El 5 de julio de 2018, Estados Unidos declaró la guerra a China. China se movilizó y contraatacó rápidamente.
Esta guerra es una guerra comercial, lo que significa que los gobiernos aplican aranceles impuestos a bienes que nos gustaría comprar, lo que los hace más caros para nosotros. La gente no muere en estas guerras, pero se empobrece.
EEUU fijó un arancel impuesto del 25% sobre 34.000 millones de dólares en productos importados desde China. Incluye 818 productos chinos, incluyendo productos aeroespaciales, rodamientos (un producto industrial importante), tecnología de la información, piezas de automóvil e instrumental médico. También incluyen restricciones a la inversión china en Estados Unidos y límites a los visados de los nacionales chinos. Se apunta a otros 16.000 millones de dólares en bienes. El presidente Trump ha amenazado con fijar aranceles impuestos sobre prácticamente todos los bienes chinos importados, por un valor de unos 450.000 millones de dólares, en una guerra comercial total.
China ha respondido fijando aranceles impuestos sobre 34.000 millones de dólares en bienes estadounidense, como semillas de soja, automóviles, marisco, bourbon, porcino y petróleo crudo.
Los aranceles impuestos sobre bienes chinos son parte de una guerra más grande en expansión contra nuestros otros socios comerciales (Canadá, México y la UE), que ha afectado a la importación de madera, lavadoras, paneles solares, acero y aluminio. La administración está hablando acerca de aranceles impuestos sobre automóviles importados.
El gobierno de Trump está justificando estos impuestos para contrarrestar la “competencia injusta” y el “robo de propiedad intelectual” de China. La idea es que Donald Trump, ese consumado negociador, obligará a China a abrir sus mercados a los productos y empresas estadounidenses.
Como dice la canción, guerras como esta no son buenas para nada.
Lo primero de lo que tenemos que darnos cuenta es que no se trata de ser patriota o de hacer de nuevo grande a América. Y no se trata realmente de proteger a las empresas estadounidenses. Se trata de política. Y se trata de la ignorancia de Trump con respecto al comercio internacional.
Donald Trump se ha creado su reputación política de ser un multimillonario inteligente y entendido que habla claro y puede resolver cosas. Su “hacer de nuevo grande a América” fue una jugada brillante que le impulsó entre los votantes que creían que Estados Unidos estaba en cierto modo “perdiendo” la batalla de la “grandeza”.
Pero todo era una ilusión. Trump jugaba con mitos populares acerca del comercio exterior (somos “perdedores”). Pero los hechos demuestran que el libre comercio ha sido bueno para Estados Unidos. El comercio exterior ha abierto mercados para los productos estadounidenses y ha creado empleo en Estados Unidos. Las oportunidades de empleo en Estados Unidos están en auge, a pesar de ser “perdedores” comerciales. Las exportaciones son un importante 12% de nuestro PIB y equivalen a casi 11 millones de trabajos en EEUU. Los productos importados más baratos hacen a los estadounidenses más ricos, no más pobres.
Lo que sea. Estas verdades incómodas no parecen perturbar al presidente Trump y por eso se trata de política y no de economía.
Un artículo reciente en el Wall Street Journal explicaba la política de las políticas comerciales de Trump.
[El hecho de que la economía esté funcionando bien] da a la administración Trump lo que considera que es un margen para atacar a China sin preocuparse mucho por represalias para las familias y empresas de EEUU atrapadas en los puntos de mira.
“Es el momento perfecto” de usar los aranceles para presionar a China para que cambie sus prácticas comerciales, dijo Derek Scissors, un experto en China en el American Enterprise Institute, a quien consultan los cargos administrativos. “Se inicia un proceso, que causará daño en EEUU y en China, cuando funciona en la economía”.
Los chinos, que no son tontos, han atacado la base política de Trump. Sus aranceles impuestos sobre las semillas de soja y los autos de EEUU afectarán sobre todo a sus seguidores en el interior, según un informe de Moody’s Analytics citado en el Wall Street Journal. Ya veremos cuánto dura su apoyo a Trump. “Todo vale…”
¿Quién gana una guerra así? Nadie, pero puedo deciros quiénes serán los perdedores:
- Los consumidores de bienes importados en ambos países.
Al final los aranceles impuestos sobre productos chinos harán más caros los productos de consumo para los consumidores estadounidenses. La razón por la que compramos productos chinos es que son más baratos que los producidos por los fabricantes estadounidenses. Este problema es más complejo del planteado aquí y hará falta tiempo para que esos aranceles impuestos lleguen a influir en la economía, pero al final los consumidores pagarán más por las importaciones, lo que significa que tendrán menos dinero para gastar en otros productos. Seremos por tanto más pobres.
- Trabajadores y empresas estadounidenses cuyos empleos y negocios dependen del comercio con China.
A las empresas estadounidenses que dependen de piezas fabricadas en China les será difícil encontrar recambios, así que tendrán que absorber el aumento del 25% en los costes o trasladarlo a los clientes. Por ejemplo, los rodamientos: “Los rodamientos se usan en multitud de productos, que incluyen coches, tractores, trenes y cintas de transporte. (…) Este arancel va a dañar más a los fabricantes de EEUU que importan de China que a las empresas que exportan de China a EEUU”.
Fabricantes de automóviles como Ford y Tesla exportan coches a China. China ya ha reducido su arancel sobre automóviles importados al 15%. Ahora han fijado un arancel impuesto adicional sobre automóviles importados de EEUU, sometiéndolos a un golpe del 40%. Los precios de catálogo de los Tesla en China ya han aumentado un 20% en previsión de una guerra comercial. BMW y Daimler (Mercedes-Benz) fabrican automóviles en EEUU y los exportan a China y sus precios ahí están aumentando. Lo que hace esto es dar una ventaja a Toyota, Nissan y Honda, que pueden exportar sus vehículos de fabricación japonesa a China sin pagar el nuevo arancel impuesto más alto.
Una consecuencia adicional de la guerra de Trump es que los fabricantes de automóviles de EEUU ahora tendrán más incentivos para abrir más fábricas en China para atender al consumo interior chino, privando así de empleo a los trabajadores del sector automovilista estadounidense (ver Tesla y Harley-Davidson).
Los cultivadores de soja en el Medio Oeste ya se están viendo dañados por los aranceles impuestos de represalia china. Los importadores chinos han dejado de comprar soja de EEUU y han trasladado su negocio a Brasil.
- Trump está perturbando la cadena global de suministro de Estados Unidos en la que confían muchos negocios.
La realidad es que el mundo ahora funciona sobre una cadena global de suministro. Para satisfacer demandas de consumidores de productos más baratos, todo el mundo compite para proveernos. Por ejemplo, aproximadamente entre el 25% y el 50% de las piezas de los automóviles fabricados en EEUU vienen de otros lugares del mundo. Esto ha sido beneficioso para los consumidores estadounidenses, ya que los costes de los nuevos automóviles apenas han cambiado en los últimos 25 años.
Los asesores de Trump creen que China tiene más que perder que nosotros en una guerra comercial. No es un resultado probable. Es más probable que suframos más que China. Al estar basada en las exportaciones más del 50% de su economía, en EEUU es solo el 19%, los 34.000 millones de dólares en productos afectados solo suponen un 2% de las exportaciones chinas totales.
Algo que la administración Trump puede no haber considerado es el hecho de que China sigue siendo en buena parte una economía dirigida y que el gobernante Partido Comunista de China ha mostrado pocos reparos a la hora de imponer penalidades a sus ciudadanos. Al consolidar su poder el presidente Xi, uno de sus temas principales es reafirmar el papel de China en el mundo y es improbable que quiera mostrar debilidad ante el acoso comercial de EEUU.
He oído decir a seguidores conservadores de Trump que tiene un programa secreto y que acabará ganando esta pelea. Es poco probable. Nadie puede prever dónde acabará esta guerra. Recuerda la de la década de 1920 y las desastrosas guerras comerciales que ayudaron a causar la Gran Depresión. Esta guerra podría durar mucho más de lo que piensa la administración y podría acabar mal para consumidores y empresas estadounidenses.
La guerra no es contra China. Es una guerra contra nosotros.
El artículo original se encuentra aquí.