La primera regla que enseño a mis alumnos de economía es que cuando falla la economía, normalmente hay que echar la culpa al gobierno. Parafraseando a Winston Smith en 1984: Si aceptamos que el estado es la fuente de la miseria económica, “todo lo demás viene rodado”.
Como ciencia, el economía no es realmente tan difícil, porque abarca decisiones que tomamos todos los días que impactan en nuestro bienestar y el de los que nos rodean.
El sistema de leyes naturales al nos referimos como leyes de la economía gobierna la actividad económica y, de forma muy parecida a las leyes de la física que gobiernan el mundo y universo en el que vivimos, estas leyes son absolutas y solo pueden manipularse con grandes riesgos. No pueden negarse.
En economía, legislación y regulaciones no pueden cambiar fundamentalmente la realidad de las leyes económicas. Si las retorcemos, la realidad vuelve y se venga y las correcciones a menudo serán desagradables.
Hablando en la década de 1920, Ludwig von Mises dijo que cualquier “corrección” que siga a un periodo artificial de auge debe ser igual o mayor que la expansión que creó, para liquidar completamente las distorsiones de los activos amasadas durante el periodo de auge. A finales de la década de 1920 se demostró que tenía razón.
En la década de 1930, se construyó el Templo de la Macroeconomía en honor del nuevo Zeus, John Maynard Keynes, y casi se abandonaron las leyes económicas. Washington, D.C. se convirtió en la última palabra en incluso las más pequeñas transacciones en la economía.
Por desgracia, desde entonces la economía keynesiana ha arraigado profundamente en nuestro pensamiento colectivo. Demasiados estadounidenses confían en las declaraciones de keynesianos elitistas que explican por qué son escasos los empleos y los salarios superiores o por qué los precios aumentan o fluctúan inesperadamente. Así que esperamos esperanzados a que los altos sacerdotes del keynesianismo decretan la solución a estos enojosos problemas. Se ha establecido el catecismo de que solo ellos pueden exorcizar los males de una mala economía.
¿Su solución? Empapelar el problema con más creación de dinero o estimular el PIB mediante más gasto público, restar importancia a la inflación e informar de que la economía creció un “X”% y empezar a lanzar el confeti.
Mirando hacia 2014, podemos ver que los keynesianos están volviendo a trabajar en sus artefactos a lo largo del año.
MSN.com publicó recientemente dos artículos de “listas”: uno sobre ocho cosas que costarán más este año y otros sobre ocho cosas que costarán menos.
Las expectativas para 2014 son que los salarios aumentarán una media del 3%. Pero también se espera que la inflación de precios aumente aproximadamente en la misma cantidad (según la comedida tasa oficial).
También se espera que el PIB aumente modestamente en 2014 al crecer la confianza del consumidor. Pero el PIB es un cálculo groseramente simple que hace más fácil generar estadísticas equívocas. Uno de los componentes del PIB es el gasto público. Así que, si el crecimiento del PIB se queda corto en las predicciones, todo lo que tiene que hacer el gobierno es incrementar el gasto y así la economía “crece”.
También se espera que este año aumente el coste de los préstamos, al reducir la Fed sus compras de bonos públicos. Si ocurriera eso, se detendría la inflación del mercado bursátil, a lo que seguirían muchas quejas en Wall Street.
Se espera que este año aumenten los costes de la vivienda, lo que no es sorprendente, dado que la Fed ha estado tratando de volver a crear una burbuja inmobiliaria desde 2008.
Según la lista, también van a subir los alimentos. Y el impacto real nunca será completamente reconocido por el gobierno, porque el gobierno no incluye el coste de los alimentos en sus cálculos “oficiales” de inflación porque supuestamente el precio de la comida es demasiado volátil.
Gracias al Obamacare, los costes de la atención sanitaria proporcionados por el empresario aumentarán muy por encima de lo que podía esperarse debido a la inflación anual causada por el gobierno.
También se espera que aumenten los impuestos, pero solo para los “ricos” (suponiendo que no se cuenten como impuestos las sanciones del Obamacare), así que esto estará bien para la mayoría de los votantes.
Tres de la lista de cosas que costarán menos: tabletas, smartphones e impresoras 3D, bajan porque lo poco que queda del mercado ha estado rebajando esos precios año tras año. Sin embargo, dados los crecientes costes de muchos productos esenciales, parece menos que satisfactorio celebrar lo que el sentido común, y una comprensión básica no keynesiana de la economía, predicen en cualquier caso.
Estos males económicos que afrontaremos en 2014 son el resultado de una política económica keynesiana, que es tan reverenciada en Washington como siempre. La inflación que afrontamos deriva de la Fed y su plan de impresión/compra de bonos y las últimas distorsiones se confirmarán este año venidero, acumulándose a esas distorsiones que ya obstaculizan cualquier recuperación que pudiésemos ver. Al flaquear la recuperación, los keynesianos apuntarán al gobierno como la solución. Como en el pasado, continuarán empeorando la economía y haciendo imposible la recuperación real.
Es tan predecible como que 2 + 2 son 4. Winston Smith lo entiende.
Publicado el 23 de enero de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.