Reseña crítica del orden del discurso en Foucault

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La siguiente reseña critica de El Orden del Discurso (1970), obra de uno de los pensadores más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, Michel Foucault, aborda las ideas más generales que al francés inquietaron; a saber, la voluntad de poder, el control y dirección en los discursos. Además, trataremos otra serie de tópicos. En efecto, dentro de los marcos del respeto y la decencia, expresaré mi posición frente a este controversial pensador que inspirara a una serie de filósofos e intelectuales del ala más radical de las izquierdas en su idea de “transgredir” las fronteras y límites de la metafísica clásica occidental: el pensamiento binario y la pretensión de verdad, por mencionar sólo dos ideas con las que Foucault (siguiendo a Nietzsche y Betaille) disentirá e, incluso, declarará la “guerra”.

Algunos de los más encumbrados intelectuales en los que el pensador de la “desnaturalización” ejerciera suma influencia fueron o han sido, por ejemplo, Judith Butler, en el campo de la teoría queer1y su teoría de la “performatividad de género”; Félix Guattari y Gilles Deleuze, precursores del “esquizoanálisis” y la “revolución molecular”;  otros como Jean Baudrillard con su política del “hiperrealismo”, quien busca “redoblar” la realidad hasta la “banalización extrema de sí misma” (todo lo anterior en el marco de nuevas estrategias y marcos analíticos “revolucionarios”). En otras palabras, Foucault daría paso a todo un movimiento político actualmente vigente, relacionado a la filosofía posestructuralista y a las teorías de la deconstrucción.

Las ideas que se abordarán en el presento texto refieren a una serie de tópicos relacionados al concepto de “exclusión” en los discursos y cómo éstos irían, en la mirada del pensador izquierdista, preestableciendo aquello que se entiende por verdadero y falso; además, veremos cómo lo anterior se conecta con algunas áreas especialmente sensibles como la sexualidad y la política. Otra idea que inquieta al francés es la “escisión” que se produjo entre la razón y locura, conceptos que estarán presentes a lo largo de su obra. Asimismo, un aspecto a considerar serán las disciplinas que se van erigiendo con el transcurrir del tiempo, y cómo éstas suponen en sí mismas un conjunto complejo de procedimientos y “saberes” que excluyen otras visiones y perspectivas. En este sentido, Foucault sostiene que «la disciplina es un principio de control de la producción del discurso» (p. 15). Por otro lado, los principios de trastocamiento, discontinuidad, especificidad y exterioridad serán abordados a lo largo del texto.

LOS PROCEDIMIENTOS DE EXCLUSIÓN

Partamos por señalar que Michel Foucault revoluciona la concepción que los clásicos tenían del poder. Así, por ejemplo, si para Hobbes, Marx, Rousseau o Weber, el poder recaía fundamentalmente en el Estado, para el filósofo francés la noción de poder cambia radicalmente. Si el poder para los clásicos es entendido de un modo “vertical”, para Foucault, en cambio, el poder transita de manera horizontal, a través de una serie de procedimientos, rituales y prácticas que van perpetuando determinadas conductas. En otras palabras, para nuestro autor no hay quien “detente” el poder sino, más bien, el poder “circula” a través de nosotros: no puede ser “localizable” y, por tanto, no existiría tal cosa como “un asalto al poder” (rechazando de este modo el marxismo tradicional).

Así, el poder lo tendríamos internalizado, esto es, no se entendería de un modo “represivo” sino “productivo”. He aquí la clave: el poder “produce”. Una vez comprendido esto estamos en condiciones de abordar la problemática del discurso, y cómo se va configurando e imponiendo en la sociedad. En esta línea, Foucault dirá que «en una sociedad como la nuestra son bien conocidos los procedimientos de exclusión. El más evidente, y el más familiar también, es lo prohibido» (p. 6).  Dos serán, pues, las variables más conflictivas: la sexualidad y la política

En breve, existe para Foucault una “compleja malla” que se va interponiendo y, de ese modo, excluyendo determinadas opiniones, palabras o gestos. La prohibición de determinadas expresiones –ya sea directa o indirectamente– son pistas que denotan el comportamiento del poder –o, al menos, por lo que Foucault entiende por poder. En virtud de lo anterior, son tres los “grandes sistemas de exclusión” que afectan al discurso: a) la palabra prohibida; b) la separación de la locura; y c) la voluntad de verdad. Detengámonos un momento aquí; y es que, Foucault retratará la condición del loco en la Edad Media, evidenciando cómo el punto de vista de éste se marginaba y, cómo, a su vez, la sociedad moderna aplica criterios similares de exclusión. Para Foucault los discursos están dirigidos y “delimitados”. Para efectos de esclarecer la idea, nuestro autor observa:

Hubo sin duda una voluntad de verdad en el siglo XIX que no coincide ni por las formas que pone en juego, ni por los tipos de objetos a los que se dirige, ni por las técnicas en que se apoya, con la voluntad de saber que caracterizó la cultura clásica (…) Pues esta voluntad de verdad, como los otros sistemas de exclusión, se apoya en una base institucional: está a la vez reforzada y acompañada de una densa serie de prácticas como la pedagogía, el sistema de libros, la edición, las bibliotecas, las sociedades de sabios de antaño, los laboratorios actuales. Pero es acompañada también, más profundamente sin duda, por la forma que tiene el saber de ponerse en práctica en una sociedad, en la que es valorado, distribuido, repartido y en cierta forma atribuido. (pp. 8-9).

En adelante observará que no solo existen los procedimientos de control aquí expresados, que refieren más bien a una delimitación del discurso de carácter exterior, sino que, además, hay otros procedimientos internos, que «juegan un tanto en calidad de principios de clasificación, de ordenación y distribución» (p. 10). En este punto, pondrá al comentario como ejemplo constituyente de lo anterior: textos religiosos o jurídicos, literarios, etcétera, los cuales, si bien no son estáticos, sí se van interponiendo (trastocamiento) y adoptando nuevas formas (discontinuidad).

LAS DISCIPLINAS

Otro síntoma en la delimitación del discurso son las disciplinas. Entiéndase por disciplina aquel conjunto de procedimientos, metodologías, prácticas y rituales que una determinada especialización adopta y aplica. Pongamos por caso: la medicina. Y es que, para Foucault la “organización de la disciplina” se opone tanto al principio del comentario como del autor. Lo que observa es que la validez de un texto, crítica, opinión o punto de vista (bajo este enfoque disciplinar) no está ligado al autor, sino a quien adopte de antemano los criterios que la disciplina misma exige. Acota el francés:

Sin pertenecer a una disciplina, una proposición debe utilizar instrumentos conceptuales o técnicos de un tipo bien definido; a partir del siglo XIX, una proposición dejaba de ser médica, caía ‘fuera de la medicina’ y cobraba el valor de un fantasma individual o de imaginería popular si empleaba nociones a la vez metafóricas, cualitativas y sustanciales (…)  para pertenecer a una disciplina, una proposición debe poder inscribirse en cierto tipo de horizonte teórico. (…)  la disciplina es un principio de control de la producción del discurso. (pp. 14-15)

PRINCIPIOS DE TRASTOCAMIENTO, DISCONTINUIDAD, ESPECIFICIDAD Y EXTERIORIDAD

Las ideas aquí referidas apuntan a poder “cercar” y detectar estos procedimientos de control a través de una serie de métodos que Foucault propone. En primer término, hablamos de un «conjunto crítico» que utiliza el principio de «trastocamiento», y que como hemos dicho busca cercar las “formas de exclusión y apropiación”, y cómo se han formado, modificado y desplazado. Por otro lado, tenemos el conjunto «genealógico», que utiliza –por contraparte al conjunto crítico– los otros tres principios (discontinuidad, especificidad y exterioridad), y que está orientado a indagar cuáles han sido las normas específicas de cada una de ellas y sus “condiciones de aparición, crecimiento y variación”.

En adelante, nuestro autor recapitula algunas de estas formas de exclusión, tales como la separación de la locura y razón en la época clásica y el control del lenguaje desde el siglo XVI al XIX, especialmente referidos a la sexualidad.  El principio de trastocamiento lo debemos entender en su sentido genealógico, esto es, en cómo se van configurando y “trastocando”; el principio de discontinuidad, en tanto, dice relación con la idea de no-continuidad, vale decir, no hay una “linealidad” en el discurso, sino que se modifica según las circunstancias, aleatorias incluso; por otro lado, el principio de especificidad se contrapone a la significación previa que tienen de sí los discursos clásicos: no hay un significado previo; finalmente, el principio de exterioridad, nos sugiere ir a las “condiciones de posibilidades” externas y no en las internas.

En el contexto de su crítica a la historia tradicional de las ideas, y como consecuencia de lo anteriormente reseñado, Foucault indica que «se oponen, como puede verse, término a término: el acontecimiento a la creación, la serie a la unidad, la regularidad a la originalidad y la condición de posibilidad a la significación» (p. 22). Luego, en la búsqueda de una comprensión más cabal de estos fenómenos de exclusión, se remontará a la sofística griega y la filosofía platónica, en una pretensión por delimitar lo verdadero y falso. Posteriormente, sitúa dos acontecimientos especialmente relevantes para nuestro estudio: 1) la proliferación de un sentimiento de sospecha, “mirada”, “observación” y “atestiguación”, muy ligados a la religión y, 2) el surgimiento de la ciencia moderna en el siglo XIX de la mano del positivismo.

COMENTARIO CRÍTICO

Desde una óptica personal, Michel Foucault es una de las raíces del ambiente hostil que se vive en las universidades occidentales –y, por extensión, en la sociedad toda–, fenómeno que llega a Chile de la mano de la febrilidad feminista y el pensamiento “políticamente correcto”, y que censura toda clase de discursos y opiniones que vayan a contrapelo de lo que grupos determinados enarbolan. Foucault recoge de Jacques Derrida la idea de “deconstrucción del lenguaje”, luego aplicada a la idea de deconstrucción del sistema metafísico occidental y, consiguientemente, del logocentrismo propio de la academia. Así, el debate es rechazado y pasamos a una “lucha de poderes y contrapoderes” en un contexto de grupos identitarios que buscan infatigablemente el poder y su ejercicio.  Por ejemplo, el “hombre, blanco, heterosexual” –bajo un enfoque “interseccional”– sería el responsable de la “opresión” que sufren variados grupos atravesados por las variables de clase, raza/etnia y género.

Múltiples profesores destacados en el mundo están denunciando esta situación. Tanto es así que la conducta autoritaria consistente en censurar discursos proviene precisamente de esta noción foucaultiana del poder. Pensemos, por ejemplo, en las censuras a la académica Christina Hoff Sommers en los EE. UU por parte de grupos radicalizados feministas por el hecho de señalar una serie de inconsistencias y falsedades; o las funas a Warren Farrel –politólogo norteamericano quien en su minuto defendió los derechos de las mujeres–, el cual logró reparar acerca del perjuicio que sufren los varones (hasta el punto de transformarse en un activista por los derechos del hombre). Pensemos también en las funas sumamente agresivas por parte de grupos LGBTQ hacia el biólogo Bret Weinstein2 por el solo hecho de señalar que “hombres y mujeres” somos esencialmente distintos en una serie de ámbitos, cuestión rechazada por quienes adhieren a visiones construccionistas.

En definitiva, por las razones que he reseñado, soy sumamente crítico con el papel que jugó Michel Foucault en la segunda mitad del siglo XX y su influencia en la filosofía posterior. Estimo que su noción de exclusión en el discurso y sus otras variables es estirar demasiado el elástico. Bajo esa perspectiva, cualquier cosa podría transformarse en materia de sospecha; cualquier cosa puede ser entendida como herramienta al servicio del poder. Y es que, en el discurso foucaultiano subyace un propósito de opresión relacionado a una determinada visión ideológica. En palabras del psicólogo clínico canadiense Jordan Peterson, refiriéndose a quienes buscan censurar discursos bajo el pretexto de los discursos de odio: “la pregunta de fondo es: ¿quién define el odio?”.

BIBLIOGRAFÍA

FOUCAULT, Michel. El orden del discurso. Barcelona: Tusquets, 2018, pp. 5-30.

 

NOTAS A PIE DE PÁGINA

  1. Teoría queer, ideología política y sistema de dominio social que, siguiendo la “teoría de la performatividad de género” y la “política de la multiplicidad”, concepto foucaultiano, busca “deconstruir” la binariedad propia de la figura del hombre y mujer (concepto binario). Así, se transgrede el género “socialmente impuesto” y se abre paso a un constante “devenir” en materia de deseo.
  2. Obtenido de https://www.youtube.com/watch?v=bz0oxIZ3xIg
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