Fascialismo: el nuevo sistema americano

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Este artículo es el capítulo 27 del libro Crimen Organizado, escrito por Thomas DiLorenzo y traducido por Juan José Gamón Robres. Descarga el libro aquí.

Los dos peores flagelos de la humanidad en el siglo XX fueron el socialismo y el fascismo. Ambos arruinaron gran parte de la economía mundial por su compartida y “fatal arrogancia” (expresión empleada por F. A. Hayek) de que los planificadores centrales del gobierno eran superiores a la propiedad privada y a los mercados libres. Los gobiernos socialistas y fascistas (entre los que no hay mucha diferencia) mataron a más de 100 millones de sus propios ciudadanos, como documentó el sociólogo R. J. Rummel [véase su libro Death by Government (Muerto por el gobierno)], e instigaron guerras que causaron la muerte de unos cuantos millones más.

Increíblemente, el duopolio de dos partidos que desde hace tiempo ha gobernado América ha adoptado a ambos, al fascismo y al socialismo, como las características definitorias de nuestro sistema económico. Llámese Fascialismo. Es una receta para el suicidio económico nacional.

Fascismo económico

El fascismo económico como el practicado por Italia y Alemania en los años 20 y 30 del siglo pasado permitió que existieran la propiedad y las empresas privadas pero solo mientras permanecieran estrictamente controladas y reglamentadas por el Estado para que sirvieran al “interés público” y no a intereses privados. La filosofía del fascismo alemán venía expresada en el eslogan Gemeinnutz geht vor Eigennutz que significa “el bien público es anterior al bien privado”. “Los arios”, escribió Hitler en Mein Kampf (Mi Lucha), “subordinan voluntariamente su propio ego a la comunidad y, llegada la hora, hasta lo sacrifican”.

Por supuesto, es el gobierno quien decide lo que constituye “el bien común” ¿Queda alguna duda de que el gobierno será ahora quien defina qué constituye “el bien común” en las industrias bancarias y del automóvil así como en la industria sanitaria en cuanto ésta esté completamente nacionalizada?

La filosofía que había detrás del fascismo italiano era virtualmente idéntica. “La concepción fascista de la vida”, escribió Mussolini en “Fascismo: Doctrinas e Instituciones“, “insiste en la importancia del Estado y acepta al individuo solo en la medida en que su interés coincida con el del Estado”.

Es llamativo como muchos de los pronunciamientos actuales sobre política económica son a menudo tan parecidos a los realizados por los fascistas europeos de principios del siglo XX. Por ejemplo, Mussolini se quejaba en 1935 de que la intervención del gobierno en la economía italiana era “demasiado diversa, variada, contrastada. Ha habido … intervención, caso por caso, según surge la necesidad”. Su asesor, Fausto Pitigliani, explicó que, en cambio, bajo el fascismo, la regulación del gobierno conseguiría cierta “unidad de fines”.

Así es exactamente como los poderes que residen en Washington, D. C. diagnosticaron la llamada Gran Recesión: ha habido una regulación de los mercados financieros muy insuficiente, nos dicen, y también ha sido demasiado diversa y contrastada. Por eso recomendaron que se instituyera una Autoridad Super-Reguladora para que supuestamente regulase, reglamentase y controlase todos los “riesgos sistémicos que se asumieran” en la economía en su conjunto. El único debate es si debe crearse una nueva agencia para lograr esa “unidad en los fines” o si esa responsabilidad debe encomendarse a la Fed, que fue precisamente quién en primera instancia provocó la actual crisis económica.

Las “asociaciones” entre el gobierno y las empresas fueron la marca característica de los fascismos Italiano y Alemán. Como señaló una vez Ayn Rand, en tales “asociaciones”, sin embargo, es siempre el gobierno el “socio dominante”. La “colaboración” entre el gobierno y las empresas era supuestamente necesaria en la Italia fascista porque, como explica Fausto Pitigliani en su libro de 1934 “El Estado Corporativista Italiano”, “el principio de la iniciativa privada solo podría ser útil al servicio del interés nacional”. Es este servicio al interés nacional lo que constituye el objetivo de los desvelos de la docena de “zares” nombrados por los Presidentes Americanos.

El fascismo italiano dio lugar a un gigantesco rescate de la economía. El crítico social italiano Gaetano Salvemini escribió en 1936 en el libro “Bajo el hacha del fascismo” que “Es el Estado, es decir, el contribuyente, quien se ha convertido en el responsable de la empresa privada. En la Italia fascista el Estado paga por los fallos de la empresa privada”. “Los beneficios siguieron siendo de la iniciativa privada”, escribió Salvemini, pero “el gobierno agregó las pérdidas a las cargas de los contribuyentes. El beneficio es privado e individual. La pérdida es pública y social”. ¿Resulta familiar?

Según Salvemini, el propio Mussolini se jactó en 1934 de que “tres cuartas partes del sistema económico italiano habían sido subvencionadas por el gobierno”. El gobierno de los Estados Unidos está esforzándose por superar el alcance del expolio.

Socialismo

En el prefacio de la edición de 1976 de su famoso libro “Camino de servidumbre”, F. A. Hayek escribió que cuando se publicó el libro por primera vez en 1944, el socialismo significaba “inequívocamente la nacionalización de los medios de producción y la planificación económica centralizada que aquella hacía necesaria”. Pero en 1970 “el socialismo había venido a significar principalmente la extensa redistribución de la riqueza con impuestos y con las instituciones del Estado del bienestar”. Por tanto, desde 1930 el Partido Demócrata en América ha sido el partido del socialismo, con un Partido Republicano que o bien le presentaba poca o ninguna oposición o bien le servía de cómplice.


Traducido del inglés originalmente por José Ramón Robres. Revisado y corregido por Oscar Eduardo Grau Rotela. El material original se encuentra aquí.

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