Autodeterminación política o la libertad de elegir comunidades y gobiernos

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En el discurso político a menudo se divide a los pueblos o se los integra desde la formalidad del Estado-nación. Esta forma de organización política –basada en un monopolio legal y la fuerza – trata de encerrar las identidades colectivas de los pueblos en una sola identidad sin considerar el dinamismo propio de estas y muchas veces sin tomar en cuenta la existencia de más de una identidad colectiva. Cuando esto último sucede, estamos ante políticas de unidad forzosa donde unos pueblos con ciertas normas de convivencia son obligados a aceptar las que son más afines al grupo gobernante.

Estas políticas de integración forzosa difícilmente llevan a la paz, la cooperación o la prosperidad, no sólo del pueblo sometido a un identidad forzosa, al que se le impide progresar a su manera desplegando todo su potencial, sino en ocasiones también al mismo pueblo asimilador pues este no puede establecer un consenso para la aplicación de políticas públicas que le permitan seguir un rumbo claro.

Las identidades colectivas para la formación de naciones pueden ser etno-culturales – que es como convencionalmente las asociamos en el imaginario político – pero también pueden ser cívicos (como es el caso de ideologías políticas que quieren sus modelos exclusivos de sociedad y que en mi opinión deberíamos considerar en muchos casos como proto-naciones o identidades colectivas más o menos cosmopolitas). Las diferencias sobre rumbos de organización política en términos puramente cívicos son fuente de conflictos tan fuertes como las diferencias en usos y costumbres en las nacionalidades tradicionales.

Y sin embargo, a pesar de que hemos sido testigos del fracaso de las políticas de integración forzosa del Estado-nación, sorprende que los focos de pensamiento político más importantes (universidades, organizaciones supranacionales) no estén desarrollando alternativas para la prevención y solución de este tipo de conflictos. En cambio la tendencia parecería ser hacia el fomento de la integración forzosa, a un punto en que se predica que las diferencias etno-culturales y de ideología cívica no existen, que la vía es la pluralidad pero dentro del monopolio de grandes Estados.

¿Cuál debería ser la vía del cambio político internacional? Pues una vez entendido el problema de la multiplicidad y dinamismo de las identidades colectivas, pues la respuesta debe ir por: 1) un método que permita la formación de comunidades políticas cohesionadas, con consensos etno-culturales o cívicos-ideológicos; 2) un método de solución de conflictos que permita a los grupos de identidades colectivas similares tanto sumarse como retirarse de una unidad política.

Y en mi opinión esto podría lograrse mediante: el reconocimiento en el derecho internacional del principio de autodeterminación de los pueblos a un nivel mucho más extensivo, pro confederación en la unión y pan-secesionista en la separación; que no hayan límites para el reconocimiento de identidades colectivas y que la condición primordial de reconocimiento internacional sea el consenso de los participantes en cada nueva comunidad política. La implementación de esta política internacional deberé tomar en cuenta el dinamismo de las identidades colectivas y a su vez los condicionantes territoriales de toda comunidad; por lo que sugeriría plantear un método de adhesión o separación por distritos: los distritos como las comunidades más pequeñas y funcionales, que deciden la pertenencia a otras comunidades y a qué gobiernos entregan el rol de protección. Así el gobierno también se vería afectado en su rol, despareciendo su función como autoridad y emergiendo como un proveedor ante la “amenaza” de separación (ordenada y pacífica en tanto reconocida internacionalmente) que cualquier comunidad que se organice amanera de distrito para separarse del control de X oY gobierno.

Aunque considero que todavía estoy en un etapa de exploración de este tema, pienso que las pocas organizaciones con énfasis en el derecho de autodeterminación, como el mismo Mises Institute,  o el Liechtenstein Institute on Self-Determination at Princeton University (LISD), a pesar de tener algunas diferencias de enfoque, están a la vanguardia de la solución adecuada a los problemas de paz, cooperación y libertad para la humanidad.


Escrito en 2014.

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