ludwig von Mises, Nation, State, and Economy: Contributions to the Politics and History of Our Time, trans. Leland B. Yeager (Indianapolis: Liberty Fund Inc., 2006), 28.

[9] Mises, Nation, State, and Economy, 29.

[10] Ludwig von Mises, Omnipotent Government: The Rise of the Total State & Total War (Grove City, PA: Libertarian Press Inc., 1985), 98.

[11] Mises, Omnipotent Government, 10.