Los neoconservadores

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Un extracto de El libertarismo y la vieja derecha

Aquí había superposición con lo que estaba sucediendo en la política. Desde principios de la década de los setenta, el movimiento conservador estaba cada vez más dominado por antiguos miembros de la vieja izquierda que se habían dirigido hacia la derecha. Estos denominados neoconservadores hicieron el cambio en oposición al «aislacionismo» de la política exterior de George McGovern, pero no habían cambiado en realidad sus puntos de vista sobre asuntos internos.

Para darles crédito, los neoconservadores siempre admitieron que no habían abandonado a los demócratas; los demócratas los habían abandonado. Celebraron abiertamente los legados de Wilson, FDR y Truman, todos aspirantes a dictadores asesinos en masa.

Esa posición necesitaba ser refutada y combatida, pero en cambio, un movimiento conservador de mentalidad militar acogió a los neoconservadores como aliados en el único asunto que realmente les importaba, la expansión del Estado de guerra. No había lugar para Mises, cuyos escritos sobre la guerra y el estatismo eran numerosos y profundos, en este nuevo consenso.

Había pocas alternativas a la derecha de Reagan. Los libertarios del Beltway se inclinaban cada vez más hacia la política y una preocupación generalizada por la respetabilidad (los dos van de la mano), y se alejaban de la economía austriaca y de todo lo que parecía idealismo o una gran preocupación teórica. Ser anfitrión de Alan Greenspan en un cóctel se convirtió en el objetivo.

Noté una tendencia similar entre las instituciones que otorgaban becas. Parecían interesados en subvencionar solamente a los estudiantes de la Ivy-League de una floja inclinación liberal clásica, en lugar de promover el desarrollo y la aplicación concretos del pensamiento radical.

Otro enfoque que rechacé fue el quietismo. Nunca me ha impresionado la idea de que debamos recostarnos en la satisfacción complaciente de que constituimos el remanente, mientras que otros eventualmente se unen a nosotros o no. Sin duda que las ideas tienen consecuencias, pero la realidad dicta que necesitan eruditos apasionados para hacerlas progresar en todos los frentes.


Traducción original revisada y corregida por Oscar Eduardo Grau Rotela. El artículo original se encuentra aquí.

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