Una crítica a la terminología económica: una expansión del concepto de herejía

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Este artículo explora críticamente la terminología utilizada en las ciencias sociales en general y en la economía en particular. La explicación racional de los teoremas económicos se realiza principalmente mediante el lenguaje verbal. De esta manera, siendo que los términos empleados son de vital importancia para el científico, el trabajo consistirá en clasificar, definir y ejemplificar el concepto de herejía, que el autor considera resultará de relevancia para el descubrimiento y la transmisión del conocimiento.

1. Introducción: antecedentes y exposición de la problemática

La ciencia económica ha utilizado –y sigue utilizando– metodologías erróneas que remiten a la ingeniería o a las ciencias naturales como la biología o la química.1 Uno de los acontecimientos históricos clave que considero relevante para entender el origen de estos errores es la denominada «revolución marginalista» protagonizada por Menger (1871), Jevons (1871) y Walras (1874). Casi simultáneamente y de manera independiente, estos tres economistas resolvieron la paradoja del valor.2 Sin embargo, como pertenecían a tres escuelas de pensamiento completamente distintas, la aplicación que hicieron de sus descubrimientos fue radicalmente opuesta, especialmente en el caso de Menger.3

La revolución marginalista sucedió en una época de grandes disputas acerca de qué era exactamente la ciencia económica y cuál era su objeto de estudio. Por un lado, Menger fue el fundador de la escuela austriaca de economía: aplicó el subjetivismo metodológico y, por tanto, las jerarquías o escalas de utilidad –ordinales– que cada individuo da a los medios que cree necesarios para la consecución de sus fines más valorados (que no están dados, sino que variarán en cada tiempo y lugar). Palabras representativas del propio Menger (2009: 8) a este respecto: “Man himself is the beginning and the end of every economy”.4

Por lo que concernía a Jevons y Walras, estos autores consideraron que el ser humano tenía motivaciones egoístas y que la utilidad era una manifestación psíquica que proporcionaban los bienes, o, dicho de otra manera, perpetuaron la idea de un homo œconomicus: un maximizador racional de las funciones de utilidad. Así pues, entendieron la economía como una ciencia que consistía en maximizar el bienestar, donde los medios y los fines están dados. Este punto de vista llevó a estos autores –y a sus discípulos y seguidores– a entender la ciencia económica como una especie de ingeniería social: comenzó la sistematización del uso de la matemática en la economía (aunque ya había habido algunos intentos parciales).5

En su ensayo referente a la historia de la definición de economía, Israel Kirzner (1960: 67-68) afirma lo siguiente, que servirá para ilustrar la postura que se defiende en este artículo:

Jevons “mechanics of utility and self-interest” and the “Economic Calculus” of Edgeworth, which investigates the equilibrium of a system of hedonic forces each tending to maximum individual utility, are typical examples. It seems no accident that both Jevons and Edgeworth were early users of mathematical methods in economics. The emphasis that both writers laid on self-interest goes hand in hand with a desire to turn economics into a “science” like mechanics.6

De esta manera, la economía quedó dividida en varios paradigmas. La visión de Jevons, y principalmente la de Walras, influyó enormemente en el devenir de la disciplina; los siguieron una pléyade de economistas, como el anteriormente mencionado Edgeworth, Pareto,7 Marshall, cuyos estudios culminaron con la formulación de la oferta agregada y equilibrios parciales, o Wicksell, autor fundamental para el surgimiento del keynesianismo y el monetarismo.8

Lo que me incumbe en este trabajo no es la historia del pensamiento económico per se. Los hechos anteriormente descritos son importantes para mi labor en la medida que impelieron uno de los grandes –y muy ignorados­– errores que aquejan actualmente tanto a los estudios económicos en sí mismos como a las ideas que la mayoría de los individuos de la sociedad tienen de los procesos de mercado: la utilización de términos que provienen de otras disciplinas y que no son aplicables a la economía.

El cuerpo de este trabajo estará integrado por: primero) una explicación de qué entiendo y a qué me refiero exactamente por «herejía», concepto que he utilizado en el título y que ha sido desarrollado, de manera previa, por los autores Daniel Carreiro y Óscar Carreiro (2012), y cómo puede ser éste aplicado sistemáticamente a cierta terminología económica; y segundo) se analizarán varios ejemplos de términos que se encuadren dentro de esta clasificación, y explicaremos porqué es urgente –al menos desde la escuela austriaca– reflexionar sobre sus posibles usos académicos, con el fin de mejorar el arsenal analítico sobre el que se construye el edificio teorético de la ciencia económica.

2. El concepto de herejía económica

En el trabajo previamente mencionado de los autores Daniel Carreiro y Óscar Carreiro (a partir de ahora nos referiremos a ellos como «hermanos Carreiro»), titulado PARADIGMAS Y HEREJÍAS: KUHN Y BELLOC,9 se nos explica que el filósofo Kuhn argumentaba que «dado que diferentes paradigmas [científicos] se enfocan y parten de diferentes problemas y presupuestos, no existe una medida común de su éxito que permita evaluarlos o compararlos unos con otros». Las únicas maneras de decidirse por uno u otro paradigma serían, según Kuhn (2004), la persuasión y la comprobación a posteriori de los resultados de cada paradigma. El artículo demuestra que, pese a las posibles contribuciones de estas ideas a la historia de la ciencia, pues refutaron acertadamente la noción equivocada de que la misma era un progreso continuo e irreversible, «lamentablemente (…) también tienen un componente normativo. El problema es que ambos elementos, el descriptivo y el normativo se encuentran entremezclados,10 lo que produjo numerosas confusiones en torno a la obra de Kuhn». Este tipo de confusiones son propias de los filósofos irracionalistas entre los que, además de Kuhn, se encontrarían Lakatos, Popper y Fayerabend, «aunque sólo éste último aceptaría gustoso el título de irracionalista».

Posteriormente, los hermanos Carreiro nos explican todo tipo de tretas y artimañas retóricas y lingüísticas que dichos autores utilizan para crear la mencionada confusión.11 «El objetivo [deliberado] de este uso incorrecto del lenguaje es erradicar la confianza en el éxito científico y en la posibilidad de la acumulación de conocimiento».

Los hermanos Carreiro concluyen que es infructuosa «la búsqueda del paradigma perdido: la creencia en que se puede salir de una situación de crisis disciplinaria por medio de la obtención de un paradigma, independientemente de en qué consista éste». La solución, por el contrario, pasaría por demostrar epistemológicamente que existen paradigmas superiores a otros a priori, sin necesidad de comparación de resultados a posteriori como afirma Kuhn.

Afirmamos que, en economía, existe tal paradigma superior: el causal-realista (…), que es el característico de la Escuela Austriaca de Economía, se remonta hasta Aristóteles y se desarrolla en el tiempo con las aportaciones de los teóricos escolásticos, de la Escuela de Salamanca y de economistas italianos y franceses de los siglos XVII y XVIII. (Daniel Carreiro y Óscar Carreiro, 2012)

Así, habiendo considerado que existe un paradigma económico superior, los hermanos Carreiro introducen la conceptualización de herejía que emplearemos, y que fue desarrollada por el historiador Hillarie Belloc (2008): «la dislocación de una estructura completa y auto-sostenida mediante la introducción de la negación de una de sus partes esenciales».

Sostendré en este trabajo que la clasificación en base al concepto de herejía que desarrollan los hermanos Carreiro es una herramienta teórica de gran utilidad que nos permite determinar qué escuelas o metodologías económicas forman o no parte del paradigma superior y, por ende, nos permite desarrollar adecuadamente los estudios científicos necesarios para explicar la realidad económica de la sociedad. Según esta clasificación, la teoría objetiva del valor desarrollada por Marx o Adam Smith, o el keynesianismo, serían herejías económicas, resultado de negar uno o varios de los aspectos fundamentales del paradigma superior. Sin embargo, propongo que esta clasificación podría ser ampliada de manera que provea aplicaciones más concretas a los investigadores económicos del futuro.

Uno de los rasgos esenciales de la escuela austriaca de economía es la utilización del lenguaje verbal para explicar la teoría económica. A diferencia de otras escuelas, no utiliza –o restringe en gran medida– la utilización del lenguaje matemático. De esta manera, las explicaciones complejas sobre el funcionamiento de procesos de mercado, conformados éstos por millones de individuos que actúan para alcanzar sus fines particulares, son realizadas por los teóricos austríacos utilizando la lengua que a cada uno le es propia, como puede ser el español, el inglés, el alemán o el árabe. Por este motivo, entiendo que es especialmente conveniente el cuidado extremo en la utilización de las palabras, pues son estas para los austriacos, y no gráficas o líneas pintadas en las formas más variopintas, las que sirven como herramienta al científico para exponer sus más célebres descubrimientos.

La propuesta será, por tanto, ampliar el concepto de herejía no únicamente a las negaciones metodológicas fundamentales, sino también a la terminología concreta de la que se sirva el científico social para expresarse y explicar sus teoremas. Habría de tenerse en cuenta, por tanto, esta nueva clasificación de herejías económicas que he elaborado, que resumiré inmediatamente y que se ejemplificará en el siguiente apartado de este trabajo.

Clasificación:

a) herejías de orden superior o fundamentales

b) herejías de orden inferior o terminológicas

Las primeras son la referidas y explicadas por los hermanos Carreiro en su trabajo. Las segundas, las herejías de orden inferior o terminológicas, serían las referidas a la mala utilización de ciertos términos o palabras que, debido a sus más comunes y aceptadas conceptualizaciones, pueden llevar, como las ideas de los filósofos irracionalistas, a graves confusiones. Esto sucede, principalmente, porque son términos importados de otros campos del conocimiento humano y que, tal como son empleados, difícilmente aplican a la economía entendida correctamente.

3. Ejemplos de posibles herejías de orden inferior o terminológicas

Podría considerarse que las herejías de orden superior son más preocupantes, pues consisten en errores en directa relación con los mismísimos fundamentos sobre los que se sostiene la ciencia económica. El keynesianismo, por ejemplo, parte de una tergiversación de la Ley de Say;12 el propio Lord Keynes fue incapaz de entenderla, interpretándola equivocadamente como que «toda oferta crea su propia demanda».13

Sin embargo, aunque las herejías terminológicas no causen estragos teóricos de tal calibre, son sin duda un concepto a tener muy en cuenta si se quiere perfeccionar la explicación causal-realista que constituye el paradigma superior. Por consiguiente, expondré algunos términos ejemplarizantes que considero forman parte de la clasificación previamente descrita, como son el de «igualdad», «equilibrio» y «eficiencia», que además tienen estrecha relación entre sí y que serán analizados específicamente en éste orden.

3.1. Igualdad

El término igualdad se define como «proporción o correspondencia entre las partes que uniformemente componen un todo»14 y proviene etimológicamente del latín aequus, que también es la raíz de otras palabras como ecuación, ecuador o equinoccio; todas ellas términos utilizados en ciencias naturales. El término igualdad, además, es la manera verbal de referirse a un símbolo matemático (=). Aparecen, así, rápidamente los problemas relacionados con el uso indiscriminado de este término en las ciencias sociales, ya que éstas tratan de describir la interacción humana como proceso espontáneo15 de coordinación social, y no de despejar la X en una ecuación. Los seres humanos, por naturaleza, somos todos diferentes los unos de los otros, tanto en nuestras características, habilidades y deficiencias físicas, como en las psicológicas o mentales. «Las personas nacen desiguales; es precisamente dicha desigualdad la que crea la cooperación y la civilización» (Mises, 1961).

Es tan importante la enseñanza que Ludwig von Mises nos transmite en la cita anterior que no debería perderse de vista, pues dicha desigualdad natural, en última instancia, es el origen mismo de la división del conocimiento y el trabajo, cuya importancia capital fue puesta de manifiesto embrionariamente por los economistas clásicos y desarrollada posteriormente en mayor profundidad por el propio Mises y discípulos suyos como Kirzner o Hayek.16

El argumento final que mantendré a este respecto es el siguiente: la existencia misma del presente trabajo académico, o yendo más allá, la existencia misma del lenguaje, requiere de la condición previa de que los seres humanos no sean iguales, es decir, no sean la misma cosa, pues en el mundo donde sí lo fueran no se requeriría, ni sería posible, la creación de sistema de comunicación alguno entre unas personas y otras. Las personas de ninguna manera podrían ser iguales en el sentido de que la suma de doce y tres es igual a quince. Por lo tanto, concluiremos que el uso del término igualdad, aplicado a las ciencias sociales y específicamente al estudio de la economía, es una herejía terminológica o de orden inferior.17 En el caso de que el científico social decida emplear el término en cuestión, debe ser muy cauteloso con la definición y conceptualización concreta que le asigna y la manera en que lo emplea.

3.2. Equilibrio

El equilibrio es uno de los términos más ampliamente utilizados y más problemáticos que se puedan encontrar en los estudios económicos. Equilibrio se define como el «estado de un cuerpo cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente».18 Concretamente, en economía se conceptualiza el equilibrio como una igualdad, por ejemplo: el punto en el cual la cantidad demandada y la cantidad ofertada son iguales, o cuando infinitos competidores ofertan el mismo bien al mismo precio (a lo que paradójicamente se da el nombre de competencia perfecta, siendo una situación en la que nadie, de facto, compite). Como vemos, la propia conceptualización de equilibrio incluye la herejía terminológica de igualdad.

Cuando los economistas estudian el proceso de mercado como equilibrio tienen que presuponer, entre otras cosas, que: a) que todos los medios y fines de la totalidad de individuos de una sociedad están dados, b) que todos los medios dados y fines dados de cada uno de los individuos son conocidos a su vez por el resto, y c) que existen infinitos seres humanos. No obstante, ya fue expuesto claramente en 1945 por Friedrich Hayek que el conocimiento en la sociedad no estaba al alcance de un único ente, pues se encuentro disperso entre todas las personas que actúan durante el proceso de mercado. Además, en la mayoría de los casos el conocimiento relevante no es de carácter científico y fácilmente transmisible, sino que es de carácter tácito, privativo y no articulable formalmente. Hayek (1945) concluía su tesis de la siguiente manera:

Cualquier enfoque, tal como el de gran parte de la economía matemática con sus ecuaciones simultáneas, que efectivamente parte del supuesto de que el conocimiento de las personas corresponde a los hechos objetivos de la situación, deja sistemáticamente afuera nuestra principal tarea. (…) cuando llega al punto en que desorienta a algunos de nuestros pensadores más destacados haciéndolos creer que la situación que describe tiene directa relación con la solución de los problemas prácticos, es tiempo de recordar que ese método no se ocupa del proceso social en absoluto y que no es más que un útil prolegómeno al estudio del problema principal.

Un mundo en equilibrio, tal y como se ha descrito, no sólo no existe ni ha existido jamás en la realidad, sino que es completamente ilógico e incognoscible para la mente humana. Es completamente imposible, incluso en la más fantástica novela de ciencia ficción, que pudiese ser representado consistentemente un mundo sin cambios de ningún tipo, donde los medios y los fines de todos los seres humanos estén dados a priori y además las personas se hayan convertido en seres omniscientes, es decir, en no-humanos. Kirzner (1998: 4) se refiere al estudio del equilibrio como «artificio heurístico sin pretensiones de realidad». Sobre esta cuestión, considero apropiado hacer referencia a los trabajos de Huerta de Soto, que acentúa el carácter explícitamente mecanicista del análisis del equilibrio19 (y que como se ha explicado al comienzo del texto, se remonta a Walras), que califica de «estático», en contraposición al carácter «dinámico» que define a las relaciones humanas en el mundo real. Este autor, en su extensa obra acerca de la función empresarial (Huerta de Soto, 1992: 41-86), lleva a cabo una descripción praxeológica sobre el modo en que opera la información, llegando a la conclusión científica de que ésta no sólo es de carácter disperso, privativo, tácito y no articulable, sino que además es descubierta y transmitida continuamente por cada uno de los individuos que actúa en el mercado, en un proceso infinito de carácter creativo. De esta manera, las coordinaciones sociales efectuadas en base a la nueva información crean a su vez información ex novo, que podrá ser aprovechada por otros agentes, que actuando empresarialmente y buscando beneficios, la descubran. Esto provocaría la redirección de sus planes de acción en relación a la misma; o dicho de otra manera, comenzaría un proceso social de ajuste, donde los actores variarían su comportamiento espontánea y voluntariamente en función de las necesidades del resto de individuos.20

Llegados a este punto nos corresponde introducir el término de equilibrio dentro de nuestra categoría de herejía terminológica o de orden inferior. Desde su introducción en nuestro campo de estudio ha sido causa de multitud de confusiones, disputas e imprecisiones. El propio Hayek, por ejemplo, que de acuerdo con la cita de su autoría que hemos introducido anteriormente, estaba al tanto de los peligros del equilibrio –en su conceptualización ordinaria– para describir fenómenos sociales, es víctima a su vez de sus perversas características.

Hayek distingue dos planos en el análisis económico. En primer lugar, el de la lógica pura de la elección, compuesto únicamente por proposiciones tautológicas necesariamente verdaderas, conocidas a priori y sin ningún contenido empírico. En segundo lugar, el plano que intenta explicar la naturaleza del proceso competitivo de coordinación, que tendría el carácter de una ciencia empírica. Esta dicotomía se plantea ya que para Hayek no podemos sostener a priori la tendencia al equilibrio interindividual. (…) Como Hayek manifiesta: ‘Es sólo por el aserto de que tal tendencia existe que la economía deja de ser un ejercicio de lógica pura y se vuelve una ciencia empírica’. Sarjanovic (1989), Hayek (1948: p. 44).

Como se puede observar, la razón fundamental que lleva a Hayek a minusvalorar el método praxeológico y sus herramientas, en favor de cierto grado de análisis empírico, es la creencia de que verdaderamente existe en el mercado una tendencia al equilibrio. Como consecuencia, el autor se contradice, pues cabría preguntarse: ¿cómo va a existir una tendencia verdadera hacia algo que no existe realmente?

Lo que sucedería en el mundo real es que determinados agentes realizan, en un momento concreto, acciones intencionales específicas de carácter coordinador; esto no significa en ningún caso que se esté produciendo una tendencia hacia el equilibrio, pues esos mismos agentes, actuando empresarialmente como hemos descrito, están a su vez transmitiendo o generando nueva información, y ésta a su vez estará sujeta a la función empresarial eminentemente creativa de otros agentes, y así indefinidamente. Afirmar que existe una tendencia coordinadora en el proceso de mercado no es exactamente lo mismo a afirmar que existe una tendencia hacia el equilibrio, puesto que no puede existir tendencia alguna hacia algo que no existe. Afirmar que existe una tendencia hacia el equilibrio es exactamente lo mismo que afirmar que existe una tendencia en el ser humano hacia la omnisciencia. Lo que acabamos de explicar demuestra que incluso los mejores investigadores sociales caen en la trampa mental de la herejía terminológica del equilibrio, no siendo capaces de entender nítidamente la diferencia fundamental entre proceso coordinador y proceso equilibrante. Pongamos un ejemplo, sencillo y un tanto extremo, para visualizarlo mejor:

El individuo A descubre una nueva herramienta de cuya existencia no tenía conocimiento ni, hasta entonces, podría haber imaginado. A se da rápidamente cuenta de que el bien en cuestión podría permitirle aumentar su productividad; de esta manera, podría satisfacer mejor las necesidades de los consumidores, además de aumentar las posibilidades para A de adquirir más o mejores bienes y servicios en el futuro. Sin embargo, A decide otorgarle a la herramienta un gran valor simbólico o sentimental, por lo que, en lugar de utilizarla para el fin anteriormente descrito, finalmente la utiliza como objeto de culto: la coloca en la pared del salón de su casa. Los domingos por la tarde, A invita a su casa a los individuos B y C, y pasan juntos las horas observando la herramienta allí expuesta.

Dado el ejemplo, y teniendo en cuenta que tanto los fines perseguidos como los medios empleados son estrictamente subjetivos para cada agente, podemos afirmar que A ha actuado empresarialmente, pues ha coordinado sus planes –y los de B y C– de un modo más satisfactorio del previo a conocer la existencia de la herramienta.21 Si en lugar de utilizar las herramientas praxeológicas propias del paradigma superior en las ciencias sociales de manera adecuada, se hubiera descrito lo sucedido en el ejemplo teniendo en cuenta el concepto analítico de equilibrio, nuestras conclusiones no podrían describir la realidad tal y como efectivamente es. Así, la herejía terminológica del equilibrio es potencialmente dañina, pues en muchos casos conlleva a que el científico se aleje de lo verdadero y, por el contrario, se acerque muy directamente hacia lo falso.

3.3 Eficiencia

Para finalizar con los ejemplos, se analizará con brevedad el término de eficiencia. En primer lugar, lo considero problemático debido a que su uso suele ser en muchas ocasiones muy vago y ambiguo. Es tremendamente habitual encontrar esta palabra para referirse al aumento de la productividad de una empresa o de un trabajador. También se puede encontrar como sinónimo de eficaz, por ejemplo, en relación a un fármaco que cura una enfermedad, o a un informático con gran pericia que siempre resuelve los problemas en los ordenadores de una oficina. Sin embargo, pese a la esquiva idiosincrasia del término, su uso más preocupante es a la vez el más generalmente empleado en los estudios económicos, que no es otro que «X será más eficiente en función de que se acerque más al equilibrio».

Queda así de manifiesto que, además de su prominente carácter vago y ambiguo, el concepto de eficiencia utilizado asiduamente contiene en sí mismo las dos herejías terminológicas anteriormente tratadas en este trabajo. No es de extrañar la cantidad de problemas y confusiones a las que lleva el mismo. Podemos observar un ejemplo muy claro del conflicto si nos fijamos en la teoría de los bienes públicos, que tradicionalmente no ha sido otra cosa que una discusión artificial cimentada en presupuestos absurdos o irreales y términos confusos, como el de eficiencia; así lo demuestran adecuadamente muchos autores,22 como por ejemplo Hollcombe (1997).

Reivindico el trabajo de Huerta de Soto (2004) acerca de la eficiencia el mejor y más completo estudio acerca de esta herejía de orden inferior.23 El autor en cuestión dedica sus esfuerzos teóricos a redefinir por completo el término, eliminando el carácter estático y mecanicista del mismo, dándole por el contrario un significa dinámico que se corresponde mucho más fielmente a la realidad, y por tanto es más acorde con la búsqueda de la verdad científica que el economista pretende alcanzar. «Los diferentes criterios de eficiencia estática utilizados (…) implican la introducción más o menos subrepticia de juicios de valor que carecen de objetividad científica». Huerta de Soto (2004: 13).24

Huerta de Soto, por lo tanto, mejora y modifica sustancialmente la conceptualización de eficiencia, alejando el término completamente de cualquier trasunto de función equilibrante, y comienza a emplearlo de la siguiente manera: «X será más eficiente en relación a la mayor ausencia de barreras coactivas que impidan la función empresarial».

4. Conclusiones

He realizado un análisis en estrecha relación con la tradición causal-realista, representada en la actualidad por la Escuela Austríaca de Economía. En la misma línea que Kirzner en su ‘Economic point of view’, en el que se ocupaba del término de economía y su definición –y por ende de su campo de estudio–, y siguiendo el linaje de los grandes autores de nuestra disciplina, que siempre se han preocupado y estudiado acerca de qué formas analíticas y conceptuales son las adecuadas, hemos tratado aquí de realizar una pequeña aportación.

Existen términos utilizados por los científicos sociales en general, y por los economistas en particular que, por proceder en muchos casos de las ciencias naturales o las ingenierías, no desempeñan un papel adecuado en las áreas del conocimiento referidas. Hemos realizado en este trabajo una ampliación del concepto de herejía económica formulado por los hermanos Carreiro, ordenándolo en dos categorías: a) herejías de orden superior o fundamentales, y b) herejías de orden inferior o terminológicas. Tras presentar ejemplos de las segundas, se ha estudiado por qué y cómo pueden afectar negativamente al estudio de la ciencia económica, y particularmente al paradigma austríaco –o superior–.

Concluyo afirmando que es de suma importancia extremar el cuidado en el uso de estas expresiones y, por consiguiente, estar atentos en nuestras investigaciones para no ser persuadidos y confundidos por otras herejías terminológicas no analizadas en este artículo –como podrían ser, por ejemplo, «elasticidad» u «oligopolio»– y que, por provenir de las ciencias naturales o estar incorrectamente conceptualizadas, puedan ser también perjudiciales en el estudio científico para descubrir nuevo conocimiento.


Notas

1 Véase sobre el tema metodológico, por ejemplo, los trabajos de Hans-Hermann Hoppe (1989, 1995).

2 Breve descripción de la paradoja del valor y su solución: ¿Por qué las personas valoran más el acero que el agua? Los agentes económicos en el mundo real no suelen enfrentarse a este tipo de decisiones totales; no se elige entre todo el acero o toda el agua del planeta, sino entre determinadas y concretas cantidades de agua y de acero. El valor que los agentes dan a los bienes, por tanto, viene implícito en su utilidad marginal, es decir, por la necesidad menos urgente que cubriría una de las unidades del bien. Para más profundización véase Ludwig von Mises (1980, cap. VII.1).

3 Véase William Jaffé (1976) para profundizar en las diferencias entre los tres autores.

4 Traducción propia: «El hombre es el principio y el fin de la economía».

5 Las obras de William Petty en el siglo XVII son un buen ejemplo (1687) de la existencia de intentos previos de formalización matemática en la economía.

6 Traducción propia: «La mecánica de utilidad y egoísmo de Jevons y el Cálculo Económico de Edgeworth, que investigan el sistema de equilibrio de fuerzas hedonistas que tienden a la máxima utilidad son ejemplos típicos. No es de extrañar que ambos autores fueran pioneros en introducir métodos matemáticos en el estudio de la economía. El énfasis que ambos autores hacen en el egoísmo va de la mano del deseo de convertir la economía en una ciencia como la mecánica.»

7 Pareto, sobre el estudio acerca de cuál es el ámbito de la Ciencia Económica afirmó: “It is a waste of time to investigate what it may be.” Pareto también creía: “that the distinctively economic point of view is obtained by a conscious restriction of attention to certain variables.” También consideró que: “Economics obtains its separate status by deliberate abstraction.” Citas extraídas de Israel M. Kirzner (1960:7, 89)

8 Véase sobre este tema Jesús Huerta de Soto (1997).

9 Para la total y adecuada comprensión de este trabajo se recomienda encarecidamente la lectura del artículo en cuestión: Daniel Rodríguez Carreiro y Óscar Rodríguez Carreiro (2012).

10 Las cursivas son mías.

11 «Kuhn afirma que cuando un paradigma sustituye a otro, un nuevo tipo de conocimiento reemplaza a otro tipo distinto de conocimiento incompatible con el primero. (…) la palabra conocimiento implica verdad, y las verdades no pueden ser incompatibles entre sí». Daniel Rodríguez Carreiro y Óscar Rodríguez Carreiro (2012).

12 La interpretación correcta de la Ley de Say es que para demandar bienes deben de ofrecerse otros bienes, por lo que la oferta y la demanda tenderán a coordinarse en el tiempo. Es decir: la demanda está limitada por la oferta, o dicho de otra manera, hay que producir bienes antes de consumir bienes.

13 Explicado en detalle por Juan Ramón Rallo (2012: 33-54)

14 Extraída de la RAE.

15 Me refiero por espontáneo a aquel proceso que no ha sido ordenado centralizadamente por nadie. En este artículo se rechaza el uso de «orden espontáneo» en el sentido de no consciente. La acción humana es deliberada y está conscientemente orientada a satisfacer los fines de los sujetos actuantes.

16 Véase por ejemplo Ludwig von Mises (1980: 173-196).

17 Para una mayor comprensión en este tema recomiendo la lectura de Rothbard (2019).

18 Extraída de la RAE.

19 En Hülsmann (2000: 3-51) también puede encontrarse un análisis crítico del equilibrio como herramienta de investigación.

20 Huerta de Soto ha llegado a referirse a este proceso de mercado espontáneo como «Big Bang social».

21 Se debe de tener muy en cuenta que, dado el carácter subjetivo de los medios y fines (ésto es: no tienen valor intrínseco, sino que el valor es imputado por cada individuo en función de sus planes particulares), es completamente imposible efectuar comparaciones intersubjetivas de utilidad, o, dicho de otra manera, que no podemos medir la intensidad de las valoraciones.

22 Otros trabajos que critican la teoría de los bienes públicos son Benegas-Lynch (1997), que realiza una síntesis de todos los argumentos en contra; Hernández Cabrera (2019), que realiza una refutación exhaustiva con el foco en la defensa y la seguridad; o Hoppe (1993), que realiza una concisa y directa crítica a los fundamentos.

23 Otro trabajo sobre el mal empleo del concepto de eficiencia puede verse en Cachanosky (1994), donde el autor afirma que las conclusiones teóricas basadas en el concepto convencional de eficiencia son «irrealistas e inconsistentes» y que «en realidad se podría afirmar que la economía matemática no es ni economía ni matemática».

24 Un buen ejemplo de juicios ideológicos como los mencionados por Huerta de Soto puede encontrarse en Paul A. Samuelson (1973: 475), donde se afirma: «La ciencia económica sugeriría algunas limitaciones a la libertad individual».


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