En un sentido general o amplio, hemos de entender que el «ahorro forzoso» surge siempre que se produce un incremento de la cantidad de dinero en circulación o una expansión del crédito bancario (no respaldado por ahorro voluntario) que se inyecta en el sistema económico por alguno de sus concretos intersticios. Si el dinero o el crédito se distribuyeran por igual entre todos los agentes económicos, entonces no se produciría ningún efecto «expansivo», salvo el de la disminución del poder adquisitivo de la unidad monetaria en proporción al aumento de la cantidad de dinero. Ahora bien, si el nuevo dinero entra, como sucede siempre, por determinados lugares concretos del mercado, entonces un número relativamente pequeño de agentes económicos son los que realmente reciben en primer lugar las nuevas unidades monetarias. Ello permite que estos agentes económicos gocen temporalmente de una capacidad adquisitiva mayor, pues disponen de un mayor número de unidades monetarias para comprar bienes y servicios a precios de mercado que aún no han recibido el impacto pleno de la inflación y que, por tanto, todavía no han subido. Por eso, el proceso da lugar a una redistribución de la renta a favor de aquellos que primero reciben las nuevas inyecciones o dosis de unidades monetarias y en perjuicio del resto de la ciudadanía, que experimenta cómo, con la misma renta monetaria, el precio de los bienes y servicios que adquieren empieza a subir. Es en relación con este segundo grupo mayoritario de agentes económicos en donde se produce el «ahorro forzoso», pues sus rentas monetarias crecen a un ritmo más lento que el aumento de los precios, por lo que se ven obligados, en igualdad de circunstancias, a restringir su consumo.1
Ahora bien, que de este fenómeno de ahorro forzoso a que da lugar la inyección en determinados lugares del mercado de más cantidad de dinero en circulación surja un incremento o una disminución neta del ahorro general y voluntario de la sociedad, dependerá de las circunstancias particulares de cada caso histórico. En efecto, si aquellos que ven crecer sus rentas (los que primero reciben el nuevo dinero creado) consumen una proporción de las mismas superior a la que consumían aquellos que ven disminuir sus rentas reales, entonces se producirá un efecto de disminución global del ahorro. También cabe considerar que los que salgan beneficiados tengan una alta propensión al ahorro, en cuyo caso puede ser que se produzca un efecto final positivo sobre el mismo. En todo caso, existen otras fuerzas que el proceso inflacionario pone en movimiento en detrimento del ahorro: la inflación falsifica el cálculo económico generando beneficios contables de tipo ficticio que, en mayor o menor medida, serán consumidos. Por todo ello, a priori no puede establecerse teóricamente si el resultado de un incremento en la cantidad de dinero en circulación que llega por lugares concretos al sistema económico dará lugar a un aumento o a una disminución del ahorro global de la sociedad.2
En un sentido estricto, por ahorro forzoso debe entenderse el alargamiento(longitudinal) y el ensanchamiento (lateral) de las etapas de bienes de capital de la estructura productiva que se emprenden como consecuencia de la expansión crediticia iniciada por el sistema bancario sin respaldo de ahorro voluntario. Como sabemos, este proceso da lugar, en un primer momento, a un aumento en la renta monetaria de los factores originarios de producción y, más tarde, a un incremento más que proporcional en el precio de los bienes de consumo. Precisamente, la teoría del crédito circulatorio del ciclo económico explica las razones de teoría microeconómica que hacen que el intentar forzar una estructura productiva más capital intensiva, sin que exista el correspondiente respaldo de ahorro voluntario, esté condenado al fracaso e inexorablemente haya de revertir dando lugar a las crisis y depresiones económicas. Es casi seguro que, en este proceso, se termine produciendo una redistribución tal de los recursos que modifique, en algún sentido, la tasa global de ahorro voluntario que existía antes del comienzo de la expansión crediticia. Pero salvo que a lo largo del proceso, y con carácter independiente y voluntario, se produzca simultáneamente un incremento del ahorro voluntario de un importe al menos igual al crédito de nueva creación concedido de la nada por la banca, no será posible el mantenimiento y culminación de las nuevas etapas emprendidas más intensivas en capital,y se verificarán los típicos efectos de reversión que ya hemos estudiado con detalle,surgiendo con ellos la crisis y la recesión económica. Además, en el proceso se dilapidan cuantiosos bienes de capital y recursos escasos de la sociedad, que deviene más pobre. Ello hace que, en última instancia, lo más probable es que en general el ahorro voluntario de la sociedad, más que crecer, tienda a disminuir. En todo caso, y salvo crecimientos de gran magnitud, autónomos e imprevistos, del ahorro voluntario, que por hipótesis ahora no consideramos en el análisis teórico (que además siempre es, como ya sabemos, ceteris paribus), la expansión crediticia generará un boom autodestructivo, que tarde o temprano habrá de revertir en forma de una crisis o depresión económica. Esto pone de manifiesto la imposibilidad de forzar el desarrollo económico de la sociedad fomentando artificialmente la inversión, financiándola de entrada mediante expansión crediticia, si es que los agentes económicos no están dispuestos a respaldar voluntariamente tal política incrementando su volumen de ahorro. No es, por tanto, posible que de forma prolongada la inversión de la sociedad sea superior al ahorro voluntario de la misma (lo cual sería una definición alternativa del fenómeno del ahorro forzoso, más en consonancia con el análisis keynesiano, como bien indica F.A. Hayek3), sino que, con independencia de cuál sea el volumen final de ahorro e inversión de la sociedad (por fuerza siempre a posteriori idénticos), el intento de forzar una inversión superior al ahorro lo único que logra es una mala inversión generalizada de los recursos ahorrados del país y una crisis económica que siempre termina empobreciéndolo.4
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1.El concepto más general de ahorro forzoso coincide, por tanto, con la expropiación forzosa a que, de forma diluida, se somete a la mayoría de los ciudadanos por parte de los bancos y autoridades monetarias cuando éstos deciden expandir el crédito y el dinero, disminuyendo el poder adquisitivo de las unidades monetarias que poseen los particulares respecto del valor que tendrían si tal expansión crediticia y monetaria no se hubiera llevado a cabo. Los resultados de este despojo social pueden o bien dilapidarse por completo, si se gastan en bienes y servicios de consumo por sus receptores o se materializan en inversiones completamente erróneas, o bien convertirse en activos empresariales y de otro tipo, que de facto y de forma directa o indirecta, pasan a ser controlados por la banca o por el Estado. Entre nosotros, el primero en analizar correctamente este proceso inflacionario de expropiación fue el padre Juan de Mariana en su De monetae mutatione publicada en 1609 y en donde escribió que: «si el príncipe no es señor, sino administrador de los bienes de particulares, ni por este camino ni por otro les podrá tomar parte de sus haciendas, como se hace todas las veces que se baja la moneda, pues les dan pormas lo que vale menos; y si el príncipe no puede echar pechos contra la voluntad de sus vasallos ni hacer estanques de las mercaderías, tampoco podrá hacerlo por este camino,porque todo es uno y todo es quitar á los del pueblo sus bienes por mas que les disfrace con dar mas valor legal al metal de lo que vale en sí mismo, que son todas invenciones aparentes y doradas, pero que todas van á un mismo paradero». Juan de Mariana, Tratado y discurso sobre la moneda de vellón que al presente se labra en Castilla y de algunos desórdenes y abusos, edición con un «Estudio Introductorio» de Lucas Beltrán, publicada por el Instituto de Estudios Fiscales, Ministerio de Economía y Hacienda, Madrid 1987,p. 40 (las cursivas son mías).
2.Joseph A. Schumpeter atribuyó a Ludwig von Mises la expresión «indudablemen te feliz» de ahorro forzoso (en alemán es Erzwungenes Sparen o Zwangssparen) en su Teoría del desenvolvimiento económico: una investigación sobre ganancias, capital, crédito, interés y ciclo económico, publicado por primera vez en alemán en 1912, y cuya edición en español, debida a Jesús Prados Arrarte, fue publicada por el Fondo de Cultura Económica, México 1944. Mises, por su parte, reconoce haber descrito el fenómeno ya en 1912 en la primera edición alemana de su Teoría del dinero y del crédito, si bien indica no creer haber utilizado la expresión concreta que Schumpeter le atribuye. En todo caso, debemos a Ludwig von Mises un cuidadoso análisis del fenó meno del ahorro forzoso, así como la demostración teórica de que es imposible predeterminar si, como resultado del incremento de la cantidad de dinero en circulación, se producirá o no un crecimiento neto del ahorro voluntario. Véase en este sentido On the Manipulation of Money and Credit, ob. cit., pp. 120, 122 y 126127. E igualmente Human Action, ob. cit., pp. 148150. El primer tratamiento de Mises se encuentra en La teoría del dinero y del crédito (The Theory of Money and Credit, ob. cit., p. 386). Aunque continuaremos atribuyendo a Mises la paternidad del término «ahorro forzoso», la expresión muy semejante de «frugalidad forzosa» («forced frugality») ya fue utilizada por Jeremías Bentham en 1804 (véase el artículo de F.A. Hayek «A Note on the Development of the Doctrine of ‘Forced Saving’», publicado como cap. VII de Profits, Interest and Investment, ob. cit., pp. 183197). En nuestro país, ha escrito sobre el ahorro forzoso Francisco Cabrillo (véase su artículo «Los economistas y la ética del ahorro», Papeles de Economía Española, n.º 47, 1991, pp. 175176). Como bien ha puesto de manifiesto Roger Garrison, existe una cierta disparidad entre el concepto de ahorro forzoso de Mises (que equivale a nuestro concepto «en sentido general») y el concepto de ahorro forzoso utilizado por Hayek (que nosotros vamos a denominar concepto «en sentido estricto»), de manera que «what Mises termed malinvestment is what Hayek called forced savings». Véase Roger Garrison, «Austrian Microeconomics: A Diagrammatical Exposition», New Directions in Austrian Economics, ob. cit., p. 196.
3.Véase F.A. Hayek, «A Note on the Development of the Doctrine of ‘Forced Saving’», ob. cit., p. 197. Véanse además los comentarios sobre Cantillon y Hume en el próximo Capítulo 8, pp. 478 y ss.
4.Fritz Machlup ha recopilado hasta 34 conceptos diferentes de «ahorro forzoso» en su trabajo «Forced or Induced Saving: An Exploration into its Synonyms and Homonyms», The Review of Economics and Statistics, vol. XXV, n.º 1, febrero de 1943, reeditado en Fritz Machlup, Economic Semantics, Transaction Publishers, Londres 1991, pp. 213-240.