Fascismo: ¿de qué estamos hablando?

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Fascismo: ¿de qué estamos hablando?

El concepto de fascismo ha sido una de las palabras menos comprendidas y peor utilizadas por muchas personas. Es un concepto que ha adquirido una elasticidad tal que en nuestros días significa cualquier cosa. Lo que me propongo en este artículo es aclarar el significado de este concepto para así terminar con el mal uso que se le ha dado a esta palabra. En suma, desde mi punto de vista, el fascismo no era ni de “izquierdas” ni de “derechas”, aunque podía compartir características de ambas. El fascismo se caracterizó por lo siguiente: anti-liberalismo, anti-individualismo (colectivismo), anti-economía de libre mercado, nacionalismo extremo, racismo, refundacionalismo (creativo ex nihilo, cerrar un nuevo mundo, un nuevo ser humano y una nueva cultura)

Para abordar este tema se hace necesario hacer un uso adecuado del lenguaje, de lo contrario estaríamos actuando igual que Humpty Dumty cuando dice a Alicia: “Cuando yo uso una palabra… quiere decir lo que yo quiero que diga…ni más ni menos...”. Una vez que se comprenda el concepto de fascismo, el lector podrá constatar que en realidad Hugo Chávez tenía más rasgo de fascista que cualquiera de los dictadores militares de Latinoamérica durante la guerra Fría. Además el lector podrá advertir que el fascismo no es un fenómeno ligado a la derecha sino que más bien constituye un híbrido político que hace difícil clasificarlo correctamente.

En Chile el término fascismo o el calificativo de “facho” suele aplicarse a personas pertenecientes a la derecha política, específicamente a quienes apoyaron la dictadura militar de Augusto Pinochet. El  problema es que tal uso que se hace de la palabra fascismo por parte de muchas personas (por ejemplo en Twitter) obedece a la profunda ignorancia que existe sobre el significado del concepto de fascismo. Pinochet y su régimen pueden recibir otros muchos calificativos, pero tildarlo de fascista es un error monumental. Ni el fascismo ni el nazismo fueron ideologías de derechas y menos aún fueron conservadoras. Al respecto escribe Robert O. Paxton:

“…los fascistas eran claros en una cosa: ellos no estaban en el centro. El desprecio que inspiraba a los fascistas el centro blando, complaciente y dispuesto a llegar a soluciones de compromiso era absoluto…La reacción fascista básica ante el mapa político izquierda-derecha era proclamar que lo habían dejado obsoleto al no ser ‘ni derecha ni izquierda’, trascendiendo  esas divisiones anticuadas y uniendo a la nación[1].

El fascismo italiano y uno de sus principales rasgos, el Estado corporativo, pretendía ser una alternativa al capitalismo y al estatismo socialista. En palabras de Norberto Bobbio:

“Junto al Estado ético de los conservadores y al Estado imperio de los extremistas, aparece poco a poco y finalmente adquiere la primacía el Estado corporativo: las corporaciones son de hecho los órganos destinados a conciliar los intereses opuestos, a obtener la colaboración de las clases opuestas en nombre del interés superior de la nación. El Estado corporativo elimina la anarquía del Estado liberal sin caer en el despotismo del Estado comunista. Ni dictadura de la burguesía, ni dictadura del proletariado, sino, para decirlo de algún modo, dictadura de aquel ente superior a las clases opuestas que es la nación. El Estado corporativo  es también, por lo tanto, el Estado nacional[2].

El mismo Eduardo Frei Montalva se vio influenciado por esta idea del Estado corporativo. Frei definió el corporativismo como “aquella tendencia que propicia una organización corporativa de la economía, que descongestionando el Estado, quitándole el control absoluto e irresponsable de la producción, entregue las funciones económicas a las profesiones organizadas”[3].

Sucede que el fascismo fue un concepto manipulado hábilmente por el régimen socialista de Stalin (y los comunistas posteriores), el cual fue reactivado cuando el líder socialista fue traicionado en 1941 por Adolf Hitler. Desde ese momento, como explicaba François Furet, el “antifascismo” se transformó en el estandarte de lucha del comunismo internacional. En aquella época quien se declaraba anticomunista pasaba inmediatamente al bando fascista, de manera que no se podía ser anticomunista y antifascista simultáneamente. Pero en realidad el Comintern (Internacional Comunsita) ya había desarrollado una interpretación marxista-leninista del fenómeno del fascismo en la década de 1920. Tal interpretación (ortodoxia impuesta desde Moscú)  concebía la existencia de una estrecha relación instrumental entre el fascismo y el capitalismo, en donde la esfera política se encontraba subordinada a la esfera económica, lo que se traducía en que el fascismo venía a consolidar y a asegurar el predominio del sistema capitalista en su “fase imperialista” (idea de Lenin). Otros marxistas “heterodoxos” como Otto Bauer o August Thalheimer discrepaban de esta interpretación, puesto que no consideraban el fascismo como un estadio final del desarrollo del capitalismo, siendo más bien uno de las variadas formas posibles de la crisis de este sistema económico. Otras interpretaciones como la de Poulantzas (influenciado por Gramsci) otorga al fascismo un grado de autonomía del “gran capital”. Sin embargo, la interpretación marxista es reduccionista y simplista, puesto que no alcanza a percibir la complejidad de la cosmovisión nacionalsocialista, la poderosa influencia de la figura de Hitler, la evolución de la relación del nazismo con la elite industrial y el “pensamiento económico” de Hitler y su rechazo del capitalismo financiero. Pensar que Hitler y la política nacionalsocialista eran una suerte de epifenómeno de la economía o de que actuaban en nombre de la consolidación del gran capital financiero, es no entender el nazismo y a Hitler. Como bien apuntó Ian Kershaw:

“De hecho, el finalmente autodestructivo impulso racional del régimen nazi sólo parece explicable a partir de estas premisas: cuanto más rápido el régimen perdía el control  y corría alocadamente hacia el abismo, mayor era el espacio para las iniciativas político-ideológicas desconectadas del potencial del sistema socioeconómico de reproducirse a sí mismo, hasta, finalmente, negarlo directamente”.

Tan provechoso fue este dispositivo “fascista” que incluso continuó siendo utilizado cuando el fascismo ya había desaparecido. Esta manipulación del lenguaje sigue aún en boca de muchos que usan el concepto de fascismo sin saber absolutamente nada la historia de este concepto. Para esta clase de personas fascismo = nazismo = dictadura militar de derecha = conservadurismo. Se tilda de fascista a George W. Bush o a Pinochet (¡incluso a Konrad Adenauer!), mientras que al parecer los regímenes de Evo Morales (y Álvaro García-Linera), Hugo Chávez, Nicolás Maduro y la cleptocracia castrista en Cuba, no parecen calificar para ser tildados con este termino. Esto obedece a la creencia de que el fascismo es un fenómeno relacionado con la derecha política, pero el problema con esta interpretación es que es falsa ya que tanto Mussolini (fascismo) como Hitler (nazismo) se mostraron como una alternativa que se alejaba tanto del capitalismo como del socialismo marxista. En cuanto a la identificación del fascismo con la dictadura militar, Paxton explica esto por el hecho de que los líderes fascistas militarizaron sus sociedades y situaron las guerras de conquista en el centro de sus objetivos. Añade el autor:

Pero mientras que todos los fascismos son siempre militaristas, las dictaduras militares no son siempre fascistas. La mayoría de los dictadores militares han actuado simplemente como tiranos, sin atreverse a desencadenar el entusiasmo popular del fascismo. Las dictaduras militares son mucho más comunes que los fascismos, porque no tienen ninguna conexión necesaria con una democracia fallida y han existido desde que ha habido militares[4].

Estas aseveraciones erróneas que identifican el fascismo con el capitalismo de libre mercado, con la derecha, con los conservadores y con los militares, también puede explicarse por el pragmatismo del fascismo y su capacidad adaptativa para lograr consolidarse en el poder. Eso lleva a afirmar a Paxton que nunca se ha conocido un régimen fascista ideológicamente puro, lo que hace aún más complejo estudiar esta clase de regímenes y más aún someterlas a una clasificación o adherirle un rótulo ideológico. Emilio Gentile escribió al respecto: “Para comprender la índole histórica del régimen fascista en su concreto devenir, es preciso tomar en consideración que consistió en una realidad heterogénea, en constante movimiento y en perenne cambio, bajo la acción de factores objetivos y subjetivos[5]. El fascismo hay que entenderlo en su contexto local, la Italia post Primera Guerra Mundial, así como en un contexto amplio, la Europa del período de entreguerras (1918-1939) Por su parte Norberto Bobbio también destaca que el fascismo es un fenómeno complejo y que en su estudio, los historiadores han llegado a distintas visiones. Por ejemplo, Bobbio explica cuatro interpretaciones del fascismo que menciono a continuación. La primer es la interpretación “de derecha” que consideraba al fascismo como un movimiento extraño y excepcional dentro de la historia de Italia. La segunda interpretación es la de la izquierda moderada o no radical, que señalaba que el fascismo no era un fenómeno excepcional en Italia sino que era el efecto de causas remotas, una manifestación visible de los vicios que hundían sus raíces en trastornos tradicionales y endémicos de la sociedad italiana. La tercera interpretación es la marxista que ve en el marxismo como una reacción violenta de la clase burguesa ante la amenaza de una potencial toma del poder por parte de las clases populares. Una cuarta interpretación afirmaba que el fascismo era la reacción de la “pequeña’ burguesía frustrada que se sentía como una víctima dentro del duelo entre la gran burguesía y el proletariado. De acuerdo a Bobbio cada una de estas interpretaciones capta algo del fascismo, por lo que este concepto no puede ser reducido a una única interpretación.

El concepto

Comencemos por explicar el concepto de fascismo. Como explica Paxton la palabra fascismo tiene su raíz en la palabra “fascio”, que literalmente significa “gavilla” o “haz”. Se trataba de un símbolo consistente en un haz de varas con un hacha encajada en él, el cual era llevado por los magistrados romanos en las procesiones públicas para indicar la autoridad y la unidad del Estado. Continúa explicando Paxton que este símbolo de los fasces romanos fue adoptado por la izquierda: “Marianne, símbolo de la República francesa, solía representarse en el siglo XIX portando los fasces para simbolizar la fuerza de la solidaridad republicana contra sus enemigos, los clericales y los aristócratas[6]. El símbolo en cuestión evocaba en el siglo XIX la solidaridad de los militantes comprometidos con una causa.

Como explica Paxton, fue hacia el final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) cuando Mussolini acuñó el término “fascismo” para describir el talante del pequeño grupo de ex soldados nacionalistas y revolucionarios sindicalistas. Pero fue el domingo 23 de marzo de 1919 cuando el fascismo nace de manera oficial y da a conocer su programa político, económico y social. Al respecto escribe Paxton:

El programa fascista, emitido dos meses después, era una mezcla curiosa de patriotismo de veteranos y experimento social radical, una especie de ‘socialismo nacional’. En el aspecto nacional, pedía la materialización de los objetivos expansionistas italianos en los Balcanes y en el Mediterráneo, que acababan de verse frustrados unos meses atrás en la Conferencia de Paz de París. El aspecto radical, proponía el sufragio femenino y el voto a partir de los dieciocho años de edad, la abolición de la cámara alta, la convocatoria de una asamblea constituyente que redactase una nueva constitución para Italia…la jornada laboral de ocho horas, la participación de los trabajadores en el ‘manejo técnico de la industria’, la ‘expropiación parcial de todo tipo de riqueza’ a través de un gravoso impuesto progresivo sobre capital, la expropiación de ciertas propiedades de la Iglesia y la confiscación del 85 por 100 de los beneficios de guerra[7].

A continuación cito el “Programa de San Sepolcro” de Mussolini:

Programa de San Sepolcro

 ¡Italianos! He aquí, el programa de un movimiento puramente italiano. Revolucionario por ser anti dogmático y anti demagógico; fuertemente innovador por ser anti-prejuicioso. Nosotros ponemos la valorización de la guerra revolucionaria por encima de todo y de todos. Los otros problemas: burocracia, administración, jurídicos, escolares, coloniales, etc. Los delinearemos cuando organizamos la clase dirigente.

Por esto: NOSOTROS QUEREMOS:

Para el problema político:

1-El sufragio universal con escrutinio de listas regionales con una representación proporcional, el derecho de voto y que puedan ser elegidas las mujeres.

2- La disminución de la edad mínima a 18 años y la de los diputados, a 25 años.

3- La abolición del Senado.

4-La convocatoria de una Asamblea nacional por un plazo de tres años, cuya primera tarea será la de establecer la forma constitucional del Estado.

5-La formación de un Consejo Nacional de trabajadores técnicos, de la industria, del transporte, la higiene social, de las comunicaciones etc. Electo por la colectividad profesional o por ocupación, con poderes legislativos y derecho de elegir un comisario general con poderes de Ministro.

Para el problema social: NOSOTROS QUEREMOS:

1-La promulgación de una ley de Estado que dé a todos los trabajadores una jornada legal de ocho horas de trabajo.

2-Salarios mínimos.

3-La participación de los representantes de los trabajadores en el funcionamiento técnico de las industrias.

4-La administración de las industrias y servicios públicos por las mismas organizaciones proletarias (cuando éstas sean dignas de ello, moral y técnicamente).

5-La rápida y completa sistematización de los servicios ferroviarios y todas las compañías del transporte.

6-Una modificación necesaria del proyecto de ley de seguridad de invalidez y de jubilación, en que se disminuya el límite de edad propuesto de 65 a 55 años.

Para el problema militar: NOSOTROS QUEREMOS:

1-La creación de una milicia nacional con breves periodos de instrucción con un rol defensivo.

2-La nacionalización de todas las fábricas de armas o explosivos.

3-Una política exterior nacional que sea puesta en valorización, en concordancia con la competencia pacífica de las civilizaciones, de la nación italiana en el mundo.

Para el problema financiero: NOSOTROS QUEREMOS:

 1-Un fuerte impuesto extraordinario sobre el capital con carácter progresivo que tenga la forma de una verdadera expropiación de todas las riquezas.

2-La confiscación de todos los bienes de las congregaciones religiosas y la abolición de todas las bulas episcopales que constituyen una enorme responsabilidad para la Nación y un privilegio para unos pocos.

3-La revisión de todos los contratos de suministro en la guerra y el secuestro del 85% de las ganancias por la guerra.

El fascismo italiano, al igual que el nacionalsocialismo alemán (ver mi artículo), fue un ferviente crítico del sistema capitalista ya que este representaba el materialismo, individualismo competitivo, la indiferencia frente a la nación, la patria, etc. No es de extrañar que las políticas económicas del fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán tengan similitudes con las políticas económicas de regímenes como la Venezuela bolivariana o las propuestas económicas de “Podemos” en España.

                                                                     Programa de San Sepolcro

                                                                     Programa de San Sepolcro

Hacia una definición de fascismo

En la historia del estudio del concepto de fascismo existen autores que lo consideran como un fenómeno exclusivamente europeo, esto es, como señala Federico Finchelstein, un enfoque eurocéntrico. Como señala el mismo autor, están aquellos señalan que el fascismo constituye un fenómeno que, efectivamente, es  europeo pero que tuvo alcances globales. Así como el liberalismo y el marxismo, ambas ideología europeas, el fascismo traspasó las fronteras europeas, de manera que se pueden hablar del fascismo japonés, español e incluso latinoamericano (que tomó diversas formas: anti-imperialista, anti anglosajón, bolivariano, indigenista, católico) Por ejemplo tenemos el caso del partido fascista peruano Unión Revolucionaria, anti-liberal, anti-comunista y xenófobo (principalmente contra los inmigrantes japoneses)

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El historiador italiano, Enzo Traverso, basándose en los estudios de Mosse, Sternhell y Gentile señala cuatro aspectos básicos del fascismo. En primer lugar fue una revolución, puesto que quería construir una sociedad nueva. En segundo lugar fue una ideología reformuló el nacionalismo en contraposición al conservadurismo así como al liberalismo, de manera que el fascismo se mostraba como una vía alternativa a estas y al marxismo. En tercer lugar el fascismo fue una visión de mundo, puesto que su proyecto político se inscribió dentro d una visión de la historia, pretendía crear un “hombre nuevo” y se presentaba asnillos misma como el destino providencial de la nación, señala el autor italiano. En cuarto lugar, Traverso señala que el fascismo fue una cultura, puesto que se propuso transforma el imaginario colectivo, “modificar los estilos de vida, suprimir cualquier división entre vida privada y vida pública”. En suma, Traverso sintetiza señalando que el fascismo constituyó una revolución anti liberal, antimarxista, espiritual y comunitaria. Tenemos, pues que, siguiendo a Traverso, el fascismo, en contra de lo afirmado por Bobbio, tenía un proyecto coherente que se apropió de elementos preexistentes que logró fundirlos en una nueva síntesis. Dentro del fascismo vemos otra serie de componentes como el militarismo, el culto a la violencia, repudio del individualismo en favor del colectivismo y la adoración de la masa informe (la nación fundada en la raza) y la existencia de un líder carismático plebeyo, de origen no aristocrático que se transformaba en el líder dentro de este nuevo fenómeno de la sacralización de la política. En cuanto a su relación con el comunismo, Traverso explica que tanto Mosse como Sternhell se muestran absoluto desacuerdo en homologar amabas ideologías, tal como hizo, por ejemplo, Francois Furet. Para Mosse, lo únic que ambas ideologías tenían en común era su antiliberlaismo. Gentile traza una linea divisoria entre ambas ideologías señalando el marcado carácter nacionalista del fascismo frente al internacionalismo del comunismo. Por su parte, Sternhell señalaba que el fascismo constituyó una revolución psicológica, moral, política y cultural que no tenía como objetivo poner fin al capitalismo. Ahora bien es discutible esto último, puesto que el autor no explica qué entiende por capitalismo, y sabemos que Hitler era un ferviente crítico del mundo financiero y del capitalismo, y aspiraba a crear una Alemania autosuficiente. Por otro lado, si bien el comunismo en el plano de la teoría se proponía acabar con el capitalismo, en la práctica ninguno lo hizo (quizás lo más cercano a esto fueron los Jemeres Rojos) y más bien desarrolló un capitalismo de estado firmemente controlado por el Estado.

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¿Qué hay del fascismo y el nazismo? Ian Kershaw destaca la interpretación de una serie de historiadores alemanes occidentales, en virtud de la cual el nazismo sería un fenómeno “sui generis” de Alemania, es decir, único, producto de la historia prusiana-alemana. Pero esta singularidad se explica más aún por la figura misma de Adolf Hitler. En palabras de Kershaw: “Tan singular fue la contribución ideológica y política de Hitler a la formación y dirección del movimiento nazi y luego del estado nazi, que cualquier intento de rotular  el nacional socialismo como  fascismo (…) carece de sentido e implica, además, la trivialización de Hitler y del nazismo. Más bien, está tan intrincadamente entretejido el nacionalsocialismo con el ascenso, la caída, los objetivos políticos y la destructiva ideología de esa personalidad única, que es lícito hablar del nazismo como hitlerismo”. Por lo demás, tal como señalaba Sternhell, el fascismo tiene orígenes revolucionarios y de izquierda, mientras que el nazismo está permeado por el determinismo biológico-racial e influenciado por la tradición romántica enemiga de los ideales ilustrados Como explica el mismo Kershaw, y vinculado con lo visto unos párrafos más arriba, el régimen político nacionalsocialista debe ser concebirlo más allá del modelo totalitario que nos presenta un bloque monolítico con un Hitler y la cúpula nazi ejerciendo el poder total sobre toda Alemania. Un modelo alternativo, continúa explicando Kershaw, es entender el régimen nazi como un “pacto”no escrito entre diferentes bloques de un “cartel de poder” a saber: bloque nazi (los diversos integrantes y jerarquías dentro del movimiento), los “grandes intereses” (industriales y terratenientes) y el ejército. Si bien, señala el historiador inglés, estos bloques permanecieron casi intactos a lo largo del régimen, las relaciones y el peso de estas fueron cambiando. En líneas generales, Kershaw señala que el cambio “se produjo en la dirección de una extensión del poder del bloque nazi, y en particular del bloque SS-policía-SD (Sicherheitdienst o servicio secreto del Partido) con el correspondiente debilitamiento (…) de las posiciones relativas dentro del cartel de grandes negocios y la dirigencia de las fuerzas armadas.

Para ir cerrando el tema, a continuación citaré algunos pasajes donde Paxton expone algunas ideas y definiciones de fascismo. Ahora bien, cabe añadir que hay quienes conciben el fascismo como un fenómeno estrictamente italiano, por lo que hablar de fascismo fuera de la Italia de la época de Mussolini carece completamente de sentido. Sobre el fascismo escribe Paxton:

El fascismo…fue una invención nueva creada concretamente para la era de la política de masas. Pretendía apelar sobre todo a las emociones mediante el uso de las ceremonias rituales cuidadosamente orquestadas y cargadas de una intensa retórica…El fascismo no se apoya en un sistema filosófico elaborado, sino más bien en sentimientos populares sobre razas dominantes, su suerte injusta y su derecho a imponerse a pueblos inferiores. No le ha proporcionado soportes intelectuales ningún constructor de sistemas, como Marx, ni tampoco una inteligencia crítica importante, como Mill, Burke o Tocqueville[8].

La veracidad del fascismo no se basa en la de ninguna de las proposiciones expuestas en su nombre, lo que lo hace completamente diferente de los ‘ismos’ clásicos. El fascismo es ‘verdad’ en la medida en que ayuda a que se cumpla el destino de una raza elegida, una sangre o un pueblo, enzarzado con otros en una lucha darwiniana, y no por una razón abstracta y universal. Los primeros fascistas fueron absolutamente francos en esto[9].

“El fascismo se apoyaba no en la verdad de su doctrina, sino en la unión mística del caudillo con el destino histórico de su pueblo, una concepción relacionada con ideas románticas de florecimiento histórico nacional y de genio artístico o espiritual individual, aunque el fascismo rechazase, por otra parte, la exaltación que el Romanticismo hacía de la creatividad personal sin trabas. El caudillo fascista  quería llevar a su pueblo a un reino superior de la política que experimentaría sensualmente: la calidez de la pertenencia a una raza plenamente consciente  ya de su identidad, su destino histórico y su poder; la emoción de participar en una gran empresa colectiva; el gozo de sumergirse en una oleada se sentimientos compartidos y de sacrificar los mezquinos intereses propios por el bien del grupo; y la emoción del dominio”[10].

Robert Paxton

Robert Paxton

Hacia el final del su libro Paxton ofrece la siguiente definición de fascismo:

Se puede definir el fascismo como una forma de conducta política caracterizada por una preocupación obsesiva por la decadencia de la comunidad, su humillación o victimización y por cultos compensatorios de unidad, energía y pureza, en que un partido con una base de masas de militantes nacionalistas comprometidos, trabajando en una colaboración incómoda pero eficaz con elites tradicionales, abandona las libertades democráticas y persigue con violencia redentora sin limitaciones éticas o legales objetivos de limpieza interna y expansión exterior[11].

Algunos aspectos de esta clase de regímenes son el colectivismo y el holismo,  que apuntan a reducir al individuo a su mínima expresión y a que este se funda y se pierda en la colectividad. Los intereses individuales deben ser sacrificados en el altar del colectivismo, ya que el todo es superior a las partes que lo componen. También está presente la mentalidad constructivista, en el sentido de la búsqueda de planificar y diseñar hasta el último aspecto de la sociedad. Bajo estos regímenes el límite entre la esfera pública y privada se va erosionando gradualmente, y finalmente la politización termina por invadirlo todo lo que se traduce en que ya nada queda fuera de los intereses del Estado. En palabras de Mussolini: “Nuestra fórmula es esta: todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”.  A esto podemos añadir la presencia del caudillo o líder carismático y paternalista que infantiliza a la población transformando a los ciudadanos en entes pasivos que sólo tienen derechos que el Estado, y el líder que lo encarna, puede proveer. Al final la figura del caudillo se funde con el Estado y la nación, y es éste el que encarna los más íntimos deseos de la comunidad o del “pueblo” Por último podemos añadir el proyecto refundacional, esto es, el deseo de partir de cero, de crear una nueva utopía, de manera que el caudillo viene a marca un antes y un después en la historia de su país e incluso en el mundo. En síntesis y tal como lo planteó Norberto Bobbio, el blanco sobre el cual se concentran todas las ideas negativas del protofascismo y el fascismo propiamente tal era la democracia

Bobbio ofrece la siguiente caracterización del fascismo:

“…el fascismo más que antiideológico, como quiso desde el principio presentarse, fue portador de una ideología negativa o destructiva, en la que, por tanto, se destacan más los odios que los amores, en la que abundan más las negaciones que las afirmaciones, y tanto como para que el propio Mussolini que en los primeros años del fascismo no fue un partido sino un ‘antipartido’…Este negativismo esencial, este carácter fundamental de estar ‘contra’ alguna cosa, se destaca del resto de las dos interpretaciones filosóficas del fascismo más conocidas (por otra parte más válidas para el nazismo que para el fascismo italiano) y puede resumirse en fórmulas icásticas negativas como ‘destrucción de la razón’ y ‘resistencia a la trascendencia’ (Nolte)”[12].

Finalicemos con la carta que envió Martina Mussolini al presidente de Venezuela Nicolás Maduro, explicando qué era en realidad, en su opinión, el fascismo italiano. Independiente de la opinión que pueda tener quien escribe y quien lee sobre la visión de Martina Mussolini, vale la pena citar algunos fragmentos de la carta, ya que expresa una opinión que no es necesariamente exclusiva de la bisnieta de Mussolini:

“Quitando la única trágica mancha de las leyes raciales, el fascismo realizó una Italia en cada rincón, creó una identidad nacional, dio escuelas y cultura, construyó fábricas y ciudades, aún con los pocos recursos naturales de Italia, unió a un pueblo. Cruzó el Mediterráneo llevando nuestra civilización y nuestra cultura en Libia, Eritrea y Somalia, construyó también en esos países carreteras y escuelas, contrariamente a las políticas coloniales de los otros países que se limitaron esencialmente a explotar. Se entendió que una guerra habría sido dañina y cuando se les pidió ayuda a las naciones democráticas como Francia e Inglaterra, con su negativa, nos lanzaron en los brazos de los alemanes, tuvimos que aceptar para defendernos; escuche los discursos de mi bisabuelo que nombraba a menudo a los alemanes y lo hacía con desprecio.. “gente que ignoraba la escritura…en una época en la que Roma tenía a Cesar, Virgilio y Augusto”. El fascismo es un movimiento político revolucionario que se propone la superación del Estado liberal-democrático y del Estado comunista con una “tercera vía”, indicando en esta la construcción de un estado ético-jerárquico fundado en la alternativa corporativa que, eliminando sea la explotación capitalista que la lucha de clases, para crear una Nación y, así, un Pueblo consciente de su propia misión”.

 Lecturas recomendadas:

-Robert Paxton, Anatomía del fascismo.

-Norberto Bobbio, Ensayos sobre el fascismo.

-Norberto Bobbio, Perfil ideológico del siglo XX en Italia.

-Emilio Gentile, El culto del Vittorio.

-Emilio Gentile, La vía italiana al totalitarismo.

-Emilio Gentil, El fascismo y la marcha sobre Roma.

-Roger Griffin, Modernismo y Fascismo.

-George L. Mosse, La nacionalización de las masas.

-Donald Sassoon, Mussolini y el ascenso del fascismo.

 

-Enzo Traverso, La historia como campo de batalla (FCE)

-Ian Kershaw, La dictadura nazi. Problemas y perspectivas de interpretación (Siglo XXI Editores)

 

 

[1] Robert O. Paxton, Anatomía del fascismo (España: Península, 2005), 20.

[2] Norberto Bobbio, Ensayos sobre el fascismo (Argentina: Prometeo Libros, 2006), 71.

[3] David Vásquez y Felipe Rivera, ed., Eduardo Frei Montalva: Fe, política y cambio social (Chile: BCN, 2013), 71.

[4] Ibid., 253.

[5] Emilio GentileLa vía italiana al totalitarismo. Partido y Estado en el régimen fascista (Argentina: Siglo XXI Editores, 2005), 180ç

[6] Paxton, op. cit.., 12.

[7] Ibid.,13.

[8] Ibid., 25.

[9] Ibid.

[10] Ibid., 26.

[11] Ibid., 255.

[12] Norberto Bobbio, op. cit., 49.