“¡Mira lo que te he hecho!” Cuando nuestros hijos eran pequeños, mi esposa y yo recibíamos muchos regalos de ellos acompañados por estas palabras (incluyendo la mayoría del arte de nuestra nevera y muchas cosas que todavía adornan nuestros árboles de navidad), en busca de aprobación y ánimo.
Mientras que ese proceso era una parte adorable de la paternidad, me ha sorprendido un paralelismo mucho menos adorable con los funcionarios. En forma similar, siempre están desarrollando algún nuevo plan o programa “para ti”, en busca de elogios y votos. Sin embargo, al contrario que nuestros hijos, lo que afirman haber creado es frecuentemente equivocado hasta casi la falta de honradez, porque presentan los beneficios de sus panaceas como mucho mayores de lo que son realmente y los costes como mucho menores de lo que son realmente. Y una parte sustancial de esa promoción política incluye efectos olvidados de crowding-out.
Los ejemplos más comunes de efectos de crowding-out ignorados políticamente están en los estímulos fiscales públicos para “curar” recesiones. Esos estímulos deben pagarse. Si se financian con impuestos actuales, las rentas reducidas que llegan al hogar de los forzados de soportar las cargas reducirán parte de su gasto. Si el estímulo se financia con préstamos, los dólares ahorrados e invertidos que habrían ido a financiar la deuda del sector privado (para fábricas y otras empresas) se verán desplazadas por la deuda pública. Los préstamos actuales también requerirán impuestos más altos en el futuro para pagar o continuar financiando la deuda. Estos impuestos futuros desplazan entonces futuro gasto y ahorro.
Por desgracia, las malas prácticas macroeconómicas en busca de crédito donde no hay crédito no agotan la cornucopia de formas en que el gobierno exagera los beneficios y resta importancia a los costes de intervención en la economía.
Lo que no se ahorre o lo que no se gaste en el futuro, gracias a la intervención, no se menciona. Un buen ejemplo de esto es la “solución” del gobierno a la “crisis” de ahorro de los estadounidenses, incluyendo a la Seguridad Social, en la que los “ahorros” forzosos son extraídos por el gobierno de los trabajadores actuales y entregados a los trabajadores jubilados.
Las promesas de prestaciones de jubilación muy mal financiadas ha desplazado fondos que se habrían ahorrado. Esos ahorros habrían financiado inversión, aumentando producciones futuras y herramientas incrementadoras de renta (de martillos a fábricas) para producción futura. Pero gracias a la intervención pública esa inversión nunca tendrá lugar.
Igualmente la cobertura de atención en el hogar de Medicare y Medicaid desplaza el ahorro por coste médicos. Las prestaciones de desempleo y diversas formas de ayuda a desastres extraen aún más renta de los contribuyentes, desplazando así más ahorro al disminuir la capacidad de ahorrar de las personas.
Los efectos de crowding-out infectan todos los programas de transferencia de rentas, incluyendo cupones de comida, fondos de lotería para educación y ayuda exterior humanitaria, entre otros programas. En cada caso, la ayuda desplaza el gasto, el ahorro y la inversión privados que habrían tenido lugar y podrían haberse dirigido a la creación de empleo y la acumulación de capital, que habrían beneficiado a todos los niveles de la sociedad. Por el contrario, esos programas desvían recursos a la administración pública y a receptores elegidos arbitrariamente a través de proceso político.
También se crean efectos de crowding-out siempre que el gobierno asume funciones previamente dejadas a la acción voluntaria. Como ilustra la historia de los grupos caritativos voluntarios, los programas sociales públicos desplazan la caridad privada, las disposiciones de seguro privado, los sistemas de apoyo familiar y más cosas, al desviar el capital y la renta de estos programas a programas públicos. El efecto es hacer menos viables económicamente estas empresas. Y habiendo desplazado estos esfuerzos voluntarios (y llevado su recorte a pagar salarios públicos y costes públicos de administración), los promotores del gobierno afirman falsamente con posterioridad que dichas intervenciones resuelven “fallos del mercado”, que, en realidad, sin inducidos gubernamentalmente.
Además, cada impuesto introduce una cuña entre lo que un comprador paga y lo que un vendedor obtiene, desplazando intercambios que habrían beneficiado a ambos (por ejemplo, intercambiar algo cuyo coste fue para ti de 20$ pero vale para mí 25$, crea una riqueza de 5$. Sin embargo, un impuesto de 6$ eliminaría el comercio y la riqueza que habría creado). La carga de los costes regulatorios, por encima de los impuestos, desplaza de forma similar producción y riqueza.
Los salarios mínimos desplazan la formación en el trabajo (que habría aumentado las habilidades y perspectivas de futuro de los trabajadores). Controles de rentas y regulaciones inmobiliarias costosas desplazan las viviendas en alquiler al reducir los incentivos de los propietarios para construirlas y mantenerlas. Las prestaciones sociales evaluadas financieramente desplazan el trabajo, a aumentar los tipos efectivos del impuesto de la renta, a través de reducciones de prestaciones al aumentar las rentas. Las prestaciones de desempleo desplazan el re-empleo disminuyendo el coste de permanecer desempleado (esté buscando realmente empleo el trabajador o no).
En todos estos casos, los efectos de crowding-out se omiten para exagerar los beneficios netos de los programas públicos. En otras palabras, la promoción de la ignorancia estratégica (exagerando beneficios y ocultando costes) significa que lo que se impulsa a ver a los ciudadanos es mucho mejor de que obtienen realmente. ¿Y qué ha obtenido la sociedad de nuestra cornucopia de políticas de crowding-out? Libertad reducida, menos responsabilidad independencia, frugalidad, justicia, acuerdos voluntarios, desarrollo de personalidad, lazos familiares, etcétera. Hemos obtenido una demostración del adagio de Dennis Prager sobre el crowding-out: “Cuanto mayor es el gobierno, más pequeño es el ciudadano”.
Publicado el 28 de mayo de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.