“Éste debe ser el centro del poder,” se dijo Jonathan a sí mismo, admirando con temor las espléndidas estatuas y columnas de mármol. “¡Deben haber gastado una fortuna en la construcción de este edificio!”
Una enorme puerta de bronce estaba abierta de par en par y Jonathan podía ver un vasto anfiteatro lleno de gente. Al ingresar sin ningún obstáculo y quedarse atrás de todo, Jonathan podía ver que había una plataforma en el centro. Un grupo de hombres y mujeres descabellados y ruidosos rodeaban la plataforma agitando sus manos frente a un hombre de aspecto distinguido vestido en un traje finamente bordado que daba pitadas ocasionales a un grueso cigarro. Gesticuló con su cigarro dirigiéndose a una de las personas en la multitud que lo rodeaba.
Jonathan se acercó más. Un hombre, que agitaba una pluma en una mano y tenía un bloque de papel en la otra, gritó por encima de los demás:
-Su Señoría, señor, más estimado y distinguido Lord Ponzi, señor, ¿es cierto que acaba de firmar una ley para pagarle a los zapateros para no producir zapatos?
-Ajá, sí, por supuesto que es verdad -respondió Lord Ponzi asintiendo con gracia. Hablaba con tanta lentitud que parecía estar despertando de un profundo sueño.
-¿No es esto un gran paso, que sienta precedente para el futuro? -preguntó el hombre garabateando furiosamente en sus hojas. Jonathan ahora podía decir que éstos seguramente serían periodistas.
El Lord volvió a asentir solemnemente con gran lentitud: -Oh, sí, es un gran paso…
Una mujer que estaba parada a la derecha del primer interrogador interrumpió antes de que pudiera terminar la frase:
-¿Es ésta la primera vez en la historia de Corrumpo que se le paga a los zapateros para no producir?
-Sí -dijo Ponzi-, es así… es correcto.
Desde atrás, alguien gritó:
-¿Diría usted que este programa ayudará a subir los precios de toda clase de calzado: zapatos, botas, sandalias, y demás?
-Eh, sí, bueno… ¿podría repetir la pregunta?
Otra voz gritó: -¿Aumentará el precio de los zapatos?
-Aumentará el ingreso de los zapateros -respondió el distinguido Lord, asintiendo mecánicamente-. Esperamos… hacer todo lo posible… para ayudar a los zapateros.
Jonathan recordó a la señora y sus hijos que eran desalojados de su granja. Con tristeza, pensó: ¡Cuánto más difícil le será comprar zapatos de ahora en adelante!
Entonces otro reportero de rodillas, oculto tras la multitud, gritó desde el frente de la plataforma:
-¿Podría decirnos cuál será su programa el año próximo?
-Eh, emmm, ¿cómo dijo? -masculló Ponzi.
-Su programa. ¿Cuál es su programa para el año próximo? – preguntó la voz con impaciencia.
-Por supuesto -dijo el Lord, haciendo una pausa para dar una profunda pitada a su cigarro-. Eh, emm. Ajem. Bueno, considero que es apropiado… que tome la oportunidad de esta conferencia de prensa especial… para anunciar que el año próximo planeamos pagarles a todos en esta gran isla de Corrumpo… por no producir nada.
Se produjo un resuello colectivo en la audiencia. “¿Todos?” “¿En serio?” “Guau, eso costará una fortuna” “¿Funcionará?”
-¿Funcionar? -dijo el señor Ponzi, sacudiéndose su torpeza.
-¿Hará que la gente deje de producir?
-Oh, claro que sí -bostezó-. Hemos tenido un proyecto piloto en nuestra agencia durante años -dijo el Lord, con un adormecido orgullo en su voz-. Y nunca hemos producido nada.
En ese momento, apareció alguien al lado de Lord Ponzi y anunció el fin de la conferencia. El grupo de periodistas que estaba al frente se dispersó en la multitud sentada en el anfiteatro. Jonathan parpadeó dos veces al ver una inclinación casi imperceptible en la postura de Ponzi, como si alguien le hubiera cortado un hilo que sobre su cabeza lo mantenía erguido. Las luces del lugar se oscurecieron y Ponzi fue guiado fuera del escenario.
Traducido del inglés por Hernán Alberro.