La crisis económica, y su consiguiente recesión, no surgen si el alargamiento de las etapas de la estructura productiva que hemos estudiado en el capítulo anterior se produce como resultado de un aumento previo del ahorro voluntario, y no como consecuencia de una expansión crediticia iniciada por la banca sin respaldo alguno de un aumento del ahorro real. Y es que, si el proceso se inicia como consecuencia de un aumento sostenido del ahorro voluntario, no se produce ninguno de los seis efectos microeconómicos que espontáneamente surgen como reacción a la expansión crediticia, revirtiendo los efectos de boom artificial que inicialmente tiene la misma. En efecto, en tal caso, no se verifica, en primer lugar, un incremento en el precio de los factores originarios de producción. Todo lo contrario, si los créditos tienen su origen en un aumento del ahorro real, la disminución relativa del consumo inmediato que éste siempre supone libera en el mercado de factores originarios de producción un volumen importante de recursos productivos, que quedan disponibles para ser demandados en las etapas más alejadas del consumo sin necesidad de tener que pagar por los mismos unos precios más elevados. Recuérdese que si, en el caso de la expansión crediticia, los precios subían, era, precisamente, porque la misma no tenía su origen en un aumento previo del ahorro, por lo que no se liberaban en las etapas próximas al consumo recursos originarios de producción y la única manera que tenían de hacerse con los mismos los empresarios de las etapas más capital-intensivas era ofreciéndoles unas remuneraciones relativamente más elevadas.
Si el alargamiento de la estructura productiva tiene su origen en un incremento del ahorro voluntario, tampoco se produce un aumento en el precio de los bienes de consumo más que proporcional al correspondiente a los factores de producción, sino todo lo contrario, de entrada tiende a producirse una disminución sostenida en el precio de tales bienes. En efecto, el aumento del ahorro siempre supone que a corto plazo se deja de consumir una determinada cantidad de bienes de consumo. Por ello, no se verificará un incremento relativo en los beneficios contables de las industrias más próximas al consumo, ni tampoco una disminución en los beneficios o incluso pérdida contable en las etapas más alejadas del consumo, por lo que no se producirá la reversión del proceso y no hay razón alguna para que aparezca una crisis. Además, el «Efecto Ricardo» juega su papel, como hemos visto en el capítulo V, haciendo más interesante la sustitución de la mano de obra por equipo capital, al crecer en términos reales los salarios como consecuencia de la disminución relativa en el precio de los bienes de consumo que tiende a provocar el aumento del ahorro. Y en lo que respecta a los tipos de interés de mercado, éstos no se elevan, sino todo lo contrario, tienden a reducirse de manera permanente, recogiendo así la nueva tasa de preferencia temporal de la sociedad, ahora más reducida como resultado del aumento de la inclinación a favor del ahorro. Además, de incorporarse algún componente por modificación del poder adquisitivo del dinero, en el caso del incremento del ahorro voluntario el tipo de interés de mercado añadiría un componente negativo, pues la tendencia, como ya hemos visto, es a la disminución en el precio de los bienes de consumo (tanto a corto como a largo plazo), por lo que el poder adquisitivo del dinero tenderá a aumentar, y este hecho presionará aún más para que se reduzcan en términos nominales los tipos de interés. Además, como el crecimiento económico basado en el ahorro voluntario es sano y sostenido, los componentes de riesgo y empresarial implícitos en el tipo de interés tenderán igualmente a reducirse.
Las anteriores consideraciones nos confirman que la depresión surge por falta del necesario ahorro voluntariopara mantener una estructura productiva demasiado capital-intensiva, y que se inicia por culpa de la expansión crediticia que emprende el sistema bancario sin el correspondiente respaldo de los agentes económicos, que, en general, no desean aumentar su ahorro voluntario. Quizá hayan sido Moss y Vaughn los que de manera más sintética hayan expresado la conclusión de todo el análisis teórico de este proceso, y que no es otra que “any real growth in the capital stock takes time and requires voluntary net savings. There is no way for the expansion of the money supply in the form of bank credit to short-circuit the process of economic growth.”1
El artículo original se encuentra aquí.
1.Es decir, en castellano, que: «cualquier crecimiento real en el stock de capital exige tiempo y requiere un incremento en el ahorro voluntario neto. De manera que no existe posibilidad alguna de que una expansión de la oferta monetaria en forma de créditos bancarios pueda convertirse en un atajo que permita acelerar el proceso de crecimiento económico. Laurence S. Moss y Karen I. Vaughn, “Hayek’s Ricardo Effect: A Second Look,” ob. cit., p. 535.