Jonathan Gullible: Capítulo 34

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Merryberries

Jonathan estaba parado afuera preguntándose hacia dónde ir cuando se le acercó una mujer rechoncha y mal vestida que le murmuró: -¡Psst! ¿Quieres sentirte bien?

El pelo de la mujer estaba despeinado y olía a agua podrida. Miraba a su alrededor nerviosa y repetía en una voz estridente: ¿Quieres sentirte bien?

Luego de la descripción del policía sobre la inmoralidad, Jonathan se sintió inseguro de su respuesta a la pregunta de la mujer. Sin embargo, parecía razonablemente seguro que esta mujer no podría estar intentando vender favores sexuales. Así que Jonathan, que era un chico honesto y sensible, respondió sinceramente: -¿Es que alguien puede querer no sentirse bien?

-Ven conmigo -dijo la señora, agarrándolo del brazo con solidez. Lo condujo por un callejón, a través de una lúgubre entrada oscura. A Jonathan esto le recordó el robo, así que intentó mantenerse detrás, sosteniendo su respiración para escudarse del hedor de la mujer. Antes de que pudiera quejarse, la mujer cerró la puerta detrás de él y le puso traba. Le hizo un gesto a Jonathan para que se sentara a la mesa. De su bolsa sacó un paquete de pequeños cigarros marrones. Eligió uno, le sacó la punta, lo encendió con un fósforo y le dio una pitada larga y placentera.

Jonathan se movió incómodamente en su asiento y preguntó: -¿Qué quiere?

Ella exhaló con fuerza una bocanada de humo al aire y dijo bruscamente: -¿Quieres merryberries?

-¿Qué son las merryberries? -preguntó Jonathan.

Los ojos de la mujer se angostaron en señal de sospecha: -¿No sabes lo que son las merryberries?

-No -dijo Jonathan comenzando a levantarse de la silla-, y realmente no creo que me interesen, gracias.

La mujer le ordenó que se sentara y él aceptó con desgano. Luego de dar una pitada a su cigarro y de escudriñarlo cuidadosamente, ella dijo:

-Dime, ¿no eres de por aquí, verdad?

-No tanto -dijo Jonathan lentamente preocupándose de que ella lo denunciara como un nuevo recién llegado.

Antes de poder decir nada, la mujer gritó: -¡Falsa alarma! Sal de ahí, Doobie.

De pronto, se abrió una puerta oculta detrás de un espejo largo y angosto y apareció un oficial de policía uniformado.

-¿Cómo te va? -dijo el policía, poniendo una mano sobre la nuca de Jonathan-. Soy Doobie y ésta es mi compañera, Mary Jane. Perdón por la molestia pero somos agentes encubiertos tras el tráfico de merryberry.

-Volviéndose hacia Mary Jane agregó-: Me muero de hambre. Compensemos a este joven con un pequeño refrigerio.

Ambos sacaron cajas, paquetes, botellas y jarras de toda clase de tamaños y formas de la despensa. Cuando habían abierto y esparcido todo en la mesa, ambos se sirvieron. Jonathan respiró finalmente exhalando un suspiro de alivio y se le hizo agua la boca al ver semejante festín. Había toda clase de pasteles: pan fresco, manteca y mermelada, fetas de queso, bombones de chocolate, y otras sabrosas delicias. Doobie agarró un pedazo de galleta y le untó manteca y con sus dedos le puso una gruesa capa de mermelada encima.

-Sírvete -dijo entre bocados de comida y recorriendo la mesa con su mano-, no es una cafetería política para el Escuadrón Merryberry, ¿verdad Mary Jane? -Riéndose infantilmente, casi se atraganta con el bombón que acababa de poner en su boca.

Jonathan se sirvió una rodaja de pan con mermelada y comió con desesperación. Haciendo una pausa para sacar una conversación, preguntó: -¿Qué son las merryberries?

Mary Jane se sirvió una tasa de café y le agregó tres cucharadas de azúcar. Mientras revolvía una pesada crema dentro de la tasa, respondió:

-¡Realmente no lo sabes! Bueno, las merryberries son una fruta prohibida. Si hubieses intentado comprarme merryberries, entonces habrías ido a prisión de diez a veinte años. -Mary Jane y Doobie se miraron por un momento y al instante comenzaron a reírse.

El fuerte trago de Jonathan se pudo oír en toda la habitación. Acababa de salvarse de la prisión.

-¿Pero qué tienen de malo las merryberries? ¿Enferma a la gente? ¿O la hace violenta?

-Peor aún -dijo Doobie mientras se limpiaba la boca de mermelada y manteca con la manga de su camisa-, las merryberries hacen que las personas se sientan bien; se sientan tranquilas y sueñen.

-Asqueroso -agregó Mary Jane encendiendo un grueso cigarro y dándoselo a Doobie. Agarró una galleta y untándola con generosas capas de queso crema, murmuró-: es un escape de la realidad.

-Sí -dijo Doobie, ajustando el cinturón de su arma para estar más cómodo y mascullando a través de otro bocado de galleta. Jonathan nunca había visto que alguien atiborrara su boca con comida tan rápido-. Los jóvenes de hoy en día no se responsabilizan de sus vidas. Así que caen en las merryberries como un escape, nosotros los traemos de vuelta a la realidad. Los arrestamos y los encerramos tras las rejas.

-¿Eso es mejor para ellos? -preguntó Jonathan, buscando una servilleta discretamente.

-Claro -respondió Mary Jane-. ¿Quieres un trago de whisky, Doobie? Dobbie sonrió y le acercó un vaso grasiento. Ella lo llenó hasta el borde con un líquido marrón proveniente de una jarra. Volviendo a la pregunta original de Jonathan, ella respondió:

-Verás, las merryberries son adictivas.

-¿A qué se refiere?

-Significa que siempre quieres más. Sientes como si las necesitaras para continuar viviendo.

Jonathan pensó en esto un momento. -¿Cómo la comida? -dijo casi sin poder ser oído por encima del fuerte eructo que estalló en Doobie.

Doobie se rió entre dientes satisfecho mientras bajaba su segundo vaso de whisky, luego dio una profunda pitada a su cigarro: -No, no. Las merryberries no tienen ningún valor nutritivo y hasta pueden ser perjudiciales. Pásame el cenicero ¿sí, Mary Jane?

-Y si las merryberries son perjudiciales -dijo Mary Jane, mientras bajaba un pedazo de chocolate con su café-, entonces todos tendríamos que pagar por el tratamiento médico de esos pobres infelices. Verás, el Consejo de Gobierno nos ha solicitado compasivamente a todos que paguemos por el tratamiento médico de toda persona, sin importar cuán estúpidos sean su comportamiento o sus hábitos. Así que, los consumidores descontrolados de merryberry serían una carga sobre todos nosotros.

-Si la gente se daña a sí misma, ¿por qué deberían ustedes pagar por las locuras de ellos?

-Es lo que humanamente uno debe hacer -dijo Doobie, ahora un poco ebrio. Sus manos volaban por el aire con cada idea que le venía a la mente-. Solucionamos problemas humanos. Los Lores deben pagar por un montón de problemas, ya sabes, como nuestros salarios y las grandes prisiones. Y no olvides que el año pasado el Consejo de Gobierno tuvo que ayudar a los agricultores de tabaco y de azúcar para superar un mal año. Hay que alimentar al pueblo, ¿no crees? Los impuestos resuelven estos problemas y muchos más. Los impuestos cuidan a los que se enferman. Es lo decente, lo civilizado. Pásame el whisky, Mary Jane.

Mary Jane le pasó la jarra y asintió. Entonces encendió un nuevo cigarro uniéndolo a la punta del anterior. Doobie estaba embrollado:

-Porque nosotros estamos obligados a ayudar a todos, nosotros debemos controlar lo que hacen todos.

-¿Nosotros? -preguntó Jonathan.

-¡Burp! -eructó Doobie-. ¡Perdón! -Sacó una petaca del bolsillo de su camisa-. Cuando digo nosotros no hablo de ti y de mí personalmente. Me refiero a que los líderes políticos deciden por nosotros qué es un buen comportamiento y quién debe pagar por el mal comportamiento. De hecho, está bien pagar por lo que está mal. ¿Eso tiene sentido, Mary Jane? De todas formas, los Lores no se equivocan al tomar estas decisiones como lo haría cualquiera de nosotros. -Doobie se detuvo para tomar un par de píldoras rojas. Sus palabras comenzaron a no ser claras-. Es curioso, supongo que siempre digo ‘nosotros’ cuando hablo de ellos. Mary Jane, ¿quieres un par de estas pastillas para calmar tus nervios?

-Gracias, pero no -dijo con gracia. Ella le pasó una delicada cajita de metal agregando-: mis hermosas pacificadoras rosas funcionan mucho más rápido. Casi no puedo empezar el día sin mi café y una de éstas. Toma, prueba una si quieres. Es lo último en química.

Jonathan reflexionó acerca de los políticos que él había conocido hasta el momento:

-¿Son los políticos lo suficientemente inteligentes como para orientar al pueblo hacia el buen comportamiento?

-¡Claro! -bramó Doobie, mientras se hamacaba hacia atrás con la silla. Bebió otro trago de whisky para tragar un manojo de píldoras rosas y le dijo-: Y si la gente no se comporta correctamente, de seguro les enseñaremos responsabilidad a esos vagos ¡cuando vayan a prisión! -Doobie comenzó a insistir para que los demás se le unieran en una ronda de tragos.

-No, gracias -dijo Jonathan-. ¿A qué se refiere con responsabilidad?

Mary Jane se movió para servir un poco de whisky en su café antes de agregarle más azúcar y crema.

-No sé cómo… bueno, Doobie, tú puedes explicarlo.

-Ehhh. Déjame pensar -Doobie inclinó su silla hacia atrás y dio una pitada a su cigarro. Podría haber parecido sabio salvo porque casi pierde el equilibrio. Recuperándose dijo-: La responsabilidad debe ser aceptar las consecuencias de nuestras acciones. ¡Sí, eso es! Es la única forma de crecer, sabes, de aprender. -El humo en torno a Doobie se hacía cada vez más pesado a medida que éste fumaba más rápidamente intentando pensar acerca de la responsabilidad.

-No, no -interrumpió Mary Jane-. Eso es demasiado egoísta. La responsabilidad es hacerse cargo de los otros. Ya sabes… cuando los apartamos del daño, cuando los protegemos de ellos mismos.

Jonathan preguntó: -¿Qué es más egoísta? ¿Encargarse de uno mismo o encargarse de los demás?

-Hay sólo una forma de desentrañar esto -declaró Doobie. Se paró erguido tirando la silla al suelo-: Llevémoslo al Gran Inquisidor. Si alguien puede explicar qué es la responsabilidad, ¡ése es él!

Traducido del inglés por Hernán Alberro.

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