Bitcoin, el tulipán del siglo XXI

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“Si la Tesorería se pusiera a llenar botellas viejas con billetes de banco, las enterrara a profundidad conveniente en minas de carbón abandonadas, que luego se cubrieran con escombros de la ciudad, y dejara a la iniciativa privada, de conformidad con los bien experimentados principios del laissez-faire, el cuidado de desenterrar nuevamente los billetes (…) y con ayuda de las repercusiones, el ingreso real de la comunidad, y también su riqueza de capital probablemente rebasarían en buena medida su nivel actual. Claro está que sería más sensato construir casas o algo semejante; pero si existen dificultades políticas y prácticas para realizarlo, el procedimiento anterior sería mejor que no hacer nada”.

John Maynard Keynes, Teoría general del empleo, el interés y el dinero

 

En las siguientes líneas sostendré que, contraria a la creencia popular, el bitcoin está más inspirado en Keynes que en Hayek. También demostraré porqué no es una buena idea invertir en Bitcoin (salvo a su caída). Las conclusiones estarán soportadas desde dos enfoques: el apriorístico-compositivo (el bitcoin no cumple con el teorema regresivo del dinero de Mises) y otro empírico (cada vez que ha habido un multiplicador de tal magnitud en el precio de un bien, se ha tratado de una burbuja).

Vía apriorista: El Bitcoin no cumple con el teorema regresivo del dinero de Mises

Desde Menger y su ensayo “El origen del dinero”, sabemos que el valor del dinero depende de su liquidez: en la medida que un bien sea más deseado por todos, ese bien tendrá más probabilidades de volverse dinero, pues la gente querrá para si ese bien no para satisfacer directamente sus necesidades, sino para guardarlo como reserva de valor y luego poder intercambiarlo por otros bienes que sí satisfarán sus necesidades futuras directamente. En la medida que un bien sea más deseado, dicho bien será más líquido.

Ejemplos históricos sobran: el oro, la plata o la sal para comenzar. Los seres humanos, que inicialmente usaron estos bienes para satisfacer directamente sus necesidades de consumo, al ver con el paso del tiempo que todos los demás seres humanos también los deseaban, comenzaron a emplearlos entonces no solo para su consumo, sino también como reserva de valor, acumulándolos ya no para consumirlos, sino para poder intercambiarlos, en el futuro, por otros bienes.

Las conclusiones de Menger llevaron a Mises a plantear su teorema regresivo del dinero: si el dinero surge de las mercancías, ninguna moneda podrá ser dinero si primero no ha tenido algún uso distinto, como bien, como mercancía, que no sea el monetario. Es decir, todo dinero, antes de serlo, primero es mercancía.

El teorema regresivo del dinero es especialmente útil para comprender el papel de las monedas fiduciarias emitidas por los bancos centrales: las monedas actuales no son dinero pues antes de existir jamás fueron utilizadas como bienes, como mercancía. Ellas no tuvieron ninguna utilidad, ningún uso previo al que tienen actualmente como moneda.

Fue también a través de este teorema que Mises concluyó que no puede crearse dinero de la nada. Imprimir billetes que no estén soportados en una mercancía (tales como el oro) lo único que conducirá es a inflación y ciclos económicos de auge y caída, pues se trata de monedas que en realidad no tienen ninguna reserva de valor como soporte.

El teorema regresivo de Mises se aplica a todos los bienes que pretendan ser dinero, incluyendo los digitales. Por eso cabe preguntarse, ¿Ha servido el bitcoin como mercancía antes de su empleo monetario? No. Salvo su presunta utilidad monetaria, nadie usa el bitcoin para otra cosa. Luego, ¿Está soportado el bitcoin, como moneda, sobre un patrón- mercancía, como por ejemplo el oro? Tampoco. Hasta los billetes de monopolio tienen más soporte (el papel donde están impresos) que los bitcoins.

Esto me hace concluir que el bitcoin es fundamentalmente keynesiano: parte de la premisa que es posible crear dinero de la nada y que su valor incrementará si se le obliga a desenterrarse (mining en jerga de criptomonedas). La cita transcrita arriba demuestra que Satoshi Nakamoto perfectamente pudo haberse inspirado más en un libro de Keynes que en uno de Hayek. Salvo el emisor, lo único que hizo Nakamoto fue sustituir trabajadores por computadoras y minas reales por protocolos p2p virtuales.

Si el bitcoin se trata de una moneda que no está soportada por ninguna mercancía, ni tampoco es una mercancía en sí mismo, se concluye necesariamente que el bitcoin es mal dinero, pues no constituye ninguna reserva de valor. Que el bitcoin no sea creado por un banco central, sino por un protocolo que funciona como un banco privado descentralizado, no lo convierte en buena moneda: no olvidemos que, desde la Peel Act, los bancos privados también emiten medios fiduciarios sin valor a través de créditos con reserva fraccionaria, contribuyendo, al menos tanto como los bancos centrales, a los ciclos económicos de auge y caída. Da igual si viene de un banco privado o público, el dinero no se puede crear de la nada.

Vía empírica: El precio del bitcoin se ha incrementado más que cualquier otro precio en la humanidad

Que el bitcoin no cumpla con el teorema regresivo del dinero debería ser suficiente para desconfiar en su capacidad como reserva de valor. Salvo que consideres que la teoría regresiva del dinero de Mises es errónea (tal como sostiene Juan Ramón Rallo), deberías estar vendiendo tus criptomonedas.

Sin embargo, otra razón para sospechar del bitcoin es el rápido incremento de su precio. Como veremos a continuación, todos aquellos bienes que han multiplicado su precio en tan corto tiempo han consistido en una burbuja:

Tulipanes holandeses:

Precio: Se multiplicó x5 (pasó de 40 a 200)

Compañía del Mississippi:

Precio: se multiplicó x9 (de 1,000 a 9,000)

Enron:

Precio: se multiplicó x9 (de 1,000 a 9,000)

 

Bitcoin:

Precio: Se multiplicó x19 (de 1,000 a 19,000)

Los gráficos son demoledores, incluso si no arropásemos el elegante manto de la teoría regresiva del dinero misesiana, la historia también nos hace sospechar sobre la capacidad del bitcoin como reserva de valor. Su precio se ha multiplicado más que ningún otro bien en la historia. El bitcoin es el tulipán del siglo XXI, o ni eso, pues al menos los tulipanes podían olerse y disfrutarse.