Centenario de Hayek

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Tuve recientemente el enorme placer de cenar en Filadelfia con Laurence Hayek, hijo del profesor Hayek, durante una conferencia de la Atlas Economic Research Foundation. El 8 de mayo se celebra el centenario del nacimiento de Friedrich von Hayek, doctor en economía, ciencias políticas y derecho, quien fue galardonado con el premio Nobel de economía en 1974.

De vez en cuando me preguntan quién ha tenido mayor influencia en mi manera de pensar o cuál libro describe mejor la filosofía de la libertad individual. No son preguntas fáciles, pero suelo contestar “Los fundamentos de la libertad” de F. A. Hayek, publicado originalmente en inglés en 1960 bajo el título “The Constitution of Liberty”. Allí Hayek sostiene que aun un
modesto grado de planificación central requiere de una maquinaria coercitiva y el poder que esta brinda atrae a líderes sin escrúpulos.

En “Camino de servidumbre”, Hayek nos advirtió sobre la concentración del poder en manos de funcionarios y su creciente discrecionalidad, afirmando que la barbarie es el resultado, no intencional pero sí inevitable, de los intentos socialistas de reorganizar nuestra civilización comercial.

En nuestro siglo Hayek fue el principal defensor del orden espontáneo, en oposición a las múltiples utopías propuestas por los socialistas de todos los colores y partidos, que de alguna u otra forma pretenden planificarnos la vida y decirnos lo que más nos conviene. Ha sido el orden espontáneo a lo largo de la historia de la humanidad lo que impulsó el desarrolló del
idioma, de nuestras costumbres, de la jurisprudencia, de los gobiernos liberales bajo constituciones que limitan el poder del estado y también de la economía de mercado, es decir, de las instituciones fundamentales del hombre libre. Según Hayek, el progreso de la humanidad proviene del genio y creatividad de individuos en su libre interacción con los demás, no de los designios de reyes, politicastros y caciques.

Para Hayek y también para su viejo maestro, Ludwig von Mises, el progreso “es el producto de la acción humana, pero no del diseño o planificación”. Así como el lenguaje surgió de individuos tratando de comunicarse entre sí, los mercados surgen por la acción de individuos intercambiando bienes y servicios, aportando trabajo y cosas de menos valor para ellos a cambio de otras de mayor valor para sí.

La inmensa aceleración del progreso y bienestar humano, el fin de las pestes y hambrunas que mantenían estática la población del mundo, se despliega primero en aquellos países donde se vive bajo el imperio de las leyes y no de los hombres. Ese es un tema permanente en la obra de Hayek, gran defensor de la seguridad jurídica y de “leges”, palabra latina, antónimo de “privilegios”.

Esa conexión íntima y directa de la igualdad ante la ley con el bienestar económico y ausencia de corrupción la vemos claramente al comparar los actuales niveles de vida en países como Singapur vs. Cuba, Irlanda vs. Libia, Chile vs. Venezuela.

Mientras tantos de nuestros intelectuales contemporáneos han dedicado sus vidas a imponernos soluciones supuestamente “científicas” a los problemas de la humanidad, Hayek ha sido el más exitoso adalid de la libre y espontánea interacción de la gente, radicalmente opuesto a todas las formas de estatismo que no nos ofrecen verdadero bienestar ni progreso ni paz ni libertad.

Laurence Hayek contaba que su padre, ya viejo y enfermo, se sonreía de oreja a oreja cada vez que alguien le recordaba lo acertado de su predicción sobre el colapso de la cleptocracia soviética. Otra anécdota tiene que ver con Sir Antony Fisher, quien a raíz de la publicación de “Camino de servidumbre” visitó a Hayek en la London School of Economics para contarle de sus planes de lanzarse a la política y así tratar de revertir el impulso estatista de la postguerra. Hayek, por el contrario, lo instó a fundar un instituto que promoviera las ideas liberales entre intelectuales, quienes influirían en la ciudadanía y esta entonces impulsaría a los políticos por el camino de la libertad. Sir Antony procedió a fundar el Institute of Economic Affairs en Londres y, luego, el Manhattan Institute y la Atlas Foundation en Estados Unidos.

Mi propia anécdota no es de similar importancia, pero muestra la sencillez de este gigante. Luego de la conferencia de la Sociedad Mont Pelerin (fundada por Hayek) en la Universidad de Cambridge en 1984, cuyos temas principales fueron discusiones del “Camino de servidumbre” que cumplía 40 años y del libro “1984” de George Orwell, publiqué un suplemento de varias páginas en El Diario de Caracas. Recibí una carta de Hayek agradeciendo el envío del suplemento y pidiéndome que le mandara copias de algunas de las fotografías, prometiendo reembolsarme su costo.

De la vigencia del pensamiento de Hayek no hay ninguna duda. En 1978 publicó “La desnacionalización del dinero”, recomendando la abolición del monopolio estatal sobre la moneda para impedir el empobrecimiento de los pueblos por indisciplina fiscal y regímenes inflacionarios. Con razón mantenía que se trata de una reforma crucial que puede dicidir el destino de la civilización.


Publicado en 1995. AIPE.