Starbucks y Dick’s pueden estar en contra de las armas de fuego si los clientes se lo permiten

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En 2013, en respuesta al creciente debate sobre portar armas a la vista, Howard Schultz, el presidente y consejero delegado de Starbucks, publicaba una carta abierta en el sitio web de la empresa solicitando que “los clientes dejen de llevar armas de fuego a nuestra tiendas o espacios para sentarse en el exterior”. Hasta este momento, diversos grupos a favor del control de armas de fuego habían propuesto boicotear Starbucks debido a la política de armas de la empresa de obedecer las leyes locales que permitían portar armas a la vista. Después de la decisión de Starbucks, los conservadores a favor de las armas de fuego expresaron su intención de no volver a consumir allí debido a su nueva política sobre el asunto.

Hace muy poco, después del tiroteo en la escuela de Parkland, Florida, Walmart y Dick’s Sporting Goods anunciaban que dejarían de vender armas a gente con menos de 21 años. Walmart decía también que “ya no vendería objetos que se parecieran a rifles de asalto, incluyendo juguetes y escopetas de aire comprimido”. Dick’s también decía que “dejaba inmediatamente de vender todos los rifles de asalto en sus tiendas” y que “ya no vendería cargadores de alta capacidad”.

Ambos vendedores dijeron que sus decisiones eran una respuesta al tiroteo.

“A la vista de los recientes acontecimientos, hemos aprovechado la oportunidad para revisar nuestra política de venta de armas de fuego”, dijo alguien de Walmart.

“Cuando vimos lo que había ocurrido en Parkland, quedamos muy afectados y preocupados”, dijo Edward Stack, CEO de Dick’s. “Nos gustan esos chicos y sus gritos de protesta: ‘Ya basta’. Nos conmovió”. Aunque dijo que Dick’s seguirá siendo “un decidido defensor de la Segunda Enmienda y continuará vendiendo diversas armas de fuego deportivas y de caza”, el CEO también dijo que “la empresa está dirigiéndose a cargos electos para aprobar lo que llama una ‘reforma de las armas de fuego de sentido común’: aumentar la edad mínima para comprar armas de fuego a 21 años, prohibir las armas de asalto y los llamados repetidores y realizar una comprobación de historial más amplia, que incluya información de salud mental y antecedentes policiales”.

Las acciones de Walmart y Dick’s fueron posteriores a las de una serie de grandes empresas que se desvincularon de la NRA después del tiroteo de Parkland. Varias aerolíneas y empresas de alquiler de vehículos anunciaron que dejarían de ofrecer descuentos a miembros de la NRA.

Sin embargo, algunas empresas de venta de armas de fuego (como Bass Pro Shops y Academy Sports + Outdoors) no han realizado ningún cambio en sus políticas.

Los méritos y deméritos de las decisiones tomadas por Walmart y Dick’s con respecto a la venta de armas y de otras empresas con respecto a sus descuentos no son aquí lo importante.

Las acciones de estas empresas son un ejemplo perfecto del libre mercado en funcionamiento. También son un ejemplo perfecto de cómo debería funcionar el libre mercado en todos los casos y en todo momento. Añado esto porque en Estados Unidos (“la tierra de los libres”) no existe un mercado absolutamente libre, solo un mercado relativamente libre.

Como dejo claro en mi libro The Free Society, cualquier vendedor de mercancías o servicios (desde las grandes corporaciones a los pequeños negocios de propietarios únicos) debería poder vender o no vender cualquier producto o servicio a quien quiera. Que elija vender o no cerveza, vino, licores, absenta, armas de fuego, munición, pornografía, condones, cigarrillos, puros, tabaco de mascar, píldoras de control de natalidad, juguetes sexuales, comida basura, marihuana, drogas duras, leche natural, zapatillas fabricadas en talleres clandestinos, carne de caballo, foie gras o alimentos con grasas saturadas o colesterol no debería ser asunto del gobierno.

Pero eso no es todo. Con un mercado libre real:

  • No es asunto del gobierno qué días y a qué horas se abre.
  • No es asunto del gobierno si las tiendas venden alcohol los domingos ni a qué horas.
  • El gobierno no prohíbe qué servicios ofrece una empresa a la gente.
  • No está sometido a licencia del gobierno qué servicios ofrece una empresa a la gente.
  • No es asunto del gobierno a quién ni por qué se rechaza vender o atender a alguien en las tiendas.
  • No es asunto del gobierno a quién se hace descuentos en las tiendas.
  • No es asunto del gobierno a quién alquilan los propietarios de pisos.
  • No es asunto del gobierno a quién venden los dueños de viviendas.
  • No es asunto del gobierno a quién prestan los bancos.
  • No es asunto del gobierno a quién contratan las empresas.
  • No es asunto del gobierno cuánto pagan las empresas a sus empleados.
  • No es asunto del gobierno si las empresas tienen políticas de acción afirmativa.
  • No es asunto del gobierno qué beneficios complementarios ofrecen las empresas a sus empleados.
  • No es asunto del gobierno qué código de vestimenta establecen las empresas para empleados, clientes y vendedores.
  • No es asunto del gobierno cuántos espacios de estacionamiento para minusválidos tiene una empresa o negocio.
  • No es asunto del gobierno si las empresas deciden adaptarse a los minusválidos.
  • No es asunto del gobierno si las empresas deciden permitir la entrada de perros-guía.
  • No es asunto del gobierno el tipo de interés que cobran las empresas.
  • No son asunto del gobierno los precios que cobran las empresas.

Con un mercado libre real, estas cosas no son asunto del gobierno, sino que lo son de los consumidores. Las empresas corren el riesgo de perder sus clientes actuales y potenciales si dejan de vender o rechazan vender algo, dejan de ofrecer o rechazan ofrecer un servicio, aplican restricciones por edad, practican discriminación, aumentan precios, no se adaptan a los minusválidos o se implican en asuntos políticos o culturales. Pero también pueden conservar o ganar clientes haciendo algunas de esas cosas. En todo caso, el consumidor es el rey, no el gobierno. El gobierno no debería ni obligar a una empresa a hacer o no hacer algo, ni subvencionarla, ni rescatarla.

Esto tiene también contrapartidas.

No hay un derecho a un trabajo, una vivienda, un préstamo, un beneficio complementario, un apartamento, un “salario vital”, un lugar para estacionar, un descuento, un producto o un servicio.

Con un mercado libre real, si a alguien no le gusta la paga o los beneficios complementarios que ofrece una empresa o el código de vestimenta o las políticas de discriminación de una empresa, puede trabajar en otro lugar.

Con un mercado libre real, si a alguien no le gusta la razón por la que una empresa da ciertas clases de descuentos a la gente, puede llevarse su negocio a otro sitio.

Con un mercado libre real, si alguien no quiere pagar un precio o tipo de interés concretos, puede llevarse su negocio a otro sitio.

Con un mercado libre real, si alguien rechaza la oferta de alguien para comprar una casa o alquilar un apartamento, puede encontrar otro lugar para vivir.

Con un mercado libre real, si se niega una solicitud de un préstamo, se puede ir a otro prestamista.

Con un mercado libre real, si a alguien no le gustan los productos que tiene a la venta una empresa, puede llevarse su negocio a otro sitio.

Con un mercado libre real, si a alguien no le gustan las políticas o declaraciones políticas de una empresa, puede llevarse su negocio a otro sitio.

Las reacciones de los consumidores a las decisiones de la empresa (positivas o negativas) son parte del funcionamiento del libre mercado.

Está por ver si las recientes decisiones de Walmart y Dick’s Sporting Goods les perjudican, les benefician o no tienen un efecto apreciable.


El artículo original se encuentra aquí.