Jonathan Gullible: Capítulo 19

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El cuento de la liebre y la tortuga revisado

Jonathan soñó con la mujer del Pabellón de los Intereses Especiales. Se la pasaba dándole dinero y luego sacándoselo. Una y otra vez, le pagaba y luego se lo volvía a quitar. De pronto Jonathan se despertó exaltado, recordando que tenía que informar sobre sus ganancias al oficial de impuestos.

El anciano estaba sirviendo gruesas rodajas de tostadas y mermelada para él para el desayuno cuando una pequeña niña entró feliz en la habitación. Jonathan la reconoció, era la niña que junto con sus hermanos había sido desalojada en aquella granja el día anterior. El anciano le presentó a la niña como su nieta, Louise, que se quedaría con ellos por un tiempo. Mientras Jonathan devoraba su desayuno, la niña saltaba alrededor, intentando levantarse sus medias mal combinadas.

-Abuela, por favor vuélveme a leer el cuento -suplicó.

-¿Cuál, querida?

-Mi favorito, el de la tortuga y la liebre. Los dibujos son tan lindos -suspiró Louise.

-Bueno, muy bien -dijo su abuela agarrando un libro del armario de la cocina, obviamente muy al alcance. Se sentó junto a la pequeña Louise y comenzó-: Érase una vez…

-No, no, abuela, Mucho tiempo atrás… -interrumpió la niña.

Su abuela se rió: -Como estaba diciendo, “mucho tiempo atrás había una tortuga llamada Frank y una liebre llamada Lysander. Ambos eran carteros que entregaban cartas a todas las casas en su pequeño pueblo animal. Un día Frank, cuyas agudas orejas eran mucho más eficientes que sus piernas, escuchó que algunos de los vecinos alababan a Lysander por ser tan rápido en sus entregas. Podía entregar en pocas horas lo que otros hacían en días. Herido por este desaire, Frank se acercó arrastrándose y se metió en la conversación.

“-Liebre -dijo Frank casi tan despacio como su paso- en una semana te apuesto a que puedo conseguir más clientes que tú. Apuesto mi reputación.

“El desafío sorprendió a Lysander. -¿Tu reputación? ¡Ja! Todos no piensan lo mejor de ti -exclamó iracundo la liebre-. No importa- dijo Frank- ¡acepto de todas formas!

“Los vecinos se rieron y dijeron que la floja tortuga no tenía oportunidad de ganar. Para probarlo, acordaron juzgar al ganador en ese mismo lugar en una semana. Lysander se fue velozmente para prepararse, mientras Frank se quedó sentado un largo rato. Finalmente se alejó reptando.

“Lysander colocó avisos por todas partes en el campo anunciando que estaba reduciendo los precios aun más que antes… a menos de la mitad del precio que cobraba Frank. De ahora en más las entregas se harían dos veces al día, incluso durante los fines de semana y los días festivos. La liebre recorría todos los vecindarios tocando el timbre, entregando cartas, vendiendo estampillas y suministros, e incluso pesando y envolviendo paquetes en el lugar. Por un pequeño costo extra prometía entregar en cualquier momento, día o noche. Y siempre daba una sonrisa sincera y amigable sin cargo alguno. Al ser eficiente, creativo y agradable, la liebre vio crecer rápidamente a su lista de clientes.

“Nadie había visto ningún anuncio de la tortuga. Hacia el final de la semana, seguro de su victoria, Lysander se apresuró para encontrarse con los jueces del vecindario. Para su sorpresa encontró que la tortuga ya lo estaba esperando. -Lo siento mucho, Lysander, -dijo la tortuga con una lentitud glacial-. Mientras corrías de casa en casa, yo simplemente entregué esta carta-. Frank le dio a Lysander un documento y una pluma agregando-:
Por favor firma aquí en la línea punteada.

“-¿Qué es esto? -preguntó Lysander.

“-Nuestro rey me ha nombrado a mí, la tortuga, Administrador General de Correos y me autorizó a entregar todas las cartas vía terrestre. Lo siento, liebre, pero debes terminar y desistir todas tus entregas.

“-¡Pero eso no es posible! -dijo Lysander, golpeando repetidamente el piso con sus pies de rabia-. ¡No es justo!

“-Eso es lo que dijo el rey, también -respondió la tortuga-. No es justo que algunos de sus súbditos tengan un mejor servicio que otros. Así que me dio a mí el monopolio exclusivo para asegurarse la misma calidad de servicio para todos.

“Enfurecido, Lysander molestó a la tortuga diciendo: -¿Cómo lograste que hiciera esto? ¿Qué le ofreciste?

“Una tortuga no puede sonreír con facilidad pero logró elevar las puntas de su boca:
“-Le aseguré al rey que podría enviar todos sus mensajes de forma gratuita. Y, por supuesto, le recordé que tener toda la correspondencia del reino en manos leales le haría más sencillo poder vigilar el comportamiento de súbditos rebeldes. Si pierdo una carta aquí o allá, bueno, ¿quién se va a quejar?

“-¡Pero siempre perdiste dinero entregando correo! -declaró liebre irritada-. ¿Quién pagará por eso?

“-El rey establecerá un precio que me asegure ganancias. Si la gente deja de enviar cartas, los impuestos cubrirán mis pérdidas. Luego de un tiempo nadie recordará que tuve un competidor.”

La abuela levantó la mirada agregando: FIN.

-La moraleja de este cuento, -leyó la abuela- es que siempre se puede ir ante las autoridades cuando tienes problemas especiales.

La pequeña Louise repitió:
-Siempre se puede ir ante las autoridades cuando tienes problemas especiales. Recordaré eso, abuela.

-No, querida, eso es sencillamente lo que dice el libro. Sería mejor que encuentres tu propia moraleja.

-¿Abuela?

-¿Sí, querida?

-¿Los animales pueden hablar?

-No nuestro idioma, niña. Esto es sólo una fábula.

Jonathan terminó su desayuno y agradeció a la anciana pareja por su amable hospitalidad. Al acompañarlo a la puerta el anciano le dijo: -Piensa en nosotros como en tu abuelo y abuela si llegas a necesitar algo.

Todos salieron al pórtico para despedirse.

Traducido del inglés por Hernán Alberro.

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