Los mayores luchan por obtener ingresos mientras la Fed infla

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El largo programa de décadas de inflación de la Reserva Federal como cura para arreglar todo lo que está mal en la economía ha hecho de la jubilación un lujo que cada vez menos gente puede permitirse. No es una historia muy conocida. La de que el mundo del comercio al por menor está siendo ganado por el Amazon de Jeff Bezos es de conocimiento común.

Las dos tendencias se enfrentan en  Nomadland, de Jessica Bruder, un libro del que hablan con entusiasmo los reseñadores en The New York Times. Bruder decía en el Festival del Libro de Wisconsin, “la economía es un lío” y continúa atacando a los avariciosos empresarios que no quieren pagar prestaciones ni fondos de jubilación.

El libro de Bruder está lleno de historias tristes de despidos, desahucios y falta de apoyo familiar. Al mismo tiempo, estos nómadas, camperos o vagabundos en sus propios vehículos son un grupo resistente, que dejó atrás los costes y responsabilidades de los inmuebles a cambio de “propiedad de sobre ruedas” para sobrevivir en sus años dorados.

Aquí es donde aparece Mr. Bezos. Amazon emplea a una buena cantidad de camperos. “Incentivada por las desgravaciones fiscales federales para emplear a trabajadores mayores (del 25% al 40% de los salarios), la empresa los contrata agresivamente, especialmente durante el período vacacional”, escribe Parul Sengal para el The New York Times. “Jeff Bezos ha predicho que un cuarto de todos los camperos pasarán por sus almacenes, trabajando 10 horas o más al día, ordenando paquetes”.

Al no tener el lujo de una seguridad financiera ni tiempo de ocio para jugar al golf y el bridge, “los camperos siguen un circuito nacional de trabajos que va de costa a costa y sube hasta Canadá, una economía en la sombra creada por cientos de empresarios que publican anuncios clasificados en sitios web con nombres como Trabajadores sobre Ruedas y Noticias de Camperos”, escribe Bruder.

El hecho es que los empresarios ansían contratar a camperos. “Les encantan los jubilados porque somos dependientes. Apareceremos, trabajaremos duro y seremos básicamente mano de obra esclava”, decía a la autora David Roderick, de 77 años.

La autora vivió en una furgoneta (llamada Halen) y viajó con los camperos durante tres años y medio. Las personas con las que hizo amistad eran alegres y graciosas, incluso después de trabajar duramente en los almacenes Amazon, lo que podría implicar recorrer 15 millas agachándose docenas de veces. Un par de analgésicos, antes y después de trabajo, son algo necesario.

Sin embargo, poco sueñan con vivir en un estacionamiento de caravanas, trabajar para Mr. Bezos, luego trasladarse a trabajar para un contratista de un servicio forestal y después ocuparse en la cosecha de la remolacha azucarera, con la presión y la urgencia que esto supone.

Contrariamente a como lo retrata Bruder, no se trata de salario mínimo. El gobierno proporciona los empresarios incentivos para contratar trabajadores temporales para evitar pagar prestaciones que acaban con los márgenes. La autora no señala al Tío Sam por exprimir a estos supuestos jubilados hasta el tuétano y recortarles sus horas, incluso en parques nacionales. Reserva su bilis para la malvada Amazon.

“Muchos de los trabajadores que conocí en los campos de Amazon eran parte de un grupo demográfico que ha aumentado en años recientes con una velocidad alarmante: estadounidenses mayores móviles a la baja”, escribe Bruder. “En el apogeo de un lugar como el imperio (la era de una fuerte clase media, completada con estabilidad en el empleo y pensiones) sus circunstancias habían sido prácticamente inimaginables”.

Sí, a las generaciones sucesivas ahora les va peor, ya que el gobierno se ha convertido en un leviatán sobreapalancado. Sin embargo, la gente no se enrolla y muere, persevera con una sonrisa. La autora incluye una maravillosa cita de James Rorty, que escribía durante la Gran Depresión: “No encontré nada en 15.000 millas de viaje que me disgustara y atrajera tanto como esta adicción estadounidense a la fantasía”.

Mientras los americanos ponen buena cara, la inflación del banco central roba a la gente más pobre y transfiere riqueza a los más ricos. “Creando dinero de la nada, que es aquello lo que están autorizados los bancos centrales y comerciales, confiere poder adquisitivo a aquellos que son capaces de usar primero ese dinero”, escribe Riussell Lamberti. “Para que este nuevo dinero obtenga poder adquisitivo, debe robar pequeñas partes de poder adquisitivo de todo el resto del dinero en la economía. El poder adquisitivo se transfiere de aquellos que tienen dinero a aquellos que crean nuevo dinero con un coste marginal cercano a cero”.

Lamberti continúa:

Esto explica cómo y porqué los dueños de activos ricos y solventes se hacen más ricos mientras que mucha gente pobre tiende a recurrir al exceso de consumo y acaba haciéndose más pobre. El economista John Maynard Keynes, curiosamente un defensor de las políticas inflacionistas, es conocido que dijo que “Mediante un proceso continuo de inflación, el gobierno puede confiscar, de forma oculta y sin ser observado, una importante parte de la riqueza de sus ciudadanos”.

Ms. Bruder cree que esto es solo el principio. La mayoría de quienes caigan en problemas no saldrán de sus vehículos. Sin embargo, “Quienes lo hacen, equivalen a lo que los biólogos llaman una ‘especie indicadora’: Organismo sensibles con la capacidad de indicar cambios mucho mayores en un ecosistema”.

El mal es la inflación, los camperos son un síntoma.


El artículo original se encuentra aquí.