Libertad negativa y positiva: algunas reflexiones históricas

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Sobre los diferentes conceptos de ‘libertad negativa’ expuestos por Hobbes y Locke.

En su obra Leviatán (1651), Thomas Hobbes sentó las bases para una buena parte del posterior pensamiento acerca de la naturaleza de la libertad. La libertad, según Hobbes, significa «la ausencia de oposición» o «impedimentos externos» al movimiento. Esta libertad se aplica no sólo a los agentes racionales, sino también a «las criaturas irracionales e inanimadas». Podemos decir, por ejemplo, que el agua no es libre de fluir más allá del recipiente que la contiene.

«Cualquiera cosa que esté ligada o envuelta de tal modo que no pueda moverse sino dentro de un cierto espacio, determinado por la oposición de algún cuerpo externo, decimos que no tiene libertad para ir más lejos. Tal puede afirmarse de todas las criaturas vivas mientras estén aprisionadas o constreñidas con muros o cadenas; y del agua, mientras está contenida por medio de diques o canales, pues de otro modo se extendería por un espacio mayor, solemos decir que no está en libertad para moverse del modo como lo haría si no tuviera tales impedimentos.»

Hobbes claramente distinguió a la libertad del poder. Cuando los impedimentos para el movimiento son externos, se dice que la entidad está falta de libertad. Pero cuando los impedimentos para el movimiento son internos, se dice que la entidad está falta poder. El hecho de que una piedra no pueda moverse por sí sola no significa que carece de la libertad de movimiento, sino que carece de la potencia (o capacidad) para moverse. Del mismo modo, si un enfermo está confinado a una cama y sin poder moverse, no le falta libertad de caminar (ya que no hay impedimentos externos que le impidan caminar), sino el poder para caminar.

La distinción hobbesiana entre libertad (la ausencia de impedimentos externos) y poder (la capacidad interna para hacer algo) es frecuentemente citada como una primera formulación de la libertad negativa. Además, dado que los liberales clásicos típicamente defendieron la libertad negativa, Hobbes es citado a veces como un representante temprano de esta tradición.

Esta perspectiva, aunque bastante común, es engañosa. El absolutismo político de Hobbes era un anatema para los liberales clásicos y la mayoría de los liberales —especialmente los de la tradición de Locke— no veían con buenos ojos su concepción de libertad negativa.

El concepto de libertad positiva —el cual identifica a la libertad con el poder para hacer algo— fue un relativo recién llegado en la teoría política. No se convirtió en un tema candente hasta el siglo XIX, cuando fue defendida principalmente por los filósofos que habían sido influenciados por Hegel. Por tanto, debemos evitar darle demasiada importancia a la diferencia de Hobbes entre la libertad y el poder. Filósofos anteriores que defendieron, por ejemplo, la libertad de conciencia no necesitaron a Hobbes para decir que la libertad de religión significa la capacidad de practicar la propia religión sin coacción externa o restricción por parte de otras personas. Tampoco los primeros críticos de la esclavitud tuvieron que esperar a la redacción del Leviatán para entender que un hombre libre, a diferencia de un esclavo, es una persona que no está bajo la jurisdicción coactiva y el control de otra persona. Por el contrario, la libertad en el sentido negativo —es decir, la libertad vista como la ausencia de coerción— es tan antigua como la misma filosofía política.

Es cierto que Hobbes expuso su definición de libertad en términos negativos al igual que John Locke y otros individualistas. Sin embargo, ello era sólo una semejanza superficial. La definición de Hobbes de la libertad difiere fundamentalmente de la de Locke, no obstante, esta diferencia ha sido oscurecida por la distinción convencional entre libertad negativa y positiva. Hay otra distinción que es mucho más importante en este contexto, a saber, la libertad concebida como un concepto mecanicista que se refiere a una relación física entre las cosas y la libertad concebida como un concepto social que hace referencia a una relación interpersonal entre los seres humanos. Hobbes emplea el concepto mecanicista, la definición de «libertad» como la ausencia de impedimentos físicos, mientras que Locke empleó el concepto social, la definición de «libertad» como la ausencia de coerción en asuntos humanos.

Según Hobbes, como ya hemos visto, cuando se impide el logro de nuestros objetivos por impedimentos internos (por ejemplo, por la imposibilidad de hacer algo), entonces se dice que hay carencia de poder. Cuando estos impedimentos son externos, entonces no tenemos libertad para ejercer nuestros poderes. La naturaleza de tales impedimentos externos es irrelevante, la libertad no se refiere necesariamente a una relación social entre agentes racionales. Si deseo viajar de aquí para allá mi libertad de actuar puede ser obstaculizada tanto por un alto muro como por un río infranqueable o como lo puede ser por otra persona. Cualquier obstáculo externo que me impide ejercer mi poder, que me impide conseguir lo que quiero y lo que sería capaz de alcanzar, disminuye mi libertad.

Para Hobbes, por lo tanto, la libertad consiste en el poder sin obstáculos. En un contexto social, «es un hombre libre quien en aquellas cosas de que es capaz por su fuerza y por su ingenio, no está obstaculizado para hacer lo que desea».

Esta noción de libertad era poco original de Hobbes. Algunos años antes, por ejemplo, Sir Robert Filmer (el objetivo principal de Locke en sus Dos tratados sobre el gobierno) había defendido la posición de que «la verdadera libertad es el derecho de cada cual de hacer lo que le apetezca, como guste y no estar sujeto a ley alguna».

Esta concepción de la libertad es una de las favoritas entre Filmer, Hobbes y otros absolutistas porque sirvió para refutar el argumento de los individualistas quienes decían que el propósito de un sistema jurídico justo debía ser mejorar y preservar la libertad. Esta era una tontería consumada, de acuerdo con los absolutistas, porque todas las leyes, de cualquier tipo, necesariamente restringían la libertad. Un hombre no tiene más libertad de hacer lo que le plazca en una supuesta «sociedad libre» que la que tiene bajo el despotismo. Nadie, por ejemplo, diría que la gente debe tener la libertad de la violación, el pillaje y el asesinato, por lo que incluso las sociedades libres promulgan leyes que restrinjan esas y otras libertades. Sólo en la total «anarquía», una sociedad sin leyes en absoluto, encontraríamos toda la libertad. Como Filmer lo expresa así:

«Mas esa libertad no se hallará en ninguna república, pues hay más leyes en un Estado popular que en ninguna otra parte y, por consiguiente, menos libertad; y el gobierno, dicen muchos, se inventó para quitar la libertad, y no para darle a cada hombre. Semejante libertad no puede ser, pues, no habría ningún gobierno en absoluto.»

Si Filmer y Hobbes estaban en lo correcto, si el objetivo principal del gobierno es restringir y limitar la libertad, entonces las denuncias hechas por los individualistas en contra de la monarquía absoluta no tenían mucho sentido. Es cierto que las monarquías absolutas (y los gobiernos absolutos en general) restringen la libertad, pero también lo hacen todas las formas de gobierno, incluso los supuestamente basados en el consentimiento de los gobernados. Total libertad sólo puede existir en el estado anárquico de la naturaleza —una sociedad sin leyes de ningún tipo— y esta libertad se reduce cada vez que un gobierno aprueba o hace cumplir la ley.

Locke rechazó esta concepción de la libertad. En una respuesta directa a Filmer, escribió: «La libertad no es, como ya dijimos, “libertad de hacer cada cual lo que le apetezca”. ¿Quién podría ser libre, cuando la apetencia de cualquier otro hombre pudiera sojuzgarle? Mas se trata de la libertad de disponer y ordenar libremente, como le plazca, su persona, acciones, posesiones y todos sus bienes…»; en un estado de perfecta libertad, las personas pueden «disponer de sus personas y bienes como lo tuvieren a bien, dentro de los límites de la ley natural, sin pedir permiso o depender de la voluntad de otro hombre alguno».

Así, para Locke, «libertad» es la capacidad de usar y disponer de lo que es propiamente de uno mismo sin la interferencia coactiva de otras personas, incluyendo al gobierno. En esta noción de libertad basada en derechos [N. del T.: «basada en derechos» porque procede de la «ley natural»],  soy libre en la medida en que puedo ejercer jurisdicción sobre mi propiedad en el sentido amplio (el propio cuerpo, el trabajo, los bienes externos, etc.), de acuerdo a mi propia voluntad, sin estar sujeto a la coerción por parte de otros. (El significado de «coerción» es un tema complicado en sí mismo que voy a considerar en un futuro ensayo).

Algunos filósofos modernos, como G. A. Cohen (en Self-Ownership, Freedom and Equality, Cambridge, 1995), se han saltado toda esta concepción de la libertad basada en derechos  y, en el proceso, han resucitado el viejo argumento Filmeriano que incluso una sociedad libertaria no permitiría la libertad sin restricciones, en la medida en que prohíbe la «libertad» para asesinar, robar, violar y cometer otras violaciones de derechos. (Algunos de estos críticos del libertarismo permanecen dichosamente ignorantes de lo antiguo que es este argumento y de cómo los liberales clásicos intentaron lidiar con él).

La concepción de Locke de libertad social, la cual era esencialmente un esfuerzo por forjar una norma de igual libertad, fue aceptada por la gran mayoría de los posteriores filósofos liberales y cuasi libertarios. Una notable excepción fue Jeremy Bentham, quien resucitó expresamente la concepción filmariana (y hobbesiana) de la libertad y llegó a la conclusión de que todas las leyes restringen necesariamente la libertad. Esta es la razón por la que Bentham sostuvo que el propósito principal de la ley es lograr la seguridad y no la libertad.

Aunque los historiadores modernos sientan la necesidad de comprender el contexto histórico e ideológico de los filósofos anteriores, ellos a veces no pueden conceder esta cortesía a John Locke y otros liberales clásicos que defendieron una concepción de libertad basada en derechos. No es como si Locke y otros liberales arbitrariamente introdujeran la noción de «derechos» cargada de valores en los debates sobre la libertad con el fin de llegar a un destino predeterminado que se adaptaba a sus creencias políticas. La noción de «derechos» era una parte integral de la filosofía política mucho antes de que los individualistas liberales llegaran.

Durante siglos, los filósofos políticos han defendido el derecho de la soberanía política, es decir, el derecho de los gobernantes para imponer la obediencia a sus decretos. Lo que los liberales individualistas hicieron, comenzando principalmente en el siglo XVII, era desafiar la noción de la soberanía del Estado con la noción de autosoberanía. ¿Por qué tenemos la «obligación» de obedecer a los gobernantes políticos y las leyes que promulgan? Es prácticamente imposible entender la concepción liberal de la libertad basada en derechos sin tener en cuenta este problema más amplio, que trataré en mi próximo artículo.


Traducido por Óscar Rosales Krumdieck. Revisado por Oscar Eduardo Grau Rotela. El artículo original se encuentra aquí.

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