Recesiones: La lista de cosas que no hay que hacer

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Escuchando un nuevo informe sobre las cifras recién publicadas del PIB mientras leía America’s Great Depression (AGD) de Rothbard me hizo darme cuenta de lo relevante e importante que es esta obra respecto de la economía que hoy funciona tan malamente. El libro resume brevemente la teoría austriaca del ciclo económico (TACE) y la aplica al periodo de la Gran Depresión de 1929-1933. El libro es especialmente relevante en el sentido de que proporciona guía política para tratar una crisis económica, basada en la TACE y las evidencias históricas. Las recomendaciones políticas incluyen acciones a evitar, así como acciones positivas que el gobierno podría adoptar para acelerar la recuperación. Por desgracia, la reacción oficial a la crisis actual ha sido prácticamente hacer lo que aparece en la lista de “no hacer” de Rothbard, mientras que las acciones positivas brillan por su ausencia y la mayoría de las discusiones políticas ortodoxas. Más importa incluso para avanzar es la necesidad de una reforma monetaria, que es la clave para impedir ciclos de auge y declive y evitar así las depresiones.

Las cifras preliminares de PIB para el 4º trimestre de 2012 se acababan de publicar y, como informaba el Wall Street Journal, indicaban que la “recuperación muestra debilidad” con el PIB cayendo un 0,1%. Como informa Jeffrey Tucker en “The GDP Shock”:

Casi nadie previó esto. USA Today y otros medios supuestamente fiables aseguraban inmediatamente al mundo que esto no significa recesión. Por alguna razón, después de acudir a las cifras del PIB durante tres años (la recuperación está aquí a pesar de vuestra sensación interna de que la economía sigue en la cuneta), ahora se nos dice que las cifras del PIB realmente llevan a equívoco. La recuperación sigue aquí, dicen los medios de comunicación.

Jon Hilsenrath, en “Unusual Quarter of Contraction Doesn’t Mean Recession” proporciona un ejemplo suavizado de aquello de lo que habla Tucker:

Una contracción en un trimestre en la producción económica no significa que la economía esté formalmente en recesión, pero no es normal que dichas contracciones se produzcan en medio de expansiones económicas.

Los economistas austriacos son muy conscientes de que “las cifras del PIB realmente llevan a equívoco”. La inclusión del gasto público en cualquier medición del crecimiento económico lleva a equívoco. Los ciclos económicos se caracterizan por mayores fluctuaciones en los sectores de bienes de capital en relación con los bienes de consumo. Las malas inversiones durante el auge se ven seguidas por la reestructuración del capital durante la depresión/recuperación. Mantener una estructura coordinada de producción es esencial para mantener un nivel concreto de prosperidad y alargar la estructura es una condición necesaria para una mejora en el nivel material de vida. Cuando uno incorpora completamente la teoría del capital en el análisis macroeconómico, queda claro que el consumo no es el “motor de la economía (ver “Think Consumption Is The ‘Engine’ Of Our Economy? Think Again”, de John Papola en Forbes online, o “Gross Domestic Expenditures (GDE): the Need for a New National Aggregate Statistic”, de Mark Skousen). Dice Rothbard (Americas Great Depression, pp. 58-59):

Los ahorros, que van a la inversión, son por tanto tan necesarios para sostener la estructura de producción como el consumo. Aquí tendemos a equivocarnos porque la contabilización de la renta nacional se trata únicamente en términos netos. Ni siquiera el “producto interior bruto” es realmente bruto en modo alguno; solo se incluye la inversión duradera bruta, mientras que se excluyen las compras brutas de inventario. No es verdad, como tienden a suponer los infraconsumistas, que el capital se invierta y luego llegue al mercado en forma de producción, como agua pasada. Por el contrario, para mantener un nivel de vida más alto la estructura de producción (la estructura de capital) debe “alargarse” permanentemente. A medida que se añade y mantiene más capital en economías civilizadas, cada vez deben usarse más fondos solo para mantener y reemplazar la mayor estructura. Esto significa mayor ahorro bruto, ahorro que debe mantenerse e invertirse en cada etapa superior de producción.

Aunque el PIB sea una medición muy inapropiada de la actividad económica e independientemente de si un trimestre de crecimiento negativo del PIB indique o no que una economía está al borde de una recesión de recaída, la cifra sí proporciona una evidencia más de una economía luchando por recuperarse de la depresión que siguió inmediatamente a los ciclos de auge-declive inducidos por la Fed. Es una economía que esencialmente ha estado estancada desde que se informó del fin de la “Gran Recesión” en junio de 2009, hace casi cuatro años.

Los economistas ortodoxos han dado distintas explicaciones de por qué es esta la peor recuperación desde la Gran Depresión. Muchos keynesianos, incluido Paul Krugman, han argumentado que la recuperación es lenta, no porque la respuesta política fuera equivocada, sino porque no fue suficientemente grande. La respuesta política fue los suficientemente fuerte como para salvar a la economía de un desastre mayor, pero a pesar de un estímulo fiscal de 800.000 millones de dólares, déficits de más de un billón de dólares llevando a una deuda pública por encima de los 16 billones y de triplicar el balance de la Fed, la respuesta política fue aun así demasiado pequeña. Carmen M. Reinhart y Kenneth Rogoff también defienden la respuesta política, pero, en Esta vez es distinto, argumentan que las recuperaciones de recesiones acompañadas por una crisis financiera, basándose en las evidencias históricas, ha sido siempre lentas comparadas con las que no han recibido esa compañía. Mientras que los estímulos fisclaes y monetarios no han generado una recuperación veloz, estas políticas si impidieron que la crisis fuera peor. Según Rana Foroohar en Time, “The Risks of Reviving a Revived Economy” (Gracias a Walter Block):

Curiosamente, el estímulo es asimismo una razón por la que la economía ha sido tan lenta y continuará siéndolo durante los próximos tres o cinco años. El economista de Harvard, Ken Rogoff, que junto con su colega Carmen Rienhart ha sido el mejor lector de runas de los últimos años, dice que históricamente durante las crisis financieras, “en la medida en que actúas para ralentizar el dolor económico agudo, también ralentizas la recuperación”.

Contra Rogoff y Reinhart, Michael Bordo ha hecho un trabajo excelente demostrando que a lo largo de la historia económica de EEUU la recuperación ha sido realmente más veloz tras crisis financieras. Su obra ha sido empleada por John B. Taylor para reforzar su argumentación de que el activismo político y la consiguiente incertidumbre política, tanto monetaria como fiscal, han impedido la planificación empresarial y la recuperación. Puede accederse a buena parte del debate aquí. Economistas austriacos como Robert Higgs y yo mismo y compañeros de viaje como Mary L. G. Theroux han llevado el argumento de la incertidumbre aún más allá para incluir la incertidumbre de régimen como elemento clave para el retraso en la recuperación.

Sin embargo los lectores de America’s Great Depression, de Rothbard no deberían sorprenderse de que el reciente declive no fuera una aguda depresión seguida rápidamente por una vuelta a la prosperidad y el crecimiento económico, aunque no necesariamente a los niveles esperados por los engañados por las falsas expectativas creadas por la mala gestión monetaria debida a las malas inversiones y la destrucción de riqueza durante los dos auges previos (ver “A Reformulation of Austrian Business Cycle Theory in Light of the Financial Crisis”, de Salerno,  “Rethinking Capital-Based Macroeconomics”, de Ravier’s y más recientemente “Las políticas de la Fed exponen las mentiras de la corriente principal”, de Shostak). Mientras que la primera parte del gran libro de Rothbard está dedicada a explicar la teoría austriaca del auge y declive del ciclo económico, defendiendo la teoría ante las críticas y mostrando su aplicabilidad a los acontecimiento que llevaron a la crisis/declive de 1929, la segunda parte se dedica a examinar las intervenciones públicas y errores políticos que retrasaron la recuperación y convirtieron una “recesión de una variedad de jardín” en una Gran Depresión.

Rothbard apunta dos cosas importantes, tanto entonces como ahora:

  1. “Cuanto más dure el auge más desperdiciadores serán los errores cometidos y más largo y más severo será el necesario reajuste de la depresión” (p. 13). El actual auge-declive tuvo sus raíces en el auge de finales de la década de 1990, que generó una recesión/declive, recuperación que se vio cercenada por una acción agresiva de la Fed que empezó en 2003, que añadió nuevas malas inversiones e indicaciones en la producción a las mlas inversiones no resueltas que dejó el auge anterior (Ver “Hayek and the 21st Century Boom-Bust and Recession-Recovery”, de Cochran).
  2. El desempleo, si la recuperación no se impide mediante intervenciones, será temporal. Dice Rothbard (p. 14):

Como los factores deben pasar de los órdenes superiores a los inferiores de producción, hay un inevitable desempleo de “fricción” en una depresión, pero no tiene que ser mayor que el desempleo que exista en cualquier otro gran cambio en la producción. En la práctica, el desempleo se agravará por las numerosas quiebras y los grandes errores revelados, pero aun así solo necesita ser temporal. Cuanto más rápido el ajuste, más fugaz será el desempleo. El desempleo progresará más allá de la etapa de “fricción” y se convertirá en realmente grave y duradero solo si los niveles salariales se mantienen artificialmente altos y se impide que caigan. Si los niveles salariales se mantienen por encima del nivel del libre mercado que equilibra demanda y oferta de mano de obra, los trabajadores permanecerán permanentemente desempleados. Cuanto mayor sea el grado de discrepancia, más grave será el desempleo.

Cuando la crisis golpeó en 2007 y 2008, la política correcta habría sido la respuesta que Rothbard recomendó en 1982 en el prólogo a la cuarta edición (p. xxi) de America’s Great Depression:

La única forma de salir del lío actual es “clavar el freno” para detener la inflación monetaria sin descarrilar. Luego, la inevitable recesión será aguda pero breve y cambiante [cursivas añadidas] y el libre mercado, dejado a su albedrío, volverá a una recuperación sólida en un plazo notablemente breve.

Aunque, como se ha mencionado antes, Rothbard solo explica brevemente la TACE (p. xxxviii), “estando disponible una explicación completa en otros trabajos”, AGD, sí se extiende sobre la implicación de la teoría sobre la política pública: “implicaciones que van directamente en contra de las opiniones prevalentes” [tanto entonces, en 1963, como ahora].

¿Cuáles son estas implicaciones? Primera y principal (p. 19), “no interferir con el proceso de ajuste del mercado” [cursivas originales]. Cuanto más bloquee el gobierno los ajustes del mercado, “más larga y rigurosa será la depresión y más difícil será el camino hasta la completa recuperación”. Rothbard argumenta que es posible listar lógicamente las formas en que el ajuste del mercado puede verse truncado por la acción gubernamental y tal lista coincide bastante bien con el “arsenal ‘antidepresión’ favorito de las políticas públicas”. La lista coincide casi perfectamente con las respuestas políticas a la crisis tanto bajo las administraciones de Bush (ver “Hoover, Bush, and Great Depressions”, de Thornton) como de Obama.

Aquí está la lista de “cosas que no hay que hacer” de Rothbard (pp. 19-20). Con mis comentarios entre corchetes:

1.     Impedir o retrasar la liquidación

“Prestar dinero a negocios tambaleantes, reclamar que los bancos presten más, etc.” [Hecho. TARP, rescates a empresas del automóvil y la política mondustrial de la Fed. Ver recientemente John B. Taylor en el Wall Street Journal: “Los tipos bajos también hacen posible que los bancos se refinancien en lugar de liquidar los malos préstamos, bloqueando activos improductivos”.]

2.     Inflar más

“Mayor inflación bloquea la necesaria caída de precios, retrasando así el ajuste y prolongando la depresión. Una mayor expansión del crédito crea más malas inversiones, que, a su vez, tendrán que liquidarse en una depresión posterior. Una política pública de ‘dinero fácil’ impide que el mercado vuelva a los necesarios tipos más altos de interés”. [Hecho con creces].

3.     Mantener altos los salarios

“El mantenimiento artificial de niveles salariales en una depresión asegura un desempleo masivo permanente. Además, con deflación, cuando los precios están bajando, mantener el mismo nivel salarial monetario significa que los salarios reales han aumentado. A la vista de la caída en la demanda empresarial, esto agrava grandemente el problema del desempleo”.

4.     Mantener altos los precios

“Mantener los precios por encima de sus niveles de libre mercado creará excedentes invendibles e impedirá una vuelta a la prosperidad”. [3 y 4 son ambos resultados directos de las actuales acciones de la Fed, incluyendo los objetivos de inflación de precios cercanos al 2%].

5.     Estimular el consumo y desanimar el ahorro

“Hemos visto que más ahorro y menos consumo aceleraría la recuperación: más consumo y menos ahorro agrava aún más la escasez de capital ahorrado. El gobierno puede animar el consumo con ‘planes de vales de comida’ y pagos sociales. Puede desanimar el ahorro y la inversión con impuestos más altos, especialmente a los ricos y e grandes empresas y propiedades. En realidad, cualquier aumento de impuestos y gasto público desanimará el ahorro y la inversión y estimulará el consumo, ya que el gasto público es todo consumo. Parte de  los fondos privados se habrían ahorrado e invertido; todos los fondos públicos se consumen. Cualquier aumento en el tamaño relativo del gobierno en la economía, cambia por tanto la relación entre consumo e inversión a favor del consumo y prolonga la depresión”. [El gobierno federal se ha expandido desde un hinchado 18-20% de la economía al 23-25% bajo la administración actual. El estímulo fiscal de Bush en 2008 y la mayoría del estímulo de Obama de 2009 apoyaba el consumo en relación con la inversión, igual que hizo el ineficaz recorte temporal en las retenciones de nómina recientemente derogado].

6.     Subvencionar el desempleo

“Cualquier subvención del desempleo (vía ‘seguro’ de desempleo, ayuda social, etc.) prolongará indefinidamente el paro y retrasará el traslado de trabajadores a los campos en los que hay empleo disponible”. [¿Hace falta añadir algo?]

Rothbard (p. 21) argumentaba que estos eran “las políticas públicas favoritas a lo largo del tiempo” y la última parte de AGD estaba dedicada a mostrar cómo fueron esas las políticas adoptadas en 1929-1933. La política actual ha seguido el mismo camino. No debería sorprendernos que el resultado haya sido similar, sino bien todavía no tan trágico. Aún no es demasiado tarde como para cambiar de camino, pero desgraciadamente esa acción, aunque posible, no es probable que se produzca. Tampoco se llevarán a cabo las acciones positivas recomendadas por Rothbard (p. 22) para acelerar la recuperación. Reducir el papel relativo del gobierno en la economía reduciendo impuestos, especialmente los que recaen más duramente en el ahorro y la inversión, son también, como he argumentado previamente en “Pensamientos sobre macroeconomía basada en el capital” (Parte III), las acciones correctas para ocuparse de la crisis de deuda y de tamaño del gobierno.

Estamos de nuevo arruinados por la “crisis de autoridad”, la reclamación de actuar, la incorrecta, pero demasiado a menudo, como explicaba Pierre Lemieux, no discutida creencia de que alguien al mando [1] es una solución para las recesiones. La política pública correcta de la depresión es “Nadie al mando”. Así que el laissez faire es la alternativa no intentada y que previene la depresión. Un dinero sólido de libre mercado es la alternativa no intentada al dinero público. El laissez faire y el dinero sólido remplazarían el auge-declive recurrente y sus correspondientes innecesarias depresiones y desempleo, con un crecimiento sostenible y una relativa prosperidad.


[1] El título del excelente (pero muy caro) libro de Pierre Lemieux sobre la crisis financiera y su resaca, Alguien al mando: ¿Una solución para las recesiones?


Publicado el 17 de febrero de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.