Murray N. Rothbard como crítico del socialismo

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[The Journal of Libertarian Studies 12, nº 1 (1996): 99-119]

Murray Newton Rothbard, eminente economista, historiador y filósofo, indudablemente el defensor más ferviente de la libertad en este siglo, hizo más daño a la causa del socialismo que ningún otro intelectual occidental. Decir que Murray Rothbard era un crítico del socialismo sería rebajarlo gravemente. Rothbard consideraba su misión en la inacabable pelea por la libertad con todos sus enemigos:

La civilización y la existencia humana están en juego y, para preservarlas y expandirlas, la alta teoría y la intelectualidad, aunque son importantes, no bastan. Especialmente en una época de estatismo galopante, el liberal clásico, el defensor del mercado libre, tiene una obligación de pelar en todos los niveles de la sociedad: gobierno, público general, partidos políticos.[1]

Siguiendo a su maestro, Ludwig von Mises, Rothbard denunciaba el socialismo bajo sus distintos disfraces (desde el nazismo a los movimientos sociales de moda) como basado en la violencia estatal contra la propiedad privada y dañino para la prosperidad económica. Todas las utopías colectivistas acabarán en un desastre independientemente de las diferencias de detalle, escribía. Los denominadores  comunes de estas versiones del socialismo son “Se elimina la propiedad privada, se tira por la borda el individualismo, se aplasta la individualidad, toda la propiedad se posee y controla comunalmente y las unidades individuales del nuevo organismo colectivo son de alguna vaga manera iguales entre sí”.[2] Estas características (propiedad e individualismo), argumentaba Rothbard, son las más esenciales para la libertad humana, la supervivencia de la civilización y la existencia de una economía productiva, para empezar.

“La mayoría de la gente (sin excluir a los historiadores) tiene la tentación de pensar que el progreso económico y social es continuo: en cada siglo, las personas están mejor que en el anterior”, escribía en su seminal Historia del pensamiento económico. Esta reconfortante suposición desaparece bastante pronto cuando la Edad Media sigue a la caída del Imperio Romano”.[3] Otro ejemplo destacado de interrupción de la cadena del progreso económico es nuestra época: una época de un ataque con la libertad y la laboriosidad sin precedentes. “Lo característico de esta época de guerras destructivas y desintegración social es la revuelta contra la economía”,[4] decía Ludwig von Mises. Esta revuelta fracasó y se hizo evidente que el colapso económico del socialismo fue causado por el rechazo del razonamiento económico. La extensión de la mentalidad anticapitalista en el siglo XX ha ocasionado un enorme sufrimiento y penalidades para la gente en todos los países socialistas, ha rebajado enormemente los niveles y calidad de vida en las economías mixtas y es una poderosa advertencia en contra del socialismo, el estatismo y el intervencionismo en Occidente.

Está fuera de la capacidad del análisis económico calcular el coste de oportunidad del experimento socialista, pero el peaje humano s estima en ciento setenta millones de personas en todo el mundo que perecieron durante colectivizaciones, purgas, campañas contra rentas “inmerecidas” y otros malignos experimentos de ingeniería social.[5] “De hecho, puede hacerse un alegato convincente de que los bien conocidos horrores del comunismo del siglo XX (de Lenin, Stalin, Mao y Pol Pot) pueden considerarse el desarrollo lógico, la encarnación de la visión del siglo XIX de su maestro, Karl Marx”,[6] concluía.

Rothbard calificaba al socialismo como la “abolición violenta del mercado”.[7] Al observar con agudeza lo que estaba pasando en Europa Oriental y la Unión Soviética, sus ideas profundas eran más sólidas que las observaciones superficiales de los sovietólogos académicos occidentales. Rothbard creía que los economistas austriacos tenían fuertes argumentos contra el socialismo, el estatismo y las intervenciones públicas, argumentos que se volvieron todavía más poderosos por el fracaso del socialismo en Europa Oriental, Rusia, Cuba y algunos países asiáticos y el enorme sufrimiento y penalidades de las personas en todos los países socialistas. Su conocimiento de la historia rusa y europea era asombroso. Hans-Hermann Hoppe, muy cercano a Rothbard, escribía:

Estilista brillante, con una lógica afiladísima y un talento sin rival para la polémica, a lo largo de su vida, Murray luchó contra la marea del “Zeitgeist”, el espíritu de los tiempos: el siglo XX fue para Murray un siglo de maldad que tenía que repudiarse. Con unas energías aparentemente inagotables, Murrray luchó, no solo contra el socialismo, cuyo colapso predijo mucho antes de que se produjera realmente, sino también contra el estado social por ser contraproducente e inmoral.[8]

       I.            El marxismo como religión secular

Rothbard fue el primer historiador del pensamiento económico en Occidente que hizo un análisis cuidadoso del marxismo desde la verdadera perspectiva austriaca. En su estudio anatómico de Marx, Rothbard disecciona el marxismo en cinco capítulos en su Classical Economics. Aquí, Rothbard no solo explica la analítica de la economía de Marx, sino también el trasfondo filosófico, religioso y político del sistema de Marx. Rothbard argumentaba que las opiniones comunistas de Marx sobre historia, propiedad, matrimonio y mucho más, tenían sus raíces en el sanguinario milenarismo de la Edad Media: así, Rothbard presenta al marxismo como un credo religioso. El resultado de la obra de Marx fue una religión secular y no una teoría científica.

“En realidad”, escribía Rothbard, Marx “creó una verdadera tira de falacia. Todos los puntos nodales de la teoría son erróneos o mentiras, su ‘integumento’ (por usar un buen término marxista) es también una red de mentiras. El sistema marxista se encuentra sobre escombros y ruinas: el ‘integumento’ de la teoría marxista ha ‘estallado por todas partes’ mucho antes que su predicho ‘estallido’ del sistema capitalista. Además, lejos de ser una estructura de leyes ‘científicas’, la estructura chapucera se construyó y apuntaló como un servicio desesperado para el objetivo mesiánico fanático y loco de la destrucción de la división del trabajo y, de hecho, de la misma individualidad del hombre y la creación apocalíptica de un mundo colectivista supuestamente inevitable, una variante atea de una venerable herejía cristiana”.[9]

Los comunistas de todo el mundo tienen su religión y simulan que es una ciencia. El comunismo fanático de Marx era de estilo rabínico. “La clave del sistema intrincado y masivo de pensamiento creado por Karl Marx”, escribía Rothbard”, es en el fondo muy sencilla: Karl Marx era un comunista. (…) De la misma manera que el regreso del Mesías, en la teología cristiana, pondría un fin a la historia y establecería un nuevo cielo y una nueva tierra, el establecimiento del comunismo pondría fin a la historia humana”.[10] “La civilización comunista del mañana” era el objetivo declarado de la propaganda pública en la URSS u otros países del “socialismo real”. Los lemas-oración de Lenin como “¡El marxismo es todopoderoso porque es cierto!” o “¡Adelante, camaradas, hasta la victoria final de la civilización comunista!” decoraban la mayoría de los edificios públicos en el antiguo imperio soviético. Las oraciones comunistas eran un atributo necesario del sistema educativo. “La base masiva para todo esto la proporcionaba el carácter religioso del ser y la opinión de Marx. El padre de su padre y su hermano fueron sucesivamente rabinos principales en la antigua diócesis de Tréveris, en Renania, donde nació Marx. De hecho, la familia había suministrado rabinos a Tréveris desde el siglo XVII. También su madre descendía de una línea de rabinos. El liderazgo personal de Marx seguía en buena parte el estilo de un rabino jasídico, tanto haciendo recomendaciones de vida privada como interpretando los dogmas”.[11]

Completamente de acuerdo con esta nueva teología del comunismo, Marx y sus seguidores ponían en lo más alto de su programa de “formar un nuevo ser humano” dispuesto a implantar a visión de Marx: un colectivismo altruista orientado al “mejoramiento” de la sociedad y despiadado con los “enemigos de clase”. La desaparición de la división del trabajo bajo el comunismo significaría que el trabajo productivo permitiría “a cada persona desarrollar todas sus facultades, físicas y mentales, en todas direcciones y ejercitarlas completamente”.[12]

Al implantar esta visión marxista, 60 millones de soviéticos que no se ajustaban a esta imagen grandiosa fueron masacrados en un terrible gulag.[13] Según Grigori Malenkov, cercano a Stalin y posteriormente secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, estas víctimas eran “costes permisibles” de “formar a un nuevo hombre del futuro”.[14] Estas purgas eran un instrumento de terror indiscriminado del gobierno soviético contra sus ciudadanos: nadie, ya fuera leal o desleal al Partido, ruso o judío, georgiano o ucraniano, campesino o intelectual, era inmune a la persecución y la muerte. La idea religiosa de la Guerra Santa atrapó las mentes de los “arquitectos del futuro” y se implantaron los genes del temor en todo ser humano bajo el socialismo. La justificación original de estas atrocidades, escribía el historiador británico Robert Conquest, se encuentra en el núcleo “de la ética comunista: en la tesis de Lenin de que ‘nuestra moralidad está completamente subordinada a los intereses de la lucha de clases del proletariado’ y de que ‘todo lo que se hace por la cláusula del proletariado es moral’. Esto se implantó desde el principio como justificador de ‘todo’ lo que se hacía en interés del Partido Comunista”.[15] El coste de esta ética es enorme: “La purga del liderazgo rival, de doctores y científicos judíos, de agrónomos y biólogos que se oponían primero a Lysenko y luego a Khrushchev en su campaña de las tierras vírgenes, de disidentes en el campo cultural, robó al país talentos esenciales. A largo plazo, estos costes negativos perjudicaron al sistema”, atestiguaba el antiguo jefe de espías del KGB, Pavel Sudoplatov.[16]

Rothbard denunciaba la futilidad inútil del dogma marxista acerca del nuevo hombre del mañana cuando escribía: “La idea de que todos desarrollen  todas sus facultades ‘en todas direcciones’ es una tontería y evoca un mundo de diletantes autistas, cada uno ignorando la demanda social de sus servicios y productos y cada uno aventurándose caprichosa y esporádicamente en todas las actividades”.[17] Ese era exactamente el caso de la nomenklatura soviética, en la que “diletantes autistas”, sin ninguna habilidad, eran seleccionados sobre la base de la fidelidad al Partido y arruinaban todos los sectores de la economía en los que el Partido los ponía al frente.

En un entorno de aceleración del estatismo y el socialismo tras la Primera Guerra Mundial, Ludwig von Mises dirigió su atención a analizar la economía de la intervención y la planificación públicas. Su artículo “El cálculo económico en la comunidad socialista”,[18] escrito en 1918, inmediatamente después de la Revolución Bolchevique en Rusia, demostraba por primera vez que cualquier economía privada de un sistema de precios libres no podría calcular racionalmente los costes ni asignar eficientemente los recursos a las tareas más necesarias. Desde esta perspectiva, el socialismo no es un sistema económico, sino un sistema simple (e irracional) de gestión.

Rothbard desarrolló aún más los argumentos misesianos en el cálculo del debate económico. Además, Rothbard concluía que, si el socialismo no puede funcionar, tampoco pueden funcionar los actos concretos de intervención pública en el mercado.

Esta postura la mantienen hoy en día un creciente número de economistas que comparten la postura misesiana-rothbardista de los defectos internos del socialismo. Paul R. Gregory y Robert C. Stuart, en un popular libro de texto sobre la economía soviética, escriben: “La principal lección a aprender de este examen del sistema de mando administrativo es que fracasó debido a sus contradicciones internas, no al error humano. Esta idea es importante. Las generaciones posteriores, atraídas por las atractivas características del sistema de mando administrativo (igualdad, derecho al trabajo, crecimiento dirigido) pueden concluir que el sistema era en sí mismo sólido. Desde su punto de vista, sus gestores, desde finales de la década de 1920 hasta principios de la de 1990, sencillamente no lo entendieron bien. Esa conclusión puede llevar a una repetición del experimento con resultados que tal vez no sean previstos por generaciones futuras”.[19]

El triste legado del marxismo es la mentalidad de ciertas personas tanto del este como del oeste que empezaron a creer que solo el Estado puede sanar los males y lograr la justicia social.[20] Como lo que había fuera de los mecanismos políticos burocráticos para dar voz a las demandas y resolver los conflictos eran débil en Rusia, los canales de comunicación y acción pensados para implantar políticas se subvirtieron por sus funciones políticas ocultas. Las nuevas políticas buscaban reorganizar los poderes y tareas burocráticos raramente resuelven las largas luchas por el poder y a menudo se entremezclaban con ellas, limitando o distorsionando sus efectos. Por tanto, el control centralizado se veía menoscabado por la impredecibilidad de los resultados.

Uno de los denominadores comunes de marxistas-leninistas e intervencionistas públicos en Occidente es la creencia en que los problemas del monopolio son los problemas de propiedad. Esta creencia sostiene que los monopolios privados, que actúan movidos por la avaricia, son dañinos, mientras que los monopolios públicos, al haber sustituido la avaricia por cierto vago bien social, son beneficiosos. Esta postura se basa en la opinión de que las empresas privadas reprimen el progreso científico y tecnológico, contaminan el medio ambiente y se dedican a conspirar contra el bienestar público, mientras que los monopolios públicos (disfrazados bajo los atractivos nombres de “empresa socialista”, “servicio público” o “comunas autogestionadas”) se cree que son éticos y honrados, preocupados solo por el bienestar público y nunca por la ganancia personal de los gestores públicos. Todas las experiencias con propiedad pública (es decir, burocrática) han demostrado lo contrario. Como grupo, las personas que gestionan y hacen funcionar el sector público no tienen menos intereses propios que los que gestionan y hacen funcionar las empresas privadas. Aunque existe una diferencia importante: al contrario que los empresarios privados, los gestores del sector público no son responsables financieramente de sus acciones, ya que operan en un entorno libre del control de costes al que induce la competencia.

El fracaso del socialismo en Rusia y los enormes sufrimientos y penalidades de los pueblos en todos los llamados países socialistas son poderosas advertencias contra el socialismo, el estatismo y el intervencionismo en Occidente. “Todos deberíamos agradecer a los soviéticos que hayan demostrado convincentemente que el socialismo no funciona. Nadie puede decir que no tuvieron poder suficiente o burocracia suficiente o planificadores suficientes o que no fueron lo suficientemente lejos”,[21] escribía Paul Craig Roberts.

Aun así, a pesar del colapso reciente del socialismo y el comunismo en la Unión Soviética y Europa Oriental, el socialismo sigue vivo y crece en las universidades occidentales. Incluso hoy, la existencia de una docena de revistas marxistas estadounidenses y la disponibilidad de más de 400 cursos universitarios estadounidenses por semestre sobre marxismo[22] demuestran que “la única lección de la historia es que no nos enseña nada”, como dice un refrán popular ruso. Miles de académicos occidentales pertenecen a la próspera industria de los “estudios marxistas”. La brecha creada por el colapso del comunismo en el este, que supuso un estridente frenazo para los estudios marxistas en Europa Oriental y la antigua Unión Soviética y desmanteló allí numerosas instituciones del marxismo-leninismo, fue cubierta inmediatamente por los “investigadores marxistas” en Occidente. Además, distintas y numerosas escuelas como la “economía social”, los intitucionalistas, keynesianos, postkeynesianos y neokeynesianos están tomando prestadas ideas de los dogmas antiguos, desacreditados e intelectualmente quebrados del marxismo. “La teoría académica, siguiendo su propio camino, ha llegado así a una postura que muestra un considerable parecido con el sistema de Marx”, admitía Joan Robinson, una economista alabada por la academia ortodoxa. “En ambas, el desempleo desempeña un papel esencial. En ambas, el capitalismo se considera que transporta las semillas de su propia decadencia. En el lado negativo, frente a la teoría ortodoxa del equilibrio, los sistemas de Keynes y Marx se encuentran juntos y hay, por primera vez, suficiente base común entre economistas marxistas y académicos (es decir, keynesianos) como para hacer posible la discusión”.[23] Esta “discusión” salpica los libros de texto económicos ortodoxos y los medios de comunicación de masas que están haciendo a la religión marxista aceptable para nuestra comunidad.

Los argumentos de Rothbard contra el socialismo real y el intervencionismo por igual caían en tres grandes categorías: ausencia o infracción de los derechos de propiedad, sistema distorsionado de precios que limita el proceso del cálculo económico y ausencia de ley (la gente no tiene derecho a contratar y ausencia de ley de pleitos). Bajo estas condiciones, explicaba Rothbard, las instituciones sociales se alejan de los mercados ordenados dirigiéndose hacia el casi caos de la asignación política directa. Miles de académicos marxistas trataron de demostrar que las condiciones de las clases trabajadoras en una sociedad capitalista estaban empeorando en relación con las condiciones de los “explotadores”. “Los marxistas recurrieron al punto de vista de que lo que ‘realmente’ quería decir Marx con empobrecimiento no era enmiseramiento, sino privación relativa”.[24]

    II.            Estratificación social

El marxismo y los esquemas intelectuales relacionados tratarían de capitalizar el asunto de la igualdad, que, desde su punto de vista, al ser un objetivo deseado, debería aplicarse a través de un gobierno benevolente. El asunto de la igualdad se usaba siempre para justificar los delitos más horribles y la desbocada búsqueda de rentas. Rothbard denunciaba este hipócrita impulso hacia la igualdad en el siguiente pasaje:

Concluimos con una de las grandes paradojas de nuestro tiempo: el que el poderoso y generalmente indiscutido grito por la “igualdad” está dirigido por el objetivo decididamente desigual de subirse a la espalda para llegar hasta un poder absoluto, un triunfo que, por supuesto, haría de los propios igualitaristas la clase dirigente en renta y riqueza, así como en poder. Detrás de las reclamaciones maquilladas pero patentemente absurdas de igualdad hay una intención despiadada de colocarse en lo alto de una nueva jerarquía de poder.[25]

Una razón importante para la desigualdad en una sociedad libre, indicaba Rothbard, son las distintas preferencias temporales de personas reordenando sus patrones de consumo intertemporalmente.

Concluimos que cualquier hombre puede ser un capitalista si quiere serlo. Solo puede obtener dinero de los frutos de una inversión capitalista previa o de balances de caja antes atesorados o únicamente de su renta como trabajador o arrendador. Puede, por supuesto, obtener su dinero de muchas otras fuentes. Lo único que impide a un hombre ser capitalista es su propia escala de preferencia temporal, en otras palabras, su fuerte deseo de consumir bienes en el presente. Los marxistas y otros que postulan una estratificación rígida (una estructura de castas virtuales en la sociedad) cometen un grave error. La misma persona puede al tiempo ser trabajador, propietario y capitalista.[26]

 III.            Secesión

Siguiendo la gran tradición jeffersoniana, Rothbard presentaba un alegato a favor de la secesión de cualquier nación e incluso un grupo de personas oprimidas por un gobierno coactivo. Hizo un duro alegato contra el imperialismo, la guerra y la intervención. Este alegato se veía reforzado por los extendidos movimientos de independencia que aparecieron con el colapso del imperio soviético. La principal razón para esta desintegración era el menor coste económico de la libertad y la independencia política. El profesor de la Universidad de Chicago, Gary S. Becker, escribía en esta ocasión: “El número de naciones casi se ha duplicado en los últimos cincuenta años, hasta 191 estados independientes. Las explicaciones habituales para esta multiplicación, que invocan el nacionalismo y los conflictos étnicos, olvidan una razón importante: el coste económico de la independencia sencillamente se ha rebajado por el rápido crecimiento del comercio internacional tras la Segunda Guerra Mundial. Desde 1950, las importaciones y exportaciones mundiales han crecido a un ritmo notable de aproximadamente un 10% anual”.[27]

El periodo tras la Segunda Guerra Mundial se caracterizó por la desintegración de los imperios mundiales. El número de estados soberanos aumentó de 37 al principio de este siglo a 192 este año. Además, el proceso de desintegración no se detuvo con los imperios británico, francés, portugués, español y soviético. Amalgamas multinacionales más pequeñas, como Pakistán, Yugoslavia y Checoslovaquia se dividieron, mientras estados multinacionales existentes, incluyendo Bélgica, Gran Bretaña, Bulgaria, Canadá, China, Rumanía, Rusia, India, Iraq, Kazajistán y Turquía están experimentando presiones de sus minorías nacionales y religiosas que luchan por su independencia.

 IV.            Intervención exterior

Al considerar la guerra y la intervención exterior (junto con el asesinato, la agresión, el robo y la esclavitud) como “acciones invasivas” que dan lugar a “regímenes violentos o hegemónicos”,[28] Rothbard se consideraba un miembro de la Vieja Derecha anterior a 1950, rechazando la “globalabrería” del estado de seguridad nacional de bienestar y guerra. Se opuso activamente a todas las aventuras exteriores tanto de las administraciones de Bush como de Clinton. Fue una postura valiente en la atmósfera chauvinista de la Guerra del Golfo, así como en la histeria que acompañó al inicio del desastre somalí.

Rothbard fue el primero en señalar que independientemente de lo que dijeran los ideólogos de ambos partidos, no hubo ganadores en el Guerra Civil, solo perdedores, y que el gobierno de EEUU trataba de justificar sus ataques más feroces contra la libertad con la “amenaza soviética”. Por supuesto, esto no hizo que le quisieran los conservadores favorables a la guerra. Uno de ellos, William F. Buckley, Jr., afirma en su “Obituario” de Rothbard que fue blando con el comunismo, que “Rothbard aplaudió físicamente a Khrushchev en su limusina mientras pasaba por la calle”.[29] El año era 1959 y Dwight D. Eisenhower había invitado a Nikita Khrushchev (que había repudiado a Stalin y vaciado el Gulag de prisioneros) a viajar a EEUU. La visita hizo aparecer la posibilidad de paz y un posible deshielo soviético. Todos estos proyectos se arruinaron un año después por un vuelo irresponsable (y estratégicamente innecesario) del avión espía U-2 de EEUU pilotado por Gary Francis Powers dentro del territorio soviético. El fin del comunismo podría haberse producido veinte años antes si no hubiera habido intereses creados para perpetuar la Guerra Fría. Así, nuestras élites industriales-militares socavaron las perspectivas de la mejora de las relaciones con los soviéticos, así como la posición de Khrushchev en la jerarquía soviética y debilitaron cualquier posibilidad de una mayor liberalización del régimen soviético. Era Murray Rothbard, y no William F. Buckley, Jr., el que tenía razón.

Rothbard fue el único pensador visible de Occidente que vio y tuvo la valentía de denunciar los peligros del estado del bienestar para nuestras libertades, que disminuirían inevitable tras cada guerra en la que estuviésemos, ya fuera “caliente” o “fría”. El crecimiento del militarismo significaría necesariamente el crecimiento de la burocracia, la expansión de las funciones del gobierno, la justificación del aumento del gasto público y el consiguiente aumento de la mentalidad anticapitalista. En su inmortal El hombre, la economía y el estado, Rothbard escribía: “En tiempos de guerra, precisamente cuando parecería más urgente conservar un sistema eficiente de producción, el grito que se oye inevitablemente es ‘eliminar los beneficios de la guerra’”.[30] Solo la paz y la ausencia de mentalidad de movilización podrían significar el fin de la “burocracia totalitaria”, el gobierno intrusivo y la planificación y la ingeniería sociales.

     V.            La vía a la libertad de Rothbard

Rothbard desarrolló su teoría de la transición económica postsoviética en 1990,[31] una teoría que fue absolutamente validada por la experiencia real de Europa Oriental y la antigua Unión Soviética. El principal requisito para una transición con éxito de una economía de mando a la libertad económica y la eficiencia es la propiedad y la toma privada de decisiones en la asignación de recursos. No puede haber ninguna sospecha por parte de los posibles compradores de que un sector está siendo impulsado mediante subvenciones o privilegios especiales que distorsionan los precios de acciones, productos o servicios. Un intercambio económico intensivo y extensivo no puede existir ni durar mucho sin confianza en la estabilidad y la fiabilidad demarco legal e institucional, la aplicación de los contratos, los recursos legales y otras instituciones del mercado.

Las respuestas de Rothbard a los problemas a los que se enfrentaban los europeos orientales y rusos eran al tiempo radicales y directas. “Está quedando cada vez más claro que para los europeos orientales que la única vía práctica y realista, la única vía hacia la reforma que realmente funciona y funciona rápidamente, es la abolición total del socialismo y el estatismo en todas partes”.[32] Los principales ingredientes del éxito económico (derechos de propiedad bien definidos y garantizados y políticas monetarias y económicas sensatas) son requisitos vitales de prosperidad y estabilidad económica.

“Paradójicamente, con mucho la mejor vía sería seguir el viejo lema marxista: ‘Toda la tierra para los campesinos’ (incluyendo los trabajadores agrícolas) y ‘todas las fábricas para los trabajadores’. ‘Devolver’ la propiedad estatal a los descendientes de los expropiados en 1917 sería impracticable, ya que pocos de ellos subsisten y pueden identificarse e indudablemente las fábricas no pueden devolverse a nadie, ya que (al contrario que la tierra) se crearon durante el régimen comunista”.[33]

Rothbard planteaba preguntas interesantes y nos daba respuestas correctas sobre cómo ocuparnos del follón que quedó en todos los países postco0munistas por los planificadores centrales.

¿Cómo pueden entonces desocializar los gobiernos comunistas y su oposición? Algunos pasos son obvios: legalizar todos los mercados negros, incluyendo el de divisas (y hacer que todas las divisas se convertibles libremente con tasa de mercado), eliminar todos los controles de precios y producción, rebajar drásticamente los impuestos, etc. Pero ¿qué hacer con las empresas e instituciones del estado, que son, después de todo, la mayoría de la actividad en los países comunistas? La respuesta fácil (venderlas, por contrato o subasta) aquí no funcionaría. Pues ¿de dónde iba a proceder el dinero para comprar prácticamente todas las empresas públicas?[34]

Estas cuestiones eran de la máxima importancia para Rusia y otras antiguas repúblicas soviéticas en transición desde una economía planificada centralizadamente a otra de mercado. La actividad económica en los países socialistas estaba subordinada al cumplimiento de los ideales políticos comunistas “a cualquier precio”. Las escaseces de bienes de consumo las causaba el propio sistema: un sistema que estaba orientado hacia la dominación mundial a través del poderío militar moderno. La necesidad de producir bienes de consumo en una economía militarizada de mando viene dictada por la necesidad de crear algún consumo diferencial para estimular el interés por el trabajo.

Los planificadores centrales trataban de controlar totalmente la producción y distribución. La competencia se eliminó en la década de 1930 con la creación de un sistema de ministerios industriales únicos responsables de la producción de ciertos grupos de productos. Como consecuencia, el sistema de precios, necesario para una economía eficiente, dejó de existir. Fue reemplazado por otro en el que los precios se calculaban de un modo burocrático de “contabilidad de costes” y se suponía que no reflejaban la oferta y la demanda. La asignación eficiente de recursos se convirtió en imposible debido a la falta de información de los precios. La única manera de hacer que funcionara este mecanismo, como apreciaron Lenin y sus sucesores, era recurriendo al terror. Se implantó el miedo en las mentes de las personas y este remplazó a los incentivos económicos normales. No fue una coincidencia que la economía soviética alcanzara sus mayores tasas de crecimiento durante el periodo de las purgas y el terror masivo estalinistas. El mercado fue remplazado por un sistema de mando basado en el mecanismo de la planificación centralizada y la propiedad estatal. El objetivo final de Marx (“La anarquía social de la producción da paso a una regulación social de la producción sobre un plan definido, de acuerdo con las necesidades de la comunidad y de cada individuo”)[35] se había logrado por fin. Llevó a una grave dislocación y desperdicio de recursos, extendidas escaseces y frustración de las masas.

El ya distorsionado mecanismo de precios se vio aún más menoscabado por las reformas económicas de la década de 1960 en la URSS y la mayoría de los países socialistas de Europa oriental. Estas «reformas» incluían enormes subvenciones por un lado y fuertes impuestos indirectos «sustitutivos» incluidos en el precio por el otro. Lo absurdo del sistema llegó a proporciones grotescas con la introducción de concepto de beneficio en la economización socialista. El beneficio se convirtió en una categoría planificada, calculado como un porcentaje normativo de los costes. Esta aproximación de “alto coste – alto beneficio” fue uno d ellos catalizadores del colapso del sistema durante la perestroika de Gorbachov. Con la perestroika, el descompuesto régimen perdió su ímpetu represivo y el “mecanismo económico socialista” construido sobre la represión cayó como un castillo de naipes.

Las experiencias de transiciones políticas y económicas en los estados anteriormente socialistas indican inequívocamente que Rothbard tenía toda la razón ala hora de definir los factores necesarios para lograr una transición con éxito a una economía de mercado. El factor más esencial para el éxito económico es garantizar los derechos de propiedad y el estado de derecho: para ello es importante el hecho de que estos fueran logrados más fácil y rápidamente en países pequeños, en lugar de en los grandes. Las historias de éxito en Europa Central y Oriental (República Checa, Estonia, Hungría, Eslovenia, Letonia y Eslovaquia) son todas de naciones pequeñas, nacional y étnicamente homogéneas y económicamente libres. Además, checos, bálticos, eslovacos y eslovenos expandieron sus economías considerablemente por encima de la media del crecimiento global del 2% – 3%. Los principales ingredientes de su éxito fueron la privatización radical y el cese del envío de recursos financieros y de otro tipo a Moscú o Belgrado o alguna otra capital imperial. Estos pequeños países superaron de forma espectacular a los grandes (ver Tabla 1), como Rusia, Rumanía, Ucrania y Kazajistán, estados multinacionales con burocracias hinchadas sin respeto por la propiedad privada, un enorme sector público, sistemas fiscales confiscatorios, altos costes militares y otros despilfarros públicos y una extendido nepotismo, delincuencia y corrupción.

Hoy no hay ventaja comparativa en ser grande: los estados multinacionales se convirtieron en rudimentos obsoletos de antiguos imperios coloniales.[36] La formación de nuevos estados independientes intensifica las presiones competitivas y aumenta la sensibilidad de las naciones pequeñas a los cambios económicos, tecnológicos y directivos en todas partes.[37]

Tabla 1

Economías antes socialistas seleccionadas

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Fuentes: Nuestras estimaciones, basadas en los datos estadísticos nacionales, Economic Survey of Europe in 1993-1994, Economic Commission for Europe, United Nations Publication, Nueva York-Ginebra, 1994; publicaciones estadísticas nacionales, Comparative Economic Studies, Vol. XXXVI, Nº 4, Invierno de 1994, pp. 122-124.

* Oficialmente el PIB aumentó un 6% en 1994, pero si se suman los aumentos reales en la actividad no registrada del sector privado, el crecimiento llegaría al 10%. Economist, Vol. 333, Num. 7890, 19 de noviembre de 1994, p. 59.

** Estimaciones para Albania, Rusia, Ucrania y Kazajistán. Los datos de la porción del sector privado en el PIB, proporcionados por EBRD Transition Report, octubre de 1994; The World Bank, Transition, Vol.6, Nº 4, 1995, p.3.

Los estados grandes, ceteris paribus, no tienen ninguna ventaja sobre los pequeños para garantizar los derechos de propiedad de sus ciudadanos. Normalmente gastan relativamente más en el ejército y otros servicios públicos. Tienden a ser más vulnerables a la presión de los intereses creados, con la burocratización de funciones más numerosa que en naciones pequeñas. El fracaso de las reformas de mercado en Rusia puede explicarse de una manera sencilla: la burocracia mató al capitalismo. Lo mismo vale para naciones tan grandes como Brasil, India, Kazajistán, México, Nigeria y Rusia, donde los aparatchiks del gobierno saquearon literalmente sus economías y sus enormes recursos naturales y humanos.

 VI.            Reformas

A.     Privatización

La esencia del socialismo es la propiedad pública, argumentaba Rothbard, y sin desmantelar este sistema nunca podrá funcionar ninguna “reforma” económica.[38] Los principales objetivos de la privatización son introducir una sociedad basada en los principios de la libertad económica y aumentar la eficiencia de la economía nacional.

La manera adecuada de privatizar es, de nuevo, una radical: permitir que sus usuarios actuales “ocupen” esos activos, por ejemplo, concediendo participaciones negociables a prorrata a trabajadores en diversas empresas. Después de este poderoso acto de privatización universal, los precios de las participaciones de propiedad en el mercado fluctuarán de acuerdo con la productividad y el éxito de los activos y las empresas en cuestión. Los críticos de la ocupación habitualmente denuncian esa idea como un “regalo” o “ganancias injustas” para los receptores. Pero, en realidad, los ocupantes ya han creado o tomado estos recursos los han puesto en producción y cualquier ganancia (o pérdida) consiguiente será el resultado de sus propias acciones productivas y empresariales.[39]

Rothbard creía correctamente que la privatización por sí sola no podía resolver todos los problemas y debería venir acompañada por una liberalización radical de la vida económica: una eliminación total de los controles de precios y el fin del abuso de la imprenta por parte del gobierno. También atribuía parte de la culpa del rumbo desanimado e incoherente seguido por los reformadores en Europa Oriental a quien correspondía: la teoría económica ortodoxa occidental y su lobby en Rusia y otros países postcomunistas. Escribía:

Los reformadores quieren abolir todos los controles de precios, pero les preocupa que este rumbo, en medio a un entorno ya inflacionista, agrave enormemente la inflación. Por desgracia, los europeos orientales, en su ansia por absorber literatura procapitalista, se han empapado de falacias económicas occidentales que se centran en los aumentos de precios como “inflación”, en lugar de la expansión monetaria que causa los aumentos de precios.[40]

El programa de “privatización” del actual gobierno ruso no lleva a la propiedad privada, ni a la posesión privada, sino más bien a la propiedad privada colectiva “mixta”, dejando esencialmente los derechos de propiedad como un monopolio del estado. El hecho de que la propiedad privada domine en las economías más eficientes de Occidente señala inequívocamente la inferioridad de la “propiedad colectiva”.[41] Rothbard advertía acerca de la necesidad absoluta de una verdadera propiedad privada para un rápido crecimiento económico antes de la caída de la Unión Soviética. Escribía:

Está cada vez más claro para todos que Ludwig von Mises tenía razón: solo las verdaderas empresas privadas, dueñas privadas de los medios de producción pueden realmente responder a los incentivos de las pérdidas y ganancias. Y además, el único sistema genuino de precios, reflejando costes y oportunidades de beneficio, deriva de mercados reales, de la compra y venta de propiedad de propietarios privados.[42]

Rothbard esperaba correctamente que en el proceso de transición a una economía de mercado muchas, si no la mayoría de las empresas quebrarían, mientras que las pocas restantes tendrían que sufrir drásticas reestructuraciones tecnológicas, financieras y de mano de obra antes de poder sobrevivir en el nuevo entorno económico.[43]

¿Cuánto éxito tuvo Rothbard en persuadir a los líderes de los países postcomunistas para adoptar una aproximación de laissez faire e implantar un programa de privatización radical? La respuesta es que no tuvo mucho éxito en aquellos países en los que el socialismo, el estatismo y la mentalidad burocrática estaban profundamente arraigados. Sin embargo,  en los países que habían sido confinados sometidos y esclavizados por la fuerza por los soviéticos, tanto las masas como sus líderes aceptaron la necesidad de una privatización rápida y radical, así como de un desmantelamiento del mecanismo regulatorio opresor que les había impuesto la ocupación soviética represiva.

B.     El ritmo de las reformas

“La sabiduría convencional”, escribía Rothbard, “aconseja ir lento, ‘introduciendo’ libertad, en lugar de tomar el camino generalmente denigrado del cambio social y económico radical y completo”. Destacaba que “el gradualismo y el cambio poco a poco deberían rehuirse, favoreciendo una revisión radical e inmediata”.[44] Hoy es evidente incluso para el banco Mundial que Rothbard tenía toda la razón en sus predicciones. Según el estudio del Banco Mundial de ocho antiguos estados comunistas (Estonia, Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia, Rusia, Ucrania y Uzbekistán): “los países que han tenido más éxito en reorientar el comercio y estabilizar la espiral descendente en el comercio y la producción son aquellos que se han reformado más rápidamente (como los países bálticos)”.[45]

Sin embargo, también es evidente por al experiencia rusa, ucraniana y kazaja que practicar un gradualismo no solo no ha ayudado a estos países, sino que en realidad los ha llevado a un crecimiento económico negativo durante los últimos siete años. Todos se han convertido en grandes beneficiarios de la ayuda internacional. Como decía Rothbard:

Para empezar, como hemos visto en la Unión Soviética, la reforma gradual proporciona una cómoda excusa para los intereses creados, los monopolistas y los haraganes ineficientes que son los beneficiarios del socialismo, para no cambiar nada en absoluto. Combinad esta resistencia con la inercia burocrática habitual, endémica bajo el socialismo, y el cambio real se reduce a mera retórica y palabrería. (…) Pero lo que es más esencial, ya que la economía de mercado es una celosía intrincada e interconectada, una telaraña continua, mantener algunos controles y no otros crea más dislocaciones ylas perpetúa indefinidamente.[46]

Los intentos de combinar ideología comunista con algunos mecanismos seleccionados del mercado han llevado a muchos países postcomunista al actual caos económico. Estos intentos manifiestan el completo colapso de la ideología marxista-leninista y todos sus sostenes filosóficos, incluida la búsqueda de la “tercera vía” intermedia entre los sistemas planificados centralizadamente y de libre empresa. Eb muchos países liberados del comunismo, los reformadores empezaron a restructurar los sistemas económicos desde el extremo equivocado. En Rusia, Ucrania y Bielorrusia se instauró un sistema progresivo de impuesto sobre la renta (con tramos superiores del 60% al 90%), mientras el nuevo impuesto a las ventas se estableció en el 28% en Rusia y Bielorrusia y el 18% en Ucrania.

Las estadísticas rusas muestran una imagen lúgubre del mayor decaimiento de la economía rusa en 1994: una disminución del 16% del PIB en comparación con el año anterior, un déficit presupuestario del 9,8% del PIB, una inflación del 209% y tipos de interés del 242%.[47] La situación no mejoró en la primera mitad de 1995: el PIB cayó un 10%, la producción industrial y las rentas personales cayeron respectivamente un 4,5% y un 4% y los precios aumentaron un 94%.[48]

La evolución de la crisis en Rusia puede explicarse por el hecho de que, a pesar del exceso de leyes y decretos, el gobierno de Yeltsin ha progresado poco o nada a la hora de crear mercados o legalidad económica y ningún mecanismo efectivo ha remplazado al basado en la asignación política de recursos.

La ronda más reciente de “reformas económicas radicales” del gabinete de Chernomyrdin está pensada para no hacer nada más que transferir propiedad estatal a las élites burocráticas y tecnocráticas. V. Davituliani, el antiguo representante del presidente Yeltsin en el óblast de Tambov en el centro de la Rusia europea, describía una imagen lúgubre de la “reformas” en Tambov. El gobierno local, escribía, 2está compuesto en un 99,9% por antiguos miembros de la nomenklatura del partido y la fábrica, que continúan recibiendo sobornos y construyéndose casas igual que antes”.[49] Reticentes a renunciar a su poder y privilegios, los cargos públicos e industriales tienen múltiples oportunidades para retrasar y obstruir cualquier privatización real. Bajo pretextos inauditos en países civilizados (“No se puede entregar la propiedad a personas borrachas y degeneradas”),[50] solo apoyan aquellos programas que utilizan métodos expropiatorios en combinación con aumentos de precios y la impresión de miles de millones de rublos adicionales. La ausencia de una verdadera propiedad privada, unida a la creación de una economía fascista en la propiedad pública generan enormes malas asignaciones de recursos, rebajando los niveles de vida de los rusos, ya miserables.

Después de diez años de anuncios de reformas económicas, Rusia continúa poseyendo el sector público más grandes y más ineficaz del mundo. La existencia de este sector público es la causa principal del bajo nivel de vida en Rusia. Rusia dice que ha privatizado con éxito el 50% de su economía: es otro ejemplo de estadísticas falsas. Como escribe Steven Rosefielde:

La información se ha convertido en un negocio con pocos controles, con el resultado de que diversas instituciones públicas están inventando y divulgando los datos que quieren. Y el propio liderazgo está manipulando constantemente sus cifras para engañar y desinformar a diversos usuarios, muy especialmente el G-7. Las cifras mejoran invariablemente cuando son inminentes las decisiones sobre desembolsos de ayudas y se deterioran poco después.[51]

La porción real de propiedad estatal en Rusia es una de las mayores del mundo y, según algunas estimaciones, es en realidad el 85% del PIB.[52] Además, sin derechos definidos y garantizados de propiedad, sea cual sea el tamaño del sector privado no tiene importancia.

El salario mínimo y pensión reglamentarios aumentaron el 1 de mayo de 1995 hasta los 43.000 rublos (8,50$), doblando los anteriores 20.500 rublos. Entre un 30% y un 40% de los rusos ganan menos de 249.000 rublos (equivalentes a 50$) al mes, considerado como el nivel medio de subsistencia.[53] Bajo estas condiciones, parece claro que los llamados “delitos económicos” (es decir, los mercados negros) en la Rusia actual son cometidos por personas respondiendo de una manera racional a la estructura de incentivos y oportunidades económicos disponible para ellas. Según el ministro del interior, Viktor Erin, su ministerio también había investigado unos 100.000 delitos económicos.[54] El coste de oportunidad del delito para las personas a las que se les impide intentar alcanzar sus aspiraciones económicas (que generalmente aumentaron debido a la perestroika y el posterior colapso del comunismo) es relativamente baja. La incidencia de los delitos aumenta durante cualquier catástrofe económica. En el caso de Rusia, a esta catástrofe se le unió el aumento de las expectativas económicas. Esto ofrecía un escenario perfecto para un aumento drástico de los delitos.

C.     Delitos

La producción y el intercambio privados, las actividades más comunes de los seres humanos siguen siendo delitos en la Rusia actual mediante un sistema fiscal confiscatorio y un monstruoso mecanismo regulatorio. “Si las organizaciones esperan que los beneficios futuros se vean gravados fiscalmente, pueden sencillamente decidir no ser rentables en la economía legal. La población ya se ha acostumbrado a un entorno de uravnilovka, falto de legalidad, en el que los compromisos escritos no se cumplen. Debe señalarse que los genuinos derechos de propiedad privada, ahora un objetivo en muchos de los países socialistas, no pueden existir en un sentido operativo sin legalidad en los impuestos”.[55] El increíble alcance de la ley se evidencia en las más de 600.000 condenas anuales.[56]

D.    Corrupción burocrática

La corrupción se define normalmente “como el comportamiento de los cargos públicos que se desvía de las normas aceptadas para servir a fines privados”.[57] La ideología socialista suponía que los cargos del Partido Comunista, al ser servidores altruistas del “bien público”, actuaban sin egoísmo con las respuestas correctas proporcionadas por la “aproximación científica” del marxismo-leninismo. Podían resolver y resolverían a largo plazo todos los problemas sociales y económicos heredados del capitalismo por la sociedad socialista. La realidad era distinta: los funcionarios del partido y el gobierno han llegado a creer que la propiedad estatal les pertenece de facto, si no de iure. Las empresas de propiedad estatal han sido un festival de corrupción por todas partes. Al contrario que la mayoría de los países europeos orientales, en los que el comunismo se veía como una ideología extranjera impuesta por la fuerza por el poder ocupante y a los cargos comunistas locales como colaboradores de este poder, en Rusia, los excomunistas están ocupando más del 60% de los empleos importantes en los gobiernos locales y cerca del 90% del gobierno central. El número de estos burócratas en 1995 en Rusia estaba en torno a los diez millones. Dado que esa gente “planifica” y dirige la propiedad estatal y la vida económica en general en su propio interés, no es sorprendente que los burócratas se hayan convertido en la élite económica más poderosa de Rusia.

La nueva clase de empresarios rusos está en marcha para convertirse en una burocracia privada. La fuente de burocratización de la empresa privada en Rusia es la misma que en cualquier otro lugar: la destrucción de la motivación del beneficio por regulaciones e impuestos públicos. Es el exceso de regulación pública de los sectores privados lo que explica por qué tantas grandes empresas parecen convertirse en imperios autoperpetuantes en lugar de empresas con ánimo de lucro.

E.     Inversión exterior

La inversión exterior requiere un entorno amigable. Como mínimo, estas son las cosas a considerar: planes de transición extensos y radicales; provisiones de repatriación de ganancias y pago de préstamos; infraestructuras institucionales gratuitas; precios y condiciones de contratación mutuamente aceptables; perspectivas satisfactorias de resultados financieros y económicos y un entorno cultural favorable.

Las posibilidades a corto plazo para la inversión extranjera en la economía rusa siguen siendo muy limitadas. El entorno empresarial seguirá siendo arriesgado mientras los inversores tengan que preocuparse por la inestabilidad económica, la falta de una moneda fiable, los conflictos políticos y la incertidumbre acerca del futuro del imperio ruso. Es evidente que las maneras de mejorar el desarrollo económico dinámico de Rusia pasan por atraer capital exterior, así como conseguir acceso al know-how y los métodos de gestión modernos. Esto debería realizarse mediante inversión directa por instituciones extranjeras del sector privado, que solo pueden atraerse mediante un entorno político favorable. A largo plazo, hay requisitos objetivos para la inversión de capital extranjero, incluyendo una mano de obra cualificada y abundancia de recursos naturales y tierra. Es más probable que las inversiones extranjeras se realicen en economías orientadas al mercado y en países que deseen realmente inversión extranjera directa. La dura competencia en el mercado mundial tanto entre economías de mercado desarrolladas como en desarrollo por el capital extranjero ya ha impulsado la liberalización de impuestos y regímenes inversores, desgravaciones fiscales y la compartición del capital riesgo mediante acuerdos de joint ventures.

Los inversores extranjeros se quejan de que se piden sobornos y estos se llevan a cabo en todos los niveles de la burocracia rusa. Sin ellos no se puede hacer nada en banca, construcción, transporte y otros sectores vitales. La extendida corrupción como consecuencia de la economía sobrerregulada se cita a menudo como uno de los principales obstáculos para los inversores occidentales en Rusia.[58] Rusia tiene hoy 240.000 leyes y regulaciones mercantiles arbitrarias, que son transferencias de intereses especiales a través de la corrupción de los gobiernos central y locales. Tiene 11 impuestos federales y locales distintos con códigos fiscales que nadie puede entender, salvo los burócratas que los redactaron. La Policía Fiscal Rusa, en su intento de conseguir más ingresos, puede violar todos los derechos “garantizados” por la nueva Constitución Rusa. Lo absurdo del “nuevo pensamiento económico” en Moscú llevó a nuevo Impuesto a la Exportación que grava fuertemente todo lo que exporta (¡no mucho!) desde Rusia. El impuesto a las inversiones fijado en mayo de 1994 actuó como una ducha de agua fría para los negocios occidentales, que ahora están cerrando sus oficinas en Rusia. También sirve explícitamente a los corrompidos funcionarios del comercio exterior en Moscú. La aproximación de “libre mercado” llevaba a una situación en la que cada nuevo anuncio de reforma inminente causa respuestas públicas perversas y cada nueva ley aprobada, ostensiblemente para aumentar la libertad, no hace más que aumentar las oportunidades de multas y sobornos.

F.     Asuntos interiores y exteriores

Otro obstáculo para una rápida transición económica son las inclinaciones imperialistas del gobierno de Yeltsin (estimuladas por EEUU y algunos gobiernos europeos). En lugar de ocuparse de la economía de problemas sociales acuciantes como la delincuencia y la atención sanitaria, los nacionalistas dentro del gobierno y la Duma están alimentando políticas agresivas hacia el “exterior cercano”, así como apoyando diversos regímenes totalitarios, incluyendo Iraq, el gobierno serbio de Yugoslavia y otros. El coste del propio gobierno es enorme: según mis estimaciones, el coste del gobierno civil constituye en torno al 19% de la renta nacional. Solo el ejército consume una parte mayor de la renta nacional. Con respecto a su comunidad militar, Rusia sigue asignando en torno al 20% de su PIB a la misma fracción de su fuerza laboral. Al mismo tiempo, el 57% de todos los hospitales rusos no tienen agua caliente corriente, mientras que el 36% de los hospitales ubicados en zonas rurales de Rusia no tienen agua ni alcantarillado. La devastada cultura rural muestra muchas características que solo se encuentran en los países más atrasados: graves disparidades campo-ciudad, relaciones de intercambio centro-periferia, trabajo forzoso, y graves escaseces en vivienda, escuelas, hospitales y carreteras.

El gobierno ruso, aunque sigue desperdiciando recursos escasos en el desarrollo de sistemas muy complejos de armamento y exploración espacial, ignora completamente las necesidades humanas básicas de sus ciudadanos. Hoy en día se espera que la infraestructura sirva el doble del tiempo en Rusia que en cualquier otra parte. El 60% de los equipos de comunicación y ferroviario es imposible de reparar: por esta razón, la tasa de accidentes se aproxima a niveles de catástrofe nacional. Si e mantiene el nivel actual de militarización, Rusia estará en un estado de inestabilidad y crisis en un futuro previsible. Ella Pamfilova, la exministra de bienestar social de Yeltsin, está convencida de que “el poder ha pasado a las manos de los estatistas, para quienes lo más importante es conservar el sistema de distribución burocrática como fuente clave de su propia riqueza”. La misma idea de reforma está hoy “desacreditada”, decía, ya que las políticas del gobierno se hacen más “criminales y burocráticas”.[59]

Toda la legislación económica y fiscal en este periodo ha sido absolutamente incoherente con la legalidad. Toda ley que ha prometido estabilidad en los impuestos y creado normas de conducta económica ha sido abiertamente revocada para conservar la continuación de las expropiaciones públicas. Las experiencias de la transición económica de Rusia, Ucrania, Kazajistán y Bielorrusia sirven como poderosos ejemplos de la tesis rothbardiana de que “El libre mercado, sin intervenciones, no tendría riesgo de inflación, deflación, depresión o desempleo. Pero la intervención del gobierno crea una cuerda floja para la economía y está constantemente, aunque a veces inconscientemente, empujando a la economía hacia esos abismos”.[60]

G.     Estonia

Entre las historias tristes de los fracasos económicos postcomunistas, las guerras étnicas y la vuelta a gobiernos liderados por comunistas, hay una historia de éxito en su realización que se basa en la Vía Rothbardiana a la Libertad. El nombre de esa historia de éxito es Estonia, “el pequeño país que pudo”. Estonia está realizando una transición relativamente suave de la esclavitud soviética a la libertad económica y está demostrando que las soluciones de libre mercado para reconstruir una economía arruinada por el comunismo son la manera de salir de la servidumbre y entrar en el progreso económico. Rothbard fue l primero en Occidente que predijo esta evolución en Estonia: tres años antes de que Estonia se convirtiera en un estado independiente, escribía: “En los estados bálticos, no solo todos los grupos, desde los comunistas para abajo, están reclamando la independencia de la Rusia soviética, sino que también los estonios están saliendo en busca de mercados libres, gobiernos estrictamente limitados y derechos de propiedad privada”.[61]

Estonia recuperó su independencia el 20 de agosto de 1991, después del fracaso de golpe de estado de los comunistas duros en Moscú. Desde entonces, el país ha estado en la vanguardia de las reformas políticas y económicas n Europa Oriental, actuando rápidamente para reconstruir su marco legal, privatizando su economía, atrayendo inversiones extranjeras y protegiendo la propiedad y otros derechos humanos de su pueblo. Significativamente, estonia empezó una privatización al por mayor, eliminó los controles de precios y desató el poder del libre mercado inmediatamente después de lograr la independencia. Hoy esta pequeña nación báltica puede presumir de los tipos más altos de crecimiento económico en Europa (un 6% en 1994 y se espera un 9% en 1995) y prácticamente una ausencia d desempleo (por debajo del 2%).[62]

La Estonia independiente ha tenido un rápido progreso económico y ha aparecido con una divisa fuerte respaldada por oro y expandiendo las reservas de moneda extranjera. En junio de 1992, estonia remplazó el rublo ruso por la corona estonia. Una divisa fuerte ligada al marco alemán. La corona estonia (EKK) está ligada a un tipo de intercambio de 8 por 1 al marco alem´na (1 de mayo de 1995) y a las reservas de oro, que respaldan no menos del 25% de la oferta monetaria. Hoy este pequeño estado báltico tiene la moneda más fuerte y estable de las 15 antiguas repúblicas soviéticas. Políticas monetarias y fiscales prudentes fueron los elementos clave para el éxito de introducir una nueva moneda y ebajar el nivel medio de inflación hasta una tasa mensual media menor del 2% (comparar con Rusia, donde es del 30% mensual).[63]

Estonia mantiene un régimen liberal de comercio prácticamente sin aranceles. Los observadores occidentales consideran a Estonia como el Hong Kong emergente de Europa. Las empresas que operan en Europa Oriental señalan que Estonia está adelantada al menos cinco años a los demás países de Europa Oriental. Tiene n entorno de impuestos amigables y bajos salarios industriales mensuales medios de 200-250$. Esto subraya el mensaje de la revista International Management de que se ha convertido en “un paraíso de la producción de bajo coste”. La inversión exterior está creciendo anualmente en 250 millones de dólares. Según la encuesta Business America, Estonia ofrecerá un considerable potencial de mercado en los próximos años, desempeñando el papel de Hongo Kong en la parte nordeste de Europa. Los inversores extranjeros usarán Estonia como puerto de entrada para los grandes pero lentos mercados de Rusia, Bielorrusia, Ucrania y otros antiguos estados soviéticos.

La nueva clase de líderes estonios, tanto en el sector privado como en el gobierno está compuesta por jóvenes (30-35 años) libres de espíritu. Dedicados a la economía de mercado y reticentes a los controles burocráticos. Todas las fuerzas políticas representadas en el parlamento estonio (Riigikogu) están comprometidas con la continuación de las reformas y la privatización. Así que, a pesar de la coacción ejercida por los soviéticos, que trataron de bloquear el pensamiento independiente y la identidad nacional de 1,5 millones de personas, el fénix estonio está renaciendo de las cenizas del comunismo.

VII.            Conclusiones

Rothbard desarrolló aún más la tradición antisocialista profundamente arraigada de la Escuela Austriaca de economía, iniciada por Eugen Böhm-Bawerk y continuada por Ludwig von Mises. Al contrario que estos, Rothbard fue testigo del triunfo de las enseñanzas austriacas sobre la inevitabilidad de la muerte del socialismo. El colapso del socialismo, predicho por la Escuela Austriaca de economía desde el final del siglo XIX, solo fue una sorpresa para los economistas “ortodoxos”, las élites imperialistas progresistas y neoconservadoras y los compañeros de viaje del comunismo en Occidente, así como algunos sovietólogos de “pizarra” que leían demasiado acríticamente la propaganda del Kremlin (que era descartada como una tontería por la mayoría de los propios soviéticos). Rothbard se ha ido, “pero su poder sigue entre nosotros. Es el faro y el modelo y mientras sus palabras por escrito estén disponibles, habrá innumerables generaciones de rothbardianos”.[64]


El artículo original se encuentra aquí.

 

[1] Murray N. Rothbard, “Mises and the Role of the Economist in Public Policy”, en The Meaning of Ludwig von Mises. Contributions in Economics, Sociology, Epistemology, and Political Philosophy, ed. Jeffrey M. Herbener (Auburn, Alabama: Praxeology Press, 1993; Dordrecht, Netherlands: Kluwer Academic Publishers, 1993), p. 208.

[2] Murray N. Rothbard, Classical Economics, volume II, An Austrian perspective on the History of Economic Thought (Aldershot-Brookfield: Edward Elgar, 1995), p. 318.

[3] Murray N. Rothbard, Economic Thought Before Adam Smith, volume I, An Austrian Perspective on the History of Economic Thought (Hunts-Brookfield: Edward Elgar, 1995), p. 67. [Historia del pensamiento económico]

[4] Ludwig von Mises, Human Action: A Treatise on Economics, 3ª ed. rev. (Chicago: Henry Regnery, 1966), p. 9. [La acción humana]

[5] Ver R.J. Rummel, Death by Government (Irvington-On-Hudson, NY: Foundation for Economic Education, 1994), p. 496.

[6] Rothbard, Classical Economics, p. 433.

[7] Murray N. Rothbard, Man, Economy and State. A Treatise of Economic Principles (Los Angeles: Nash Publishing, 1970), p. 765. [El hombre, la economía y el estado]

[8] Hans-Hermann Hoppe, en Murray N. Rothbard. In Memoriam. ed. Llewellyn H. Rockwell, Jr. (Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute, 1995), p. 35.

[9] Rothbard, Classical Economics, p. 433.

[10] Murray N. Rothbard, “Karl Marx: Communist as Religious Eschatologist”, en Requiem for Marx, ed. Yuri N. Maltsev (Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute, 1993), p. 221.

[11] David Felix, “Meaningful Marx and Marxology”, Critical Review. A Journal of Books and Ideas, Vol. 2, Nº 4 (Otoño de 1988), p. 83.

[12] Rothbard, Classical Economics, p. 325.

[13] Andrei Sakharov, “Sakharov and Solzhenitsyn: A Difference in Principle”, Time, 21 de mayo de 1990, p. 52.

[14] Cf. Pavel Sudoplatov y Anatoli Sudoplatov con Jerrold L. y Leona P. Schecter, Special Tasks: The Memoirs of an Unwanted Witness — A Soviet Spymaster (Boston: Little, Brown and Company, 1994), p. 319.

[15] Robert Conquest, “Prólogo” en Pavel Sudoplatov y Anatoli Sudoplatov con Jerrold L. y Leona P. Schecter, Special Tasks: The Memoirs of an Unwanted Witness — A Soviet Spymaster (Boston: Little, Brown and Company, 1994), p. viii.

[16] La campaña de las tierras vírgenes de 1954-56, prácticamente desconocida en Occidente, fue un esfuerzo masivo de abrir zonas enormes territorios en la estepa para la producción de cereal. El experimento, que afectó a medio millón de “voluntarios” tuvo que interrumpirse por la erosión del terreno que convirtió rápidamente el terreno en un “tazón de polvo”. Cf. Sudoplatov, Special Tasks, pp. 319-320.

[17] Rothbard, Classical Economics, p. 325.

[18] Ludwig von Mises, “Economic Calculation in the Socialist Commonwealth”, primera traducción al inglés en F.A. Hayek, ed., Collectivist Economic Planning (Londres: G. Routledge & Sons, 1935).

[19] Paul R. Gregory y Robert C. Stuart, Soviet and Post-Soviet Economic Structure and Performance (Nueva York: Harper Collins College Publishers, 1994), p. 381.

[20] Esta tradición empezó con los contemporáneos de Marx y continuó con economistas no marxistas: miembros de la Escuela Histórica Alemana, ideólogos del Partido Laborista británico, nacionalsocialistas en Alemania y fascistas en Italia, organizadores de sindicatos en Europa y América y los sociólogos Max Weber y Thorstein Veblen.

[21] Paul Craig Roberts, The Wall Street Journal, 28 de junio de 1989.

[22] Felix, “Meaningful Marx”, p. 89.

[23] Joan Robinson, “Marx and Keynes,” en Marx and Modern Economics, ed. by David Horowitz (Nueva York: Modern Reader Paperback, 1968), p. 107.

[24] Rothbard, “Karl Marx: Communist as Religious Eschatologist”, p. 225.

[25] Murray N. Rothbard, “Egalitarianism and the Elites”, The Review of Austrian Economics, Vol. 8, Nº 2, (1995), p. 54.

[26] Rothbard, Man, Economy and State, p. 355. [El hombre, la economía y el estado]

[27] Gary S. Becker, “Why So Many Mice are Roaring”, Business Week (7 de noviembre de 1994), p. 20.

[28] Rothbard, Man, Economy and State, p. 80. [El hombre, la economía y el estado]

[29] William F. Buckley, Jr., “M.N. Rothbard, RIP”, National Review, 6 de febrero de 1995, p. 19.

[30] Rothbard, Man, Economy and State, p. 806. [El hombre, la economía y el estado]

[31] Murray N. Rothbard, “How to Desocialize?” en The Economics of Liberty, ed. Llewellyn H. Rockwell, (Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute, 1990).

[32] Murray N. Rothbard, “A Radical Prescription for the Socialist Bloc”, en The Economics of Liberty, ed. Llewellyn H. Rockwell (Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute, 1990), p. 343.

[33] Rothbard, “How to Desocialize?”, p. 340.

[34] Rothbard, “How to Desocialize?”, pp. 339-340.

[35] Karl Marx, Socialism: Utopian and Scientific, Selected Works (Nueva York: International Publishers, 1969), p. 429.

[36] Curiosamente, fue la primera revolución científica de la segunda mitad del siglo XIX y el inicio del siglo XX la que proporcionó los requisitos tecnológicos necesarios para la aparición de estados multinacionales e imperios coloniales. “La mejora de la capacidad de comunicarse a lo largo de grandes distancias y el poder de hacer un uso privilegiado de monopolio de las nuevas técnicas de comunicación estuvieron entre las características significativas más importantes del estado científico moderno. Desde Roma y la antigua China en adelante, los imperios siempre habían apreciado la importancia de crear líneas rápidas y eficientes de comunicación desde el centro hasta las fronteras del imperio. La posesión de esta nueva capacidad , no menos que el impulso capitalista en busca de mercados o materias primas, puede explicar la tendencia de los estados industrializados en el siglo XIX a expandir sus imperios en tierras lejanas”. Susan Strange, States and Markets, Segunda Edición (Londres: Pinter Publishers, 1994), p.126.

[37] Ver R.J. Barry Jones, Globalisation and Interdependence in the International Political Economy. Rhetoric and Reality (Londres: Pinter Publishers, 1995), pp.167-168.

[38] Estos pensamientos los expresa Rothbard de la manera más fascinantemente “rothbardiana” posible. Le recuerdo diciendo que “los trabajadores y campesinos de Rusia deberían implantar un viejo lema leninista: ‘La tierra para los campesinos. Las fábricas para el trabajador’ y probablemente enmendarlo con uno nuevo: ‘Los burós para los burócratas’. Dejemos que la nomenklatura comunista privatice máquinas de escribir, grapadoras y teléfonos tan abundantes en las mesas de los aparatichiks soviéticos”.

[39] Rothbard, “A Radical Prescription”, p. 346.

[40] Rothbard, “A Radical Prescription”, p. 343.

[41] “El gobierno de la ciudad de Moscú esta abrumado por las quejas de los propietarios colectivos que, en lugar de aumentar el surtido y mejorar el servicio, están aumentando los precios y rebajando las horas de trabajo y añadiéndose vacaciones adicionales”. Moskovskiye Novosti, Nº 44 (1 de noviembre de 1992), p.14.

[42] Rothbard, “A Radical Prescription”, p. 345.

[43] Se han expresado distintos puntos de vista con respecto a la urgencia de la privatización y especialmente con respecto a cómo deberíamos realizarla. Por ejemplo, en la República Checa, primer ministro Vaclav Klaus ha declarado enfáticamente que “la burocracia estatal no tiene ninguna ventaja comparativa a la hora de reestructurar empresas: esta actividad debería dejarse a los nuevos dueños privados”. Ver Farid Dhanji, “Transformation Programs: Content and Sequencing”, American Economic Review Vol. 81 Nº 2 (1992), p. 326.

[44] Rothbard, “A Radical Prescription”, p. 342.

[45] Banco Mundial, Transition, Vol. 5, Nº 9 (Noviembre-Diciembre de 1994), p.2.

[46] Rothbard, “A Radical Prescription”, p. 343.

[47] The Economist, 19 de noviembre de 1994.

[48] Banco Mundial, Transition, Vol. 6, Nº 4 (1995), p. 18.

[49] V. Davituliani, Crossroads. A Monitor of Post-Soviet Reform, Vol. III, Nº 1 (1994), p. 3.

[50] Izvestia (14 de febrero de 1992), p. 3.

[51] Steven Rosefielde, “Russia’s Economic Recovery Potential: Optimizing the Residual Productivity of the Soviet Capital Stock”, Comparative Economic Studies, Vol. 36, Nº 4 (1994), p. 136.

[52] Cf. “Neatkari’ga’ Ci’n’a” (Riga), 16 de noviembre de 1994.

[53] Banco Mundial, Transition, Vol. 6, Nº 4, 1995, p. 18.

[54] RFE/RL Daily Report, No. 218, 17 de noviembre de 1994.

[55] John M. Litwack, “Legality and Market Reforms in Soviet-Type Economies”, en The Road to Capitalism. Economic Transformation in Eastern Europe and the Former Soviet Union, ed. David Kenneth and Marc Lieberman (Fort Worth: The Dryden Press, 1992), p. 116.

[56] Moscow News, No. 34 (26 de agosto-1 de septiembre de 1994), p. 14. Es prácticamente imposible realizar ninguna comparación cuantitativa de la dinámica de la actividad penal: las estadísticas fiables sobre delitos no existen. Los encargados de la propaganda inventarán estadísticas criminales sin ninguna relación con la realidad. “No las falsificamos, las inventamos” fue la respuesta que recibí a una pregunta plantada a un estadístico importante del Ministerio del Interior en Moscú. Las estadísticas eran y son un arma de la guerra ideológica, así como en las batallas por el poder dentro del país.

[57] Samuel P. Huntington, Political Order in Changing Societies (New Haven: Yale University Press, 1968), p. 59. [El Orden Político en las Sociedades en cambio]

[58] Ver, por ejemplo, “Pray for the Russians, But Don’t Invest There”, Milwaukee Sentinel (31 de octubre de 1994), p. B1.

[59] Ella Pamfilova, Crossroads. A Monitor of Post-Soviet Reform, Vol. III, Nº 1 (1994), p. 2.

[60] Rothbard, Man, Economy and State, p. 879. [El hombre, la economía y el estado]

[61] Murray N. Rothbard, “The Freedom Revolution”, en The Economics of Liberty, ed. Llewellyn H. Rockwell (Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute, 1990), p. 319.

[62] Yuri N. Maltsev, “The World’s Best Government?” The Journal of Commerce, 12 de septiembre de 1994.

[63] Yuri N. Maltsev, “The World’s Best Government?” The Journal of Commerce, 12 de septiembre de 1994.

[64] Burton S. Blumert, in Murray N. Rothbard. In Memoriam, ed. Llewellyn H. Rockwell, Jr. (Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute, 1995), p.63.

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