Prefacio “Teoría e historia” de Ludwig von Mises

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TheoryAndHistoryBookLudwig von Mises publicó numerosos libros y artículos en su larga y productiva vida, cada uno de ellos supusieron importantes contribuciones a la teoría y a la aplicación de la ciencia económica. Pero sobresalen entre ellos cuatro destacadas obras maestras, inmortales monumentos al trabajo del más grande economista y científico de la acción humana de nuestro siglo. El primero, el cual puso a Mises en cabeza del ranking de economistas fue La teoría del dinero y del crédito (1912), que por primera vez integró la teoría del dinero y de los precios relativos además de delinear su posterior teoría del ciclo económico. El segundo gran trabajo de Mises fue Socialismo (1922), el cual proporcionó la definitiva y exhaustiva crítica del socialismo y demostró que un orden socialista no podría calcular económicamente. El tercero fue su formidable tratado La acción humana (1949), que describía la estructura completa de la economía y del análisis del hombre en acción. Todos estos tres trabajos han supuesto hitos en la economía, y han sido destacados en el renacimiento «austriaco» que ha florecido en los EE. UU. en la pasada década.

Pero el cuarto y último gran trabajo de Mises, Teoría e historia (1957) ha supuesto un notable pequeño impacto y escasamente ha sido citado incluso por los jóvenes del reciente renacer austriaco. Permanece hasta ahora como la más abandonada obra maestra de Mises. E incluso proporciona el sostén filosófico y desarrolla la filosofía que subyace en La acción humana. Es el gran trabajo metodológico de Mises, explicando las bases de su acercamiento a la economía, proveyendo brillantes críticas a tales falaces alternativas como el historicismo, el cientificismo y el materialismo dialéctico marxista.

Se puede pensar que a pesar de su gran importancia, Teoría e historia no han supuesto un hito porque, en esta época de ciega especialización académica, la economía no tiene nada que ver con lo concerniente a la filosofía. Ciertamente, la hiperespecialización juega una parte, pero en los últimos años, el interés en la metodología y en los cimientos básicos de la economía ha germinado y uno podría pensar que al menos los especialistas en esta área podrían encontrar mucho para discutir y absorber en este libro. Y los economistas seguramente no están tan enfrascados en su argot y en su lenguaje confuso como para que puedan obviar una respuesta a la lúcida y brillante prosa de Mises.

Es probable, en cambio, que el abandono de Teoría e historia tenga más que ver con el contenido de su mensaje filosófico. Mientras que muchos están al tanto de la larga y solitaria rebelión que Ludwig von Mises desató contra el estatismo del lado del laissez-faire, pocos se dan cuenta de que hay una mayor resistencia en la profesión de la economía hacia la metodología de Mises de la que hay hacia su visión política. La adherencia al libre mercado, después de todo, no es ahora tan infrecuente entre los economistas (aunque no con la certera consistencia de Mises), pero pocos están preparados para adoptar la característica metodología austriaca que Mises sistematizó y nombró «praxeología».

La verdadera significancia de Mises y de su praxeología es con la que él apropiadamente comienza Teoría e historia, el dualismo metodológico, el crucial entendimiento de que los seres humanos deben ser considerados y analizados en una manera y con una metodología que difiere radicalmente del análisis de las piedras, planetas, átomos o moléculas. ¿Por qué? Porque simplemente, es la esencia de los seres humanos el que ellos actúen, que tengan fines y propósitos y que intenten alcanzar esos fines. Las piedras, átomos, planetas, no tienen fines o preferencias; por tanto ellos no eligen entre cursos de acción alternativos. Los átomos y planetas se mueven o son movidos. Ellos no pueden elegir rumbos de acción o cambiar sus mentalidades. Los hombres y mujeres sí pueden. Por consiguiente, los átomos y las piedras pueden ser investigados, sus cursos de acción clasificados, y sus rumbos planeados y predichos, al menos en principio, hasta el más diminuto detalle cuantitativo. Con la gente no se puede; ser planeada y predicha como pueden ser los objetos sin mente o sin la capacidad de aprender y elegir.

Y ahora podemos ver por qué la profesión económica ha puesto tanta resistencia al tratamiento de Ludwig von Mises. La economía, así como las otras ciencias sociales en nuestro siglo, ha abrazado el mito de lo que Mises ha llamado y despectivamente referido como «cientismo», la idea de que el único y genuino tratamiento «científico» al estudio del hombre es aquel que imita el tratamiento de las ciencias naturales, en particular de su rama más prestigiosa, la física. Para llegar a ser verdaderamente científico como la física y las otras ciencias naturales, entonces, la economía tiene que rehuir de conceptos tales como propósitos, fines y aprendizaje; debe abandonar la mente del hombre y escribir sólo de meros eventos. No puede hablar de cambio de opinión, porque debe asegurar que los eventos son previsibles, desde que, en las palabras del lema original de la Sociedad Econométrica, «Ciencia es predicción». Y para ser una ciencia dura o real, la economía debe tratar a los individuos no como criaturas únicas, cada una con sus propios fines y elecciones, sino como homogéneas y por tanto, predecibles bits de «información». Una razón por la que la teoría económica ortodoxa ha tenido siempre gran dificultad con el crucial concepto de empresario es que cada empresario es clara y obviamente único; y la economía neoclásica no puede manejar la singularidad individual.

Además, la ciencia «real», debe supuestamente, operar como una variante del positivismo. Así, en física, el científico está confrontado con un número homogéneo y uniforme de bits de eventos, los cuales pueden ser investigados según regularidades cuantitativas y constantes como, por ejemplo, el ratio al que los objetos caen a la tierra. Entonces, los marcos hipotéticos de los científicos explican las clases de comportamiento o movimiento, y deducen varias proposiciones según las cuales él puede contrastar la teoría comparando hechos firmes y empíricos, con esos observables bits de eventos. (Por tanto, la teoría de la relatividad puede ser testeada comprobando ciertas características empíricamente observables de un eclipse). En la vieja variante positivista, él «verifica» la teoría a través de su comprobación empírica; en el más nihilista neopositivismo de Karl Popper, él sólo puede «falsar» o «no falsar» una teoría de esta manera. En cualquier caso, sus teorías deben siempre ser sostenidas tentativamente, y puede que nunca, al menos no oficialmente, ser abrazadas como definitivamente verdaderas; por lo que puede siempre encontrar que otras teorías alternativas pueden ser capaces de explicar unas más amplias clases de hechos, que algunos nuevos hechos pueden ir en contra, o falsar la teoría. El cientista debe siempre portar al menos la máscara de la humildad y de la mentalidad abierta.

Pero fue parte del genio de Ludwig von Mises el ver que la economía formal nunca ha procedido de esta manera, y de elaborar las buenas razones para este hecho curioso. Ha habido mucha confusión innecesaria sobre la idiosincrasia del uso del término misiano a priori, y los entusiastas de los métodos científicos modernos han sido capaces de usarlo para apartarlo como mera mística acientífica. Mises vio que los estudiantes de la acción humana eran de mejor o peor manera, y ciertamente diferentes a los estudiantes de las ciencias naturales. Los científicos de la física miran hacia homogéneos bits de eventos, tentando este camino hacia el descubrimiento y probando teorías causales o explicatorias para esos eventos empíricos. Pero en la historia humana, nosotros, como seres humanos mismos, estamos en una posición de conocer la causa de los eventos; a saber, el hecho primordial de que los seres humanos tienes fines y propósitos y actúan para obtenerlos. Y este hecho es conocido no tentativa ni titubeantemente, sino absoluta y apodícticamente.

Un ejemplo que a Mises gustaba usar en sus clases para demostrar la diferencia entre dos formas fundamentales del acercamiento al comportamiento humano era echando una mirada al comportamiento de la Gran Estación Central durante una hora punta. El «objetivo» o «verdaderamente científico» behaviorista, él señalaba, podría observar los hechos empíricos: por ejemplo, gente yendo y viniendo sin rumbo fijo a ciertas predecibles horas del día. Y eso es todo lo que él podría conocer. Pero el verdadero estudiante de la acción humana podría comenzar del hecho de que todo comportamiento humano tiene un propósito, y podría ver que el propósito es llegar desde casa al trabajo mediante el tren en la mañana, lo contrario por la noche, etc. Es obvio cuál de ellos podría descubrir y saber más sobre el comportamiento humano y por tanto cuál sería el genuino «dentista».

Es desde este axioma, el hecho de que la acción humana tiene propósitos, de donde toda la teoría económica es deducida; la economía explora las lógicas implicaciones del hecho general de acción. Y desde que conocemos absolutamente que la acción humana tiene propósito, sabemos con igual certeza las conclusiones a cada paso de la cadena lógica. No hay necesidad de «probar» esta teoría, si es que ese concepto tiene sentido en este contexto.

¿Es verificable el hecho de que la acción humana tiene un propósito? ¿Es «empírico»? Sí, pero ciertamente no en la precisa o cuantitativa forma que los imitadores de la física están habituados. El empiricismo es amplio y cualitativo, brotando de la esencia de la experiencia humana; no tiene nada que ver con estadísticas o hechos históricos. Además, es dependiente del hecho de que todos somos seres humanos y podemos por tanto usar este conocimiento para aplicarlo a otros de la misma especie. Aun menos es el axioma de la acción intencional «falsable». Esto es tan evidente, una vez mencionado y considerado, que claramente forma la esencia de nuestra experiencia en el mundo.

Igualmente, la teoría económica no necesita de «comprobación», por su imposibilidad de comprobarla en alguna manera contrastando sus proposiciones contra bits homogéneos de eventos uniformes. Porque no hay tales eventos. El uso de estadísticas y datos cuantitativos pueden intentar enmascarar este hecho, pero su aparente precisión está sólo basada en eventos históricos que no son homogéneos en ningún modo. Cada evento histórico es un complejo, único resultado de muchos factores causales. Porque es único, no puede ser usado para un test positivista, y porque es único no puede ser combinado con otros eventos en forma de correlaciones estadísticas y alcanzar un resultado coherente. Analizando el ciclo económico, por ejemplo, no es legítimo tratar cada ciclo como estrictamente homogéneo con todos los demás, y por tanto, añadir, multiplicar, manipular y correlacionar datos. Para hacer la media de dos series de tiempo, por ejemplo, y orgullosamente proclamar que las Series X tienen una media de adelanto de cuatro meses comparadas con las Series Y en alguna fase del ciclo, significa poco menos que nada. Debido a: (a) ninguna serie de tiempo determinado puede siquiera tener los cuatro meses de adelanto-atraso, y los rezagos pueden y variarán ampliamente, y (b) la media de cualquier pasada serie no tiene relevancia con los datos del futuro, que tendrán sus propias e impredecibles diferencias con los ciclos previos.

Demoliendo el intento del uso de estadísticas para probar una teoría, Ludwig von Mises ha sido acusado de ser un puro teórico sin ningún interés o respeto por la historia. Por el contrario, y este es el eje central de Teoría e Historia, son los positivistas y behavioristas los que carecen de respeto por el único e histórico hecho, intentando comprimir esos complejos eventos históricos en un molde procusteano de movimientos de átomos o planetas. En los avatares humanos, el complejo e histórico evento por sí mismo necesita ser explicado por varias teorías, tantas como sean posibles; pero nunca puede ser completamente determinado por alguna teoría. El vergonzante hecho de que las predicciones de los aspirantes a adivinos económicos se han enfrentado siempre a un pésimo registro, especialmente los que simulan precisión cuantitativa, es encontrada en la corriente económica principal por su determinación por hacer un ajuste fino del modelo una vez más e intentarlo de nuevo. Es por todo esto que Ludwig von Mises, quien reconoce la libertad, de pensamiento y elección como el irreducible corazón de la condición humana, y quien se da cuenta por tanto de que el deseo científico hacia el determinismo y la completa predictabilidad es una búsqueda de lo imposible, es por tanto profundamente acientífico.

Entre algunos jóvenes Austriacos, un rechazo a desafiar la prevaleciente ortodoxia metodológica les ha llevado bien a la inmediata adopción del positivismo o al abandono de la toda la teoría en el nombre de un vago institucionalismo empírico. La inmersión en Teoría e historia podría ayudar a ambos grupos a darse cuenta de que la verdadera teoría no está divorciada del mundo de lo real, del hombre que actúa, y ese mismo hombre puede abandonar los mitos científicos mientras aún sigue usando el aparato de la teoría deductiva.

La economía Austriaca nunca disfrutará de un genuino renacer hasta que los economistas lean y absorban las vitales lecciones de esta desafortunada obra ignorada. Sin la praxeología ninguna economía puede ser verdaderamente Austriaca o verdaderamente sólida.


Tomado de Teoría e historia (1957) de Ludwig von Mises, por Alejandro Bermeo.

 

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