La Teoría Austríaca del Ciclo Económico… casi para niños

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El banquero entró sin decir nada.

—¿Qué te trae por aquí, Crucius? No tienes muy buena cara.

“Ni tú muy buena memoria”.

—Llevo varios días sin comer —respondió, sin aludir todavía a las 5000 espurias prometidas.

—¿Penitencia por culpabilidad? —dejó caer İhanet como si nada mientras cerraba la puerta y acompañaba al banquero hasta una silla, sentándose ella en otra a su lado.

—No hay nada de lo que me sienta culpable —contestó intentando no entrar al trapo, y rápidamente añadió—: ¿Me podrías dar algo de comer, por favor?

—Pues no me queda gran cosa… Gracias a vuestros estropicios económicos son muchos los que no tienen dónde dormir, y los que apenas tenemos ya nada para comer.

—Insisto en que no hay nada de lo que me sienta culpable —repitió Crucius, gruñendo de ira mientras su estómago lo hacía de hambre.

El banquero pensaba que, de haber un culpable, sería la propia İhanet o su hermano —que le había robado las 20000 espurias—, impulsándole a poner en marcha la estafa piramidal.

Solo que, siendo él completamente inocente, era quien pagaba y pisaba los platos rotos.

—Vaya, pues yo me sentiría mal si hubiese matado la economía así, de un plumazo, junto con el resto de banqueros… qué suerte tienes de ser una persona tan fuerte y tan indiferente a las críticas de toda la sociedad en su conjunto.

Crucius clavó los dedos en sus piernas, porque apenas había entrado en casa de İhanet, y ya le estaba machacando el orgullo a unos límites muy por encima de lo que podría soportar cualquier persona obligada a dormir en un banco.

—İhanet, no me toques los cojones; yo no he “matado” la economía… Como ya te expliqué hace meses, si los precios suben es porque la gente tiene más dinero y compra más. Si los banqueros no lo hubieran prestado, la gente compraría menos y los precios estarían más bajos, pero en proporción sería lo mismo. Las matemáticas no engañan, y yo todos los cálculos los ejecuto siempre rápido y bien.

—¿Cuando dices que “ejecutas” los cálculos rápido y bien te refieres al modo en que “los clavas”? Aunque, desde luego, muchos no has podido hacer si no te han servido para darte cuenta de que el dinero que han prestado, no se lo han prestado por igual a toda la gente, y por lo tanto los precios han aumentado sin que todo el mundo tenga más dinero.

“¿Pero aquí quién cojones es el banquero, tú o yo…?” —pensó Crucius, sin entender por qué aquella tipeja con complejo de omnisciencia intentaba aleccionarlo.

—A ver, otra vez con la misma gilipollez… que matemáticamente da lo mismo… Lo que dejen de comprar unos por falta de dinero, lo comprarán otros. Es decir, que si antes todas las personas podían comprar 2 barras de pan ahora, al subir los precios, habrá algunas que solo puedan pagar 1, mientras otras se lleven 3. Pero si antes se vendían las 100 barras de pan ahora se seguirán vendiendo las mismas, solo que más caras.

—Muy bien, Crucius, sin darte cuenta acabas de decirme cómo habéis arruinado a la mitad de la población. De todos modos empiezo a pensar que el problema no es que ahora exista más dinero que antes… Creo que el problema es que ahora existen menos panes.

“El problema real es que cada vez existen más putas ladronas”.

—¿Y a mí qué cojones me estás contando? —preguntó Crucius bruscamente, molesto porque la mujer no se conformara con tacharle de mentiroso y estafador, sino que para colmo quisiera culparle de la escasez de alimentos.

—Que igual, como la gente ha estado comprando tanto pan y alimentos con el nuevo dinero que ponían en circulación los bancos; los vendedores empezaron a ganar más dinero que los recolectores y agricultores, y por eso se han ido del campo.

—¿Pero qué cojones estás diciendo, İhanet? Si los vendedores venden más, entonces los agricultores tienen que producir más. Todo el mundo sabe que el consumo incentiva la producción.

—Bueno, Crucius, todo el mundo puede estar equivocado.

“¡Oh… Alabada sea İhanet, que nos la envía Nestorio para hacernos ver lo malo que es el consumo, mientras predica con el ejemplo robando una maleta con 20000 espurias!” —pensó Crucius, refiriéndose al profeta cuyo nombre usaba para hacer sus chistes malos, después de que de niño le pegasen varias veces por utilizar el nombre de Dios en vano.

—Claro que sí, İhanet, qué cosas tengo… ¿Cómo he podido pensar que estuvieras equivocada tú? Sin duda lo estamos todos los demás que, como somos gilipollas, creemos que el consumo de pan incentiva a los agricultores a plantar más trigo —respondió el Señor da Morte sarcásticamente.

—Crucius, cielo, ¿no te das cuenta de que cuando una persona va a comprar el pan no le está pagando al agricultor, sino al panadero?

—Sí, İhanet, pero luego el panadero le paga al molinero cuando compra harina para hacer pan, y el molinero a su vez le paga al agricultor cuando le compra el trigo —respondió Crucius, ya exasperado.

—O igual el panadero empieza a ganar mucho más dinero de repente, pero en lugar de comprar mucha más harina con ese nuevo dinero, decide guardarse la diferencia y seguir comprando la misma cantidad que antes. ¿No ves que entonces los molineros y los recolectores no reciben ese nuevo dinero, y ganan menos que el panadero a nivel comparativo?

“Aquí la única que gana menos que el panadero a nivel comparativo es tu puta madre”.

—İhanet, amor… No he venido hasta aquí para discutir contigo, ni para ver cómo te haces las pajas mentales con tu entretenida visión de la economía dominó, solo quier…

—Comer, ya lo sé —adivinó İhanet, para lo cual solo bastaba con ver al pobre Crucius, que sudaba encogido en la silla, pálido como un muerto—. Pero quiero que veas que si tú y el resto de banqueros empezáis a dar certificados a vuestros depositantes, y estos pagan con ellos en las tiendas mientras a su vez prestais o regalais su dinero a otras personas que también lo utilizan en las mismas tiendas; y justo dos meses después… ¡oh, casualidad! empiezan a subir los precios y a faltar los alimentos en el mercado, tal vez sea para que te plantees si ha sido cosa vuestra o solo lo parece.

Fragmento de la novela «Copia de un libro para enfermos» (Unión Editorial).


Fuente.

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