El legado de Rothbard: de la excomulgación conservadora al movimiento por la libertad

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Este es un extracto del libro Fascismo versus Capitalismo de Llewellyn Rockwell.

Ahora me gustaría volver a Rothbard y su vida. Cuando lo dejamos, había acabado su tesis. Estaba a punto de empezar un larguísimo viaje que consumiría toda su vida. Publicó en revistas de prestigio tanto tiempo como pudo, pero, en cierto momento, su búsqueda de la verdad y su amor por la libertad hicieron que le apartaran de ellas.

A pesar de su brillantez, historial y credenciales, no consiguió un puesto académico prestigioso. Trabajó para una fundación universitaria privada, reseñando los últimos libros de historia, filosofía, derecho y economía. Su enorme tratado sobre economía, que se publicó en 1962, empezó como un tutorial escrito para esta fundación.

Cuando consiguió un puesto, fue en el Politécnico de Brooklyn, en Nueva York. Tenía un despacho estrecho y enseñaba sobre todo a alumnos mediocres. Pero eso apenas le importaba en absoluto. Tenía libertad para escribir y publicar y decir la verdad y eso era lo que quería por encima de todo.

Y, aun así, sus opciones estaban limitadas. Se podría pensar que, como defensor del libre mercado, tendría abiertas las revistas conservadoras de opinión. Pero poco después de que se intensificara la Guerra Fría, no pudo quedarse callado sobre algo que era enormemente importante para él: la relación entre libertad y expansionismo militar. Veía el Estado del bienestar como nada más que una especie de socialismo. Así que se adhirió a las creencias de los viejos liberales clásicos: un mercado libre más una visión internacional pacifista. Por esto fue excomulgado por los conservadores.

La consecuencia es que acabó construyendo su propio movimiento mundial, que empezó en su cuarto de estar y se extendió a toda la raza humana. Sus dos docenas de libros y miles de artículos acabaron inspirando un enorme movimiento mundial por la libertad. Sus escritos económicos cubrieron el vacío entre Mises y la generación actual de austriacos. Su maravillosa personalidad demostraba a todos y cada uno que era posible divertirse mientras se luchaba contra el leviatán.

Con respecto al carácter de Rothbard, la comparación con Greenspan no podría ser más dura. Si Greenspan era el sombrío enterrador, Rothbard era el alegre guerrero. A Rothbard le entusiasmaba pasar el tiempo con los estudiantes y miembros de la facultad y cualquier interesado por la libertad. Cuando hablabas con él, estaba encantado de hacerlo sobre del campo de interés que fuera la especialidad de la otra persona. Ya fuera historia, filosofía, ética, economía, política, religión, pintura del Renacimiento, música, deportes, arquitectura de iglesias barrocas o incluso telenovelas, siempre hacía que los demás se sintieran más importantes.

Le gustaba dar siempre el mérito a otros y dirigir la atención hacia las contribuciones de todos a la gran causa. Nunca se enfadaba mucho tiempo: incluso con quienes le traicionaron personalmente dejaba siempre abierta una oportunidad de reconciliación. Todos estos rasgos derivaban de su asombrosa generosidad espiritual, que yo atribuyo a su amor por la verdad sobre cualquier otra cosa.

Su vida demasiado corta se truncó en 1995. Pero ese fue también el año en que el navegador web se hizo común en oficinas y hogares. Esas clases que Rothbard daba en su pequeña aula de Nueva York ahora se emiten por todo el mundo a través de iTunes y Mises.org. Sus libros se imprimen y venden como nunca. No solo sus libros, sino libros sobre sus libros y toda una literatura que crece en torno a su legado.

Muchos han dicho que Rothbard fue su peor enemigo. La gente dice lo mismo de Mises. Lo que se quiere decir es que podían haber ayudado a sus carreras siguiendo la corriente para prosperar. Es verdad. ¿Pero es prosperar lo que realmente queremos para nuestra vida? ¿O queremos marcar una diferencia de una manera que nos sobreviva?

En algún momento de nuestras vidas todos nos damos cuenta de que todo el dinero y todo el poder y los bienes que podemos acumular nos serán inútiles tras morir. Incluso las grandes fortunas pueden desaparecer después de una generación o dos. El legado que dejaremos en esta tierra se reduce a los principios por los que vivimos. Las ideas que sostenemos y la manera en que las aplicamos son las fuentes de nuestra inmortalidad.

Greenspan dejará una economía en el caos y una vida de adulación. Rothbard dejó una gran visión de la libertad unida a la ciencia, un ejemplo de lo que significa pensar verdaderamente a largo plazo.

En todas las épocas la gente debe tomar una decisión. ¿Aceptamos el mundo como es y tratamos de adaptarnos, obteniendo del sistema tanto como podamos hasta el final? ¿O nos aferramos a los principios, pagamos el precio que conlleva y nos vamos haciendo del mundo un lugar mejor? Solo os digo que todo el que haya amado verdaderamente la libertad ha elegido el segundo rumbo. Ese es el rumbo que se dedica a seguir el Instituto Mises. Tomemos todos también esa misma decisión.


El material original se encuentra aquí.

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