Cómo los confinamientos del COVID-19 aumentarán el resentimiento a los ancianos

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En un artículo para el LA Times a principios de este mes, Laura Newberry sostiene que el pánico de COVID-19 ha «amplificado» el edadismo en los Estados Unidos. Es probable que esto sea cierto, sin embargo, el artículo pasa por alto la verdadera causa.

Ciertamente, el edadismo es un problema para muchas personas. Crímenes reprobables como el abuso de ancianos merecen nuestra atención. Gracias a nuestra sociedad altamente móvil, menos gente pasa tiempo con sus padres o abuelos ancianos. Esto ha reducido en muchos casos el grado en que los ancianos son considerados como miembros importantes de la sociedad.

Pero no está claro por qué la presencia de COVID-19 debería amplificar todo esto. Los ancianos siempre han sido más susceptibles a las enfermedades y a la discapacidad. En los años de mala gripe, ¿declaramos que las muertes adicionales «amplifican el edadismo»? No parece haber sido así. Si queremos entender realmente cómo el pánico de COVID-19 amplificará el edadismo, no necesitamos mirar más allá de la política de los confinamientos económicos forzados por el gobierno.

¿Cómo es que los confinamientos aumentan el edadismo? Porque muchos perciben la actual crisis económica, con un desempleo récord, como el resultado de un conjunto de políticas diseñadas para proteger a los ancianos a expensas de los trabajadores más jóvenes, los padres, los estudiantes y las familias.

Después de todo, la mayoría de la gente es consciente de que la COVID-19 es una enfermedad de mayor riesgo para los ancianos. En muchos estados, por ejemplo, el cincuenta por ciento de las muertes se han producido en residencias de ancianos. El 80 por ciento de las muertes se producen entre personas mayores de 65 años.

Sin embargo, en lugar de aislar a estas poblaciones, los políticos han decidido echar a millones de personas del trabajo, destruir empresas y cerrar una multitud de instituciones sociales como escuelas e iglesias. Gracias a esto, el abuso de niños ha aumentado, el abuso de drogas ha aumentado, y el desempleo probablemente llevará a más sobredosis de drogas y más suicidios.

No es difícil para muchos llegar a la conclusión de que el suyo es un caso de gobiernos que eligen ganadores y perdedores: los ancianos temen a la enfermedad y a la muerte. Los políticos, a su vez, consienten a los ancianos, que son un poderoso grupo demográfico que vota en mayores proporciones que cualquier otro grupo de edad. Los ganadores aquí, por lo tanto, son los ancianos que parecen tener el oído del gobierno. Los perdedores, mientras tanto, son: padres de mediana edad que pierden sus trabajos, veinteañeros que no pueden formar una familia, niños que no pueden asistir a la escuela, estudiantes universitarios que pagan miles de dólares por clases de Zoom de tercera categoría, drogadictos a los que se les ha cortado el apoyo que necesitan, y todos los que necesitan servicios médicos «optativos» no relacionados con COVID-19.

Es natural que esta batalla política percibida sobre los cierres económicos lleve a un aumento del resentimiento hacia los ancianos. Y cuanto más grande sea la miseria económica, peor será el edadismo. Las cifras de desempleo de abril fueron desalentadoras. Las de mayo pueden ser incluso peores. La ola de desahucios y embargos no ha tenido oportunidad de materializarse todavía. En las mentes de los nuevos sin techo y desempleados, ellos y sus familias están viviendo en su coche porque la economía fue destruida en nombre de la protección de los residentes de los asilos. Los niños están viendo sus vidas desarraigadas y sus futuros en peligro porque los votantes ancianos exigieron que el Gobernador Fulano de Tal presionara el botón de pánico.

Correcto o no, muchos llegarán a esta conclusión.

Es una forma de discriminación por edad, supongo, pero no es completamente infundada. La política es generalmente un juego de un grupo que utiliza el poder coercitivo del estado para extraer beneficios a expensas de otros. Si los ancianos se benefician de los confinamientos (lo cual puede o no ser el caso) entonces estos beneficios vienen a expensas de otros, generalmente gente más joven.

Esto no producirá sentimientos cálidos hacia los ancianos.

Por supuesto, no todos los ancianos quieren los cierres o los han pedido alguna vez. Muchos se oponen activamente a ellos. Pero la política no se trata de matices o de evaluar casos individuales. Se trata de explotar a algunos grupos en nombre de ayudar a otros. Al final, los políticos son los que más se benefician.


Fuente.

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