Este artículo apareció en la edición de invierno de 2005 de The Quarterly Journal of Austrian Economics.
En su célebre artículo «Hacia una reconstrucción de la economía de la utilidad y el bienestar», Murray Rothbard escribió que:
La indiferencia nunca puede demostrarse mediante la acción. Todo lo contrario. Cada acción implica necesariamente una elección, y cada elección implica una preferencia definida. La acción implica específicamente lo contrario de la indiferencia. (…) Si una persona es realmente indiferente entre dos alternativas, entonces no puede elegir ni elegirá entre ellas. Por lo tanto, la indiferencia nunca es relevante para la acción y no puede demostrarse en la acción. (Rothbard 1997, pp. 225-26)
Esto parece innegable, y cualquier intento de explicar por qué uno elige hacer X en lugar de Y con referencia a la indiferencia en lugar de a la preferencia se presenta como un absurdo lógico, un «error categórico». De hecho, parece ser una verdad similar a la verdad de que ninguna «constante» puede usarse para explicar una «variable», y es que cualquier intento de explicar resultados diferentes haciendo referencia a condiciones invariables es igualmente absurdo.
No obstante, Rothbard y Mises han sido criticados por Nozick (1977) y Caplan (1999) por su inconsistencia al admitir, después de todo, el concepto de indiferencia en el análisis económico, aunque solo sea indirectamente. Estas críticas han sido respondidas por Block (1980, 1999) y Hülsmann (1999). Sin embargo, sus respuestas, aunque en gran medida correctas, parecen no aportar al asunto toda la claridad posible. Partiendo de la crítica de Nozick, espero remediar aquí esta deficiencia.
Como señaló correctamente Block (1980, pp. 423-25), además de algunos comentarios bastante confusos y fáciles de descartar, Nozick tiene una crítica desafiante al veredicto de Rothbard y Mises sobre la indiferencia. Argumenta que sus puntos de vista son incompatibles con su propia formulación de la ley de la utilidad marginal. «De hecho», escribe Nozick,
los teóricos austriacos necesitan la noción de indiferencia para explicar y delimitar la noción concreta de mercancía y de unidad de mercancía. (…) Sin la noción de indiferencia y, por tanto, de una clase de bienes idénticos, no podemos tener la noción de una mercancía o de una unidad de una mercancía; sin la noción de una unidad (“una unidad intercambiable”) de una mercancía, no tenemos forma de enunciar la ley de la utilidad marginal (decreciente). (1977, pp. 370-71)
Para fundamentar aún más su afirmación, en una nota a pie de página adjunta, Nozick proporciona citas de La acción humana de Mises (1966) y Hombre, economía y Estado de Rothbard (1962). Nozick escribe:
En la p. 122 [de La acción humana], Mises dice: “Todas las partes —unidades— de las existencias disponibles se consideran igualmente útiles y valiosas cuando se plantea el problema de renunciar a una de ellas”. Aquí, entonces, existe indiferencia. Sin embargo, se hará una elección, quizás al azar. Se renunciará a un objeto en particular. Aunque la persona no prefiera renunciar a este a renunciar a otro… [De manera similar, Rothbard, en Hombre, economía y Estado, pp. 18-19] escribe: “en estos ejemplos, las unidades del bien han sido intercambiables desde el punto de vista del actor. Por lo tanto, cualquier libra concreta de mantequilla se evaluó, en este caso, como perfectamente idéntica a cualquier otra libra de mantequilla”. (Nozick 1977, p. 390).
La respuesta de Block a este desafío es la siguiente:
Creo que este problema se puede conciliar de la siguiente manera. Antes de que surgiera la cuestión de renunciar a una de las libras de mantequilla, todas eran unidades intercambiables de un mismo bien: la mantequilla. Todas las unidades eran exactamente igual de útiles y valiosas para el actor. Pero luego decidió renunciar a una libra de la mantequilla. Ya no poseía, o ya no puede considerarse que poseyera, un bien homogéneo consistente en unidades de libra de mantequilla. Existían realmente dos bienes. La mantequilla A, por un lado, consistente en 99 unidades de libra de mantequilla, cada una (de las 99) igualmente valorada, perfectamente intercambiable, desde el punto de vista del actor, por cualquier otra del conjunto de 99 libras; por otro lado, la mantequilla B, que consiste en una única libra de mantequilla (digamos la unidad número 72 de las 100 unidades originales, a la cual decidió renunciar cuando quiso vender una libra de mantequilla). En este caso, la mantequilla A es preferida a la mantequilla B, como lo demuestra el hecho de que, cuando llegó el momento, el actor desechó la mantequilla B mientras que retuvo la mantequilla A. Alternativamente, podemos decir que la persona era “indiferente” entre las 100 unidades de mantequilla antes y separadamente de que entrara en escena cualquier elección. Pero la “indiferencia”, en esta interpretación, que existe solo en ausencia de la acción humana, no sería una categoría praxeológica o económica, sino una vaga caracterización psicológica… Podemos comprobar, entonces, que bajo esta interpretación no existe ningún problema con respecto a la ley de la utilidad marginal decreciente. Por un lado, esto se debe a que podemos conservar la homogeneidad (separada de la acción humana) así como negarla (una vez que tiene lugar la elección). Así, siendo el caso que se requieren unidades homogéneas de un bien para el funcionamiento y aplicación de esta ley, no existe ningún problema. (Block 1980, pp. 424-25; de manera similar, Block 1999, pp. 22-24)
Mi insatisfacción con la solución de Block al desafío planteado por Nozick es doble.
En primer lugar, su interpretación de la indiferencia como una categoría «vaga y psicológica» parece fuera de lugar. En cambio, de acuerdo con Mises, debe considerarse como una categoría epistemológica bastante precisa implícita en el concepto de una clase de objetos e involucrada en cualquier operación de clasificación. «Cantidad y calidad», explica Mises,
son categorías del mundo externo. Solo indirectamente adquieren importancia y significado para la acción. Debido a que cada cosa solo puede provocar un efecto limitado, algunas cosas se consideran escasas y se tratan como medios. Debido a que los efectos que las cosas pueden producir son diferentes, el actor distingue varias clases de cosas. Dado que los medios de la misma cantidad y calidad son siempre aptos para producir la misma cantidad de un efecto de la misma calidad, la acción no distingue entre cantidades concretas igualmente definidas de medios homogéneos. (Mises 1966, p. 119)
Sin embargo, si la formación de clases de objetos tiene un fundamento realista y objetivo, como subraya Mises, la vía de escape de Block parece inverosímil y ad hoc: antes de la elección las unidades de mantequilla pertenecían a una clase (eran homogéneas), ahora, en el momento de la elección, son de repente miembros de clases diferentes (son heterogéneas). De hecho, siguen siendo lo que eran entonces y lo que son ahora: unidades de mantequilla.
Block elige esta vía porque cree que, de lo contrario, podría ponerse en duda la afirmación de que las acciones deben explicarse con referencia a las preferencias. Sin embargo, este temor es injustificado. Podemos tener nuestra homogeneidad (clases de objetos) y seguir insistiendo en que sólo las preferencias pueden explicar y se demuestran en las elecciones concretas.
Para explicar esto, es útil recordar algunas ideas elementales sobre la naturaleza de la acción, ideas con las que los “austriacos” en particular deberían estar familiarizados. Las acciones, como comportamiento intencional, tienen un aspecto externo-conductual y otro interno-mental. Para dar una descripción completa y adecuada, hay que tener en cuenta ambos aspectos. Una cita de John Searle (1984, pp. 57-58) debería dejar esto claro:
Si pensamos en la acción humana… es tentador pensar que los tipos de acción o comportamiento pueden identificarse con tipos de movimientos corporales. Pero eso es obviamente erróneo. Por ejemplo, un mismo conjunto de movimientos corporales humanos puede constituir una danza, o una señalización, o un ejercicio, o una prueba muscular, o ninguno de los anteriores. Además, al igual que un mismo conjunto de tipos de movimientos corporales puede constituir clases de acciones completamente diferentes, un tipo de acción puede ser realizado por un número enormemente diferente de tipos de movimientos corporales… Además, otra característica extraña de las acciones, que las diferencia de los acontecimientos en general, es que las acciones parecen tener una descripción preferida. Si voy a dar un paseo a Hyde Park, hay muchas otras cosas que ocurren en el curso de mi paseo, pero sus descripciones no describen mis acciones intencionales, porque al actuar, lo que estoy haciendo depende en gran parte de lo que creo que estoy haciendo. Así, por ejemplo, también me estoy moviendo en dirección general a la Patagonia, agitando el pelo de mi cabeza de arriba abajo, desgastando mis zapatos y moviendo muchas moléculas de aire. Sin embargo, ninguna de estas otras descripciones parece llegar a lo esencial de esta acción, como la acción que realmente es.[1]
Teniendo en cuenta la observación de Searle sobre la descripción preferida de una acción, podemos proceder ahora a proponer una solución simple pero elegante al desafío de Nozick. Téngase en cuenta que, en el ejemplo anterior, «ir a dar un paseo a Hyde Park» y «moverse en dirección general a la Patagonia» son fenómenos conductualmente idénticos, pero este último no forma parte de la descripción preferida, aunque podría serlo en circunstancias diferentes. En su respuesta a Nozick, Block falla al no proporcionar la descripción preferida.
Si las 100 libras de mantequilla son realmente homogéneas, y yo regalo una libra (ya sea a cambio de dinero, como regalo, o por cualquier otra razón), entonces simplemente no forma parte de mi acción que sea la unidad 72 la que regalo (aunque esa sea una descripción conductualmente correcta de lo que hago), al igual que en el caso anterior no forma parte de mi acción que me mueva en dirección general a la Patagonia. En cambio, la descripción correcta (preferida) es que regalo una unidad de mantequilla, demostrando así que prefiero este dólar —o más bien un dólar— o quizás un «gracias» de mi vecino a una unidad de mantequilla. Por otro lado, si formase parte de la descripción correcta de mi acción que es la 72ª unidad de mantequilla la que regalo (en lugar de cualquier otra), entonces y sólo entonces estamos tratando con libras heterogéneas de mantequilla (y mi acción demuestra entonces que prefiero un dólar, esa unidad de mantequilla o un «gracias» a esta unidad de mantequilla).
Otros supuestos enigmas relativos a los helados, los suéteres, los niños que se ahogan y el asno de Buridán pueden resolverse del mismo modo.
Decir que me es indiferente obtener el helado de fresa o el de vainilla significa que una descripción correcta de mi acción debe hablar simplemente de, por ejemplo, helado en general o de algo frío y cremoso. Obtener un helado de fresa a cambio de un dólar no forma entonces parte de la descripción de mi elección. En cambio, mi elección demuestra que prefiero un helado o algo frío y cremoso a un dólar. Por otro lado, si obtener un helado de fresa forma parte de la descripción correcta de mi acción, entonces es absurdo decir que soy indiferente entre el helado de fresa y el de vainilla.
Del mismo modo, si me es indiferente que los suéteres sean azules o verdes, entonces mi elección se refiere simplemente a un suéter, o a un suéter de color oscuro; y conseguir uno verde (o azul) no forma parte de la descripción correcta de mi acción. En cambio, mi elección demuestra mi preferencia de un suéter sobre una (o esta) camisa o sobre otra cosa.
De igual manera, una madre que ve ahogarse a sus hijos Pedro y Pablo, a los que quiere por igual, y que sólo puede rescatar a uno, no demuestra que quiera más a Pedro que a Pablo si rescata al primero. En cambio, demuestra que prefiere a un (único) hijo rescatado que a ninguno. Por otro lado, si la descripción correcta (preferida) es que ella rescató a Pedro, entonces no era indiferente en cuanto a sus hijos.
Por último, consideremos el asno de Buridan parado entre dos fardos de heno idénticos y equidistantes. El asno no es indiferente y, sin embargo, elige uno sobre el otro, como quiere Nozick. Más bien, prefiere un fardo de heno (el hecho de que sea el de la izquierda o el de la derecha simplemente no forma parte de la descripción de la elección preferida), y así demuestra su preferencia general por el heno antes que por la muerte.
Traducido del inglés por Adrián González Fuentes. El artículo original se encuentra aquí.
Notas
[1] Véase también Hoppe (1995, pp. 40-44).