Cómo el proteccionismo desperdicia capital

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Al principio de su carrera, Mises fue un defensor importante del movimiento librecambista y estuvo muy implicado en las propuestas políticas de asociaciones de libre comercio en Europa. En sus años posteriores, mantuvo su visión de laissez faire puro del comercio internacional, pero más centrado en la batalla de las ideas. Aunque desperdigados a lo largo de sus demás obras y no recogidos en un tomo sobre “economía internacional”, sus análisis sobre el comercio y la política comercial son meticulosos y detallados, pero precisos, así como indispensables para una compresión correcta de la producción y el intercambio internacionales.

Para quienes lean las noticias recientes sobre la escalada de medidas proteccionistas entre EEUU y sus socios comerciales, he aquí un extracto de Problemas epistemológicos de economía, de Mises (pp. 237-239). La explicación es hoy completamente aplicable, 85 años después de que se publicara. En un breve subcapítulo, Mises (por usar una de sus expresiones favoritas) hace explotar la falacia del argumento de la industria incipiente para la protección comercial y emplea un argumento original y a menudo olvidado, que destaca el papel del cálculo monetario y los bienes inconvertibles de capital en la producción y el comercio.

El argumento de las industrias incipientes presentado a favor de los aranceles proteccionistas representa un intento desesperado de justificar dichas medidas son una base puramente económica, sin atender a consideraciones políticas. Es un grave error no darse cuenta de la motivación política detrás de la reclamación de aranceles a favor de las industrias incipientes. Los mismos argumentos que se presentan a favor de proteger un producto nacional en contra de la competencia exterior podrían también aducirse a favor de proteger una parte de un área aduanera general frente a la competencia de otras partes. Sin embargo, el hecho de que la protección se pida solo contra la competencia extranjera, pero no también contra la nacional, señala claramente la naturaleza real de los motivos detrás de la reclamación.

Por supuesto, puede ocurrir en algunos casos que la industria ya existente no esté funcionando en la ubicación más favorable de las que hay actualmente accesibles. Sin embargo, la cuestión es si trasladarse a la ubicación más favorable ofrece ventajas suficientemente grandes como para compensar el coste de abandonar las fábricas ya existentes. Si las ventajas son suficientemente grandes, trasladarse es rentable y se lleva a cabo sin intervención de una política arancelaria. Si no es rentable por sí misma y solo lo es en virtud del arancel, este último llevarían al gasto de bienes de capital para la construcción de fábricas que de otra manera nos habían construido. Estos bienes de capital dejan de estar disponibles donde hubieran estado si el estado no hubiera intervenido.

Todo arancel bajo cuya protección se crean nuevas fábricas que de otra manera nos hubieran construido mientras las plantas más antiguas creadas en otros lugares sigan siendo utilizables lleva al desperdicio de capital. Por supuesto, a los fanáticos de ambas orillas del océano que quieren “hacer racional la economía” no les importa que pase esto.


El artículo original se encuentra aquí.

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