La expansión del crédito desperdicia capital

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El principal efecto que la expansión del crédito ejerce sobre la estructura productiva es que en último término descoordina el comportamiento de los distintos agentes económicos. De hecho, los empresarios se apresuran a alargar y ensanchar las etapas productivas y a hacerlas más intensivas en capital, mientras que los restantes agentes económicos no están dispuestos a cooperar sacrificando su consumo y aumentando su ahorro voluntario general. Este desajuste o descoordinación, que deriva de un ataque sistemático sobre el proceso de interacción social (el privilegio que los gobiernos conceden a los bancos al permitirles usar una reserva fraccionaria sobre depósitos a la vista), dispara invariablemente un proceso de crisis que acaba corrigiendo los errores empresariales cometidos. Aun así, el proceso requiere tiempo e inevitablemente al acabar, se habrán cometido errores graves que se habrán convertido en irreversibles.

Los errores consisten en lanzar y tratar de completar una serie de proyectos de inversión que conllevan un alargamiento y ampliación de la estructura de bienes de capital, proyectos que sin embargo no pueden llegar a fructificar debido a una falta de recursos reales ahorrados. Además, una vez los recursos y factores originales de producción se han transformado en bienes de capital estos bienes se transforman en inconvertibles hasta cierto punto. En otras palabras, muchos bienes de capital perderán todo su valor una vez quede claro que no hay demanda de ellos, fueron fabricados por error y nunca deberían haber sido producidos. Será posible continuar usando otros, pero solo después de gastar una gran cantidad de dinero rediseñándolos. La producción de otros más puede llegar a su finalización, pero, dado que la estructura bienes de capital requiere que los bienes sean complementarios, puede que nunca se usen si no se fabrican dichos recursos complementarios. Finalmente, es concebible que ciertos bienes de capital puedan remodelarse con un coste relativamente bajo, aunque dichos bienes son indudablemente una minoría.[1] Por tanto, tienen lugar unas malas inversiones generalizadas de los recursos productivos escasos de la sociedad y a esto le sigue una pérdida de muchos bienes escasos de capital. Esta pérdida deriva de la información distorsionada que, durante cierto periodo de tiempo recibieron los empresarios en forma de términos de crédito más baratos y tipos de interés relativamente más bajos.[2] Muchos procesos de inversión pueden también quedar medio completos, al abandonarlos sus promotores después de darse cuenta de que no pueden continuar obteniendo los nuevos recursos financieros necesarios para completar los o, aunque puedan ser capaces de continuar consiguiendo préstamos, se dan cuenta de que a los procesos de inversión les falta viabilidad económica. En resumen, la extensión de las malas inversiones se expresa de las siguientes maneras: muchos bienes de capital permanecen sin usar, muchos procesos de inversión no pueden completarse y los bienes de capital fabricados se usan de una manera no prevista originalmente. Una buena parte de los recursos escasos de la sociedad se ha desperdiciado y, como consecuencia, la sociedad se hace más pobre en general y el nivel de vida cae en términos relativos.

Muchos economistas han entendido mal el hecho de que un número importante de los errores cometidos se manifiesta como bienes completos de capital que, sin embargo, no pueden usarse, debido al ausencia de los bienes complementarios de capital o del necesario capital de trabajo. De hecho, muchos ven este fenómeno de la “capacidad ociosa” como una prueba clara de una necesidad de estimular el consumo general con el fin de poner en marcha dicha capacidad ociosa que se ha desarrollado, pero todavía no se ha usado. No se dan cuenta de que, como indica Hayek,[3] La existencia de “capacidad ociosa” en muchos procesos de producción (pero especialmente en aquellos más lejanos al consumo, como la alta tecnología, la construcción y las industrias de bienes de capital en general) no constituye en modo alguno una prueba de un exceso de ahorro y un consumo insuficiente. La verdad es exactamente la contraria: es un síntoma del hecho de que no podemos usar completamente capital fijo producido por error, porque la demanda inmediata de bienes y servicios de consumo es tan urgente que no podemos permitirnos el lujo de producir los bienes complementarios de capital ni el capital necesario de trabajo para aprovechar dicha capacidad ociosa. En resumen, la crisis la provoca un exceso relativo de consumo, es decir, una escasez relativa de ahorro, que no permite que se completen los procesos iniciados, ni la fabricación de los bienes complementarios de capital o el necesario capital de trabajo para mantener los procesos actuales de inversión y emplear los bienes de capital que, por cualquier razón, los empresarios fueron capaces de completar durante proceso de expansión.[4]


El artículo original se encuentra aquí.

 

[1] Como norma general, cuanto más cerca esté bien de capital del bien de consumo final, más difícil será convertirlo. De hecho, todas las acciones humanas son más irreversibles cuanto más cerca están del objetivo final: una casa construida con errores es una pérdida casi irreversible, mientras que es algo más sencillo modificar el uso de los ladrillos si resulta evidente durante el curso de la construcción que usarlos para construir una casa concreta es un error (ver comentarios en las páginas 280-282 previas).

[2] Así que la teoría del ciclo es sencillamente la aplicación al caso específico del impacto de la expansión del crédito sobre la estructura productiva, la teoría sobre los efectos descoordinadores de la coacción institucional, una teoría que presento en Socialismo, cálculo económico y función empresarial (pp. 111-118). Lachmann llega a la misma conclusión cuando declara que la mala inversión es “el desperdicio de recursos de capital en planes iniciados por información equivoca”, añadiendo que, aunque muchos bienes de capital llegarán a completarse, les faltarán factores complementarios en el resto de la economía. Esa falta de factores complementarios bien puede expresarse en la falta de demanda de sus servicios, por ejemplo, cuando estos factores ocupen “las últimas etapas de producción”. Para el observador resulta por tanto indistinguible a menudo de la “falta de demanda efectiva” (Lachmann, Capital and its Structure, pp. 66 y 117-118).

[3] En palabras del propio F.A. Hayek:

La impresión de que la estructura de capital ya existente nos permitiría aumentar la producción casi indefinidamente es un engaño. A pesar de cualquier cosa que los ingenieros puedan contarnos acerca de la supuestamente inmensa capacidad no utilizada de la maquinaria productiva existente, no hay de hecho ninguna posibilidad de aumentar la producción hasta ese grado. Estos ingenieros y también aquellos economistas que creen que tenemos más capital del que necesitamos, se ven engañados por el hecho de que muchas de las fábricas y maquinaria existentes están adaptadas a una producción mucho mayor de la real. Lo que no aprecian es que los medios duraderos de producción no representan todo el capital que se necesita para un aumento de esta y que para que las fábricas duraderas existentes puedan usarse con su capacidad completa sería necesario invertir una gran cantidad de otros medios de producción en largos procesos que solo fructificarían en un futuro comparativamente distante. Por tanto, la existencia de capacidad no usada no es en modo alguno una prueba de que exista un exceso de capital ni de que el consumo sea insuficiente: por el contrario, es un síntoma de que somos incapaces de usar la fábrica fija en su totalidad porque la demanda actual de bienes de consumo es demasiado urgente como para permitirnos invertir servicios productivos actuales en los procesos largos para los que (a consecuencia de “malas direcciones del capital”) está disponible el equipamiento duradero necesario  (Hayek, Prices and Production, pp. 95–96).

[4] Después de que acaba el periodo de auge, ¿qué hay que hacer cosas malas inversiones? La respuesta depende de su rentabilidad para otro uso, es decir, del grado de error que se cometió. Algunas malas inversiones tendrán que abandonarse, ya que sus ganancias frente a la demanda de consumo ni siquiera cubrirán los costes actuales de su funcionamiento. Otras, aunque ejemplos de fracaso, serán capaces de generar un beneficio por encima de los costes actuales, aunque no merecerá reemplazarlas cuando queden obsoletas. Hacer que funcionen temporalmente cumple el principio económico de hacer siempre todo lo posible incluso con una mala negociación. Sin embargo, debido a las malas inversiones, el auge siempre lleva un empobrecimiento general, es decir, reduce el nivel de vida por debajo del que habría habido en ausencia del auge. Pues la expansión del crédito ha causado el desperdicio de recursos escasos y capital escaso. Algunos recursos se han desperdiciado completamente e incluso aquellas malas inversiones que continúen en uso satisfarán a los clientes menos de lo que habría ocurrido sin la expansión del crédito (Rothbard, El hombre la economía y el estado, p. 836).

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