Para hacer que los datos “hablen”, los economistas utilizan una variedad de métodos estadísticos que varían desde modelos muy complejos a una simple muestra de datos históricos. Normalmente se entiende que por medio de correlaciones estadísticas se pueden organizar los datos históricos para formar un cuerpo útil de información, que a su vez puede servir como base para evaluaciones del estado de la economía. Se sostiene que, a través de la aplicación de métodos estadísticos sobre datos históricos, se pueden extraer los hechos de la realidad con respecto al estado de la economía.
Por desgracia, las cosas no están tan claras como parecen estarlo. Por ejemplo, se ha observado que las reducciones en la tasa de desempleo están asociadas con un aumento general en los precios de bienes y servicios. ¿Deberíamos por tanto concluir que el aumento del empleo es un factor importante que dispara la inflación de precios? Para hacer más complicadas las cosas, también se ha observado que la inflación de precios se correlaciona bien con los cambios en la oferta monetaria. También se ha establecido que los cambios en los salarios muestran una correlación muy alta con la inflación de precios.
¿Qué concluimos de todo esto? Aquí nos enfrentamos no a una, sino a tres “teorías” de la inflación en competencia. ¿Cómo vamos a decidir cuál es la teoría correcta? De acuerdo con el modo popular de pensar, el criterio para la selección de una teoría debería ser su poder predictivo. Sobre esto, Milton Friedman escribía:
El objetivo último de una ciencia positiva es el desarrollo de una teoría o hipótesis que genere predicciones válidas y con sentido (es decir, no tópicas) acerca de fenómenos aún no observados.[1]
Así que, mientras “funcione” el modelo (teoría), se considera como un marco válido en lo que se refiere a la evaluación una economía. Una vez deja de funcionar el modelo (teoría), buscamos un nuevo modelo (teoría). Por ejemplo, un economista se forma una opinión de que los desembolsos del consumidor en bienes y servicios están determinados por su renta disponible. Una vez se valida esta opinión por medio de métodos estadísticos, se emplea como herramienta en las evaluaciones de la dirección futura del gasto de consumo. Si el modelo no consigue producir previsiones ajustadas, es remplazado, o modificado añadiendo algunas otras variables explicativas.
La naturaleza tentativa de las teorías implica que nuestro conocimiento del mundo real es impreciso.
Como no es posible establecer “cómo funcionan realmente las cosas”, en realidad no importan cuáles sean las suposiciones subyacentes de un modelo. De hecho, todo vale, siempre que el modelo pueda generar buenas predicciones. Según Friedman:
La pregunta importante a plantear acerca de los supuestos una teoría no es si son realistas descriptivamente, pues nunca lo son, sino si son una aproximación suficientemente buena para nuestro propósito. Y esta pregunta solo puede responderse viendo si la teoría funciona, lo que significa si genera predicciones suficientemente precisas.[2]
Por qué es cuestionable la capacidad predictiva para aceptar un modelo
La opinión popular que establece la capacidad predictiva como criterio para aceptar un modelo es cuestionable. Ni siquiera las ciencias naturales, que la economía de la corriente principal trata de emular, validan sus modelos de esta manera. Por ejemplo, una teoría que se emplea para construir un cohete estipula ciertas condiciones que deben existir para su lanzamiento con éxito.
Una de las condiciones es el buen tiempo. ¿Juzgaríamos entonces la calidad de una teoría de la propulsión del cohete sobre la base de si se puede predecir con precisión la fecha de lanzamiento del cohete? La predicción de que el lanzamiento tendrá lugar en una fecha concreta en el futuro solo se concretará si se mantienen todas las condiciones estipuladas.
El que pueda ser así no puede saberse por adelantado. Por ejemplo, el día planeado para el lanzamiento puede estar lloviendo. Todo lo que nos puede decir la teoría de la propulsión del cohete es que, si existen todas las condiciones necesarias, el lanzamiento del cohete tendrá éxito. Sin embargo, la calidad de la teoría no se ve afectada por una incapacidad de hacer una predicción precisa de la fecha de lanzamiento.
La misma lógica es aplicable también a la economía. Podemos decir con seguridad que, en igualdad de condiciones, un aumento en la demanda de pan aumentará su precio. Esta conclusión es verdadera y no tentativa. ¿Aumentará el precio del pan mañana o en algún momento en el futuro? Esto no puede ser respondido por la teoría de la oferta y la demanda. ¿Deberíamos entonces rechazar esta teoría como inútil porque no puede predecir el precio futuro del pan?
O consideremos una situación en la que el mercado bursátil mantiene una tendencia al alza a lo largo de varios años. Como consecuencia, un analista ha establecido que es posible superar al mercado bursátil siguiendo el ladrido de un perro.
Si el perro ladra tres veces es una compra y si ladra una es una venta. ¿Debería aceptarse un marco así como teoría válida porque hace buenas predicciones?
Contrariamente al modo popular de pensar, el criterio para seleccionar un modelo no es lo bien que funcionó en el pasado (es decir, que pasara el criterio de las pruebas hacia atrás y una prueba en vivo), sino si es sólido teóricamente.
El artículo original se encuentra aquí.
[1] Milton Friedman, Essays in Positive Economics, Chicago: University of Chicago Press, 1953.
[2] Milton Friedman, ibíd.