Un BCE desesperado quiere eliminar la «única gracia salvadora» de la Eurozona

0

Economistas, inversores conservadores y observadores del mercado han estado emitiendo serias advertencias durante años sobre el severo impacto de la actual dirección de la política monetaria.

Los problemas del BCE

En una declaración reciente, el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos, advirtió sobre los posibles efectos secundarios y riesgos para la economía derivados directamente de las políticas del banco central. Destacó que una década de intervenciones monetarias extremadamente agresivas ha resultado en una erosión de la estabilidad financiera y ahora representa una amenaza para las perspectivas económicas de la eurozona. Si bien defendió la estrategia de tipos de interés negativos del banco como «apoyo» a la economía en general, admitió que, debido a ello, «también observamos un aumento de la asunción de riesgos que podría, a medio plazo, crear retos de estabilidad financiera».

Este es un punto que también se puso de relieve en la última revisión de la estabilidad financiera del BCE, en la que se constató que los tipos de interés ultra-bajos han provocado una excesiva asunción de riesgos, principalmente por parte de los fondos de inversión, las aseguradoras y algunos mercados inmobiliarios, lo que ha generado considerables problemas de estabilidad en el futuro. El informe identificó cuatro amenazas principales para la estabilidad financiera del bloque: la fijación de precios erróneos de los activos, que prepara el terreno para una corrección, el sobreendeudamiento corporativo, que plantea problemas de sostenibilidad de la deuda, la rentabilidad peligrosamente débil del sector bancario, que conduce a un aumento de la asunción de riesgos, y los riesgos excesivos asumidos en el sector financiero no bancario, que podría estar enfrentándose a «desafíos de rentabilidad y solvencia».

Aunque nada de esto es nuevo para el inversor responsable y para el lector que entiende la historia monetaria y las consecuencias inevitables de intentar torcer por la fuerza las leyes económicas básicas, sigue siendo sorprendente que el BCE lo reconozca públicamente. El momento es aún más sorprendente, ya que el informe, en el que se describen los riesgos asociados a la actual dirección de la política monetaria, se publicó muy poco después de que el banco anunciara su decisión de duplicarla, reduciendo aún más los tipos de interés y lanzando una nueva ronda de medidas de flexibilización cuantitativa (QE).

La «solución» de Lagarde

Mientras que el BCE parece estar reconociendo finalmente las limitaciones y los terribles efectos secundarios de sus propias «curas» monetarias, y mientras la economía de la eurozona continúa luchando, el enfoque de los planificadores centrales parece estar cambiando hacia otras medidas y herramientas con la esperanza de una reactivación del crecimiento. Su «solución» es que los gobiernos apliquen medidas fiscales y traten de estimular la lenta economía de la zona del euro a través del gasto.

Un gran ejemplo de esta «reorientación» fue dado por Christine Lagarde a finales de noviembre. En su primer discurso importante desde que asumió la presidencia del BCE, no hizo ningún comentario sustantivo ni hizo referencia al papel del propio banco central, ni a una revisión real de la política monetaria para ayudar a sostener la debilitada economía de la zona del euro. En cambio, se concentró en lo que pueden hacer los Estados miembros y en el papel que debería desempeñar el aumento de la inversión pública en el futuro. Destacó que la política monetaria «no puede y no debe ser el único juego en la ciudad», e instó a los gobiernos europeos a aumentar el gasto. También sostuvo que lo que la UE necesita para aumentar la productividad es una mayor integración en diversos ámbitos, incluidos los mercados de capitales y el sector bancario.

Se puede argumentar que la única gracia salvadora de la estructura económica y monetaria profundamente problemática de la zona euro es el hecho de que al menos algunos de los Estados miembros, a través del margen presupuestario que ofrece el sistema, gestionaron sus finanzas de una manera comparativamente responsable. Ahora bien, son esos Estados los que están en la mira del BCE, como lo demostró la Presidenta Lagarde al señalar a «países con superávit presupuestarios crónicos como los Países Bajos y Alemania» y criticarlos por no gastar lo suficiente. Hay mucho apoyo para esta posición, ya que muchos están considerando esos excedentes como una forma de salir de la sobreabundancia económica en la que se encuentra actualmente el bloque. Como dijo claramente el ministro francés de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, en septiembre: «¿De qué sirve tener las cuentas públicas perfectamente en orden… si sus vecinos europeos no pueden beneficiarse de su crecimiento y dinamismo económico?

Por supuesto, el inversor sano puede ver inmediatamente los muchos peligros que existen en esta dirección. Además de los excesos monetarios, ahora también se está preparando el camino para los fiscales. Por absurdo que parezca, la solución de los banqueros centrales para sus preocupaciones sobre el sobreendeudamiento y la inestabilidad financiera –a las que han admitido haber dado lugar sus propias políticas– es alentar a los muy pocos Estados miembros con presupuestos estables a que se desestabilicen a sí mismos. En un momento como éste, cuando la próxima recesión está a la vuelta de la esquina y cuando al BCE le queda poca o ninguna munición para combatirla, parece claro que los estados individuales que «mantuvieron su pólvora seca» fiscalmente estarían mejor posicionados para tomar medidas contra los efectos de la desaceleración. Criticar la disciplina y los superávit presupuestarios y promover el gasto y una mayor integración es una estrategia que sin duda será muy contraproducente y que sólo servirá para exacerbar el impacto de la desaceleración económica.

Este enfoque también pone de relieve la miopía institucional en la cúspide de la zona euro. Después de no haber aprendido nada de los errores de la última recesión, es muy probable que las «curas» que se están prescribiendo para la próxima vengan con efectos secundarios aún peores. Por lo tanto, es evidente que corresponde al inversor individual y al ahorrador preparar y proteger su patrimonio de los riesgos que se avecinan.

Publicado originalmente en Pro Aurum. Republicado de ClaudioGrass.ch.

El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email