El demagogo de Viena

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[Parte 2 de “In the Shadow of Dr. Lueger”, Independent Review, 2013. Clicar aquí para la Parte 1]

Habiendo descubierto el enorme poder de la voluntad colectiva, el Dr. Lueger mezcló con éxito en su obra de propaganda “tres grandes”: nacionalismo, religión y socialismo. Desde muy pronto se presentó como defensor de la “gente pequeña”. Criado por una madre viuda, Lueger consiguió licenciarse en derecho y rápidamente se hizo un nombre como protector de ciudadano común frente a los “peces gordos”. Como alcalde, disfrutó del tremendo apoyo de trabajadores, tender y miembros de las clases bajas de Viena.[1] Estos católicos predominantemente germanoparlantes creían que eran engañados por los ricos y desplazados por el influjo de emigrantes eslavos, húngaros y especialmente judíos a la ciudad. Estos últimos normalmente se alienaban con otro grupo de colectivistas: los socialdemócratas, que desafiaban el socialismo cristiano de Lueger con su socialismo marxista basado en la clase. La disputa entre estos dos grupos de colectivistas por las mentes de las masas se sustanció en una lucha personal entre el Dr. Lueger y Victor Adler, un marxista judío y líder de los socialdemócratas austriacos.[2]

Cultural y étnicamente, muchos en la gran comunidad judía de Viena no encajaban en el movimiento de Lueger, que estaba lleno de catolicismo “de la tierra” y tradición alemana. Así que se veían atraídos instintivamente hacia el mensaje cosmopolita del marxismo (el famoso lema marxista era “los trabajadores no tienen patria”), que resonaba perfectamente entre la gente que se encontraba en diásporas. De hecho, en el panorama político-económico austro-húngaro, las palabras judíos y socialismo casi se convirtieron en sinónimos. Friedrich von Hayek recordaba cómo al principio del siglo XX en Viena sus conocidos se preguntaban sinceramente por qué Mises, siendo de origen judío, no era en modo alguno un socialista.[3]

Para ser justos, el Dr. Lueger no era un antisemita congruente: lo único que preocupaba a Hitler de su alcalde favorito. Preocupado por el creciente dominio judío en la vida política y económica de Viena y convencido de que Viena debería conservar su corazón esencial, la tradición alemana, el alcalde era sin embargo ambivalente acerca de apostar exclusivamente por sentimientos antijudíos. De hecho no solo tuvo bastante amigos judíos, sino que admitía cínicamente que el antisemitismo solo era un lema utilizado para enardecer a las masas y que él personalmente respetaba y apreciaba a muchos judíos. Una vez incluso exclamó: “Yo digo quién es un judío”.[4]

De una manera verdaderamente socialista, explicaba a su electorado que la raíz del “problema” no era el propio pueblo judío, sino más bien su “modo liberal de vida” (léase libre empresa), el sistema que, desde su punto de vista, los judíos eran capaces de manejar mejor que ningún otro. “Eliminad el veneno” de la libertad económica, clamaba el alcalde, y el “problema judío” desaparecerá por sí mismo. También añadía que sus sentimientos contra los judíos se dirigían no contra sus sectores más pobres, sino contra sus compañeros ricos.[5] Esto suena casi como una interpretación literal del famoso artículo de Karl Marx “De la cuestión judía”,[6] en el que el joven fundador del comunismo, que luchaba contra su propio judaísmo, argumentaba de forma similar que era el “malvado” capitalismo el que sostenía y alimentaba esos “malos” hábitos de su tribu como el comercio y la usura.

El Dr. Lueger fue democráticamente elegido cinco veces consecutivas para su cargo como alcalde. Al emperador Francisco José no le gustaba este político popular que jugaba negligentemente con el fuego del populismo, amenazando así su imperio multiétnico. Pero no siquiera él podía hacer nada para deponer al alcalde. El emperador lo intentó dos veces, y perdió en ambas, probablemente sin siquiera darse cuenta de que estaba librando una batalla perdida (un fenómeno de la inminente era moderna en que los políticos estaban dejando de hablar al pueblo y aprendiendo a ajustar sus oídos a los sentimientos de las masas y a hablar el lenguaje del calle). El emperador sin duda no era consciente de que en esta nueva era los que movían y sacudían la historia no eran reyes y reinas, sino la voluntad colectiva de las masas encarnadas en la figura carismática de un líder fuerte que se veía como alguien del pueblo.[7]

Cuando el Dr. Lueger fue elegido alcalde por primera vez, prometió a las masas trabajadoras que habría un “nuevo reparto” y vivió a la altura de su promesa iniciando un amplio rango de reformas públicas y medidas sociales. Con puño de hierro, Lueger enviaba a sus perros de presa a todos los rincones de Viena para verificar y asegurar que los mercaderes y empresarios vieneses habían establecido “precios correctos” para sus mercancías y servicios. Hizo que se construyeran centrales eléctricas, que dieron luz a la oscura ciudad. Además de un nuevo gran hospital, hizo que se construyeran 100 nuevas escuelas y ordenó que se proporcionara asistencia en especie, incluyendo comidas gratuitas, a los niños pobres de Viena. El logro máximo del alcalde fue crear más de 100.000 empleos públicos temporales y permanentes que darían trabajo a gente a costa de la ciudad. Apareció un gran ejército de burócratas para administrar este floreciente “socialismo municipal”; bajo Lueger, la cifra de dichos burócratas se multiplicó por cinco.

Bajo su mandato, toda la infraestructura de la ciudad acabó quitándose de manos privadas y se transfirió al ayuntamiento: fábricas de gas, centrales eléctricas, tranvías, depuradoras, el matadero e incluso la cervecera. Como parte de este plan de socialización, Lueger creó bancos municipales especiales para combatir a los bancos “judíos” privados. Décadas después, alabando a su amado alcalde de Viena por construir este “socialismo municipal”, Hitler escribía: “Todo lo que tenemos hoy en términos de autonomía municipal se remonta a [Lueger]. Convirtió aquellos negocios que era privados en otros sitos en empresas municipales, razón por la que pudo hacer a la ciudad de Viena más bella y grande sin aumentar los impuestos ni en un centavo”.[8]

Para financiar todas estas empresas públicas, en lugar de aumentar los impuestos, el alcalde fue pionero en el uso de un instrumento que es dolorosamente familiar para los políticos actuales: deuda nacional y extranjera a largo plazo. Para cuando se fue Lueger, la inflación “se ocupçó” de parte de esta deuda. El resto tuvo que devolverse a bancos extranjeros en oro, lo que devastó la débil economía de la joven república austriaca que heredó este “glorioso legado” después de 1918.[9] Sin embargo al empezar el siglo XX estos problemas eran un futuro invisible y el protector de la “gente pequeña” estaba radiante.

Cuando Lueger no se abría camino o simplemente necesitaba extraer más dinero de empresas privadas para sus proyectos, se convertía en organizador comunitario, movilizando a las masas para una acción directa: mítines, manifestaciones y boicots contra los ricos, los judíos ricos, los emigrantes eslavos, dependiendo de la situación. Frecuentemente lideraba personalmente estas manifestaciones públicas. Las noticias sobre el valiente alcalde, que se alineaba con el hombre común de Viena, se extendieron y pronto toda la mitad inferior de Austria siguió su mensaje de justicia social. Al entender el poder letal del voto democrático que era capaz de dominar, Lueger se convirtió en una de las más importantes fuerzas motrices para la implantación del sufragio universal en el Imperio Austro-Húngaro en 1905.


[1] Hamann, Brigitte. 2011. “Hitler’s Vienna: A Portrait of the Tyrant as a Young Man”. Londres: Tauris, p. 280.

[2] Wistrich, Robert S. 1983. “Karl Lueger and the Ambiguities of Viennese Antisemitism”. Jewish Social Studies 45, nº 3-4: p. 260.

[3] Eugen-Maria Schulak y Herbert Unterköfler. 2011. “La Viena de Ludwig von Mises“, Mises Daily 11 de noviembre.

[4] Hamann, p. 290.

[5] Frank, Walter Smoter. 2004. “Adolf Hitler: The Making of a Fuhrer”.

[6] Marx, Karl. 1844. “On the Jewish Question”.

[7] Hamann, p. 284.

[8] Citado en Hamann, p. 279.

[9] Hamann, p. 278.


Publicado el 23 de julio de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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