Vivimos tiempos inflacionistas. Algunas personas podrían considerar polémica esta declaración. Porque estos días la inflación se entiende en general como un aumento en el IPC de más del 2% anual. Sin embargo, hay razones convincentes para cuestionar este punto de vista. Por un lado, el IPC no incluye “activos” como, por ejemplo, acciones, vivienda, propiedad inmobiliaria, etc. Como consecuencia, las evoluciones de los precios de estos bienes no se contabilizan en los cambios del IPC.
Por otro lado, lo que es todavía más esencial, los cambios de precios de bienes y servicios se asocian con cambios en la cantidad de dinero. Por eso los economistas solían entender un aumento en la cantidad de dinero como inflacionista (y una disminución en la cantidad de dinero como deflacionista): Sin dinero derramándose alrededor, no podría existir un fenómeno como la inflación, es decir, una tendencia constante al alza en todos los precios de bienes y servicios a lo largo del tiempo. La verdad es que el aumento de todos los precios está inextricablemente ligado al dinero.
Los precios de los activos son precios
Un indicador de una evolución monetaria inflacionista es la relación entre las existencias M2 de moneda de EEUU y el PIB nominal. Esta relación puede usarse para medir el “exceso de liquidez”. Desde el estallido de la crisis 2008/2009, el exceso de liquidez ha estado creciendo con fuerza, ya que el PIB ha ido cada vez más por detrás de aumento en la cantidad de moneda. ¿Por qué? Bueno, una buena parte de la expansión monetaria ha estado empujando al alza los precios de los activos, sobre todo en la bolsa y el mercado de la vivienda.
La Fed ha creado otra vez un “auge inflacionista”. La economía estadounidense se alimenta de tipos extremadamente bajos de interés, acompañados por crédito adicionaly crecimiento de dinero creado de la nada. La expansión monetaria lleva a un aumento artificial en el gasto de consumo e inversión, generando ganancias de producción y empleo. Además, la liquidez recién creada se abre paso hacia los mercados financieros (de activos), haciendo aumentar los precios de los activos e incluso los niveles de valoración.
Cómo mantener el auge en marcha: Más inflación
Para mantener el auge inflacionista en marcha (e impedir el “declive”), la Fed tiene que asegurarse de que la oferta crediticia y monetaria siga aumentando y de que, lo que no es menos importante en modo alguno, los costes de tomar prestado y de capital sigan en niveles bastante bajos. Dicho esto, la constante política inflacionista debe continuar (y, por razones políticas, lo hará). Tipos de interés más altos y una ralentización del crédito y la creación de dinero se llevarían el bol de ponche y la fiesta llegaría estridentemente a su final. El auge económico se convertiría en un declive.
La inflación solo funciona cuando pasa inadvertida, si hay “inflación sorpresa”. Sin embargo, tan pronto como la gente descubre que el poder adquisitivo de la moneda baja más de lo que ha esperado, las gallinas acuden al gallo: La gente calcula una inflación superior en sus contratos de salarios, alquileres y créditos. Si ocurre esto, ya no hay inflación sorpresa y la inflación pierde su poder para estimular la economía (a través de señales equívocas de precios, esto es).
A un banco central que quiera mantener en marcha el auge e impedir el declive solo le queda una opción: tiene que crear una dosis mayor de inflación sorpresa. Puede que lector ya sepa a dónde lleva un “juego de inflación” como este. Pone a la economía en camino a una alta inflación o, en el caso extremo, un camino de superinflación o incluso de hiperinflación, que acabará destruyendo el poder adquisitivo de la moneda.
Por qué no se percibe una crisis
Hasta ahora, los mercados financieros han permanecido bastante relajados. La inflación no se ve como un gran problema, como demuestran, por ejemplo, las expectativas de inflación. ¿Por qué? Podría haber dos razones para esto. Primera, la mayoría la gente deduce sus expectativas de inflación a partir de la inflación experimentada del IPC (podemos hablar de “expectativas adaptativas de inflación”). Como ha sido relativamente baja durante muchos años, la gente no espera que la inflación se dispare en los próximos años.
Segunda, mucha gente parece seguir sin darse cuenta de que la “inflación de precio de los activos” arruina el poder adquisitivo del dinero de la misma manera que la inflación del IPC: si quieres comprar acciones, viviendas o tierras con tu dinero, obtendrás menos por él si suben los precios de estos bienes. Sin embargo, mientras la inflación de precios de los activos no se entienda como una forma de “inflación real”, las expectativas de inflación estarán bajo control y los bancos centrales podrán continuar con su plan inflacionista.
Ante este telón de fondo podemos llegar a dos conclusiones. Primero, la inflación está viva y coleando, actualmente es intensa en aumentos en precios de activos. Segundo, un auge inflacionista corre el riesgo de convertirse en un declive en algún momento: un escenario que golpearía duramente a la economía, el sistema financiero y los precios de los activos. Por desgracia, no se puede prever (con alguna precisión científica) cuándo el auge se convertirá en declive; realmente depende de ciertas condiciones.
Dicho esto, el auge actual puede durar durante bastante tiempo, con las economías manteniendo la expansión y los precios de los activos pasando de un nivel récord al siguiente. Sin embargo, no sabemos con una economía sólida que el actual auge inflacionista (que probablemente sea bienvenido por muchos, ya que proporciona más empleos y rentas adicionales) esté en realidad sembrando las semillas de un declive.
El inversor debería tener en cuenta que los bancos centrales no solo ponen en marcha un auge inflacionista para empezar (que acabará entre lágrimas), sino que lucharán contra un declive que se aproxime con todavía más inflación (aumentando la cantidad de dinero todavía más). Dicho esto, los inversores harían bien en aceptar una verdad bastante incómoda: Hemos tenido inflación y habrá más. El dinero continuará perdiendo su poder adquisitivo.
El artículo original se encuentra aquí.