Un paseo por el viejo Birmingham

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Una no espera mucho de Birmigham. Siempre digo que hay algo terrible en el ambiente.[1]

La ferretería del mundo

Birmingham, Brummagem, Bromwicham, Brymingham, Bermingeham… Escribidlo o pronunciadlo como os guste, hay algo extraño en el lugar. Incluso antes del auge del canal, se las arregló para convertirse en la ciudad industrial más importante de Inglaterra y estaba en camino de convertirse en “el taller del mundo”. Sin embargo, estaba lejos de las fuentes de las principales materias primas (especialmente cobre y zinc) que necesitaban la mayoría de sus fabricantes y el transporte era un problema, ya que estaba asimismo a una beuna distancia de cualquier puerto o río navegable. El lugar ni siquiera tenía esos muchos arroyos capaces de ser fuentes fiables de energía para sus trituradoras y laminadoras.

¿Cómose las arregló Birmingham, bajo esas circunstancias,  para atraer y crear una parte desproporcionada de los más destacados empresarios, inventores y artesanos de Gran Bretaña? ¿Por qué esta en concreto, y no Londres o Bristol o Sheffield, se convirtió en el centro principal de Gran Bretaña de todo tipo de trabajo metalúrgico, incluyendo la acuñación comercial? Aunque los numismáticos han tenido mucho que decir acerca de las medallas y otros productos numismáticos allí fabricados, han tenido relativamente poco que decir acerca del propio pueblo y las cecas que alojó.

Por supuesto, Soho ha conseguido mucha atención de los numismáticos. Pero la ceca del Soho fue la única ceca comercial importante que no estaba localizada en Birmingham (aunque estaba situada a tiro de piedra). En otros aspectos tampoco la ceca del Soho era apenas representativa de las cecas comerciales en general.  Iba a oscurecer las demás no porque sus monedas comerciales fueran claramente superiores o porque hubiera más, sino debido a su relación con el más conocido fabricante de máquinas de vapor, su participación en la acuñación real y su papel como prototipo de la ceca de Tower Hill. La enorme reserva de la Biblioteca de Referencia de Birmingham de materiales de Soho también a permitido a los investigadores documentar los proyectos del Soho, incluyendo sus actividades de acuñación, con un detalle a menudo extraordinario.

Al dedicar tanta atención a la ceca de Boulton, con su peculiar organización, proyectos y equipos, escritores anteriores han creado inadvertidamente un impresión general falsa de cómo eran la mayoría de las cecas comerciales, como se integraban en su entorno económico general y cómo afrontaban el reto de acuñar “buen dinero”. Esta falsa impresión, a su vez, ha llevado a una bastante grave mala compresión de las causas y soluciones fundamentales del problema de la calderilla en Gran Bretaña.

Aunque no se sabe mucho acerca de ninguna de las cecas rivales de la del Soho, uno puede al menos intentar hacerse una composición tan apropiada como sea posible del sector de la acuñación comercial poniéndola en su contexto adecuado como parte de los sectores del botón metálico y los “hierros” de Birmingham. Esa composición podría a su vez sugerir formas en las que la ceca de Soho representaba en general a las cecas privadas y formas en las que no.

Una forma de componer este panorama es dando un paseo por la mayor ferretería de Europa. Pasear hoy por Bimingham no nos dará sin embargo demasiado: el simple progreso, las bombas alemanas y los proyectos (en su mayor parte erróneos) de planificación de la ciudad han alterado la apariencia del ligar haciéndolo irreconocible desde la década de 1790 y los cambios en la base industrial de Birmingham, aunque menos visibles en principio, han sido aún más pronunciados. Así que hace falta un poco de viaje por el tiempo. Sin embargo, volver hasta el apogeo de la acuñación comercial significaría atravesar una niebla densa y terrible. Así que propongo algo intermedio: un paseo por el distrito ferretero de Birmingham tal y como estaba en un viernes de mediados de octubre de 1829.

Desde la Plaza Vieja

Empezamos en la Plaza, o en lo que los lugareños están empezando a llamar la Plaza “vieja”. En la década de 1790, era uno de los lugares residenciales principales de Birmingham, siendo sus magníficas casas georgianas de ladrillo preferidas especialmente por los cuáqueros. Desde entonces se han convertido en comercios, como podemos ver por los letreros, incluyendo una de la recientemente inaugurada Compañía de Gas de Birmingham y Staffordshire.[2]

Los residentes más adinerados se mudaron a “villas” en los suburbios para escapar de los humos y el ruido de los talleres cercanos, solo para que los talleres les volvieran a alcanzar:

Recuerdo  a un tal John Growse,
Un fabricante de hebillas en Brummagem;

Se construyó una casa de campo,
Para estar lejos del humo de Brummagem;

Pero aunque la casa de John sigue en pie,
El pueblo ha subido la colina

Ahora vive junto a una fábrica humeante,
En medio de las calles de Brummagem.[3]

Pero aún hay bastantes restos de los tiempos antiguos, incluyendo el jardín central circular de la Plaza con su verja de hierro y matorrales (ahora marchitos) y el venerable Hotel y Taberna de la Cigüeña, en el rincón sudeste, con su gran patio y establos.[4] Es verdad que ni la Cigüeña es lo que solía ser: además de haberse desfigurado con un revestimiento de piedra hace unos años, ha perdido su anfiteatro transportable. Ahora, en lugar de usarse para lecciones sobre temas tan refulgentes como “Electricidad, galvanismo y química neumática”, los parroquianos tienen que conformarse con los billares.

Si avanzamos un par de manzanas al este, a lo largo de Litchfield Street, nos encontraremos junto al inmenso hospicio de ladrillo de Birmingham, que era el emisor más importante de monedas del siglo XIX, algunas de las cuales se siguen usando. Debido a que las condiciones económicas han mejorado desde 1819, los supervisores “solo” tienen 460 internos y otros aproximadamente 250 pobres externos de los que ocuparse (Yates 1830).

Por muy interesante que pueda ser una visita al hospicio, vamos a saltárnoslo porque la mayoría de nuestro trabajo está en la otra dirección. La propia Plaza, sin embargo, tiene algunas relaciones (hay que reconocer que pequeñas) con la acuñación comercial o con Matthew Boulton, en todo caso, nos quedaremos aquí un momento.

La primera conexión tiene que ver con Samuel Lloyd III, el hijo de uno de los fundadores del primer banco de Birmingham, que vivía en el nº 13, en el lado norte, antes de unirse a la mudanza general a los suburbios. Fue durante una visita a Lloyd aquí en el 76 cuando Samuel Johnson se enfadó al leerle Boswell un pasaje de la Apología de Barclay: el viejo diccionario se encolerizó tanto que tomó el libro, lo arrojó al suelo y lo pisoteó. A la mañana siguiente, Johnson seguía echando chispas, así que Boswell decidió librarse de él visitando el Soho. Durante esta visita, Matthew Boulton le dijo: “Vendo aquí, señor, lo que todo el mundo desea tener: poder”. Fue, por supuesto, mucho antes de que Boulton se convirtiera en maestro acuñador, una ocupación que le obsesionaría todavía más que la fabricación de máquinas de vapor.

Un poco más arriba en la calle desde la antigua vivienda de Lloyd, en el 20 de Upper Priory, vivió y trabajó otra persona con relación (esta vez importante) con la acuñación de monedas. Benjamin Patrick fabricaba troqueles para varias monedas comerciales en los 90, al haberse quedado con el negocio ferretero de su padre varios años antes. En 1811, cuando se mudó al norte de aquí a Bath Street, Patrick fabricó algunos troqueles para Thomas Halliday. También grabó un penique privado para un tal William Booth, de Perry Barr, que era de la parroquia de Handsworth.

Aunque Patrick puede no haberlo advertido en su momento, los peniques de Booth eran exactamente del mismo tamaño que las monedas de tres chelines del Bancod e Inglaterra, y por una buena razón: Booth las hizo para ocultar su principal actividad acuñadora, que era la falsificación.

No contentándose con falsificar cosas pequeñas, Booth también falsificaba billtes, incluyendo los del Banco de Inglaterra, a gran escala. Eso resultó su perdición, pues cuando algunos agentes, en respuesta a una denuncia, entraron en el ático especialmente modificado de su granja, le encontraron  quemando una pila de billetes falsos de a cinco. La supervivencia de un puñados de Anthony Newlands[5] medio quemados era todo lo que hacía falta para condenar a Booth en Stafford Assize y a ser ahorcado allí el 15 de agosto de 1812.

Como observan Paul y Bente Withers (1999, p. 139), “Las cosas le pasaaban a Booth a pares”. Juzgado dos veces a muerte (la primera vez en 1808 por el asesinato de su hermano), fue asimismo dos veces colgado y dos veces enterrado. Según el London Star del 20 de agosto de 1812, el primer intento de colgar a Booth esa misma semana fracasó al resbalar la cuerda. Booth, encontrándose en el suelo y aún vivo, cayó de rodillas y pidió clemencia, solo para volver al cadalso. En el segundo intento, la trampa no se abrió cuando el pobre Booth dio la señal para que se le dejara caer e hizo falta que dos hombres fuertes lucharan  duramente varios minutos para enviar al delincuente a su creador.

En el Hare & Hounds del West Brom dicen,
Que William Both se reunía con sus hombres,
Pagaban con moneda falsa
Para acabar con el banco de Walsall, amigos,
Para acabar con el banco de Walsall

Dos veces juzgado, dos veces colgado, dos veces enterrado,
Fue Booth de Perry Barr. (…)

En la corte de Stafford fue juzgado
Y ahí condenado capital,
Le fue puesto el nudo alrededor del cuello,
Pero Booth rechazó morir, amigos,
Pero Booth rechazó morir.[6]

Algunos años después del enterramiento original de Booth, se cambio más al norte la demarcación del condado de Staffordshire-Warwickshire. Eso puso a la tumba del delincuente en otro condado, así que sus restos fueron trasladados al cementerio de la Iglesia de Santa María en Handsworth. Así acabó el más notable falsificador de Gran Bretaña descansando en paz a solo unas pocas yardas del gran enemigo de los falsificadores, Matthew Boulton. De esta desvergüenza es capaz la gran igualadora.

La última relación con la acuñación también tiene que ver con Upper Priory y con Matthew Boulton, pues fue aquí, en un gran almacén cercano a la Plaza, donde John Wyatt, el mayor inventor de Birmingham después de James Watt, consiguió hilar por medios mecánicos por primera vez en la historia, utilizando una máquina enganchada a una desmotadora movida por un burro. Fue en 174. Arkwright y otros acabaron haciéndose ricos por medio de invenciones similares. Pero Wyatt pagó un alto precio por adelantarse a su tiempo, acabando sin nada que mostrar por sutrabajo, salvo grandes deudas, lo que le iba a mandar a la prisión de Fleet Street en tres ocasiones distintas. Al principio de febrero de 1760, Wyatt, temiendo que iba a acabar de nuevo en prisión, tal vez definitivamente (tenía sesenta años), escribió una petición desesperada de auxilio a Boulton, que era su vecino en Snow Hill y amigo:

Estoy al borde de la ruina, que incluso puede producirse hoy en el negocio, salvo que puedan ayudarme mis amigos con unas 20 libras para comprar hierro, pagar a los hombres, pagar el crédito, etc., etc.

Siento darte estos problemas pero si intento hablar sobre esto el tema se me atraganta.

Soy padre de una joven familia a una edad demasiado mayor para la aprobación general, pero si no consigo alejarlos del mal se reprocharán que el padre era un pobre viejo loco extravagante, etc., etc. o que la viuda no merece más por unirse a tal cabeza de chorlito suficientemente viejo como para ser su padre. (…)

Estoy valorando el estado general de cosas y si debe llegar el fin, me temo que resultaré insolvente.[7]

Boulton respondió, no solo dando a Wyatt los veinte pavos, sino haciendo del viejo inventor su encargado, tomando a sus dos hijos, Charles y John Jr., como aprendices. Cuando murió el anciano Wyatt, seis años después, Boulton, que acudió a su servicio funerario en el cementerio de St. Philip, se convirtió en tutor de los hijos. Mientras que John Jr. fue un empleado modelo, Charles no fue nada parecido: aunque Boulton le trató con extraordinaria indulgencia y generosidad, perdonando un acto de deslealtad tras otro, Charles respondía cada vez con una nueva ofensa. En concreto, Charles trato dos veces de acabar con la esperanza más apreciada por Boulton: acuñar para el gobierno británico. Lo hizo la primera vez acordando, en 1787, gestionar la ceca de Birmingham de Thomas Williams (y haciendo un trabajo estupendo, que era más de lo que nunca hizo para Boulton) y luego, una década después, teniendo la insolencia de pujar contra su viejo maestro y benefactor por el contrato de acuñación real que estaba a mano por fin.[8]

Dejemos la Plaza Vieja. Avancemos ahora hacia el centro del distrito ferretero de Birmingham, donde la mayoría de los rivales de Boulton tenían sus tiendas. Pero antes, una advertencia: Brimingham no es un paraíso para la vista. Nunca ha sido un centro de poder de ningún tipo (aristocrático, religioso, financiero o político), así que no tiene los grandes edificios que simbolizan ese poder. Algunas partes del pueblo están excesivamente pobladas, con carros llenos de materias primas y bienes terminados o semi-terminados atascando las calles en su camino hacia y desde los muelles del canal o de un taller a otro. El lugar es asimismo muy ruidoso.

El joven Thomas Carlyle, escribiendo desde aquí a su hermano Alexander unos pocos años antes, hablaba de

el ruido metálico de innumerables máquinas de vapor, el estruendo de carros y vagones y el rumor de hombres interrumpido por el repiqueteo más agudo de la carga y descarga de algunos botes en el canal o, tal vez, alguna fiera explosión cuando los fabricantes de cañones pruebas sus nuevas piezas. (Zuckerman y Eley 1979, pp. 114-115)

Por si no fueran suficientemente malos todo el ruido y la mugre, el propio paseo sería duro: esos adoquines en forma de huevo bajo tus pies son conocidos por los lugareños como “riñones petrificados” y aunque se nombre se supone que se refiere a su forma, la yuxtaposición de “riñón” con “piedras” también sirve como indicador de los incómodo que puede ser andar por ellos. Carlyle describía hacerlo como “algo similar a una penitencia”:

Las calles están pavimentadas, es cierto, pero todas las piedras
Están puestas al revés, en forma de conos,
Y los extranjeros cojean en la calle mejor pavimentada
Como si se esparcieran guisantes secos bajo sus pies,
Mientras que la costumbre hace que los nativos apenas sientan
Que los guijarros agudos pinchan dedos o talones.[9]

Así que, en general, Birmingham no es un lugar atractivo, salvo que a uno le atraigan el ajetreo y la vivacidad, que son lo que realmente le distinguen de otros pueblos. Según Robert Southey, no era mejor hace varias décadas:

Sigo mareado y atontado con el martilleo de las prensas, el estrépito de los motores y el chirrido de las ruedas; me duele la cabeza por la multitud de ruidos infernales y los ojos por la luz de los fuegos infernales… y debo añadir, también mi corazón, ante la vista de tantos seres humanos empleados en ocupaciones infernales (…) Cadenas de reloj, collares y brazaletes, botones, hebillas y cajas de rapé se compran pródigamente a costa de la salud y la moralidad. Debe confesarse que la razón humana tiene más causas en el presente por la humillación que por el triunfo en Birmingham (Skipp 1997, p. 72).

Por si os importa, Southey pensaba que la industria en general perjudicaba a la gente.[10] También obviaba el hecho de que Birmingham era realmente un sitio relativamente saludable, con una tasa de mortalidad casi tan baja como la del antiguo pueblo-balneario de Bath, unas viviendas relativamente recientes, un buen alcantarillado, alcantarillas cubiertas, mucho agua limpia y, a pesar de las máquinas de vapor, el que se consideraba en general como el mejor aire de los alrededores. Aun así, las mayores virtudes de Birmingham eran y siguen siendo principalmente as que se descubren dentro más que fuera de sus talleres.

Pero antes de que concluyáis que Birmingham no es más que ruidos altos, polvo de carbón y limaduras de metal, dirijámonos al oeste siguiendo Upper Minories, hasta Bull Street, para echar un ojo a uno de los lugares más agradables del pueblo. Bull Street es la avenida comercial original de Birmingham, como evidencian las tiendas que se alinean a ambos lados (cuyos escaparates igualan a algunos de las más elegantes de Londres) y sus atractiva mezcla de edificios antiguos de estilo local con otros georgianos bien proporcionados. Para animar a los compradores, el pueblo ha instalado farolas de gas de hierro forjado y calzadas de cómodas losas. Incluso se habla de pavimentar la calle utilizando el nuevo proceso de macadam.[11].

Justo al otro lado de Bull Street, en la esquina derecha de Temple Row, está el almacén de ferretería de Pickard. Su propietario, Thomas Pickard, es el hijo de James Pickard, uno de los hombres responsables de construir la primera máquina de vapor de movimiento rotatorio. La máquina sigue allí, al final de Snow Hill, donde la veremos más tarde. Unas pocas puertas a la derecha del almacén de Pickard está la Lamp Tavern y, un poco más allá, en el nº 93, la tienda de té, café y cacao Cadbury’s, donde, si os sentís generosos, podéis hacer una donación de la Sociedad para el Vestido de Mujer y Niños Necesitados, una de las muchas organizaciones de caridad, que ha sido especialmente activas desde el pánico del 25. Al otro lado de Cadbury’s está la Casa de Reuniones Cuáquera, que no tiene mucho que ver al haberse cegado con ladrillo la mayoría de las ventanas del lado de la calle hace unos años para aislarse del ruido del tráfico. Fue aquí donde los Amigos expulsaron al armero y miembro de la Sociedad Lunar, Samuel Galton, en 1796 por “fabricar instrumentos para la destrucción de la humanidad” (Lloyd 1908, p. 126).

Cruzando Bull Street, no abrimos paso subiendo la colina a lo largo de Temple Row, hacia la iglesia de St. Philip. Los nuevos edificios de piedra que distinguen a la primera parte de Temple Row incluyen a la bella estructura erigida el año pasado para alojar la Institución para la Promoción de las Bellas Artes de Birmingham. La Institución acoge actualmente su segunda exposición anual de arte moderno, que me temo que no está en nuestro itinerario. Tampoco el Royal Hotel a continuación, que ha alojado tanto al héroe de Trafalgar como a Luis XVIII, así como a varios miembros de la familia real. Es un lugar escogido por los hombres de negocios de visita, a los que les gusta llegar a acuerdos en su espléndida pero cara cantina; es asimismo el lugar en el que, el 14 de julio de 1791, se celebró una cena para celebrar el día de la Bastilla, incitando a los horribles disturbios de Priestley. Finalmente, fue donde, tras la suspensión de los pagos bancarios en marzo de 1797, un grupo de empresarios del propio Birmingham resolvió seguir aceptando sus billetes, así como los de los bancos locales.[12]

Resistiendo la tentación de tomar un refresco, continuaremos unos pocos metros a lo largo de Temple Row hasta Cherry Street, justo al lado contrario del cementerio de St. Philip, que tiene este nombre por el huerto de cerezos [cherry] al que llevaba hace años, cuando era un simple sendero.

Bajando Cherry Street

Cherry Street lleva a varios de los bancos emisores de billetes de Birmingham, empezando por el segundo más antiguo (originalmente Coales, Woolley and Gordon, pero ahora Molliet, Smith and Pearson) que está justo ante nosotros. Antes de 1764, Birmingham no tenía bancos en el sentido estricto del término, por el contrario, según James Dent (1973?, p. 337), “de cada diez comerciantes, uno era un banquero o un minorista de dinero”, lo que nos ayuda a entender cómo tantos fueron capaces de emitir su propia moneda. El banco más antiguo de Birmingham, Taylors & Lloyds, fue fundado por el segundo Sampson Lloyd y por John Taylor (hablaremos enseguida más de él) en Dale End en 176. Después de eso, empezaron a aparecer nuevos bancos cada pocos años. A final del siglo, los West Midlands en su conjunto tenían más oficinas bancarias por cabeza que cualquier otra parte de Inglaterra, incluido Londres (Duggan 1985, p. 48). Solo Birmingham tenía media docena de bancos.

Mientras seguimos por Cherry Street, esta se convierte en Union Street, que se abrió en 1790 y recibe su nombre, lo creáis o no, por la Union Inn ubicada unos pocos portales más a la derecha. Justo después de esta posada, nos encontramos delante de la sucursal local del Banco de Inglaterra, que se abrió el día de año nuevo de 1827. El lugar había albergado otro banco de Birmingham, Gibbons, Smith & Goode, que se vio patas arriba durante la crisis de diciembre de 1825. Los otros bancos del pueblo capearon la crisis solo para ser abatidos a su vez por dos nuevas leyes que esta generó en Londres, La primera, que solo se hizo efectiva este abril, les obligaba a eliminar todos sus billetes de menos de 5£, privándoles de lo que había sido una importante fuente de fondos. La segunda, que proveyó el establecimiento de sucursales del Banco de Inglaterra aquí en todas las demás provincias, les supuso un golpe aún más duro: la sucursal del Banco de Inglaterra asumió inmediatamente la responsabilidad de recaudar los impuestos locales, al tiempo que requería a los bancos locales a mantener sumas sustanciales como condición para aceptar sus billetes. Gracias a estas medidas, pronto se impuso a sus rivales, haciendo que su circulación se encogiera aún más y privando a Birmingham de un crédito muy necesario (Moss 1981).

Hay algo que merece la pena ver al otro lado de la calle, pero volveremos más tarde, volviendo por ahora al final de Cherry Street, donde se le une Cannon Street viniendo del este. Aparte de ser hogar de varios bancos, esta área también desempeñó su papel en los episodios de acuñación comercial de Birmingham. Joseph Merry, que dirigía una de las cecas más pequeñas del siglo XVIII, vivió y trabajó en Cherry Street. Como la mayoría de los fabricantes de monedas del siglo XVIII, parece haber dejado de fabricar monedas tras la aparición de las ruedas de carro de Boulton, dedicándose en su lugar, según el Directorio de Chapman de 1801, a la fabricación de “cerraduras de carteras”. Sin embargo, estuvo entre los que se aproximaron a los supervisores del Birmingham en 1812 cuando buscaban su propi o troquel de peniques. Al final del segundo episodio monetario, en 1818, Merry había añadido la fabricación de marcos y adornos militares a sus otras ocupaciones. No había nada raro en ello: una de las características principales de los fabricantes de Birmingham era su capacidad de cambiar de un negocio  otro o de llevar varios negocios a la vez, según los dictados del mercado (Everseley 1964, p. 89); después de todo, fue esta misma habilidad la que permitió a tanto fabricantes de botones dedicarse a la acuñación y hacerlo de inmediato:

Soy un Jack errante de todos los negocios,
De cada negocio y todos los negocios,
Y si quieres saber mi nombre,
Me llaman Jack de todos los negocios (…)
En Swallow Street hacía tuberías de fuelle,
En Wharf Street era un herrero;
En Beak Street vendía callos,
En Freeman Street era cerrajero.
En Cherry Street era un charlatán,
En Summer Lane vendía tortas;
Allí tuve la idea
De fabricar pasteles de gusanos.[13]

Cherry Street es también la ubicación del almacén y las oficinas centrales de uno de los principales emisores de moneda del siglo XIX: la Rose Copper Company, que se creó en 1793 por un grupo de fabricantes locales, incluyendo a Matthew Boulton, y que proporcionó mucho del metal utilizado para el cobre de Boulton (Withers 1999, p. 63). Girando a la izquierda por Cannon Street, llegamos a la oficina de la Crown Copper Company, que fue fundada una década después de la Rose y que también emiyió gran cantidad de monedas, aquí y en sus fundiciones en Neath, en 1811 y 1812.

Justo detrás de la Crown Copper Company, en el nº 6, esta el Birmingham’s Bank of Savings, fundado solo hace dos años y ya presumiendo de más de 2.000 cuentas con más de 38.000£. Solo está abierto lunes y martes y en ellos solo de mediodía a dos. (¡Quejaos de los horarios bancarios!) A otro lado, se encuentra la Vieja Casa de Reunión (calvinista), fundada en 1738, muy dañada durante los disturbios de Priestley de 1791 y reconstruida en 1806. Pero las atracciones que más nos interesan están todas al final de Little Cannon Street, con sucursales fuera de Cannon a la izquierda justo antes de la Casa de Reunión. La primera de ellas es la Oficina de Contraste de metales, establecida originalmente, gracias al cabildeo con éxito de Matthew Boulton en el Parlamento, en 1773 y reubicada aquí en 1815.[14]

La otra es la fábrica de alfileres de Phipson, que inspiró el famoso relato de Adam Smith de la división del trabajo y que sigue fabricando unos 10 millones de alfileres al año. Es una pena que ya no se admita a extraños en el lugar como pasaba en tiempos de Smith, cuando los empresarios e Birmingham tenían más ganas de mostrar sus novedades que de protegerse de rivales curiosos.

Volviendo a Union Street y siguiendo su extremo, pasamos la Wesleyan Church (una iglesia bastante reciente que reemplaza a una consagrada por el propio Wesley) y giramos a la izquierda en Crooked Lane. Fue en el extremo más bajo de esta callejuela donde John Taylor, el otro cofundador del Taylors & Lloyds Bank y más famoso botonero, empezó  fabricar botones de metal. Al final, Taylor, que “parecía poseer una inventiva inacabable” (Drake 1825, p. 13), así como una increíble habilidad para discernir lo que gustaba o no al público, se mudó a Union Street, donde su fábrica producía en torno a 800£ en botones cada semana y donde se decía que solo los restos de metal valían 1.000£ al año.

Cuando murió Taylor en 1775, su fortuna ascendía a 200.000£. No hace falta decir que su ejemplo inspiró a muchos otros, incluyendo a Boulton (que se refería a él, con veneración, como “el hacendado”), dando un gran impulso al sector botonero, que creció rápidamente en el curso de las siguientes décadas. Por supuesto, muy pocos se acercaron al grado de éxito de Taylor, y muchos fracasaron completamente: “El comercio, como un caballo terco, pocas veces puede dirigirse; pues por cada uno que llega al final del viaje con éxito, muchos se quedan en el camino” (Hutton 1795, pp. 105-106).

Entre los secretos detrás del gran éxito de Taylor estaba su determinación de bajar los costes aprovechando completamente la división del trabajo. Aunque Adam Smith empleó la fabricación de alfileres de Phipson como ejemplo de su teoría, podría haber expuesto más fuertemente este punto mirando más abajo en la calle: mientras que la fabricación de alfileres de Phipson requería catorce pasos distintos, no era nada comparable con lo que hacía falta para fabricar un solo botón en la fábrica de Taylor. “Quizá pienses que es increíble”, escribía un visitante de 1755 a un amigo en Londres, “cuando te diga que [los botones] siguen 70 operaciones diferentes de 70 trabajadores distintos” (Hopkins 1989, pp. 6-7).[15] Esa extrema división del trabajo en la fabricación de botones, así como en otras ramas de las manufacturas de Birmingham, fue tal vez la innovación técnica más importante de la última mitad del siglo XVIII, aunque una que, a pesar de los esfuerzos de Adam Smith, se vio oscurecida por varias invenciones mecánicas brillantes pero seguramente menos importantes (ibíd., 1989, p. 39).

Alrededor de St. Philip’s

Después de que Taylor pusiera tienda en 1765 en el centro de Birmingham, la actividad de fabricación de botones se trasladó hacia el norte y allí se situaron la enorme mayoría de los fabricantes de monedas del pueblo. Así que volvamos por Cherry Street a Temple Row, cruzándola para detenernos un momento en la vallas de hierro que rodean en cementerio de St. Philip, con la rectoría a nuestra izquierda. Mirad abajo y advertiréis que estáis sobre losas de cemento, una pequeña parte experimental, es cierto, pero que encarna bien la completa desaparición de esos terribles riñones petrificados.

Aunque algún día será la catedral de Birmingham, St. Philip’s es actualmente solo una iglesia. Esta estructura barroca, diseñada por Thomas Archer, se inició en 1709 (usando una piedra frágil que ya se está deteriorando), consagrada en 1715 y acabada en 1719 cuando la zona del extremo del solar era aún campo abierto. Se dice a menudo que la cúpula es una copia de la de San Pablo en Londres, lo que obviamente no es verdad; en realidad es superior al menos en un aspecto, en que la cruz de la cúpula de San Pablo está a la misma distancia del nivel del mar que el dintel de St. Philip’s. La iglesia acoge actualmente, por última vez, el festival trienal de música de Birmingham, cuyos beneficios irán al hospital de Summer Lane. El festival de este año amasará casi 10.000£, a pesar de un boicot organizado por un grupo que afirma que la idea viola de alguna manera el espíritu cristiano.[16]

Más allá de las puertas de hierro del camposanto hay filas de tumbas junto a una línea doble de limeros algo tocados. Normalmente, el cementerio estaría lleno de niños jugando al guá o a cualquier otro juego de canicas o al escondite entre las lápidas (una de las cuales pertenece al pobre John Wyatt), mientras sus madres trabajan en los talleres cercanos. Pero hoy el terreno está cerrado para todos, salvo los que tengan entradas para el festival, lo que nos deja fuera. También está fuera un tipo extraño que lleva una larga barba blanca y un traje rojo de soldado, que se nos aproxima por el pavimento llevando un puñado de caramelos en una mano y un bote negro en el otro y gritando: “¡Compuestos! Para resfriados y toses. Compuestos…”. Como nos sentimos perfectamente sanos, viramos un poco a la derecha.[17]

Tan pronto como las diez campanas de St. Philip’s empiezan a tañer (ya es la una) de inmediato todos los talleres y fábricas en torno al terreno empiezan a vomitar un gentío de trabajadores de camino al almuerzo. Junto a ellos hay estudiantes (la mayoría chicos, pero también algunas chicas) de la Blue Coat Charity School, dirigida por la Iglesia de Inglaterra, que se encuentra en el lado nordeste del terreno, detrás de la rectoría. Extrañamente, algunos visten abrigos verdes. Están becados por un legado especial donado por un benefactor de Birmingham que murió hace más de un siglo.

Hasta 1800, “St. Philip’s Churchyard” fue el domicilio de tres personas implicada en la fabricación comercial de monedas, el primero fue un gran fabricante y los demás fabricantes de calderilla a pequeña escala. William Lutwyche se mudó a la plaza (o más bien uno de los estrechos edificios de ladrillo de tres plantas a otro lado de la iglesia al final de Temple Row), en 1796, habiendo empezado a fabricar monedas seis años antes. En los 60, esas terrazas de los edificios con sus portales, ventanales y balaustradas de piedra, no solo eran los inmuebles más altos, sino también los más elegantes del pueblo. El lugar empezó a ser comercial, con talleres brotando detrás de las residencias, una década después aproximadamente.

Podéis recordar que Lutwyche, aparte de ser un proveedor importante de moneda genuina, también hizo grandes cantidades de moneda falsa. Los mejores productos de Lutwyche incluyen sus propios cuartos de penique privados, que son especialmente interesantes, porque ejemplifican algunos de los equipos de acuñación del siglo XVIII. Una serie muestra una anticuada prensa de acuñación de barra con peso en su reverso, con la diosa Moneta en su anverso; la otra muestra una prensa de tornillo con una rueda circular en su reverso, con la Justicia sentada, portando su balanza y derramando monedas de una cornucopia en su anverso. Tal vez sería más apropiado decir que las monedas son importantes por lo que no reflejan. Pero volveremos más tarde a eso.

Según David Dykes (1999, p. 174n5) William Mainwaring, a quien los numismáticos habían tratado antes como un fabricante de monedas independiente de  Temple Row, en realidad trabajaba para Lutwyche, grabando monedas para él hasta su muerte en 1794. Lutwyche compró el equipamiento de fabricación de calderilla de Mainwaring tras la muerte de este último y parece que llegó a quedarse también con su residencia y su taller. Como la mayoría de los fabricantes de monedas del siglo XVIII, Lutwyche abandonó el negocio al final del siglo. Un numismáticos (Mitchiner 1998, p. 2068) especula con que vendiera entonces su equipamiento a Thomas Halliday, justo antes de que este abandonara Soho para crear su propio negocio.

El segundo fabricante de calderilla con un domicilio “St. Philip’s Churchyard” fue Roger Dixon, que grabó monedas de poco valor para Lutwyche en la década de 1790 y para Halliday dos décadas después.

Siguiendo por Temple Row, que forma un semicírculo alrededor de St. Philip’s, cruzamos Temple Street, donde calle abajo avistamos el tejado redondo del Teatro Real, cuya sorprendente fachada clásica, en New Street, fue diseñada (gracias a los ruegos de Boulton) por Samuel Wyatt en 1777: la fachada es todo lo que queda del teatro original, ya que el resto se quemó y fue reconstruido dos veces, en 1792 y de nuevo en 1820. No tenemos tiempo para echarle un vistazo. Pero nos permitiremos llegar hasta el nº 2 de Temple Street, pues esa fue la casa de George Wyon III, vástago del extraordinario clan de los Wyon grabadores de calderilla, cuyos miembros desempeñaron papeles importantes tanto en los episodios de la acuñación comercial como en la reforma de la Ceca Real.

George Wyon III trabajó en el departamento de plateado, cromado y dorado en bronce del Soho de 1775 a 1783 o 1784, cuando estableció su propio negocio de grabado de calderilla en este domicilio, donde permaneció hasta que se mudó a Lionel Street en 1789 (Quickenden 1995, p. 356). Durante la década de 1790, los dos hijos mayores de Wyon, Peter y Thomas, hicieron modelos para muchas monedas y medallas de cobre, con Peter especializándose en las primeras y Thomas en las segundas. Después de la muerte de su padre en 1797, dirigieron el negocio familiar por un tiempo, pero luego decidieron abandonarlo, dejándoselo a su hermano menor, George Wyon IV, que lo dirigió con su hijo William Henry. Peter, entretanto, permaneció en Birmingham y acabó trabajando para Thomas Halliday en Newhall Street, donde con su hijo William (a quien colocó de aprendiz en 1810) grabó muchas monedas del siglo XIX. Peter también dirigió su propio negocio privado en su cas de Cock Street, detrás de la capilla de San pablo, hasta su muerte, hace siete años.

Respecto de Thomas, se mudó con su familia a Londres, donde Thomas Sr. consiguió, gracias a la recomendación del Comité de Moneda, ocupar el puesto de Grabador Jefe de Sellos en la remodelada Ceca de Little Tower Hill. Su hijo y aprendiz, Thomas Jr., le siguió en 1881, cuando, con 19 años, se convirtió en el grabador (a prueba) más joven de la Ceca. Cuatro años después, Sir Wellesley Pole hizo a Thomas Jr., Grabador Jefe de la Ceca y un año después, asignó el segundo puesto de grabador al aún más joven primo de Thomas, William, hijo de Peter Wyon, que acababa de terminar su aprendizaje. Trágicamente, Thomas Jr. murió en septiembre de 1817, con 25 años, habiendo ostentado el cargo de Grabador Jefe durante menos de dos años. El puesto quedó entonces nominalmente vacante durante varios años, debido a que el nacimiento en el extranjero de Benedetto Pistrucci, el favorito de Pole, no le permitía acceder a él.

William Wyon acabó ocupando la vacante creada por la muerte temprana de su primo. Y así empezó el reinado de la célebre “dinastía” Wyon de acuñadores de moneda, que iba a dominar la acuñación británica durante el resto del siglo.[18]

Volviendo al oeste de Temple Row, pondremos de nuevo a prueba nuestra autodisciplina caminando derechos pasada la Globe Tavern y (con menos esfuerzo) la Biblioteca Nueva,[19] pasando justo detrás de esta última para echar una ojeada a lo largo de Waterloo Street, una calle completamente nueva que lleva directo a Christ’s Church. Esta iglesia por otro lado mal situada parece bastante imponente desde aquí, sobre su propia elevación de mampostería, bajo la cual están sus catacumbas abovedadas. Aunque el hecho es un secreto bien guardado, los restos en una de esas bóvedas (la nº 521, para ser exactos) pertenece a John Baskerville, el polémico impresor y librepensador, cuyo cuerpo fue trasladado secretamente aquí después de que una extensión del muelle del canal eliminara su lugar de entierro original.[20]

En el último tramo de Temple Row se encuentra la Birmingham Mining & Copper Company, que fundaron fabricantes de Birmingham en 1790 para liberar al pueblo de su dependencia de Thomas Williams y que (como otras compañías de cobre de Birmingham) emitió muchas monedas de cobre en 1811 y 1812. Más allá está Colmore Row, que marca el límite norte de St. Philip’s por el este. Cruzando y dirigiéndonos al oeste una manzana, llegamos al ajetreado final de Newhall Street, donde los niños venden copias de la Aris’s Gazette y el recientemente fundado Birmingham Journal, mientras los pasajeros esperan para subirse a uno de los populares nuevos tranvías, que cuesta la mitad que un coche de punto. Aquí continuaremos una manzana más allá para llegar a Congreve Street, donde estaban las oficinas centrales de otra compañía del cobre y fuente de monedas del siglo XIX (la Union Copper Company). Pero esa empresa de cobre recién llegada, al descubrir que había saturado el mercado, se vendió a otras y se disolvió hace varios años. Así que, en lugar de andar, parémonos aquí y orientémonos.

La perspectiva desde Newhall

El área al norte de Colmore Row, desde Easy Row a nuestra izquierda (donde estuvo una vez la casa de Baskerville) hasta Snow Hill en nuestros extremo derecho y extendiéndose algunas manzanas más allá de la iglesia de San Pablo, está el distrito ferretero de Birmingham. Exceptuando la propia Colmore Row (que entonces se llamaba “Newhall Walk”, todo ello era campo abierto antes de mediados del pasado siglo: una buena porción de la enorme Newhall Estate, que (a pesar de la autorización del pueblo) no podía parcelarse para su desarrollo sin permiso del Parlamento. Una vez obtenido, en 1750, la propiedad fue dividida gradualmente en porciones con arrendamientos a 120 años, todos los cuales fueron contratados en cuanto estuvieron disponibles.

Respecto de la propia mansión de Newhall, el gran edificio, que estaba justo detrás de que lo es ahora la intersección de Newhall Street y Great Charles Street, se subastó en 1787 entendiéndose que sería derruida por su nuevo propietario. No queda ninguna señal de ella, excepto por las extrañas escaleras de diez a quince peldaños que llevan a las entradas de los locales cercanos, que no recuerdan la pequeña colina sobre la que estuvo una vez la mansión. En cierto momento el lugar estaba frente a una colina mayor, en la que hubo una vez una montaña rusa, pero esa colina se eliminó hace mucho tiempo:

Pero lo que es aún más melancólico
Para el pobre viejo Brummagem,
Se han llevado toda la colina de Newhall
¡Pobre viejo Brummagem!
En Pascua, las chicas castañas
Solían bajar rodando
Y mostraban sus piernas a la mitad del pueblo;
Ay, las buenas viejas vistas de Brummagem.

Aunque tipos sentimentales como James Dobbs, cuya canción acabamos de citar, podrían lamentar la pérdida de la colina de Newhall, los fabricantes de ferretería y botones de Birmingham lo agradecieron, ya que estaban más que contentos de cambiar sus barrios abarrotados y malolientes en Digbeth y otras partes más antiguas del pueblo por los edificios modestos pero limpios y confortables erigidos en lo que fueron los terrenos de Newhall. La mayoría eligieron residir y trabajar en la misma casa, con sus viviendas a nivel de calle y sus talleres en lo alto o en construcciones en la parte posterior. En 1780, solo unos pocos años antes de que empezara el episodio de la acuñación comercial, el aspecto de la calle actual estaba más o menos establecido, con las calles Little Charles, Great Charles y Lionel discurriendo paralelas a Colmore Row y las calles Newhall, Church y Livery perpendiculares a estas. Hoy la mayoría de los cerca de 30.000 trabajadores de la ferretería y los botones pasan el tiempo entre las mismas calles.

¿Pero qué fue exactamente lo que permitió a Birmingham convertirse, en expresión muy repetida de Edmund Burke, en “la gran ferretería de Europa”? Aunque los orígenes del trabajo del metal en Birmingham son inciertos, sin duda se remontan más allá del siglo XV, cuando la pequeña villa de Birmingham (o como se llamara entonces) ya era origen de herramientas de corte, clavos y espadas. Hasta el final del siglo XVII, tuvo lugar poco crecimiento, pero durante el siglo XVIII, Birmingham actuó como un imán, atrayendo todo tipo de artesanos cualificados de todas las ramas del comercio y especialmente expertos en el comercio del metal. ¿Pero por qué Birmingham en lugar de Sheffield, que estaba rodeado de turberas y buenas fuentes de energía hidráulica, o Bristol, que era más accesible? La mejor explicación que nadie haya dado es la que se encuentra en la guía de Drake, que hemos estado siguiendo naturalmente para nuestro paseo. Era, en una palabra, la libertad. Birmingham, observa Drake (1825, p. 12), disfruta de

perfecta libertad (…) ante todas las dignidades, honores, inmunidades, privilegios y molestias de corporativas y otorgadas. No hacen falta formas absurdas de servidumbre fastidiosa para dar al comerciante activo un derecho a practicar aquí su arte (…) La atmósfera de este lugar es libre para todos y la consecuencia ha sido que ha cosechado el beneficio del talento y la industriosidad activos que fluyen desde todos sus barrios.

Debido a su estatus de pueblo no incorporado, Birmingham (al contrario que Bristol) se convirtió en un refugio para inconformistas después de que la Corporation Act de 1661 excluyera a los disidentes de la posibilidad de ser miembros en las corporaciones locales. La Five Mile Act de 1665 aumentó su atractivo relativo al expulsar a los ministros inconformistas de los pueblos y ciudades incorporados y sus alrededores inmediatos. Finalmente, la Test Act de 1673 contribuyó al excluir inconformistas inteligentes y ambiciosos de cargos cívicos y municipales, animándoles así inadvertidamente a tratar de buscar su suerte en los negocios.

Aunque la Five Mile Act fue abolida en la práctica, mientras que la Test Act fue muy debilitada por la Toleration Act de 1689, la situación de Birmingham como refugio para los inconformistas estaba entonces firmemente establecida. También lo estaba su estatus como centro del comercio de hebillas, que la persecución religiosa llevó aquí desde sus antiguos centros en la cercana Walsall (Court 1953, pp. 53-60). Paseando por la ciudad 130 años después (un año después de que fueran finalmente derogadas la Test Act y la Corporation Act, descubrimos que, aunque las hebillas hace mucho tiempo que dejaron paso a los botones, en otros aspecto se ha cambiado poco: Birmingham sigue siendo la fuente principal del mundo de cierres y objetos metálicos y los disidentes siguen dando al lugar su energía emprendedora (Uglow 2002, p. 19).

Pero la contribución de los inconformistas a la economía de Birmingham, con ser grande, no debe exagerarse. Después de todo, la mayoría del crecimiento de Birmingham se produjo muy después de 1689, cuando ya no ofrecía a los disidentes todos los muchos privilegios que no podían tener en otro lugar. De los acuñadores comerciales del siglo XVIII, el tercero de los cuatro más grandes, Peter Kempson, era, según su compañero fabricante de botones, Julius Hardy (1973, p. 61) (él mismo era un metodista) “un hombre muy rígido de la iglesia nacional”, mientras que Matthew Boulton, aunque asociado con inconformistas (incluyendo al polémico Joseph Priestly), e inclinado al deísmo, asistía habitualmente a los servicios en la Capilla de San Pablo y fue sepultado en la iglesia rígidamente anglicana de Santa María de Handsworth.

Además, si todo lo que importara fuera la libertad religiosa, Boulton y sus compañeros acuñadores podrían haber estado igual de bien en Sheffield, que era el rival más cercano de Birmingham en el negocio de los botones y que tampoco estaba incorporada. Pero Sheffield quedó atrás, primero por la autoridad de la Cutlers’ Company y luego (especialmente después de 1750) por la extensión general del sindicalismo artesano, con sus correspondientes huelgas y “sabotajes”.[21] A pesar de los esfuerzos, desde 1800, para prohibirlos, los sindicatos artesanos acabarían convirtiendo  a Sheffield en “la mayor tienda cerrada del mundo” (Tweedale 1993, p. 32).

Así ocurrió que Birmingham se convirtió “decididamente en el pueblo del ‘libre comercio’, en el que no se conocían prácticamente restricciones comerciales o municipales” (Timmins 1866, p. ??) y donde la noción de libre comercio incluso se iba a extender, aunque brevemente, a la acuñación de la nación.

Hacia Snow Hill

Entremos en lo que es propiamente el distrito ferretero, bajando por Newhall Street una manzana y girando a la izquierda en Little Charles Street. Fue el principal domicilio comercial de Kempson (el otro estuvo en Great Charles Street) de 1791 a 1823, cuando se retiró de la fabricación de botones y medallas, dejando el negocio a su hijo, que había sido su socio durante más de una década.

Aparte de haber sido de los más importantes fabricantes de monedas tanto en la década de los 90 como en 1811-12, Kempson fue tal vez el mejor. Para sus troqueles recurría frecuentemente a John Gregory Hancock, Sr., que diseñó monedas para él entre 1794 y 1801 y tanto a Peter como Thomas Wyon, quienes trabajaron para él de 1791 a 1799 y también (en el caso de Peter) en 1811 y 1812. Aparte de fabricar monedas, Kempson también fabricaba botones dorados y plateados, calendarios de bolsillo, medallas y medallones. Después de la muerte de Boulton, solo quedó por detrás de Thomason entre los medalleros de Birmingham. Sus productos más valorados hoy son las medallas que fabricó, especialmente para los coleccionistas, mostrando los edificios más conocidos de Londres, Coventry y (por supuesto) Birmingham.

Little Charles Street se acaba en Livery Street, donde, si miramos a nuestra izquierda, podemos ver todo el camino hasta Great Hampton Street, que desemboca en Hockley Road, que lleva directamente al Soho. Thomas Dobbs, el comerciante y laminador de metal (su máquina de laminado movida a vapor estaba localizado en el Rea, en King’s Norton), cuya hija se casó con John Southern, fabricó más de un tonelada de monedas en el siglo XVIII a lo largo de esta calle, probablemente una manzana o dos al norte. Aquí mismo hay una imponente obra de ladrillo: la Union Meeting House. Hasta los disturbios de Priestley de 1791, era el Swann’s Amphitheatre, un lugar de espectáculos ecuestres y de grosero circo:

Incluso los malabaristas tienen grandes expectativas,
Seguros de llegar a acuerdos como TOM SWANN.
¿Cómo se sorprendió la edad de la delicadeza
Y se burló groseramente el decoro femenino,
Viendo a mujeres vestidas con ropas de hombre,
Saltando en cuerda o bailando en la cuerda floja?[22]

Pero después de los disturbios, se tomó el edificio para alojar las Casas de Reunión de los calvinistas antiguos y nuevos, que habían asaltado los revoltosos. Aparte de este, Livery Street presenta pocos puntos de interés: solo una amplia y larga extensión alineada con una tienda tras otra, muchas con carteles en sus escaparates, pintados en negro con letras y remates dorados que parecen bolas doradas de croquet: “Thos. Diamantista, lapidario”, “John Jones, fabricante de armas y pistolas” y (naturalmente) “Establo de Parrock en Livery”. Pero como no necesitamos piedras preciosas, armas de fuego ni un caballo, avanzaremos cruzando Livery Street hasta la diminuta Brittle Street, que nos lleva el resto del camino hasta Snow Hill.

Snow Hill es una de las vías de paso más ajetreadas de Birmingham, con unos 40 carruajes de correo y coches de posta al día descendiendo en su camino hacia Wolverhampton y otros destinos. Desde nuestro aventajado punto en la esquina de Snow Hill y Brittle Street, tenemos una excelente visión de la iglesia de San Jorge en el noroeste. Consagrada hace siete años, es de estilo gótico que iba a ser objeto de la ira de los arquitectos progresistas. En la misma esquina, está a punto de inaugurarse en Nuevo teatro de la Escuela de Medicina y Cirugía: un cartel en su entrada anuncia la lección inaugural de W. S. Cox, F.R.S., en la tarde del domingo.[23]

Tal vez volvamos para escucharla, pero por el momento, las atracciones que nos importan se encuentran en otro lugar de Snow Hill. Girando a la izquierda y bajando Snow Hill solo unos pocos metros, nos encontramos enfrente del nº 7, el lugar de la ferretería de la familia Boulton, debajo del cual estaba la residencia donde nació Matthew Boulton, en septiembre de 1728. El joven Foulton se hizo cargo de la tienda tras la muerte de su padre en 1758, momento en el que el negocio se extendió hasta Slaney Street y más allá. Pero, por supuesto, no había espacio suficiente para acomodarse a las grandes ambiciones de Boulton, por lo que empezó a construir el Soho unos pocos años más tarde.

Podíais haber esperado que las autoridades de Birmingham hicieran un museo en la antigua casa de Boulton o al menos pusieran aquí una placa, dada la escasez de antigüedades y monumentos en este pueblo. Pero al menos por ahora nadie parece haberse preocupado. Tal vez acaben decidiéndose a hacerlo.[24] Por otro lado, podría igualmente recordar a Boulton poniendo una placa en cualquier lugar e inscribiéndola al estilo de Wren: “Si buscas su monumento, mira alrededor”.

Seguimos bajando Snow Hill, llegando a la intersección de Great Charles Street, una avenida espaciosa y recta que corta el distrito ferretero en dos partes: norte y sur. En su momento, no tenía más que bellas casas y jardines georgianos, pero  ahora está salpicada en ambos lados por almacenes, talleres y fábricas., incluyendo más fabricantes de botones que cualquier otra calle de Birmingham. Incluso ahora, a pesar de un declive en el sector desde la introducción de los botón de cobertura “florentina” hace una década, hay aquí al menos diez fabricantes de botones metálicos, lo que es la décima parte del total de la ciudad. El más grande, Ledsam & Sons (en el extremo inferior oeste de la calle, en el nº 10), emplea a unos 300 trabajadores. Pero Ledsam & Sons es bastante excepcional: la mayoría de los fabricantes de botones son meros “maestros de desván” con solo unos pocos empleados (a menudo solo la esposa e hijos del dueño) y gestionando solo unas pocas libras de capital (Hopkins 1989, p. 55).

No es sorprendente que Great Charles Street haya sido también hogar de varias cecas y grabadores comerciales de moneda. Pero la mayoría, como Ledsam & Sons, estaban en el extremo oeste de la calle, al que volveremos después. De momento, crucemos Snow Hill a Bath Street, que es la continuación oriental de Great Charles Street. Hacerlo nos lleva a una parte extremadamente activa del pueblo plagada de tiendas de ferretería y joyería, así como establecimientos dedicados a la fabricación de armas. Al pasar por la entrada de Shadwell Street podemos ver a nuestra izquierda la capilla romana, justo al volver la curva. Detrás y frente a la capilla, en el 48 de Shadwell Street, está la gran fábrica de bronce dirigida por los cuatro hermanos Heaton (John, William, George y Reuben). Pero es el quinto hermano Heaton el que nos interesa y su tienda está ubicada solo un poco más abajo en Bath Street, en el nº 71.

Ralph Heaton II ha estado en esta dirección desde 1817, habiendo trabajado previamente con su padre como troquelador en la fábrica de bronce en Shadwell Street. Su tienda se dedica actualmente a la fundición, sellado y perforación del bronce, así como a la troquelación. Pero en menos de un cuarto de siglo después de hoy (si me perdonáis que me adelante un poco en el tiempo) Heaton estará acuñando aquí monedas de cobre (500 toneladas, para ser precisos). Es más, lo hará utilizando presas de acuñación y recortado movidas por vapor y recuperadas del Soho. ¿Cómo es eso de la historia repitiéndose?

Más allá de la casa de Heaton, Bath Street se cruza con Whittall Street. Era el domicilio de Thomas Mynd, que fue el responsable de media docena de monedas del siglo XIX. No hay nada particularmente especial acerca de la mayoría de las monedas de Mynd, que fabricó durante el auge de la locura de las monedas, entre 1794 y 1797.[25] Pero Mynd fue especial en que se casó con la hermana de Matthew Boulton, Catherine, en 1762. Boulton le dio entonces trabajo en el Soho, donde trabajó hasta 1769, cuando (para disgusto considerable de su suegro) inició su propio negocio de hebillas de lujo (Quickenden 1995, p. 354).

Volviendo a Snow Hill y bajando por ella, llegamos a la báscula pública, con su elegante casa de pesaje de hierro adornada con figuras de la Justicia (portando la inevitable balanza) en los pilares. Antes de eso, se produce en la calle un largo atasco de carros y vagones, obstruyendo el tráfico y obligándonos a abrirnos paso entre vagones cargados de mercancías y montones de estiércol de caballo. De nuevo a salvo en la calzada, llegamos al 107 de Snow Hill. Fue en su momento el domicilio de otro fabricante más de botones convertido en fabricante de monedas llamado John Gimblett, Jr. Gimblett hizo monedas para la Birmingham Workhouse en 1788. Era asimismo un gran fabricante de imitaciones reales. Unos pocos portales más abajo en la misma acera, en el 100 de Snow Hill,[26] reside la empresa de fabricación de botones Hammond, Turner and Son, que, con unos 150 empleados (sin contar los trabajadores en otros lugares), es la segunda más grande de Birmingham. Uno de sus fundadores, Bonham Hammond, solo ha conseguido un gran encargo de comisión de monedas en el siglo XVIII. Los medios peniques de Leith, que mostraban un barco en el mar en su anverso y Britania sentada en su reverso, pueden haber sido acuñados en esta fábrica, que era entonces Hammond, Turner, & Dickenson; pero también podrían haberse acuñado en otra fábrica de botones dorados y plateados que tenía Hammond más adelante, en el 11 de Great Hampton Street.

Hammond, Turner, & Dickenson fueron asimismo importantes fabricantes de monedas en el siglo XIX. Por esto sería estupendo echar una mirada dentro, si podemos. Por desgracia, no admiten turistas, no (como suele ser habitual) porque protejan sus secretos de fabricación, sino porque encuentran que los visitantes ocasionales ralentizan las cosas (Osborne 1840, p. 228).

Cerca del canal de Birmingham

Al llegar al final de Snow Hill, nos encontramos sobre el canal de Birmingham. El canal desciendo a través de trece esclusas manejadas por abridores de esclusas llamados localmente, por alguna razón, “rodneys”. Las esclusas, con el nombre oficial de Farmer’s Bridge Locks, pero conocidas por los lugareños como las Viejas Trece, empiezan desde el Crescent a nuestro oeste y acaban justo antes del viejo puente de Aston Road (como lo llaman los hombres del canal) a nuestro este. Después de eso, la corriente principal parte hacia Fazeley, donde su une al canal de Coventry. El canal, que fue inaugurado a los negocios en 1790, está ahora llenos de barcos estrechos (no “gabarras”) aun construidos como lo que Hutton describía en el 83  como “algo parecido al esqueleto de un caballo, cubierto de piel”, pero capaz de llevar a Birmingham 50 toneladas o más de alimentos o materias primas de Londres, productos terminados de Hull, Manchester y Liverpool, grano de Oxfordshire o carbón del Black Country:

Desde la navegación del canal,
De carbones tenemos los mejores en la nación,
Alrededor del alegre círculo, pon entonces tus parachoques
Pues el corte de todos los cortes es el corte de Birmingham.[27]

El carbón es para la concentración de máquinas de vapor a lo largo del canal, pues es muy caro transportar grandes cantidades de este incluso a distancias cortas por tierra. Desde nuestro ventajoso punto de vista podemos ver algunas pocas estrechas chimeneas: tal vez haya en total más de 100 en Birmingham, cada una emitiendo una columna de denso humo negro.[28] La que está a nuestra izquierda pertenece a la fundición de hierra de Phoenix en la esquina de Snow Hill y Lionel Street. Al otro lado del canal desde ella, hay una chimenea que pertenece a una máquina mucho más antigua: la del molino de grano de Samuel Parker. Detrás de ella hay una máquina aún más antigua: la fuente de energía del molino giratorio y la fábrica de cable de Muntz en el 65 de Water Street. Por todas partes, entre los numerosos almacenes, fábricas  y muelles  alienados a ambos lados del canal, se ven al menos una docena más de chimeneas, incluyendo las del molino de Albion, bajando hacia Summer Row.

Echaremos un vistazo de cerca a las máquinas de Parker y Muntz en un momento. Pero primero crucemos el canal. Hacerlo nos lleva a la vieja Salutation Inn, a nuestra izquierda. Era un lugar de recreo favorito en los días de la acuñación comercial, cuando mostraba un bello jardín y campos gemelos de bolos. En 1798 fue asimismo el lugar del último hostigamiento de toros conocido en Birmingham, que acabó de forma relativamente feliz para el toro, para variar: el toro consiguió romper las ataduras y escapar y acabó siendo rescatado por un cuerpo de milicias conocido como la Asociación de Birmingham. Las autoridades de de Birmingham finalmente prohibieron el hostigamiento de toros en 1811, antes (lo creáis o no) que el resto de Gran Bretaña.

Justó a continuación de Salutation el camino se divide en tres, con Constitution Hill a la izquierda, Summer Lane a la derecha y Little Hampton Street en medio. Unos pocos metros bajando Summer Lane, el camino se vuelve a dividir, con Hospital Street arrancando hacia la izquierda. Si seguimos andando por Summer Lane, pronto llegaremos al Hospital (o el “Orspickle”, como lo llaman los lugareños), para cuyo mantenimiento se dedican los festivales trienales de música. Pero nuestro interés es por el propio Hospital, que fue el último domicilio del más grande de todos los grabadores de monedas de Birmingham, John Gregory Hancock, Sr.

Hancock, como muchos otros grandes fabricantes de troqueles de Birmingham, aprendió en Soho, después de su padre lo encomendara aBoulton en 1763, cuando solo tenía trece años (MBP 236/102). Asumió sus primeros encargos de monedas, incluyendo los druidas de la ceca de Parys Mine, como socio comercial y testaferro de John Westwood Sr. Después de la muerte de Westwood en 1792, su lugar como socio lo tomó el hermano de Westwood y compañero botonero, Obadiah. Hancock continuó fabricando troqueles para Obadiah Westwood, incluyendo algunos para patrones de centavos estadounidenses, con la ayuda de su aprendiz, John Stubbs Jorden, hasta 1795. Luego Jorden y Hancock se independizaron, con Jorden convirtiéndose en un fabricante de moneda independiente a tiempo parcial y Hancock en el grabador de monedas más solicitado del pueblo. Los clientes posteriores de Hancock incluyeron a Thomas Dobbs, Matthew Boulton y Peter Kempson y su trabajo para este último (medallas, sobre todo) le hizo especialmente famoso. Pero su salud nunca fue buena y murió con 55 años el 11 de noviembre de 1805. Su muerte, según la Aris’s Gazette, (BG  21 de noviembre de 1805) fue “lamentada sinceramente por todos los amigos y mecenas del genio”.

Aunque Hancock Sr. se considera generalmente que fue el mejor diseñador de monedas de Birmingham, su hijo, John Gregory Jr. pareció probable que el eclipsara en cierto momento, habiendo grabado los troqueles para varias monedas privadas el acabar el siglo, cuando no tenía ni siquiera diez años. Pero aunque John Gregory Jr. esté listado entre los “artistas” de Birmingham en el Magnificent Directory de Bisset (1808), al que proporcionó varios grabados, no se supo nada más de él desde entonces y se teme que pueda haber muerto incluso más prematuramente que su padre.[29]

Merece la pena mencionar un domicilio más antes de que nos encaminemos de vuelta a Snow Hill, que es la antigua residencia de Charles Twigg, que vivía a unos pocos portales de Hancock en Hospital Street. Aunque no fabricó monedas, produjo otros productos numismáticos, incluyendo medallas realistas y calendarios de bolsillo, en su fábrica de botones en Harper’s Hill, cerca de San Pablo (Mitchiner 1998, p. 2005). También fue uno de los empresarios responsables de erigir el molino de vapor que ahora pertenece a George Muntz. Ese molino ocupa un lugar muy importante en la historia de la energía a vapor. Pero volvamos a Water Street para echar una buena mirada a este antes de explicar por qué.

Las máquinas de vapor de Pickard

En la esquina de Snow Hill con Water Street, estamos de nuevo frente al molino de grano de Parker movido por vapor. Esta movido por el segundo motor de vapor rotatorio más antiguo del mundo, que fue construido en 1783. El constructor del molino y propietario original fue James Pickard, cuyo hijo, Thomas, posee el almacén de ferretería que pasamos en Bull Street. Pickard contribuyó asimismo en construir el primer motor de vapor rotatorio más antiguo de Birmingham y del mundo, al que llegaremos de inmediato. Pero el Pickard’s Corn Mill and Bakehouse, como se conocía al molino de Parker, es en sí mismo de considerable interés, en parte por su bonito trabajo en ladrillo, pero principalmente porque fue el objetivo, en tres ocasiones distintas  durante la “guerra por la humanidad” de  Pitt, de ataques de masas debido a las escaseces de grano. El primero tuvo lugar en 1795, cuando los manifestantes (por cierto, la mayoría mujeres) entró en el lugar infligiendo grandes daños y destruyendo los libros de contabilidad de Pickard después de oír el rumor de que esta había enterrado un gran alijo de grano. Finalmente, llegaron los mismos dragones del rey, leyeron la ley de disturbios y procedieron a arrestar a varios líderes de la revuelta, que fueron llevados a la mazmorra en Beck Lane cuando las turbas renovar sus ataques, obligando a los soldados a disparar y matar a uno de los manifestantes. En septiembre de 1800 ocurrió prácticamente lo mismo, solo que esta vez los propios empleados del molino dispararon contra los saqueadores, matando a cuatro. Finalmente, en junio de 1810, cuando hubo otra vez escasez de pan, se reunió otra turba en el molino. Sin embargo, en esa ocasión, la caballería de voluntarios de Handsworth apareció a tiempo para dispersar a la masa antes de que se convirtiera en violenta y sin disparar un solo tiro.

El otro motor rotatorio de vapor del que Pickard fue parcialmente responsable estaba en lo que es ahora la laminadora de Muntz, en el 65 de Water Street. Aunque hay ahora 17 laminadoras movidas por vapor en Birmingham, durante muchos años esta fue la única fuente local de metal fabricado, proviniendo la mayoría de laminadoras movidas por agua localizadas a cierta distancia. George Frederick Muntz se quedó con la laminadora tras la muerte de su padre en 1811, cuando George solo tenía 18 años. Estos días está ocupado desarrollando, aquí y en Swansea, su “metal amarillo”: una aleación  mucho más barata que el cobre, pensada para reemplazarlo en revestimientos de aparejos marineros.

Muntz mantiene ocupados a sus hombres seis días a la semana: aquí no hay Sn Lunes o sábados  cortos. Y su fábrica está abierta al público. Así que echemos un vistazo. Al  dejarnos paso el director, lo primero que vemos es la base de la máquina de vapor de la fábrica, con su pared de soporte central  de unos tres pisos de alta, hecha completamente de ladrillos cerámicos, junto a una base más pequeña de ladrillo, de la que sobresale el remate redondo de un enorme caldero de paja (de 13 pies de diámetro), hecho de placas remachadas de acero colado.[30] Algunos trabajadores atienden la máquina, mientras otros se mueven de acá para allá. Uno de estos últimos es detenido por un hombre  enorme (parece medir más de dos metros) con ropa holgada y un aire jactancioso, que le premia con un sonido estruendoso y (debo decir) un leguaje bastante chabacano. Si no fuera porque el gigante va bien afeitado, juraría que es el propio Muntz.[31] Pero antes de que podamos establecer su identidad, nuestro guía nos lleva arriba (y lejos de todos los juramentos), donde nos encontramos rodeados por las mitades superiores de varios volantes girando rápidamente, cada uno de los cuales es tan alto como un hombre en pie. Conectado al más cercano hay un enorme par de rodillos aplastadores de hierro colado girando, que parecen flexionarse bajo los puntales del techo del pesado edificio. Vemos como los rollos de cobre fundido pasan repetidamente por los rodillos hasta que se hacen demasiado duros como para trabajarlos. Las aplanadas tiras de metal se templan en el enorme horno de la fábrica, localizada al otro lado del espacio, hasta que vuelven a ser dúctiles. El metal de color rojo sangre se saca entonces del horno, se le deja enfriar un poco y pasa de nuevo por los rodillos aplanadores, hasta que esté listo para una pasada fría final a través de un segundo par de rollos de acero pulido. Una vez acabado, las tiras planas y brillantes se enviarán a las fábricas locales, para convertirlas en juguetes, productos e ferretería, botones y productos numismáticos.

Lo que es ahora la fábrica de Muntz fue el hijo espiritual de James Pickard y un inventor llamado Matthew Wasborough (o Wasbrough), de Bristol. Wasborough había tenido la idea de reemplazar una máquina oscilante estándar de Newcomen, conectando la barra a un émbolo, que podía moverse engranarse con una gran rueda dentada a una vara de dirección. Al patentar este dispositivo, junto con un volante, en 1779, Wasborough juntó fuerzas con Pickard para construir un motor prototipo. Pickard convenció a su vez a Charles Twigg (el fabricante de botones que vivía cerca de Hancock, en Hospital Street) para engrasar las ruedas de la empresa. Boulton y Watt, después de oír un informe de un empleado del Soho sobre el motor, la rechazaron como una “máquina mala, ruidosa e ingobernable”, y se dedicaron a trabajar tranquilamente en el desarrollo de su propio motor de movimiento rotatorio. Después, Pickard se sacó un as de la manga: en agosto de 1780 consiguió patentar un mecanismo de dirección rotatoria, que consistía en un silencioso cigüeñal (una solución obvia, que había considerado el propio Watt). La patente enfureció a Watt, que se supone que protestó (con una incoherencia tan evidentemente movida por la desesperación que es casi conmovedora) porque (1) no debería concederse ninguna patente a alguien por algo que podría haber pensado cualquier idiota y (2) porque Pickard le había robado la idea a un empelado del Soho que habló inconscientemente con uno de los espías de Pickard mientras bebían en una cervecería de Handsworth.[32]

La máquina de Pickard-Twigg-Wasborough fue construida originalmente principalmente para el fin para el que sigue sirviendo, que es mover cuatro pares de rodillos. Pero los 14 caballos de vapor que generaba cuando se construyó originalmente se aplicaron también a otros fines, como queda claro en un anuncio de 1783 publicado en el Bailey’s Directory:

Charles Twigg and Co., laminadores de metal, fabricantes y fresadores de cañones de armas de fuego, en el Steam Mill, Snow Hill. N.B. — Esta factoría se construyó para los fines anteriores y también para el pulido y de bienes de aceros, acabado de hebillas, remates de hebilla y una serie de otros artículos normalmente usados para tornos de pie- Todo se trabaja con una máquina de vapor y ahorro a los fabricantes el problema de ir varias millas dentro del país, a molinos de agua (citado en Aitken 1866, pp. 242-243).

Twigg and Co. también “dejaban” energía a otros usuarios, dirigiéndola mediante cigüeñales a talleres cercanos que podían alquilarse diaria o semanalmente y Muntz les había seguido en esto: ahora mismo, por ejemplo, dejaba energía a Joseph Gillott, que dirige la mayor fábrica de estilográficas de acero de Birmingham.

El destino de Twigg muestra cómo, en esos tiempo s más crueles, incluso los empresarios relativamente progresistas podían recibir una mala mano. En 1793 se encontró con grandes deudas y a lo largo de los siguientes cinco años, como explicaba a Matthew Boulton, había tenido “que renunciar a todo tipo de propiedad para satisfacer a aquellos caballeros con los que estaba en deuda”. Finalmente, para evitar acabar en la cárcel por deudas y atender a su mujer y sus siete hijos, se vio obligado a anunciar su bancarrota en la Gazette, lo que significada vender su último activo importante: la fábrica: Fue con ocasión de esto que escribió una nota desesperada a Boulton, su viejo cliente y amigo, lamentando su destino, recordándole su participación en la laminación que había hecho para el Soho justo antes de irse al sur MBP 257/147); y esa triste nota es lo último que sabemos del ahora olvidado patrocinador de la primera máquina de vapor de movimiento rotatorio del mundo.

Hacia Summer Row a través de Lionel Street

Es ahora de abandonar la fábrica de Muntz, continuando al este en Water Street. En la intersección con Livery Street, consideramos dirigirnos una manzana al sur para ver el almacén y escaparate del Soho: un elegante edificio construido en 1787, diseñado por Samuel Wyatt, donde se muestran algunos de los productos pequeños más de elegantes de la fábrica.[33]  Pero el tiempo nos apremia y tengo algo mejor en la recámara, así que continuamos a lo largo de Water Street a Church Street, llamada así porque está entre la iglesia de St. Philip al sur y la capilla de San Pablo al norte. Volvemos hacia el canal a la Plaza de San Pablo. Nos queda poco tiempo, así que no tenemos tiempo para visitar la propia capilla, donde Boulton se sentaba en el banco 23, al frente, y Watt había comprado (pero apenas ocupado) en nº 100 hacia el fondo. Por tanto tendremos que evitar la bella “Conversión de San Pablo” en vidrieras, obra de un artista del Soho llamado Francis Eginton. En su lugar, debemos echar una rápida mirada en torno a la plaza, que no ha cambiado esencialmente desde hace 17 años, cuando sus residencias de aspecto respetable fueron hogar de al menos tres fabricantes de monedas del siglo XIX: Henry Dunbar, que fabricó 3 toneladas de peniques a la semana durante siete meses en el nº 24 y Samuel y Thomas Aston, que fabricaron los peniques y tres peniques de la Birmingham Workhouse en el nº 33. Otro antiguo ferretero de la Plaza de San Pablo, John Lilly. Fue invitado a hacer una oferta a la comisión de la Birmingham Workhouse, pero no llegó a fabricar ninguna moneda para esta.

Volvamos de nuevo hacia el sur, a Lionel Street, que seguiremos hacia el oeste hasta Summer Row. Los pequeños y cuidados jardines delante de algunas de las casas de aquí, antes típicos en todo el pueblo, son ahora pocos y distanciados. Detrás de ellos, y justo antes de Summer Row, está el patio del nº 4 de Lionel Street, que aloja el establecimiento de troquelería de George y William Henry Wyon, del famoso clan de los Wyon. Tendremos una oportunidad luego de ver cómo se hacen los troqueles, así que continuemos hasta Summer Row, girando a la izquierda en ella hasta que se convierta en Congreve Street. Esto nos lleva al extremo oeste de Great Charles Street. Este tramo de la calle muestra algunos de los portales georigianos más hermosos de Birmingham, con sus frontones y tragaluces. También era el hogar de varias de las cecas comerciales más importantes del pueblo.

Aunque nada lo indique, el nº 9 al otro lado de la calle a nuestra derecha era el lugar de la ceca Parys Mint Company, la tercera ceca más fecunda de Gran Bretaña en el siglo XVIII, después de la Ceca Real y el Soho. El nº 7, dos puertas más allá a la derecha (que es uno de los edificios más antiguos e impresionantes de la calle) fue el lugar de la tienda de troquelado y perforación del metal de William Bullock, que acuñó monedas en el siglo XIX; Bullock también proporcionó monedas coloniales falsas a las Indias Occidentales y lo hizo impunemente, ya que la fabricación de esas falsificaciones no era ilegal (Withers 1999, p. ??). La fábrica de botones de Ledsam & Sons, de la que hablé antes, está justo a la izquierda del sitio de la ceca de la Parys Mine. Junto a ella, en el nº 11, es donde el antiguo aprendiz de John Gregory Hancock Sr., Joseph Stubbs Jorden, hizo marcos de cuadros, así como entre una y dos toneladas de monedas de cobre, incluyendo los medios peniques de Glamorgan, encargados por el padre de Jorden, un herrero de Staffordshire (Dykes 2001, pp. 125-127).

La manzana a nuestra izquierda alojaba varias cecas más, así que vayamos hacia allí. Los nº 20 y 22, que están actualmente ocupados por un par de fabricantes de botones a pequeña escala, un hojalatero y un comerciante, entre otros, fueron una vez el domicilio de los hermanos John y Obadiah Westwood, que dirigían aquí negocios independientes de fabricación de botones cuando John empezó a fabricar moneda en sociedad con Hancock. Después de que Obadiah tomara la parte del negocio de su hermano fallecido en ese negocio, su hijo, John Westwood Jr., entró con él en los negocios. El equipo de padre e hijo permaneció aquí hasta 1797, aunque dejaron de fabricar monedas en 1794. Obadiah se retiró hace un par de años. Respecto de John Westwood Jr., está actualmente incluido como “fabricantes de botones de hueso” en Great Brook Street. Pero no hace mucho trató de volver a la acuñación, como sabemos por una carta que envió a Matthew Robinson Boulton en marzo de 1821:

Podéis recordar el nombre de Westwood. Mi tío, el anciano Mr John W. era muy conocido en Birmm con fabricante general y creador de medallas y monedas. Las monedas originales de cobre hechas en los años 88 a 92, estaban hechas completamente por él o por vuestro padre. (…) Desde su muerte, me he dedicado ocasionalmente al negocio de las medallas y monedas y presumo de tener un conocimiento competente de estas cosas.

[Si] requiere una persona competente para asumir la dirección de la ceca [del Soho] o un grabador para la compañía, no tendría ningún problema en asumir cualquiera de ambos departamentos, si se presenta un incentivo suficiente en los términos a acordar. (MBP 261/73; 26 de marzo)

Pobre Westwood. Se ve que no sabía que el Soho no hacía sino blancas (ni una sola moneda terminada) desde junio de 1813 y que en ese último año de acuñación real, la cuenta de la ceca mostraba unas pérdidas de 1.300£ (Doty 1998, p. 63). Soho iba a volver a acuñar, para el pequeño enclave de Gran Bretaña de Santa Elena en el Atlántico Sur en junio de 1821. Pero esa nueva acuñación era tan inútil para Westwood, que nunca recibió respuesta de Boulton, como para Napoleón, que murió en mayo.[34]

Otro fabricante de monedas del siglo XVIII, Joseph Kendrick, tuvo solo unos pocos encargos de monedas de calidad mediocre antes de volver a la fabricación de botones, que era lo hacía, según el directorio de Chapman, en el nº 36 de Great Charles en 1801. La misma fuente sugiere que Great Charles Street puede haber sido asimismo el hogar de otra empresa más de fabricación de moneda: James Pitt estuvo fabricando botones aquí (así como en el 29 de Newhall Street, donde fue socio de alguien llamdo Cooke) en 1801, habiendo fabricado varias series de monedas al final de los 90. Entre las monedas había medios peniques fabricados por Pitt, utilizando troqueles preparados por Thomas Wyon, para emisores en Portsmouth, Portsea y Crewkerne. Como se apuntó antes, Pitt puede haber sido también uno de los tres falsificadores de dólares cuyas operaciones atacaron los hombres de Boulton en 1799.

Siguiendo un amanzana a lo largo de Great Charles Street, después del alto de Newhall Street, acabaremos regresando a  Church Street. Se supone que un grabador de monedas llamado Charles James  trabajó por aquí en la década de 1780. Digo “por aquí” porque su domicilio real “Cart’s Yard, Church Street” es uno que no he sido capaz de encontrar en ningún mapa: lo más cercano es una calle, ahora llamada Carr’s Lane, pero fue conocida en un tiempo como “God’s Cart Lane”, pero está a un cuarto de milla de aquí, cerca de Dale End. En todo caso, James estuvo en algún lugar de Birmingham  hasta 1790, mudándose entonces a Londres, donde en el 6 de Martlett Court Bow Street, trabajó principalmente para Peter Skidmore, un conocido fabricante de zapatillas.

Vaya, son las cuatro en punto y estoy hambriento. ¿Qué tal tomar algo para comer y una pinta de cerveza o un “punto de aceite”, como dicen los lugareños? Tal vez el delantal azul que viene hacia nosotros pueda indicarnos un buen sitio.

“Dime, tío, ¿dónde hay una buena bebida cerca?”

“Bueno”, dice, apuntando al norte, “hay una buena cigarrería ahí cerca”. “¡Muchas gracias!”

¿Visteis lo verde que se veía ese tipo? Es polvo de latón: debe venir de algunas de las fábricas de latón de Lionel Street. Ah, allí está: el León Rojo, un bonito edificio de tres plantas con ladrillos arriba y estuco abajo. La entrada con columnas, en Bread Street,está rodeada por dos grandes ventanas rectangulares. Un cartel encima muestra un león en pie sobre sus cuartos traseros, con una jarra de cerveza y fumando una pipa. Echemos una mirada dentro.

En el León Rojo

¡Una cigarrería de verdad![35] Tras entrar en la taberna, nos encontramos en una sala pequeña (de unos 7 por 5 metros con un techo bajo de unos 2 metros) en la que no menos de 25 hombres están bebiendo cerveza y fumando en pipa. A la hora de la cena (hacia las siete) el lugar tendrá aún más humo, con tal vez el doble de clientes agolpados en el diminuto espacio. Por suerte hay una habitación con menos humo reservada a los clientes que vayan a comer. Nos abrimos paso hacía allí apresuradamente.

Me apetece una pierna de carnero. ¿No tienes debilidad por eso? Siempre hay rabo de vaca con verdura. Se dice que es el plato más popular del pueblo.

Aquí viene la camarera para tomar nota.

“Buenos días, señores. ¿Qué quieren?”

“Carnero para mí. Y algo de rabo de vaca con verdura para mi amigo”.

“¿Un corte de tres peniques?”

“¿Por qué no? Ah, y dos pintas de su mejor cerveza, por favor”.

“Las traigo de inmediato”.

Así que hemos conseguido examinar los antiguos paraderos de la mayoría de los fabricantes de monedas conocidos de Birmingham. No nos hemos ocupado de James Good (o Goode, como se escribe a veces su nombre) y Samuel Waring, porque ambos eran productores a pequeña escala cuyos domicilios, en Lench Street (detrás de Santa María) y Bradford Street nos hubieran llevado demasiado lejos de nuestro camino. Más importante es que nos hemos saltado la ceca privada más importante: la Ceca del Soho, que sigue funcionando, con Matt Robinson Boulton al timón.

¿Por qué no vamos allí? Para empezar, está a casi tres kilómetros de aquí, lo que significa que un paseo hasta allí y volver nos costaría al menos una corona a cada uno. Y si fuéramos, la ceca que veríamos no sería la que fabricó monedas para el gobierno británico a partir del principio del siglo. Acordaos de que esta ceca se trasladó a Bombay hace cinco años, cuando Matt Boulton decidió abandonar el negocio de la acuñación. La navegación del navío hacia Soho II en oriente apenas se había ocultado en el horizonte cuando Boulton cambió de opinión: los gobiernos de Argentina y Colombia se le habían acercado con ofertas de acuñación suficientemente grandes como para pagar una nueva ceca, rematadas con la oferta de Colombia de comprarla una vez Boulton hubiera acabado con ella (Doty 1998, p. 66). Las tarifas de acuñación serían, en ese caso, casi una verdadera ganga.

En realidad, la ceca estuvo a punto de ser una ruina, pues mientras se estaba construyendo se produjo el desastre, en forma de la crisis de 1825- Ese acontecimiento pronto extendió sus malas noticias hasta Latinoamérica, donde terminó  con los contratos adicionales de acuñación, así como con los planes de Colombia para una nueva ceca. Boulton inmediatamente suspendió la construcción de Soho III, que estaba a puntod e terminarse y que ya había costado más de 7.500£. El propio edificio de la ceca, con sus cuatro presas de acuñación (la mitad que en la ceca anterior), ya estaba terminado, igual que la nueva sala de cortado, que se había ubicado en el centro de las antiguas obras de Latchet. Finalmente, se había excavado un túnel subterráneo de casi 60 metros de largo, que contenía una cinta de hierro que se suponía que iba a conectar el aparto cortador con un nuevo motor de vapor. Solo faltaba el nuevo motor de vapor, que Boulton no se atrevió a construir hasta que tuvo algunos encargos grandes. Así que acabó con una ceca que solo era capaz de crear blancas y acuñar estas manualmente y esta ceca había estado renqueando en ese estado desde entonces, siendo sus únicos ingresos los de las ventas de blancas a Estados Unidos.

Tal vez hubiera sido de interés una nueva ceca del Soho a medio terminar. Pero hay otra dificultad, y esta es importante: Soho ha estado cerrado al público desde 1802, cuando Matt Boulton decidió que la política de puertas abiertas de su padre, aunque buena para mostrar equipos sofisticados, estaba haciendo demasiado fácil la vida para los espías industriales. Se hacen excepciones ocasionalmente para personas no relacionadas con la acuñación o el comercio de metales, pero incluso estas tenían que presentarse por residentes respetables. Salvo que tengáis algunos contactos personales en el Soho, no veo como ninguno de nosotros pueda entrar.

¡Se te ha quedado una cara más larga de Livery Street! Pero no te apenes. ¿Creo que podrías querer ver el interior de una verdadera ceca comercial, así que tomado medidas para hacer justo eso. ¿Qué? Bueno, aunque es verdad que Soho es la única antigua ceca comercial que sigue fabricando monedas, eso no significa que no haya otras antiguas cecas comerciales que podamos visitar. El estimado Edward Thomason sigue fabricnado productos numismáticos (medallones, principalmente) en su fábrica tras la esquina de Church Street. Y adivinad: sus exposiciones y talleres están abiertos hasta las 7 y admiten a gente a verlos.

¿A qué estamos esperando? ¡Estamos esperando a que acabéis con vuestro plato!

En la fábrica de Thomason

El lugar de Thomason está en el nº 28, en el extremo superior de la calle. Sedistingue por frontones gemelos rematados por estatuas de Atlas (sosteniendo unas 300 libras de cemento de Portland, además de varias palomas) y Hércules (sosteniendo una maza amenazante y varias palomas más). Entre ellos hay cuatro caballos de bronce: réplicas meticulosas en miniatura de los de la basílica de San Marcos, con sus compañeras inevitables. Por debajo y encima de ellos, salta  un Pegaso alado sobre la veleta del edificio.

En la planta baja, pesamos tres arcos de entrada en nuestro camino hacia la entrada rectangular. Dentro, vemos una serie de doce salas de exposición, cada una con su propio dependiente, conteniendo enormes vitrinas de los trabajos de Thomason en oro, plata, plateados y bronce. Son en su mayor parte piezas muy ornamentales y caras: un recuerdo lejano de las piezas de “Brummagen” por las que fue una evz tan famoso este pueblo. La primera sala está completamente dedicada a lo que muchos consideran la obra maestra de Thomason: el llamado Vaso Warwick, una magnífica copia a escala completa de famoso original de Lisipo. El suelo de verde de Porfirio y los detalles de verdín no están pintados: como su predecesor está fundido en bronce macizo: noventa quintales de este. Tan alto como Muntz y de veintidós pies de ancho, costó cuatro mil libras y le llevó a Thomason seis años completos terminarlo.

Luego entramos en una sala dedicada a capiteles y balaustradas corintios en bronce para escalinatas y otras obras como esas y otras en papel maché. Después de esto llega la llamada sala del oro y la plata, un espacio muy noble iluminado por tres claraboyas. Bajo una de ellas una estatua algo mayor de la realidad de Jorge IV con sus ropas de coronación, un trabajo que, en todos sus aspectos, muestra un muy gran parecido con el rey. Finalmente llegamos a un conservatorio lleno de medallas y medallones de todo tipo, ejecutados en oro, plata y cobre y mostrados en vitrinas. Entre ellas hay una serie de veintiséis medallitas de 15 mm., vendidas en un contenedor cilíndrico y que conmemoran las victorias de Wellington en la Guerra de la Independencia Española, una serie de cuarenta y ocho medallas, mostradas cinco tomos a tamaño folio mostrando escenas de los mármoles de Elgin y, particularmente, una serie de dieciséis “medallas filosóficas y científicas”, en las que las cuatro últimas muestran etapas en la evolución de la máquina de vapor, desde el motor de Savery al modelo rotativo de doble acción de Watt. (Ninguna medalla para los pobres Rickard y Wasborough, sin embargo). Estas últimas medallas son las más grandes de una serie nunca acuñadas y se venden en una caja tafilete que simula un volumen imperial octaviano. (Con la oferta se añade una lupa). La exposición aquí también contiene la colección de troqueles de medallas de Thomason, que se dice que la más grande de Europa, salvo la que pertenece al rey de Francia.

Después de la sala de las medallas hay una larga galería, uno de cuyos lados tiene doce ventanas de estilo gótico, mientras el otro muestra piezas de cristal, así como un espléndido escudo de Wellington; tras él hay cuatro salas más dedicadas principalmente a objetos plateados. Finalmente llegamos a la última sala, que muestra varias patentes, incluyendo varias versiones del sacacorchos de Thomason.

Ah, aquí viene un guía para llevarnos por los talleres de Thomason. Al seguirle por un pequeño patio hacia las zonas posteriores de la fábrica, los alrededores se hacen austeros y aumenta notablemente el nivel de ruido: de vez en cuando nuestro guía tiene que gritar para que le oigamos. Pasamos por una serie de veintidós talleres separados, dispuestos convenientemente uno tras otro. Como estamos especialmente ansiosos por ver los departamentos de fabricación de botones y medallas y presionados por el tiempo, nos apresuramos en los nueve primeros talleres, echando rápidas ojeadas a trabajadores dedicados a:

  1. El ensamblaje de cuberterías con mangos de marfil y perlas
  2. Plateado de utensilios de mesa de acero
  3. Bronceado de vasos, lámparas, etc. de cobre
  4. Fabricación de centros de mesa y candelabros de plata
  5. Pulido de diversos objetos de plata
  6. Corte de “gusanos” como cilindros de metal
  7. Creación de tubos de latón (para calderas)
  8. Escultura (incluyendo la preparación de un espléndido escudo de Aquiles que, nos dicen, se acabará dorando) y
  9. Bruñido a mano de objetos de plata.[36]

Llegamos así al taller de los botones, cuyo centro está lleno de filas de mujeres que a primera vista parecen estar examinando especímenes en microscopios, pero que en realidad están creando y puliendo pequeños botones de chaleco utilizando perforadoras y presas operadas a mano. Se realizan varias otras operaciones en las paredes del taller, incluyendo el pulido de los bordes de los botones utilizando tornos a pedales y la pintura de botones acabados con una amalgama de color plateado que se convierte en un dorado brillante al secarse. Lo más interesante de todo es la máquina, patentada por Ralph Heaton I en 1794 (el año en que nació Ralph Heaton II), `para hacer aros de botones a partir de hilo de acero. Toma una porción de cable de latón de una bobina, la curva, la corta, allana los puntos para que se aplane en la parte trasera del botón y arroja el producto acabado, todo en segundo. En una mesa cercana, una mujer une los aros a la parte posterior de los botones acabados utilizando un pieza de hierro curvado, añadiendo un toque de soldadura y luego hornea los botones ensamblados en un plato de hierro hasta que se funde la soldadura.[37]

Justo después del taller de botones está la sala de troquel, donde atrae nuestra atención una serie de altas máquinas que parecen guillotinas (cuya invención ayudaron a inspirar). Cada uno es atendida por tres hombres: el “troquelador” propiamente dicho y dos “empujadores”. Los empujadores son responsables de alzar un martillo o “ariete” que pesa aproximadamente un quintal a lo largo de dos barras de hierro. Al llegar a lo alto de las barras, se deja caer los arietes que golpean con gran fuerza en las handiduras donde se han colocado los troqueles, creando impresiones de guirnaldas, flores, figuras y diversa ornamentación y láminas precortadas de palta y latón plateado. En mesas cercanas, niños recortan las piezas troqueladas, cortando o puliendo escamas y bordes ásperos:

Ruidoso cae el troquel, los tornos giratorios resuenan;
Y las máquinas tiran, mientras los martillos retumban alrededor;
Lo que forja el trabajo, lo refina el arte paciente,
Hasta que luminosa, como un día deslumbrante, brilla la belleza metálica.[38]

Después de la sala de troquel, pasamos varios talleres más en los que la plata fundida y otros metales se transforman en lingotes de diversos tamaños, el cobre se recubre de plata (utilizando un proceso patentado por Thomason) y el bronce se funde en estatuas, como la de Jorge IV vista en la exposición. Luego viene el taller del brasero y luego, por fin, el departamento de medallas. Aquí se fabrican medallas utilizando poderosas prensas  equipadas con ruedas circulares o “volantes” o (en algunos modelos más viejos y menos poderosos) brazos horizontales equipados con bolas de plomo de un quintal en cada extremo. Se prefieren esas prensas a los martillos pilones, siempre que se necesita una fuerza controlada más precisamente que dre más. como es en el caso de las impresiones más profundas y precisas aplicadas a medallas, medallones, botones más grandes de metal y monedas.

Cada prensa consiste en un marco que soporta un torno grueso vertical, que se gira por medio de su cargadísimo volante o brazo. El lado superior de un troquel se fija debajo de cada torno, con su contraparte en una ranura inferior. Dos o 8en el caso de prensas más grandes) tres hombres atienden cada prensa. Dando a su volante o barra un giro experto, haciendo que el troquel superior gire las suficientes revoluciones hacia el inferior, en el que se ha colocado una blanca o plancha de metal preparada. La colisión violenta de blancas y troqueles producen un medallón acabado que se expulsa automáticamente a una tolva tras el rebote del volante- El rebote hace asimismo que caiga una nueva blanca en el troquel inferior desde un mecanismo similar a un tubo. Luego los hombres disponen sobre la marcha de nuevo las prensas, golpeándola por el camino, durante un periodo con paradas de quince minutos, entre las cuales pueden descansar para charlar. De vez en cuando la parada dura un poco demasiado, ganándose una suave reprimenda (“¡Dejad de hablar, aflojagiros! ¡Vamos! ¡A ello! ¡Hasta San Lunes, ya sabéis!”) del encargado.

Aproximándonos a una de las prensas más grandes, nuestro guía llega a su tolva, sacando una medalla de buen tamaño (73 mm.) mostrando una escena bíblica. Tomada de un antiguo maestro, en su anverso y una inscripción en su reverso- Es parte, nos dice, de una nueva serie de la que está especialmente orgulloso Mr. Thomason. Cuando se complete el año que viene, la serie incluirá un total de 60 medallas, cada una mostrando una escena bíblica distinta y su texto correspondiente. Thomason espera que ira tan bien como sus series de mármoles de Elgin, que se agotó de inmediato. Pretende, para publicidad, enviar una serie de regalo a cada familia real europea.

Junto al departamento de medallas hay otra sala equipada con varias de las prensas de torno más pequeñas, que se emplean para fabricar botones de librea (un buen equipo puede hacer unos cuarenta al minuto con una sola prensa) mostrando escudos de armas, cimeras y otras cosas. Cada prensa está equipada con un troquel a medida, uno de miles a mano, cada uno hecho para un solo cliente de sangre azul. Después del taller de botones de librea viene la sala de los lapidarios, que lleva, naturalmente al departamento de joyería.

Finalmente llegamos al taller de troqueles de Thomason, donde somos testigos del complicado proceso por el que se copia el diseño de un gran modelo grabado a mano se copia, invertido y a una escala menor, en acero, utilizando una invención francesa llamada un “torno de retrato”. El núcleo maestro central se usa entonces para golpear un troquel maestro o “matriz”, utilizando una prensa de torno; en el caso de troqueles más grandes, como los de las medallas, hacen falta una docena o más de golpes o núcleos para completar la impresión. Entre cada núcleo, el troquel matriz se coloca en un horno de templado hasta que se pone al rojo vivo. Una vez que se termina el proceso del núcleo, el troquel matriz se deja enfriar a temperatura ambiente. Luego se usa este troquel matriz para hacer varios núcleos de trabajo por medio de un procedimiento similar. Finalmente, cada núcleo de trabajo se usa para hacer cientos de troqueles de trabajo, que son los que vimos siendo utilizados en las presas de tornillo en los departamentos de medallas y botones de librea.

Respecto de los troqueles maestros, muchos de ellos, incluyendo los de las medallas de los mármoles de Elgin y las escenas bíblicas, se grabaron en el taller de Thomas Halliday en el 69 de Newhall Street, donde Halliday grabó asimismo la mayoría de los troqueles empleados por Thomason para sus monedas del siglo XIX.



[1] Mrs. Elton, en Emma (1815), de Jane Austen.

[2] La luz de gas se introdujo en Birmingham en 1819, diecisiete años después de haberse instalado y mostrado públicamente, con enorme aclamación, en la Fundición Soho y 27 años después de que el mecánico de Soho, William Murdock, la empleara por primera vez en su propia casa.

[3] De “I Can’t Find Brummagem”, cantada por James Dobbs en Teatro Real de Birmingham el 24 de noviembre de 1828.

[4] Los días del jardín están contados: en 1835 sería solado y en otros cuarenta años, todo, salvo un extremo de la Plaza desaparecerá debajo de la “Calle Cahmberalin”, es decir, el plan urbanístyico de la empresa del radical Joe Chamberlain.

[5] El nombre que le daban los falsificadores se refería al tesorero del Banco de Inglaterra, cuya firma aparecía en los billetes.

[6] “Twice Hung, Twice Tried, Twice Buried” es una vieja canción del Black Country. Los versos se cantan con la música de “The Greenland Whale Fishery”; el coro con la del lamento de MacPherson.

[7] MBP 375/214, Wyatt a Boulton 9 de febrero.

[8] Para la historia completa, ver mi artículo “Charles Wyatt, Manager of the Parys Mine Co. Mint: A Study in Ingratitude”, British Numismatic Review (2006).

[9] De “Ramble of the Gods through Birmingham”, de James Bisset, en su Magnificent Directory (1808).

[10] Macaulay habla claro de Southey en “Southey’s Colloquies” (1830). El formidable historiador observa, entre otras cosas, que “Mr. Southey ha encontrado una forma (…) en la que pueden compararse los efectos de las manufacturas y la agricultura. ¿Y cuál es esta forma? Subirse a una colina, mirar una fábrica y ver qué es más bonito”. De hecho, apunta “la baja puntuación es muy decididamente más bajas en los distritos manufactureros que en los agrícolas”. Para una refutación moderna de Southey, que se refiere concretamente a las condiciones de Birmingham, ver Hopkins (1982).

[11] El asfaltado se realizará aquí y en otras calles en 1830. Birmingham tuvo sus primeros  socavones poco después.

[12] Dos meses después de nuestro paseo, el 14 de diciembre de 1829, el Royal Hotel será asimismo el lugar de la fundación de la Unión Política de Birmingham para la Protección de los Derechos Públicos, cuyo líder era Thomas Attwood. El 7 de mayo de 1832, Attwood se dirigirá a una masa de 300.000 personas reunidas en Newhall Hill, pidiendo la aprobación de la Ley de Reforma, que concederá el voto a Birmingham, dándole dos miembros en el Parlamento, uno de los cuales será el propio Attwood.

[13] “Birmingham Jack of all Trades”. En John Raven, The Urban & Industrial Songs of the Black Country and Birmingham (1977, pp. 178-180).

[14] La explicación para el distintivo de un ancla para los metales de Birmingham, incomprensible de otra manera, es que Boulton y otros delegados de los pueblos de Birmingham y Sheffield estaban en el Crown and Anchor Hotel [Hotel de la Corona y el Ancla] de Londres mientras trataban de convencer al Parlamento para establecer oficinas de contraste en sus pueblos. Allí decidieron basar las marcas de contraste de sus pueblos con el nombre del hotel, echando una moneda al aire para determinar qué marca iría a cada pueblo.

[15] Lord Shelburne, que visitó la fábrica de Taylor en 1766, estaba igualmente impresionado por su confianza en la división del trabajo, que describía incluyendo solo cincuenta pasos (tal vez eran monedas menos elegantes) y que, decía, hacía producir botones (tan sencillo que cinco de cada seis veces, niños de seis u ocho años los hacían igual que los hombres y ganaban de diez peniques a ocho chelines por semana” (Court 1938, 2p. 40). Los miembros de la Comisión de Investigación de Factorías de 1833 se entusiasmaron bastante menos con los métodos de Phipson, citándole solo a él de entre todas las fábricas de Birmingham investigadas por maltratar a los niños (Hopkins 1982, p. 54).

[16] El lugar del festival se trasladará al nuevo ayuntamiento  después de terminarse en 1830.

[17] Resulta que es James Guidney, alias “Jemmy the Rockman”. Desmovilizado tras las guerras francesas, llegó a Birmingham en 1825 y fue un habitual en el cementerio hasta su muerte en 1866.

[18] Thomas Wyon Senior mirirá en Londres en 1830.

El Diccionario biográfico de medallistas de Forrer (1970, v. 6) dedica más de 100 páginas solo a miembros de esta extraordinaria familia. Mitchiner (1998, pp. 1997-1998) hace un recuento exhaustivo de los miembros de la familia Wyon, pero no menciona la vida de estos en Birmingham en 1829. Para más detalles, ver Carlisle (1837) y Sainthill (1844 y 1853).

[19] La Biblioteca Vieja estaba en Union Street, justo detrás de la sucursal del Banco de Inglaterra.

[20] Para la historia completa y extraña de los traslados del cuerpo de John Baskerville, ver Uglow (2002, pp. 225-226).

[21] Los sabotajes eran las prácticas de confiscar y esconder las herramientas de los artesanos y las correas de las ruedas como represalia por un pagar las tasas sindicales o incumplir sus reglas.

[22] De George Davies, Saint Monday (1790), citado en Money (1971, p. 22).

[23] William Sands Cox (1802–1875) es en realidad el fundador de la escuela que se convertiría en el Queen’s College en 1843.

[24] No, no los harán: dieciocho años después de nuestro paseo, en 1847, toda el área entre Livery Street y Snow Hill de Colmore Row a Great Charles Street fue arrasada para hacer sitio a la estación de Kingdom Brunel de ladrillo y piedra de Bath de la Great Western Railroad, con su tejado de cristal curvado de 500 pies de largo. Esa estación a su vez dio paso en 1906 a la gran franja de cmento que aún existe hoy, aunque se han conservado partes de la antigua estación de Snow Street y se incorporaron en la recientemente renovada estación de Moor Hill.

[25] Sin embargo, una de las monedas de Mynd (el chelín del Canal Basingstoke) fue excepcional, primero porque fue un chelín, en lugar de un medio penique o un penique, y en segundo lugar porque era un chelín de cobre. El chelín de Basingstoke también data de 1789, lo que hace de este una de las primeras monedas del siglo XIX y la única en la que ni Westwood ni Boulton tomaron parte. Sin embargo, al menos uno de los numismáticos (Dykes 2000, p. 95) sospecha que la fecha puede ser falsa, especulando al tiempo con que las monedas del canal eran solo piezas representativas (ibíd.., p. 94).

[26] Aunque las residencias británicas normalmente se numeran al estilo europeo, empezando por un extremo de una vía o calle con los números pares y el otro con los impares (y aproximadamente con un número por cada 25 pies de fachada), algunas calles y vías tienen tanto números pares como impares en ambos lados, con los números empezando al final de un lado de la vía o calle, aumentando continuamente hasta su final y continuando aumentando en la dirección opuesta por el otro lado. Así los números más alto y más bajo de una vía o calle pueden acabar estando en el mismo extremo. En Birmingham, la presencia de muchos domicilios posteriores o de “patio” complica aún más el asunto. Así que aunque he hecho todo lo que he podido por colocar las direcciones antiguas en su lugar adecuado, hacerlo donde las calles se han alterado mucho o donde (como en el caso de Snow Hill) han desparecido en buena parte, implica algo de incertidumbre.

[27] De “The Birmingham Lads”, escrito por el poeta del propio Birmingham, John Freeth, sobre la inauguración del canal de Birmingham en 1769. En un buen día, los rodneys y sus caballos ùeden llevar un bote a través de las “Viejas Trece” (un tramo de media milla) en poco más de una hora.

[28] El humo sería incluso más denso si no fuera por la Birmingham Street Act, aporbada hacia el final del reinado de Jorge III (62 Geo. 3d. s. 42), que obligaba a que las máquinas de vapor “consuman su propio humo”, con multas para propietarios de máquinas incumplidores. Aun así este ejemplo temprano de control de la contaminación no bastó para impedir que Carlyle describiera a su hermano a Birmingham como “Torrentes de humo denso, siempre con un brote de sucia llama (…) emitida desde un millar de embudos” (citado en Zuckerman y Eley 1979, p. 114).

[29] Nadie ha sido capaz de saber qué pasó con el joven Hancock, incluido el coleccionista y catalogador de monedas, Thomas Sharp, que se ocupó del asunto, sin éxito, en 1834.

[30] Estos detalles provienen de Hulse (2001), que ha reconstruido cuidadosamente la máquina de Pickard-Wasbrough-Twigg en una miniatura a escala 1/16, con ladrillos cerámicos individuales y todo lo demás.

[31] De hecho, sí lo es: la frondosa barba negra que aparece en los retratos de Muntz no brotará hasta 1833 (Edwards 1837). Sieta años después, Muntz se convertirá en el segundo parlamentario de Birmingham, gracias en parte a su metal, que patentó en 1832 y le hizo poderoso en dinero. El que Muntz fuera miembro fundador de la Unión Política de Birmingham también le hacía un sucesor ideal para Thomas Attwood, que renunció en 1839.

[32] Como observaba el último Sir Eric Roll (1930, p. 109): “el hecho de que Watt, normalmente ansioso por conseguir patentes para la más mínima mejora, no hubiera hecho esto [con respecto a su mecanismo de dirección de movimiento rotatorio], habla sin duda en su contra”.

El hagiógrafo de Boulton y Watt, Samuel Smiles (1866), coloca al propia Pickard en la Wagon and Horses Inn durante el verano de 1780 para absorber el seso del mecánico del Soho de lengua fácil, Dan Cartright. Habiendo conocido así los planes de la máquina rotatoria de Watt (que, según Smiles, proporcionó a Pickard la primera idea de que el vapor podía realmente utilizarse para hacer girar un cigüeñal), se supone que Pickard se dirigió directamente a Londres para conseguir su patente. Todo esto en “un patente sinsentido”, po hacer un juego de palabras, o lo que se conoce en Birmingham como una bolsa de tonterías: hay pocas dudas de que Pickard y Wasborough fueron, en realidad, los inventores originales de la máquina rotatoria de vapor (Prosser 1881, pp. 32-33; para más detalles, ver Hulse 2001). Pero el daño a la reputación de Pickard y Wasborough ha resultado difícil de reparar, con numerosos escritores desde Smiles rechazándolo completamente y atribuyendo a Boulton y Watt lo que era en realidad de su invención. Algunos imaginan que el aparato alternativo del “solo y los planetas” de Watt, que se creó para eludir la patente del cigüeñal de Pickard, era algo mejor que el simple cigüeñal antiguo (no lo era y tampoco era invención del propio Watt, por cierto), mientras que otros (por ejemplo, Skipp 1997) realmente llegan a atribuir al Soho haber construido el motor de Pickard-Wasborough-Twigg.

[33] El edificio fue demolido en 1950, habiéndose dañado gravemente por las bombas en la Segunda Guerra Mundial.

[34] El fracaso de Westwood en obtener un trabajo en el Soho en 1821 puede haber tenido algo que ver con la decisión de su hijo, John Obadiah Westwood (1805–1893), que abandonó el negocio del grabado (al que había estado dedicado como aprendiz) ese mismo año. Si fue así, el desengaño del padre resultó una bendición oculta, pues John Obadiah se convirtió en un famoso entomólogo. Aunque no llegara a aceptar la evolución, Charles Darwin le llamó “mi padre en la entomología”.

[35] Al no haber podido conseguir una descripción del interior del León Rojo, ofrezco en su lugar la de una “cigarrería” típica, que puede parecerse o no a la del León Rojo. El propio León Rojo hace mucho que desapareció, aunque un pub de la era victoriana llamado Old Royal ocupa su antiguo lugar.

[36] Esta lista, junto con muchos otros detalles respecto de los talleres de Thomason, viene de West (1830), pp. 177-179.

[37] La descripción de la máquina de Heaton y otros aspectos de a fabricación de botones se basa en Anónimo (1852, pp. 346-347) y en un pasaje en el cuaderno de vieja de la autora escocesa Mary Brunton (1778–1818), que visitó las obras de Thomasion en 1815. Ver Brunton (1819, pp. 213-214).

[38] Morfit, en West (1830, p. 118).

Publicado el 25 de octubre de 2008. Traducido del ingés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.