Defensa de la ética argumentativa contra Brennan y Rallo

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Cada sociedad debe establecer un sistema de normas sobre el control de los recursos para lidiar con posibles conflictos debido a la escasez y posible complementariedad de uso de estos. Todo conflicto interpersonal nace por la escasez de recursos, sea la del propio cuerpo de uno —quizás tú quieres que use mi cuerpo en una relación amorosa contigo, pero yo lo quiero usar para otros fines—. El ser humano siempre actúa, como explica el axioma de la acción, para satisfacer unas necesidades empleando unos medios. Estos medios son recursos escasos, por lo que el conflicto es una parte inherente de las sociedades humanas. Por tanto, nace la necesidad de establecer un sistema ético que dé respuestas a los conflictos sobre la escasez de recursos.

El libertarismo es una filosofía política que lidia con el uso legítimo de la fuerza en relaciones interpersonales. La ética libertaria defiende que la agresión, el inicio de violencia hacia la propiedad privada ajena, siempre estará injustificada. Este es el principio de no agresión. Como Walter Block suele decir, existen muchas maneras de justificar este principio. Dentro de la tradición austrolibertaria, la justificación más apropiada es la ética argumentativa, al ser una extensión ética de la praxeología elaborada por Hans-Hermann Hoppe en The Economics and Ethics of Private Property y en A Theory of Socialism and Capitalism y desarrollada por Stephan Kinsella. La ética argumentativa es la mejor justificación ética que existe para los derechos de propiedad (ya que todo derecho es derecho de propiedad como decía Murray Rothbard en The Ethics of Liberty).

La ética argumentativa se basa en el hecho de que para poder decidir las normas políticas que regirán una sociedad, dos o más partes primero tendrán que empezar por defender su sistema ético. El tipo de defensa se puede presentar como una argumentación de por qué un sistema es justo o la imposición a la fuerza de este. De imponerse violentamente unas normas, ese sistema habrá perdido cualquier justificación por forzado mediante agresión y no basado en argumentos racionales. Si las dos o más partes entran en una argumentación sobre cuál es el mejor sistema ético, necesariamente cada parte de la argumentación tiene que reconocerse a sí misma y a las otras y los argumentos de cada uno como propios del individuo que los ha postulado. Se entiende más claro con dos personas. Si A y B debaten sobre el mejor sistema ético, necesariamente A se tiene que reconocer a sí mismo como individuo capaz de argumentar y escuchar los argumentos de B, y reconocer a B como individuo para poder saber que esos sonidos son los argumentos de B. Lo mismo B. Y esto es necesariamente así, incluso si A y B viviesen en el jardín del Edén donde hubiese recursos infinitos, seguiría habiendo dos finitos, el cuerpo de A y de B. Quizás A quiera usar el cuerpo de B para unos fines y B quiera usar su propio cuerpo para otros. En el momento en el que se diese un debate entre ambas partes para decidir quién tiene la legitimidad sobre el uso del cuerpo de B, A debería aceptar los argumentos de B como propios de B, por lo que aceptaría implícitamente la propiedad B sobre su cuerpo. Este es el planteamiento de lo que Hoppe llama el ‘a priori de la argumentación’, el cual su propia negación te llevaría a aceptarlo porque estarías argumentando en su contra y por tanto cayendo en una contradicción performativa.

Las conclusiones de este a priori es que cualquier propuesta de sistema ético que no respete la propiedad privada es nula ya que se contradice: alguien defendiendo ese sistema debe reconocer su propiedad privada sobre su cuerpo y la de los receptores del mensaje a pesar de estar defendiendo un sistema contrario a la propiedad privada. La conclusión natural es que el único sistema político justo y excusable es el anarcocapitalismo. Esto no significa un sistema de gobierno concreto, sino cualquier sistema de adscripción voluntaria, aceptado sin agresión.

El pasado 28 de agosto tuve un debate con Juan Ramón Rallo en Twitter sobre si el axioma de la acción era una verdad absoluta y si, por tanto, los praxeólogos somos dogmáticos o no. Contestó a uno de mis comentarios sobre el a priori de la argumentación con un artículo de Jason Brennan prometiendo desmontar la ética argumentativa en 60 segundos. Brennan habla de liberty y claim rights, siendo los liberty rights, algo así como los permisos para actuar y los claim rights, obligaciones de otros hacia mí. Según Brennan, la ética argumentativa solo explica como mucho los liberty rights cuando la teoría libertaria de propiedad se centra en los claim rights, o el derecho de exclusión de mi propiedad porque el poder argumentar demuestra que tengo libertad para eso y para pedir derechos, no tanto como para obligar a terceros a respetar mis derechos. Pero Brennan y seguramente Rallo también al enlazar el artículo sin ninguna matización erran en entender la ética argumentativa de una manera superficial y unilateral. Los claim rights son intrínsecos a la ética argumentativa porque necesariamente para argumentar no solo tienes que presuponer que lo que dices sale de tu cuerpo, sino que lo que dice el otro sale del suyo y que le quieres convencer sin violencia. Es decir, que la otra parte o las otras partes de la argumentación tienen su propia propiedad privada, la cual tú tienes que asumir para poder argumentar con ellos, la cual respetas para poder argumentar (ya que si no, habría imposición por la fuerza) y presupones lo mismo de la otra parte hacia ti. Es decir, argumentando asumes unas obligaciones tuyas hacia el otro, no agredir e intentar persuadir mediante argumentos, que el otro asume también hacia ti; por lo que cualquier argumento entre dos o más personas presupone claim rights entre las partes, las cuales al argumentar cualquier cosa salvo una ética de la propiedad privada se estarían contradiciendo.


El artículo original se encuentra aquí.

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