No, los robots no pueden remplazarnos

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La automatización parece ser una fuente interminable de creación de miedos. A juzgar por los comentarios, los robots “nos reemplazarán” y causarán desempleo a gran escala. Con la aparición de la inteligencia artificial (IA) y los robots que fabrican robots, el valor de los seres humanos como fuerzas productivas en la economía sería sencillamente cero. Así que la gente se convertiría en consumidores de menor valor, solo “bocas que alimentar” mientras la producción la llevan a cabo las máquinas.

Y, continúa el relato, el que primero llegue a fabricar un robot que cree robots y robots que se reparen a sí mismos, superará a todos los demás y pronto poseerá todos los medios de producción. El destino de nuestra especie innovadora es convertirse en esencialmente dependiente de ese dueño de capital, quien, al controlar toda la producción, nos controlará a todos.

Ingeniería, no economía

El problema es que esta distopía tiene defectos esenciales. Y, como es usual, su razonamiento se basa en la ignorancia económica. En lugar de un organismo económico, la economía de mercado se ve a través de los ojos del ingeniero. En otras palabras, es aparentemente un razonamiento económico basado en una incomprensión esencial de la economía: la idea de que la producción se refiere a la tecnología y la ingeniería, a maximizar la “producción” y no a economizan los medios para alcanzar fines valiosos.

Si vemos la economía como un flujo circular, su eficacia se reduce a la tarea de eliminar imperfecciones o “costes de transacción” y por tanto de “hacer que las ruedas giren cada vez más rápido”. Una economía eficiente es un asunto de ingeniería y por tanto el papel de la planificación pública resulta evidente: instituciones y regulaciones planeadas meticulosamente pueden resolver muchos (si no todos) los problemas que aparecen cuando las personas irracionales e imperfectas toman decisiones.

Igualmente, el proceso de producción del mercado con toma descentralizada de decisiones puede mejorarse a través de la adopción de una planificación racional centralizada en la que toda la información disponible se usa adecuadamente. Así que la tarea es conseguir que llegue al poder la gente correcta y luego hacer que calcule el mejor resultado posible a partir de los medios y fines ya conocidos.

En otras palabras, no tenemos que conocer nada sobre economía como tal, ya que la tarea es de ingeniería: reducir el desperdicio y mejorar los procesos existentes. Consecuentemente, los robots, que no necesitan vacaciones, no tienen libre albedrío y no reclaman tiempo de ocio, reemplazarán el imperfecto trabajo humano. Y además: si estos robots pueden repararse a sí mismos e incluso producir nuevos robots, indudablemente no necesitaremos más trabajadores.

Pero todo esto se equivoca completamente acerca de qué es la economía.

El problema no es producir, sino economizar

Lo que se ha escrito antes observa la economía principalmente en términos de producción de bienes. Esto es empíricamente cierto, se encuentra en nuestra experiencia cotidiana de trabajar en la economía: lo que estamos haciendo en la economía es producir lo correcto de la forma correcta.

Sin embargo, esto no es de lo que trata en realidad la economía, y esto es lo que la mayoría de los comentaristas sobre la “amenaza” de la automatización no entienden. Los robots y la inteligencia artificial es probable que puedan idear soluciones para muchos problemas de producción con los que todavía nos enfrentamos. Y los robots son, como se ha reconocido desde al menos la obra maestra de Adam Smith, generalmente más eficaces que el trabajo humano. Después de todo, por eso hemos desarrollado y usado maquinaria a lo largo del tiempo. Lo mismo vale para los robots, la automatización y la IA.

Pero la amenaza no es real por la sencilla razón de que el problema que trata de resolver la economía no es la eficiencia de la producción. El problema real es el uso de medios escasos para producir satisfacción de deseos. Tanto medios como fines se valoran subjetivamente. Los robots no valoran.

Así que, aunque los robots puedan ser trabajadores más eficaces y posiblemente mejores ingenieros, no pueden saber qué tiene valor. Esa es la tarea de los emprendedores, que apuestan sobre qué querrán los consumidores. Incluso sí toda la producción fuera llevada a cabo por robots, esos robots no podrían saber qué debe producirse usando términos de valor.

Es bastante posible que robots e IA puedan calcular cómo suministrar mejor calorías, oxígeno y otras necesidades objetivas para sostener la vida humana. Pero el paso de “2000 calorías diarias” a “comida que la gente querrá comer” no es un asunto de toquetear un algoritmo: se trata de entender a la gente y sus valoraciones. Todavía más en concreto, se trata de especular qué valorará la gente. Esto está sencillamente fuera del alcance de cualquier robot o no humano, ya que requiere una masa de emprendedores imaginativos y humanos (una división del trabajo intelectual) en el mercado para entender colectivamente cómo crear valor.

La economía trata de economizar y economizar no se refiere a recursos físicos o medios de producción. Aunque herramientas y materiales son necesarios para su producción, su uso en la economía solo puede expresarse en términos de valor, y esos medios son (y deben ser) economizados como tales. Este punto esencial acerca de la economía normalmente se salta en los comentarios sobre automatización e IA.

La economía trata el valor

Una gran ventaja de la economía austriaca sobre la variedad ortodoxa es su idea de colocar primero el valor, el que la economía se entiende y explica en términos de valor. Por desgracia, la economía ortodoxa ha olvidado el valor en su objetivo de predecir y explicar la producción en términos de ingeniería. Y, como consecuencia, el debate acerca de la automatización, los robots y el uso de la IA se centra en ese aspecto de ingeniería de la economía: producir. Pero eso es inconsecuente para el funcionamiento real de cualquier economía real o teorizada, que trata de resolver el problema de usar medios escasos para fines insaciables.

Pero seamos claros: economizar no se refiere a la ingeniería ni al mundo físico. Es una percepción errónea muy común creer que medios y fines pueden expresarse en términos que no sean de valor. No se puede.

Los medios que tienen que economizarse nos son simplemente recursos naturales, sino recursos económicos. Por ejemplo, el petróleo es un recurso natural que se convirtió en recurso económico. Encontrar petróleo significaba ruina financiera, si no muerte, para granjeros y ganaderos antes de las invenciones de la gasolina y las máquinas de combustión interna. Sin embargo, ahora, después de que esas invenciones se conocieran y usaran, encontrar petróleo significa hacerse rico. El recurso natural es el mismo, pero el recurso económico (su valor) nació con las invenciones. De hecho, el petróleo se hizo útil en los motores porque esos motores satisfacían deseos de los consumidores. El valor en el petróleo no está en su estructura molecular, sino en cómo se usa para satisfacer deseos.

Confundir la economía con un problema de ingeniería y la economía con una ciencia natural es un error esencial. Un bien, vendido en un mercado, no es su apariencia física, sino el servicio que proporciona a los consumidores en sus intentos de satisfacer deseos. En otras palabras, un bien proporciona valor de uso. Y el valor siempre se ve desde la perspectiva del usuario. El valor de cualquier medio deriva de su contribución a un bien económico valioso.

Hasta ahora el debate sobre la automatización ha eludido completamente la dimensión del valor. Aunque esto hace al problema mucho más fácil de resolver, ya sea mediante la creación de máquinas o algoritmos para resolver cálculos, proporciona una solución que se olvida del núcleo de la cuestión. La economía, incluyendo su producción física, se dirige hacia la satisfacción de deseos humanos, expresados por la gente que actúa como consumidores.

El que los robots los ahorren la dureza y los problemas del trabajo es una cosa. Eso significa remplazar trabajo por ocio, lo que no puede ser malo. Pero los robots no pueden remplazarnos como valoradores y consumidores: ningún proceso automático puede saber qué querremos. Solo puede llevar a cabo el trabajo después de que se han reconocido los fines. Quitarle a la humanidad está carga no es concebible que sea una amenaza.


El artículo original se encuentra aquí.