Orígenes del estado judío
Las primeras muestras del anhelo de los judíos de regresar a su patria se manifestaron durante el cautiverio del pueblo judío en Babilonia en el año 597 a.C. y después, en el año 70 d.C. tras la destrucción de Jerusalén por los romanos y el exilio de los judíos a diferentes lugares del mundo en lo que se conoce como la diáspora.
Luego de este exilio, las comunidades judías dispersas por el mundo, fueron víctimas de maltrato y discriminación por parte de las mayorías.
En los países de Medio Oriente y Norte de África, los judíos eran considerandos dhimmis o ciudadanos de segunda clase. Se les prohibía en algunos países tener viviendas más altas que las de los musulmanes, se les concentraba en guetos, se les perseguía y asesinaba.
En la Europa Medieval, a los judíos se les culpó por la Peste Negra; asimismo, fueron víctimas de las cruzadas y de la Inquisición. En 1492, con el Edicto de Granada, las comunidades judías de España que eran compuestas por 300 mil personas, sufrieron avasallamientos por parte de los Reyes Católicos. Miles tuvieron que convertirse al cristianismo, otros miles huyeron y muchos otros fueron asesinados por la Inquisición.
La situación de las comunidades judías en Europa durante el siglo XIX era deplorable. Los pogromos eran comunes en las poblaciones judías y la desigualdad de derechos era patente. Teodoro Herzl, quien en sus inicios abogó por la asimilación y el abandono de la herencia cultural judía, comprendió que el “problema judío” no sería resuelto por ese medio y enfocó sus esfuerzos en la conceptualización de lo que sería el Estado de Israel[1]. En 1896 publica su obra “El Estado Judío” y la presenta en el Primer Congreso Sionista de Basilea en 1897.
Teodoro Herzl era consciente de la tiranía de las masas, y de cómo el poder en manos de la mayoría, justifica a ojos del pueblo, la violación de los derechos humanos de una minoría. Herzl entendió cómo la fuerza prima sobre el Derecho, y se convence que sólo la creación de un estado judío, podría salvaguardar la seguridad de su pueblo. Dice así en su ensayo:
“En vano somos fieles, y en muchos sitios, patriotas fervientes; en vano aportamos sacrificios en bienes y en sangre al igual que nuestros conciudadanos; en vano nos afanamos por aumentar las glorias de nuestras patrias en las artes y en las ciencias y su riqueza mediante el comercio. En nuestras patrias, en las que vivimos ya desde hace siglos, somos tachados de extranjeros, a menudo por aquellos, cuyas familias aún no habitaban el país cuando nuestros padres ya sufrían allí. Quién es extranjero en un país, lo puede resolver la mayoría; es cuestión de poder, como lo es todo en las relaciones entre los pueblos. No disminuyo en un ápice el valor de nuestros derechos conquistados por usurpación. En el mundo de hoy, y durante muchísimo tiempo aun, la fuerza sigue primando sobre el derecho.” (Herzl, 2004)
El surgimiento de Israel fue consecuencia de un anhelo encarnado en tradiciones y simbolismos que durante dos mil años llenaron de contenido la idea del retorno del pueblo judío a la tierra de Sión.
Sobre el poder de la idea sionista, dice Herzl cincuenta años antes de la creación del Estado de Israel:
“Nadie es lo bastante fuerte o lo bastante rico como para transportar un pueblo de una residencia a otra. Esto puede hacerlo solamente una idea. La idea de un Estado posee tal poder. Los judíos no han cesado de soñar, a través de toda la noche de su historia, este sueño real: “¡El año que viene en Jerusalem!” Es nuestra antigua frase. Se trata, pues, de mostrar que el sueño puede transformarse en un pensamiento rutilante…
Al fin hemos de vivir como hombres libres, en nuestro propio suelo y hemos de morir tranquilamente en nuestra patria. El mundo se libera con nuestra libertad, se enriquece con nuestra riqueza y se engrandece con nuestra grandeza. Y lo que ensayemos allí en beneficio nuestro, obrará poderosa y dichosamente en provecho de todos los hombres.” (Herzl, 2004)
No es objetivo de esta investigación profundizar sobre los eventos históricos y políticos que propiciaron la creación del Estado de Israel. Basta decir que en 1948, luego del mayor genocidio sufrido por el pueblo judío, los habitantes judíos de Israel aceptan la resolución de la ONU y declaran su independencia. Los árabes no aceptan la resolución y los cinco ejércitos vecinos atacan al incipiente estado judío. El estado judío sobrevive la guerra, y sueño de Herzl y de muchas generaciones de judíos errantes, se hace realidad.
El estado como “garante” del derecho a la autodefensa
Un derecho fundamental del credo libertario es el derecho a la autodefensa. El ser humano es dueño de su persona y de los bienes que ha adquirido mediante contratos voluntariamente pactados.
Al estudiar el “problema judío”, se debe entender que históricamente el pueblo judío ha vivido desde hace más de dos milenios, disperso a lo largo y ancho del mundo. Naturalmente, estas comunidades han estado inmersas en estados de todo tipo. En ningún caso han podido formar un ejército propio, y sus derechos siempre han dependido del beneplácito de sus gobernantes.
Es claro que dada la incapacidad de ejercer su derecho natural a la autodefensa, históricamente el pueblo judío ha tenido que sufrir avasallamientos, prohibiciones, hacinamientos, pogromos y genocidios.
Albert Einstein, quién logró sobrevivir al Holocausto huyendo a los Estados Unidos, deja clara en su respuesta negativa al ofrecimiento del cargo de presidente de Israel[2], su preocupación por la situación de los judíos en el mundo: “Yo soy el que está más angustiado por estas circunstancias, dada que mi relación con el pueblo judío se convirtió en mi más fuerte vínculo humano, desde que advertí plenamente nuestra precaria situación entre las naciones del mundo”.
No se debe olvidar que los Estados Unidos, tierra de las oportunidades, del “sueño americano”, cerró también la puerta a miles de judíos que escapaban del genocidio. Asimismo, otros países hicieron regresar a las cámaras de gas a judíos que llegaban a sus costas y que habían logrado escapar de la barbarie. ¿Si países tan ilustrados, tan democráticos y tan civilizados, le cerraron las puertas a una población en precariedad, es sensata la propuesta de nuevamente confiar en estas naciones para salvaguardar la vida, libertad y propiedad de un pueblo oprimido?
El Estado de Israel surge exactamente para ser un medio en el cual el judío pudiera vivir de acuerdo a sus valores y tradiciones, sin la inseguridad permanente que significaba la arbitrariedad de los gobernantes de los estados donde estos residían.
Entonces, desde la perspectiva libertaría, ¿cómo es posible negarle a un pueblo históricamente oprimido e indefenso, el derecho a la autodeterminación y a la formación de un marco institucional que proteja sus derechos?
No parece concebible otra solución dentro de la coyuntura histórica de los últimos siglos, que no implique la existencia de un estado propio.
La existencia del “estado judío” da a los judíos de todas las latitudes la seguridad de tener un hogar o un recurso de última instancia. Judíos de todo el mundo han encontrado morada en Israel. Así, judíos soviéticos afectados por el comunismo, judíos etíopes afectados por guerras y precariedad, judíos expulsados de sus países en Medio Oriente y norte de África, judíos argentinos afectados por la crisis económica, judíos franceses hoy día asediados por el antisemitismo, y muchos más, se instalaron en esta tierra; y a pesar de vivir en un estado, conservan sus vidas y en gran medida su libertad y propiedad.
Ciertamente, el estado típicamente no consigue ser el garante de la defensa de los individuos, sino que normalmente es el mayor violador de sus derechos; sin embargo, en el caso del pueblo judío, al serle a este imposible ejercer su derecho legítimo a la autodefensa y al estar inmerso indefectiblemente entre numerosos estados que históricamente le han sometido, la creación de su propio estado ha sido el único garante de su seguridad; no un garante absoluto e inamovible, pues el pueblo judío lucha día a día por su existencia, librando batallas en todos los estadios.
Anti-Estado o Pro-Libertad
Steve Horwitz, economista de la Escuela Austriaca, en su artículo “Anti-State” or “Pro-Liberty”? Some Thoughts on Israel (Horwitz, 2012), desafía la dogmática postura de muchos libertarios, entre ellos Murray N. Rothbard, que en su oposición intransigente a la existencia de los estados, desatienden el fin último que compone la ética libertaria: la defensa de la libertad en el sentido amplio.
Dada la complejidad histórica, cultural, religiosa, que la existencia del estado judío entrama, dice Horwitz: “Simple libertarian moral principles do not apply simply to this conflict. This is not a neat story from an ethics textbook.”
Aun con el acuerdo que “todos los estados son malos”, no se puede concluir que todos los estados son igualmente malos. No se puede por ejemplo, equiparar el daño que le causó Stalin a los soviéticos con el daño que causa el gobierno estadounidense a su población. Puntualmente en el caso de Israel, los libertarios tienden a acusar a Israel de ser “estado agresor”, a pesar de ser este el único país en la región que defiende valores liberales, el reino de la Ley, la división de poderes, la economía de mercado, la tolerancia cultural y religiosa. Así, dice Horwitz: “This brings me to my key point. One problem with too many libertarians, and this is true of a variety of issues, is that they are “anti-state” before they are “pro-liberty.”
Pregunta Horwitz qué pasaría si Israel desapareciera, y se contesta que mientras los rothbardianos celebrarían con fuegos artificiales, se estaría formando un tipo de estado represivo, autoritario, medieval; tal como esos que tienen los países vecinos de Israel. De este modo, la utopía rothbardiana sería la soga que ahorcaría el único destello de libertad que existe en la región.
Acabar con el estado no es lo mismo que construir instituciones que salvaguarden la libertad. Un Medio Oriente sin Israel, estaría más lejano a los fundamentos del credo libertario; a saber: el derecho absoluto a cada hombre de propiedad de su cuerpo, derechos de propiedad y derecho a intercambios voluntarios. (Rothbard, 2015)
[1] En palabras de Teodoro Herzl: “El problema judío existe dondequiera que vivan los judíos en número apreciable. Donde no existe, es introducido por los judíos inmigrantes. Nos dirigimos, naturalmente, hacia donde no nos persiguen; nuestra aparición provoca las persecuciones. Esto es cierto, y lo seguirá siendo en todas partes hasta que el problema judío no sea resuelto políticamente” (Herzl, 2004)
[2] David Ben Gurión le ofreció a Albert Einstein el cargo a la presidencia del Estado de Israel. Einstein rechaza el ofrecimiento debido a no considerarse apto para el puesto.
Bibiliografía
Herzl, T. (2004). El Estado Judío. Buenos Aires: Fundación Alianza Cultural Hebrea.
Hoppe, H.-H. (2003). The mith of national defense. Alabama: Ludwig von Mises Institute.
Hoppe, H.-H. (2013). Monarquía, democracia y orden natural. Madrid: Unión.
Horwitz, S. (20 de Noviembre de 2012). Bleeding Hearth Libertarians. Recuperado el 3 de Abril de 2016, de bleedinghearthlibertarians.com: http://bleedingheartlibertarians.com/2012/11/anti-state-or-pro-liberty-some-thoughts-on-israel/
Oppenheimer, F. (2013). El Estado: su historia y evolución desde un punto de vista sociológico. Madrid: Unión Editorial.
Rothbard, M. N. (2015). Hacia una Nueva Libertad. Madrid: Unión Editorial.