Judith Jarvis Thomson y el dilema del violinista

0

Reseña de filosofía jurídica del texto de 1971, «Una defensa del aborto», de la filósofa moral Judith Jarvis Thomson; trabajo valorado por el filósofo libertario Murray Rothbard por habar demostrado lúcidamente las trampas y errores de la teoría del ‘derecho a la vida’ en este espinoso tema.

Es frecuente que los debates filosóficos acerca del aborto se centren en la polémica acerca de si el cigoto, embrión o feto es una persona. El debate se centra en determinar en qué momento del desarrollo pasamos a ser personas. Cuando se llega a la conclusión de que estamos ante una persona, se determina que esta tiene derecho a la vida. Lo interesante del famoso dilema del violinista, planteado por Thomson, es que parte de unas premisas distintas. Thomson refuta brevemente el argumento de que el feto es una persona, señalando que se basa en la falacia de la pendiente resbaladiza, que lleva a confundir un alcornoque con una semilla. Pero lo interesante de la argumentación de Thomson no es esto. La filósofa da un giro sorprendente a su argumentación y se pregunta: si admitiésemos que un feto es una persona desde el momento de la concepción, ¿eso implicaría que el aborto es inmoral?

Thomson señala algunas opiniones de sentido común que parecen conducir a la idea de la inmoralidad del aborto: cada persona tiene derecho a la vida, así que el feto tiene derecho a la vida. La madre también tiene derecho a decidir qué debe pasar con su cuerpo, pero se afirma comúnmente que el derecho a la vida es más fuerte que el derecho de la madre a decidir sobre su propio cuerpo. Así que el feto no debe ser matado y el aborto no debe permitirse. La autora dice que, aunque esta argumentación suene plausible, tal vez cambiemos de idea con su ejemplo. La filósofa formula entonces su dilema del violinista, que constituye un clásico de la filosofía analítica:

Te despiertas por la mañana y te das cuenta de que estás espalda con espalda en una cama unido a un violinista inconsciente. Es un violinista famoso que tuvo una terrible enfermedad renal y la sociedad de amigos de la música ha invertido todos los medios médicos disponibles y ha descubierto que tú eres la única persona que tiene el tipo de sangre adecuado para ayudarle. Esta asociación te ha secuestrado y anoche estas personas unieron el sistema circulatorio del violinista al tuyo, de modo que tus riñones serán usados para extraer veneno de la sangre del violinista a la vez que sirven a tu organismo. (…) El director del hospital te dice ahora, “mira, lo sentimos pero la sociedad de amigos de la música te ha hecho esto, nosotros nunca lo hubiéramos permitido si lo hubiésemos sabido. Pero ya ha ocurrido y ahora el violinista está unido a ti. Separarlo de ti implicaría su muerte. Pero no te preocupes, solo serán nueve meses. Luego él se recuperará de su enfermedad y podrá ser retirado de ti sin daño”.

Thomson nos pregunta, ¿tenemos la obligación moral de acceder en esta situación? No cabe duda de que sería muy amable de nuestra parte, sería una gran obra de altruismo. Pero, ¿tenemos obligación moral de aceptar?, ¿y si no fueran nueve meses?, ¿y si fuesen nueve años?, o incluso, ¿y si fuese para siempre?, ¿y si el director del hospital nos dice: tienes que quedarte en la cama para siempre, las personas tienen derecho a la vida y los violinistas son personas, de modo que, aunque admitimos que tú tienes derecho a decidir sobre tu cuerpo, el derecho a la vida es más fuerte que ese derecho?

Thomson, en este punto, nos señala que sabe que estamos pensando que no es lo mismo ser sometidos por fuerza a una operación que acceder voluntariamente a tener relaciones sexuales. Las personas que piensen esto probablemente estarán inclinadas a aceptar el aborto en los casos de violación. Pero esto suena duro si se formula así: “aunque todas las personas tengan derecho a la vida, algunas tienen más derecho que otras, en particular tienen menos derecho a la vida aquellos que existen como resultado de una violación”. Por eso la mayoría de la gente que se opone al aborto lo hace también en casos de violación y también aunque la madre tenga que pasar los nueve meses en la cama, probablemente no se moverían de su posición absoluta sobre el derecho a la vida si la madre estuviera embarazada nueve años o incluso toda su vida. Incluso, muchos de esos opositores no aceptarían una excepción ni siquiera en caso de que el embarazo ponga en riesgo la vida de la madre. Imaginemos que la mujer tiene un problema cardíaco y que, si continúa con el embarazo, probablemente morirá, ¿qué hacemos? Ambos tienen derecho a la vida, ¿tiramos una moneda?, dice Thomson, o aceptamos que la suma del derecho a la vida de la madre más su derecho sobre su propio cuerpo, ahora sí, pesan más que el derecho a la vida del feto.

El argumento de los antiabortistas es que matar al feto implicaría un acto de matar, mientras que dejar morir a la madre no implicaría matar, sino dejar morir, que es menos malo. Matar al feto sería matar a una persona inocente. Los antiabortistas pueden pensar que en este caso la mujer tendría un derecho a la legítima defensa, pero que nadie debe ayudarle, aunque sepamos que poco puede hacer una mujer de forma segura para abortar sin ayuda. Sin embargo, Thomson refuta este argumento: «Si Jones ha encontrado y cogido un abrigo que le ayuda a alejar el frío, pero Smith también necesita apartar de sí el frío, no sería una lógica imparcialidad afirmar “no puedo elegir entre vosotros” si resulta que el propietario del abrigo es Smith». Las mujeres han dicho una y otra vez «¡Este es mi cuerpo!», con muchos motivos para estar enfadadas, y sin embargo, han sido ignoradas. Smith difícilmente estaría de nuestro lado si le decimos «por supuesto que es tu abrigo, nadie lo niega. Pero no podemos elegir quién debe tenerlo entre tú y Jones».

Pero incluso aunque la vida de la madre no esté en peligro, el asunto del aborto sigue siendo problemático. Es posible que lo que necesitemos para continuar vivos sea algo que no tenemos derecho a exigir que se nos dé. El hecho de que el violinista necesite mis riñones para seguir vivo no significa que tenga derecho a continuar usando mis riñones. Solo tendrá derecho a usarlos si yo se lo concedo. Nadie tiene derecho a usar nuestros riñones si no se lo concedemos y por mucho que la sociedad de amigos de la música nos increpe, una vez que descubrimos que tendremos que estar nueve años en la cama con el violinista, no habrá nadie en el mundo que pueda convencernos para que veamos que él tiene derecho a exigir usar nuestros riñones. Thomson señala: «solo estoy argumentando que tener un derecho a la vida no implica que tengamos derecho a utilizar el cuerpo de otra persona, incluso sea ese el único modo que tendríamos de permanecer con vida». El derecho a la vida no consiste en no ser asesinado, sino en no ser asesinado injustamente. Solo afirmando esto podemos comprender que el violinista tiene derecho a la vida, pero eso no significa que actuemos injustamente si lo desconectamos, y muere como consecuencia de ello.

Ahora Thomson se pregunta si podemos considerar que una madre ha otorgado al feto el derecho a usar su cuerpo y que estar embarazada implica haberle dicho al feto: «te invito a entrar». Aunque ella no lo invitase a entrar, ¿no es parcialmente responsable por su presencia, dado que ella tuvo relaciones sexuales?, ¿ha otorgado ella al feto legitimidad para vivir en su cuerpo? Este argumento exceptuaría los casos de violación, en los que el feto en ningún caso tendría derecho a vivir en el cuerpo de la madre sin que esta así lo quisiera. En el resto de casos, ¿estar embarazada equivale a otorgar derecho al feto? «Imaginemos que una habitación está cargada y yo abro la ventana para airearla y un ladrón escala y se cuela, sería absurdo decir “ahora él puede quedarse, ella le ha dado derecho a usar su casa, es parcialmente responsable de su presencia ahí, voluntariamente le ha permitido acceder en pleno conocimiento de que existen los ladrones y que los ladrones se cuelan en las casas”. Esto sería aún más absurdo si yo tuviera rejas instaladas en mis ventanas, precisamente para prevenir a los ladrones entrar, y el ladrón hubiera entrado solo por un defecto en las rejas. Sería igualmente absurdo si imaginamos que no es un ladrón quien escala, sino una persona inocente que ha caído ahí».

«Supongamos que las semillas de persona volaran por el aire como el polen y que, cuando tú abriste tu ventana, una semilla aterrizó en tu suelo y enraizó en tu alfombra. Tú no quieres niños, así que habías cerrado tu ventana con finas mosquiteras, las mejores que pudiste comprar. Sin embargo, a veces ocurre que en, muy, muy raras ocasiones, una de esas mosquiteras es defectuosa y permite a una semilla entrar y enraizar, ¿tiene la persona que ahora se desarrolla derecho a usar tu casa? Seguramente no, a pesar del hecho de que voluntariamente abriste tu ventana, de que tenías puestas alfombras y de que sabías que a veces las mosquiteras son defectuosas. Es posible que algunos argumentasen que ha enraizado por tu culpa, porque tú podías haber vivido sin alfombras, o podrías haber sellado ventanas y puertas». Sin embargo, nadie recomendaría a la víctima de violación haberse sometido a una histerectomía. Parece que la gente distingue ciertos casos en los que el feto tiene un supuesto derecho a utilizar el cuerpo de la madre y el aborto se considera injusto, y otros casos en los que no.

Utilizar el término derecho del feto a usar el cuerpo de otra persona parece desacertado. Aunque nos pareciese indecente no permitirle usar su cuerpo y consideremos que la madre debería dejarle usar su cuerpo, de ello no se sigue que el feto tenga un derecho a usarlo. No deberíamos deducir «tienes un derecho» a partir de la expresión «deberías», porque nadie está moralmente obligado a realizar enormes sacrificios de salud o a tener inmensas complicaciones durante nueve años, o incluso durante nueve meses, a fin de mantener la vida de otra persona. La generosidad tiene grados, por ejemplo, podemos meternos en medio de una agresión para intentar impedir un asesinato, poniendo en peligro nuestra vida; o podemos llamar a la policía por teléfono. Cualquier persona decente haría lo último y, por no hacer lo primero, no significa que uno sea un monstruo. En ningún país del mundo las leyes obligan a realizar sacrificios tan grandes y, sin embargo, la prohibición del aborto obliga a las mujeres a ser heroínas moralmente hablando. La gente que está a favor de que el Estado prohíba el aborto debería exigir que se obligase al mismo nivel de heroicidad a todas las personas en todos los ámbitos de la vida. Pero incluso aquel que quiera realizar ese sacrificio, y que tiene la capacidad de plantearse si estaría dispuesto a hacerlo, no debería tener el derecho a decidir sobre el uso de los cuerpos de otras personas.

Algunos afirman que lo relevante no es que el feto sea una persona, sino que es una persona con la que la mujer tiene un tipo especial de responsabilidad basado en el hecho de que ella es su madre, y por tanto, todas estas analogías son irrelevantes, pues nosotros no tenemos ningún tipo de responsabilidad especial hacia ese violinista. Tanto las mujeres como los hombres están obligados por la ley a hacerse cargo de sus hijos. Pero Thomson sostiene que no podemos tener ningún tipo de responsabilidad especial hacia una persona a menos que la asumamos explícita o implícitamente. Si unos padres no intentan evitar un embarazo y no recurren al aborto, sino que tienen al bebé, ellos están asumiendo responsabilizarse del bebé, le están dando derechos y no pueden zafarse de su responsabilidad cuando vean el enorme coste que tiene sobre sus vidas. Pero si ellos han tomado todas las precauciones razonables contra tener un bebé, no tienen responsabilidad simplemente por su relación biológica con el niño que viene. No se les puede exigir inmensos sacrificios.

Puede haber casos en los que una persona mínimamente decente aceptaría tener el bebé, pero habrá casos inasumibles para cualquiera. Por ejemplo, imaginemos el caso de una chica asustada y desesperada de catorce años, que aún va a la escuela, embarazada a causa de una violación. Ella, por supuesto, debe poder abortar, y unas leyes que se lo impidan serían unas leyes psicopáticas. Habrá otros casos que nos resulten indecentes, como el de una mujer embarazada de siete meses que quiera abortar debido a los inconvenientes de tener que posponer un viaje al extranjero. En cualquier caso, estos reproches morales no deberían dar lugar, como castigo, a las heroicas obligaciones jurídicas que implica la maternidad.

Thomson aclara que ella no está diciendo que exista un derecho a matar. Obviamente, el feto necesita estar en el cuerpo de la madre para sobrevivir. Pero, imaginemos que el violinista, al ser desconectado, sobrevive milagrosamente; no tendríamos, por supuesto, derecho a matarlo. Simplemente tenemos derecho a desconectarnos de él aunque le cueste la vida. Esta tesis no contentará a algunas defensoras del aborto que se imaginan devastadas dando en adopción a su bebé, un pedazo de ellas mismas, y que en lugar de ello preferirían su muerte. Esta posición le parece a Thomson muy insensible. Por último, Thomson recuerda que ha partido del supuesto de que un feto es una persona desde el momento de la concepción. Sin embargo, señala, un aborto muy temprano no es, desde luego, equivalente a matar a una persona.


El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email