Auditando a la Fed se auditará al estado

0

Si Ron Paul consigue que se audite a la Fed, las consecuencias pueden ser de largo alcance. Suponiendo que la auditoría no se amañe para proteger al culpable, como hacía una propuesta similar en 1978, la Fed necesitará que todos los ofuscadores keynesianos testifiquen y escriban editoriales en su favor para asegurar al público que es mejor dejar los asuntos monetarios a los dioses que nos gobiernan, como Ben Bernanke y Timothy Geithner. También los monetaristas probablemente se unan a la campaña “Salvad a la Fed”, quizá argumentando que incluso un gran economista del libre mercado como Milton Friedman consideraba a la Fed útil para impedir y curar recesiones.

Pero la parte realmente apetitosa de auditar la Fed es conocer qué hay detrás de ella. La Fed es en el fondo una estafa, un timo grandioso: ¿cómo puede calificarse si no a una organización con el privilegio exclusivo de imprimir dinero a billones y entregarlo a amigos? Pero si esto es verdad ¿qué dice esto del estado, la organización que la crea y la aprueba? ¿Es la Fed un error honrado en los esfuerzos por lo demás eternos de conservar nuestra libertad o podría ser un componente clave de una estafa mayor?

Sin el poder del estado, no habría propuesta de auditar la Fed, porque no habría Fed que auditar. Como cualquier cártel, existe para proteger a sus miembros de las pens del mercado y solo el poder policial del estado puede hacernos soportar esa carga. Una propuesta de auditar a la Fed podría por lógica convertirse en una auditoría al estado, igual que las investigaciones de 1972 de los robos en el hotel Watergate mostraron la faz descarnada detrás del personaje público. Durante una auditoría de la Fed, por ejemplo, ¿no sería razonable preguntar por qué los representantes elegidos por el pueblo continúan apoyando un sistema bancario que roba secretamente riqueza a sus conciudadanos y otros tenedores de dólares? ¿O vamos a adoptar la postura ingenua de que la mayoría de los cargos electos realmente ignoran la política de la Fed de devaluación de la divisa y los efectos que esas políticas han tenido en la historia?

Cómplices en el delito

Hay varias maneras en las que una auditoría de la Fed podría poner al propio estado bajo un fuerte escrutinio, pero demos una sola línea de argumentación:

  1. Es bien sabido que los bancos se dedican a prestar con reservas fraccionarias, lo que significa que los banqueros usan sus depósitos en operaciones de préstamo, con solo una parte de sus préstamos cubierta por reservas monetarias. Las reservas fraccionarias expanden la oferta monetaria, a lo que, hasta la época de Keynes y Fisher, se le llamaba inflación.[1] También es de conocimiento público que cuando los bancos conceden demasiado crédito los depositantes naturalmente se ponen nerviosos y empiezan a retirar su dinero.

    Aunque las reservas fraccionarias aparentemente serían una forma de malversación (el acto de tomar para uso personal la propiedad de otra gente sin su conocimiento o consentimiento), las resoluciones de los tribunales públicos nunca las han visto así. Como observaba Murray Rothbard, un banco que no atiende sus obligaciones de depósito, es solo otro insolvente, no un malversador. Siguiendo el fallo británico en Foley v. Hill y otros en 1848, los tribunales de EEUU consideran que el dinero dejado a un banquero es, “en todos los sentidos, el dinero del banquero, para hacer con él lo que quiera”.[2]

    Esto se mantiene incluso si el banquero se dedica a “especulación arriesgada”. Así que, según el estado, no puede haber malversación porque el dinero pertenece al banco, no al depositante. ¿Pero ha habido alguna vez un depositante que pensara que estaba entregando el dinero al banquero para que “haga lo que quiera” con él? Además, cuando, al prestar el depósito del cliente a un tercero, el banquero crea esencialmente dos derechos sobre la misma propiedad (el dinero depositado), no hay forma de que atienda sus obligaciones tanto con el depositante como con el prestatario al mismo tiempo. ¿Por qué excepciona el estado a los bancos de la ley de la contradicción?

  1. Sin un banco central, la banca de reserva fraccionaria lleva a crisis repetidas, ya que los bancos son incapaces de atender las demandas de redención. Los bancos que tengan problemas para atender sus obligaciones necesitan dinero rápido y este es uno de los problemas de los que se ocupa un banco central. “La misma existencia de un sistema de banca de reserva fraccionaria lleva invariablemente a la aparición de un banco central como prestamista de último recurso”, nos dice Jesús Huerta de Soto.[3]

    Es verdad, pero como reconoce de Soto, los bancos centrales no aparecen por discusiones abiertas y sinceras dentro de la comunidad bancaria, salvo que se considere a su deseo de “una divisa más elástica” como un ejemplo de honradez brutal. Para tener éxito, los bancos centrales necesitan protección frente a la competencia; necesitan ser el suministrador monopolista de billetes de banco. Pero los monopolios en este sentido no aparecen en un mercado libre. Hace falta llegar a un acuerdo entre grandes bancos yy políticos influyentes para crear un banco con privilegios legales. Este acuerdo se nos impone posteriormente, presentándolo no como un privilegio especial, sino como un servicio de interés público. Y tenemos que vernos obligados a aceptar el dinero fiduciario del banco privilegiado a cambio de bienes y servicios reales. Merece la pena repetirlo: un banco central “no es un producto natural de la evolución bancaria”, como concluía Vera Smith en su conocido estudio.[4] “Nace como resultado de favores del gobierno”. ¿Qué obtiene el gobierno a cambio de estos favores?, podría preguntarse un auditor de la Fed.

  1. Con un banco central, la banca de reserva fraccionaria lleva a crisis repetitivas, pero pueden diferir de crisis sin un banco central en dos aspectos: uno, como un banco central aplica una tasa uniforme de inflación (expansión de crédito), un banco no puede poner en peligro a los demás sobreexpandiéndose más que otros; consecuentemente, el día del juicio se retrasa y la corrección necesaria es más grave. Y dos, cuando golpea la crisis, el banco central proporciona medios para más errores monetarios.

    Como el requisito de redención limita el potencial inflacionista de un banco central, los gobiernos antes o después aparecen para prohibir el propio dinero y obligarnos a usar lo que antes solo era un sustitutivo del dinero. Los gobiernos, en otras palabras, prohíben el oro y nos hacen usar su papel. Pregunta del auditor: ¿cómo puede calificarse esto como mercado libre, ya que muchos comentaristas hoy creen tácitamente cuando acusan de la crisis al mercado libre?

    Con el oro desaparecido, el banco central se convierte en el genio del gobierno, capaz de concederle gasto casi ilimitado. El gasto masiva de la década de 1930 no curó la depresión, aunque sí hizo que el gobierno fuer una carga mucho más pesada para el mercado.

    ¿Tiene la capacidad del banco central de orquestar inflación alguna relación  con la implicación del gobierno en la guerra? ¿Podrían las guerras mundiales haber sido más cortas y menos destructivas de vidas y propiedades, propagando menos episodios sangrientos sin la ayuda de la banca centralizada y un patrón de papel fiduciario? Los enormes desembolsos monetarios de la guerra van a empresas favorecidas políticamente. ¿Nos está matando este complejo militar-industrial-congresista? ¿Hasta qué punto ansiarán los políticos ir a la guerra o ser la policía del mundo si ya no tienen una imprenta para pagar sus aventuras?

¿Podríamos estar todos mejor con un sistema monetario y bancario que esté completamente separado del gobierno? ¿Y podríamos estar mejor con un gobierno que no pueda alimentarse de la inflación?

El Comité Pujo

Antes de la aprobación de la Ley de la Reserva Federal, el senador por Wisconsin, Robert LaFollette, y el congresista por Minnesota, Charles Lindbergh Sr., realizaron feroces discursos atacando al “trust de la moneda” por causar auges y declives. LaFollette denunciaba que todo el país estaba controlado por solo cincuenta hombres, una afirmación que rechazaba un socio de Morgan como totalmente absurda. Sabía de primera mano que el número no superaba los ocho.

Tras la resolución Lindbergh, el Congreso creó el Comité Pujo para investigar a los grandes banqueros, pero este comité estaba firmemente en las manos del propio trust. Durante el verano de 1912, el comité asustó a la gente con estadísticas y testimonios que demostraban el poder que tenía Wall Street sobre la economía. Para el público, el Congreso parecía estar haciendo su labor al acabar con la corrupción, aunque no se llamó nunca a testificar a Lindbergh o LaFollette, ni nadie pareció dar ninguna importancia al hecho de que los grandes banqueros estuvieran liderando el ataque por la reforma.

El comité concluyó que la reforma bancaria era urgente y necesaria para poner bajo control a Wall Street y un año después el Congreso y el presidente Wilson dieron al país un banco central como regalo anticipado de Navidad.[5] Como apunta Rothbard, la composición del primer Consejo de la Reserva Federal reflejaba más o menos las estructura de poder de los presentes en la reunión de fundación de la Fed en Jekyll Island en 1910, con el hombre de Morgan, Benjamin Strong, dirigiendo en realidad el sistema como jefe de la Fed de Nueva York.[6]

Las apropiaciones de poder son un frecuente y predecible resultado de las investigaciones del gobierno. Sin embargo, cualquier auditoría que exponga la relación de la Fed con el estado merecerá la pena realizarse, aunque los amigos de la Fed la mantengan donde está.


[1] Jorg Guido Hulsmann, The Ethics of Money Production, Ludwig von Mises Institute, 2008, p. 85

[2] Murray N. Rothbard, The Case Against the Fed, Ludwig von Mises Institute, 1994, p. 42.

[3] Jesus Huerta de Soto, Money, Bank Credit, and Economic Cycles, [Dinero, crédito bancario y ciclos económicos] Ludwig von Mises Institute, 2006, p. 638 (cursivas originales).

[4] Vera C. Smith, The Rationale of Central Banking and the Free Banking Alternative, [Fundamentos de la banca central y de la libertad bancaria (Madrid: Unión Editorial, 1993)] Liberty Press, 1990, p. 169.

[5] G. Edward Griffin, The Creature from Jekyll Island: A Second Look at the Federal Reserve, American Media, 2002, pp. 443-444.

[6] Rothbard, pp. 121-125.


Publicado el 1 de julio de 2009. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email