El marxismo cultural es un oxímoron

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Un espectro está obsesionando al conservadurismo estadounidense. Es el espectro del marxismo cultural.

Espectro :

  1. un espíritu incorpóreo visible, especialmente uno de naturaleza aterradora; fantasma; aparición.
  2. algún objeto o fuente de terror o temor: el espectro de la enfermedad o el hambre.

Confesión, infiltración y separación

Déjame comenzar con un escenario. Un grupo de teólogos dentro de una denominación protestante comienza a predicar la doctrina de que el cristianismo es verdadero, a excepción de dos doctrinas: primero, Jesús no era divino de ninguna manera, y segundo, la Biblia no es literalmente verdadera. ¿Qué dirías sobre la ortodoxia de esta gente?

Occidente comenzó a escuchar estos argumentos en las universidades alemanas financiadas por el estado a principios del siglo XIX, pero este enfoque básico para interpretar el cristianismo y la Biblia había comenzado a mediados del siglo XVII en Inglaterra: The Tew Circle. Esto generalmente no se reconoce en la academia, pero históricamente fue el caso. El trasfondo histórico se presentó en forma integral hace más de 30 años en un libro titulado The Authority of the Bible, de HG Reventlow. El libro y su autor son prácticamente desconocidos para los estudiosos, pero el libro es una monografía magistral.

Esta perspectiva comenzó a ser aceptada más ampliamente en círculos académicos protestantes estadounidenses alrededor de 1875. Se extendió muy rápidamente. Se hizo conocido como modernismo teológico, y en 1930, había capturado la mayoría de las iglesias protestantes estadounidenses principales por encima de la línea Mason-Dixon. La principal excepción fue el luteranismo del sínodo de Missouri, en el que la batalla continúa.

Aquellos que eran miembros de iglesias no tradicionales consideraron esta perspectiva como anticristiana. El manifiesto más famoso contra él fue el libro de J. Gresham [GRESSum] Machen’s [MAYchen] book, Christianity and Liberalism (1923). Él estaba en lo correcto.

Las iglesias no tradicionales comenzaron a crecer. El crecimiento en las denominaciones principales se desaceleró después de 1925. En algún momento alrededor de 1960, el año en que murió John D. Rockefeller, Jr., comenzaron a reducirse. Rockefeller más que nadie había financiado el modernismo teológico después de 1920, como leemos en el libro de Shenkel, The Rich Man and the Kingdom (1996). Este proceso de contracción continúa.

Un proceso similar de infiltración/separación ocurrió dentro del marxismo.

Marxismo cultural

En la década de 1960, los marxistas de la URSS trataban el movimiento conocido como ‘marxismo cultural’ con el mismo grado de escepticismo que los cristianos seguidores de la Biblia tratan el modernismo teológico. En otras palabras, ellos negaban vehemente que aquello representase el verdadero marxismo.

Cuando abandonas los principios fundamentales de una ideología particular, y, sin embargo, intentas conservar el nombre de esa ideología -porque hay muchos adeptos a esa ideología-, serás considerado como un invasor por los defensores de la ideología original.

El marxismo cultural es para el marxismo lo que el modernismo teológico es para el cristianismo. Cualquiera que considere el marxismo cultural como marxismo no ha entendido nada de marxismo. Sin embargo, tal postura es muy común en círculos conservadores. Esto es un error estratégico importante, ya que es, ante todo, un error conceptual.

El corazón, la mente y el alma del socialismo marxista ortodoxo es uno solo: el concepto de determinismo económico. Marx argumentó que el socialismo es históricamente inevitable porque habrá una inevitable transformación del modo de producción de la sociedad. Él argumentó que el modo de producción es la subestructura de una sociedad, y que la cultura general es la superestructura. Según él, las personas se aferran a una visión específica de las leyes, de la ética y de la política de una sociedad sólo a causa de su compromiso a un modo específico de producción. Si se modifica este modo de producción, se cambiará el apego de las personas a las leyes, a la ética y a la política.

En 1850, el modo dominante de producción era el capitalismo. Marx así etiquetó ese modo de producción. El nombre quedó, aunque el marxismo original está culturalmente muerto.

Marx obtuvo apoyo para su posición precisamente porque era puramente económica/ materialista. Él creó una teoría que descartaba la necesidad de cualquier explicación histórica; en el fondo, era una teoría que se basa en la idea de que las ideas no son fundamentales para la transformación de la sociedad.  Marx creía que la arena decisiva era la lucha de clases en el modo de producción, no la arena de las ideas. Él vio las ideas como consecuencias secundarias del modo de producción. Su punto de vista era este: las ideas no tienen consecuencias significativas. Quita esta idea del marxismo y ya no es marxismo.

Es por eso que siempre me sorprendo cuando veo analistas conservadores aceptando la idea de marxismo cultural. Ellos recurren a los escritos de la Escuela de Fráncfort para tomar notas al pie que den sustento a esa idea. Los analistas más sagaces recurren a los escritos de Antonio Gramsci hechos dentro de una prisión en la década de 1930. Gramsci oficialmente era un comunista. Él era italiano. Él pasó una temporada en la Unión Soviética durante la década de 1920 y volvió de allí creyendo que la tradición leninista era incorrecta. Occidente no había demostrado ser un terreno fértil para el comunismo, precisamente porque Occidente era cristiano. Gramsci Reconoció claramente que mientras el cristianismo no fuera destruido y permaneciera como un compromiso primario de Occidente, allí no habría una revolución proletaria. La historia ciertamente lo ha confirmado, la revolución proletaria jamás llegó.

Gramsci argumentó, y la Escuela de Fráncfort siguió su ejemplo, que el camino para que los marxistas transformaran occidente era a través de la revolución cultural: de ahí surgió la idea de relativismo cultural. El argumento era correcto, pero el argumento no era marxista. El argumento fue hegeliano. Significaba darle la vuelta al marxismo, así como Marx había puesto a Hegel de cabeza. El marxismo en los primeros días se basó en un rechazo del lado espiritual del hegelianismo. Estableció el modo de producción en el centro del análisis de la cultura capitalista.

En 1968, a la altura del movimiento contracultural, escribí un libro sobre Marx titulado Marx’s Religion of Revolution. Ya era claro para mí, en 1968, que el marxismo era una religión de revolución, una visión que remitía a los festivales de Cronos, en la Grecia antigua. El marxismo no era un análisis científico de la sociedad, ni de su economía. Para escribir ese libro, no perdí tiempo con el marxismo cultural. Sin embargo, habría sido mucho más fácil mostrar el lado religioso del marxismo recurriendo a los marxistas culturales. Ellos claramente habían entendido que, en la cultura occidental -la cual es una consecuencia del cristianismo-, todas las cuestiones culturales involucran la religión. Pero eso acabaría con el propósito de mi libro. Mi objetivo era mostrar que el marxismo original era en sí una religión propia. Invocar el marxismo cultural habría distraído a los lectores. Los marxistas culturales habrían sido blancos más fáciles, pero discutirlos habría debilitado la discusión en mi libro.

Los marxistas culturales dividieron el campo marxista. Sus ataques a la cultura pueden ser interpretados como una táctica, pero era más que una táctica: eran una estrategia. Era una estrategia basada en el abandono del marxismo original. Utilicé esto como argumento en mi crítica del documental Agenda.

Podemos discutir esta escisión en el marxismo en términos de una familia específica. El más destacado defensor intelectual del estalinismo en los EE.UU. durante los años 1940 y 1950 fue Herbert Aptheker. Su hija Bettina era una de las líderes del Movimiento de la Libertad de Expresión, que había comenzado en el segundo semestre de 1964 en la Universidad de California, Berkeley. Ella se hizo mucho más famosa que su padre estalinista. Fue aquel evento en el campus que lanzó la rebelión estudiantil y el movimiento contra-cultural. Pero el propio término “contra-cultura” es un indicativo del hecho de que tal concepto nunca fue marxista. Era sí, un intento de derribar la cultura dominante, pero Marx jamás habría perdido tiempo con tal concepto. Marx no era un hegeliano. Él era un marxista.

Bettina y su padre rompieron relaciones en 1968, cuando la URSS invadió Checoslovaquia. Bettina fue contra la invasión. El Partido Comunista de EEUU, donde su padre era una figura prominente, fue a favor y defendió la URSS.

Años más tarde, ella escribió que su padre la había abusado sexualmente desde los 3 a los 13 años. En lo más profundo de la cosmovisión de su padre, él dirigía su propia agenda personal de Gramsci. Estaba atacando la cultura occidental en su propio hogar. Pero esto no afectó a su marxismo ortodoxo. Afectó a su hija.

Bettina Aptheker es ahora profesora de la Universidad de California, y enseña en estudios culturales: Feminismo. El movimiento que lanzó en Berkeley con Mario Savio se extinguió a principios de la década de 1970. Ella sigue siendo una crítica ferviente del capitalismo, pero sus críticas no se basan en los escritos de Karl Marx. La contra-cultura tampoco se basó en Marx.

La contra-cultura

Seamos claros y directos: Marx estaba equivocado y Gramsci tenía razón. El marxismo ortodoxo no fue la causa primaria de la contracultura. La contracultura se basó en la cultura, La alianza entre el modernismo teológico y el movimiento progresista, que comenzó a mediados de la década de 1880 y alcanzó su punto máximo alrededor de 1920, fue el sustento teológico de los rugientes años veinte. Luego vino la Gran Depresión. Luego vino la Segunda Guerra Mundial. Cuando los niños regresaron de allí, después de 1918, ya no estaban comprometidos con nada parecido al cristianismo ortodoxo. Cuando sus muchachos regresaron de la Segunda Guerra Mundial, la erosión cultural que tuvo lugar después de la Primera Guerra Mundial fue bastante completa. Esto no tiene nada que ver con el marxismo. El marxismo estaba comprometido a defender el cambio cultural a través del cambio del modo de producción. Pero no hubo un cambio fundamental en el modo de producción en 1945, aparte del aumento de la regulación moderna, que tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial.

El problema es este: los conservadores de hoy toman demasiadamente en serio las declaraciones de los marxistas culturales, que en realidad no eran marxistas. Ellos eran básicamente progresistas y socialistas. Más aún, ellos habrían sido objetivos de Marx en 1850. Marx pasó la mayor parte de su carrera atacando a las personas así, y no pasó casi ningún tiempo atacando a Adam Smith, o los economistas clásicos. Nunca respondió a los economistas neoclásicos y economistas de la Escuela Austriaca que aparecieron a principios de la década de 1870. Marx tuvo mucho tiempo para responder a estas personas, pero nunca lo hizo. Él pasó la mayor parte de su vida atacando a individuos que hoy serían etiquetados de marxistas culturales. Marx los consideraba enemigos infiltrados en el campo socialista. Marx los atacaba porque ellos, cuando atacaban al capitalismo, no fundamentaban sus ataques utilizando la teoría del socialismo científico de èl, la cual estaba basada en el modo de producción.

En la década de 1920, Gramsci había entendido claramente que, si permanecía de la Unión Soviética, acabaría siendo enviado a un campo de concentración. Él incluso podría ser ejecutado. Él había percibido que Stalin probablemente le habría matado. Por lo tanto, él volvió a Italia sabiendo perfectamente bien que también acabaría siendo enviado a un campo de concentración italiano, lo que de hecho ocurrió. Pero los fascistas lo dejaban leer y lo dejaban escribir. Al permitir esto, socavaron el comunismo marxista.

Es difícil rastrear la influencia histórica de la Escuela de Fráncfort. Salir de una pequeña secta y alcanzar toda la cultura general es algo que requiere un estudio de causalidad compleja. El movimiento básico hacia el relativismo cultural comenzó a finales de los años 1880, y los principales hitos de ello fueron el modernismo teológico y el movimiento progresista. La psicología freudiana ya forma parte de eso en 1925. Freud proporcionaba la justificación para el relativismo; la Escuela de Fráncfort sólo vino después. El modernismo teológico ganó mucho más adeptos de lo que la Escuela de Fráncfort jamás soñó ganar.

La contracultura que comenzó tras el asesinato de Kennedy era mucho más un producto de los Rolling Stones que de la Escuela de Fráncfort. El sexo, las drogas y el rock and roll a mediados de la década de 1960 reemplazó el sexo, la cerveza y el rock and roll de finales de la década de 1950. Era una mezcla más poderosa. No trates de rastrear la contracultura en la Escuela de Fráncfort. Es mejor rastrearlo hasta la Primera Guerra Mundial, que desarraigó las instituciones de Occidente. Lo que sucedió en los asientos traseros del Modelo T después de 1918 tuvo más que ver con la contracultura que con los escritos de la Escuela de Fráncfort.

Conclusión

Marx podría haber argumentado que era el modo de producción, como lo manifestaba más el Modelo T que cualquier otra cosa en la cultura estadounidense, lo que reconfiguraba esa cultura. Mi argumento es el siguiente: lo que sucedió en un puñado de seminarios teológicos protestantes al norte de la línea Mason-Dixon, que comenzó en 1875, tuvo más que ver con la contracultura que el modelo T o la escuela de Fráncfort. Esto lleva el tema de la cultura a su lugar original, a saber, la teología, por lo que comencé esta discusión con el tema de la teología. Lo que la gente cree acerca de la doctrina del infierno tiene más que ver con su comportamiento que lo que ellos creen acerca de la relación entre el modo de producción y la revolución proletaria.

Occidente nunca se acercó a la revolución proletaria. A la izquierda le gusta creer que sí. Les gusta argumentar que “Franklin Roosevelt salvó al capitalismo de sí mismo”. Esta es otra forma de decir que John Maynard Keynes salvó al capitalismo de sí mismo. Ambos argumentos son incorrectos. Roosevelt y Keynes se encontraron solo una vez. Roosevelt evaluó correctamente a Keynes como un matemático, no como un economista. Esto fue verdad, Keynes obtuvo su título en matemáticas, no en economía. Roosevelt fue la fuente de lo que llamamos Keynesianismo, 1933-36, no Keynes, cuya Teoría General apareció en 1936. Pero a los académicos les gusta creer que los argumentos académicos dan forma al mundo. Ellos no. Ellos conforman lo que ya comenzó a echar raíces en el pensamiento y las prácticas del público en general.

Cuando lo hombres decidieron que “no robarás” significa “no robarás, excepto por votación mayoritaria”, la visión del mundo keynesiana había nacido. Esta visión es dominante hoy. El marxismo está muerto. También lo esta el marxismo cultural.

Para vencer esa batalla es necesario persuadir a las personas de que “no robarás” significa exactamente eso: es inmoral robar, con o sin voto mayoritario.

Y esto no tiene nada que ver con el modo de producción.


Traducción por John Alejandro Bermeo, el artículo original se encuentra aquí.