La Revolución de Terciopelo de Checoslovaquia: 25 años después

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La Revolución de Terciopelo, una victoria del pueblo, una victoria del individuo, tuvo lugar el 17 de noviembre de 1989, cuando un grupo relativamente pequeño de gente en Checoslovaquia puso en marcha acontecimientos que no pudieron detenerse. Acabaron con el gobierno comunista en sus tierras y, al final del año, un disidente, Vaclav Havel, encarcelado muchas veces por el régimen, se sentaría en el Castillo de Praga. Al mismo tiempo, un querido reformista, Alexander Dubcek, hace mucho derrocado del poder por los soviéticos y relegado literalmente a las zonas rurales remotas de Bratislava, sería presidente del parlamento federal. Muchas pequeñas victorias para el pueblo continúan teniendo lugar cada día en las vidas de millones de eslovacos y checos, al ejercer libremente sus voluntades sobre sus propias vidas individuales.

Además, en 1989, el pueblo de Checoslovaquia dio un paso decisivo para abandonar el estado niñera: un estado que buscaba controlar todos los aspectos de la vida.

Controlando a los individuos

Esos aspectos incluían: lo que estudiaba un niño, qué opciones de carrera tendría, si a un artista o escritor se le permitía participar en la cultura oficial, dónde y con quién viviría una persona, si una persona viajaría, a cuántas compras importadas tendría acceso una persona. Son solo unos pocos ejemplos y esas decisiones e iniciativas estaban directamente controladas por el estado, lo podían ver todos.

Controlando toda una economía

Hubo otros muchos aspectos de la vida diaria de una persona que no se reconocieron durante los tiempos totalitarios como causados directamente por los fracasos del estado, pero que indudablemente fueron fracasos del estado y son fracasos que se repiten fácilmente siempre que un estado hace todo lo posible por controlar una economía.

En Checoslovaquia, este incluía escasez de mandarinas, que hacía que estas fueran un regalo interesante, difícil de obtener y exótico para los niños el día de San Nicolás, el 6 de diciembre. La popularidad de la mandarina como un regalo especial es un indicador de lo relativamente empobrecida que estaba Checoslovaquia.

Había escasez de ropa interior que hacía que la gente llevara trapos andrajosos como calzones, haciendo que los jóvenes pasaran vergüenza cuando tenían una cita romántica vestidos solo con eso (como retrata Milan Kundera en La insoportable levedad del ser).

Había escasez de condones que dejaban al aborto como el método habitual de control de natalidad en múltiples ocasiones, usado por muchos para la planificación familiar.

Había escasez de doctores, lo que hacía que un pequeño soborno de una botella alcohol o algo similar fuera un aspecto casi obligatorio de una atención médica rudimentaria.

La actitud perturbadora y molesta de que quien no robara al estado está robando a su propia familia acabó siendo algo común. La economía se puso en buena parte en las manos incapaces del estado, mientras mucha gente razonable y emprendedora siguió uno de los únicos métodos de mejora social, el hurto, para atender a su familia. Este sistema se convirtió en una rémora aún mayor sobre la economía.

Todo esto llevó a una falta de desarrollo económico que puso a Checoslovaquia cada vez más lejos de las zonas más libres del mundo, año tras año.

Era fácil ver la corrupción y la falta de servicios y bienes, pero había mucho más que no se veía, y “lo que no se vio”, que tan eficazmente describieron Frédéric Bastiat y Henry Hazlitt, fueron las oportunidades perdidas que estaban produciéndose en todas partes. Consecuentemente, hoy todo eslovaco fue en cierto modo traicionado por todo ancestro que permitió que existiera una Eslovaquia menos libre y hoy todo eslovaco recibió en cierto modo un regalo de todo ancestro que permitió que existiera una Eslovaquia más libre.

Entretanto, en Occidente

Hoy, incluso en los países occidentales de mercado más libre, los gobiernos participan en intervenciones económicas masivas, como si no hubieran aprendido ninguna de las lecciones conmovedoras ofrecidas por las economías controladas al estilo soviético. La intervención pública se alaba en Occidente por quienes no entienden los mercados y tienden a confundir el concepto de un mercado libre con el capitalismo de compinches.

Con la atención médica, la farmacia y la educación, por ejemplo, Occidente insiste en perjudicarse debilitando el mercado. Al hacerlo, casi con seguridad castiga a los miembros más débiles de la sociedad. Igual que los planificadores centrales de Checoslovaquia en el siglo pasado afirmaban actuaran a favor del “pueblo” mientras actuaban en su perjuicio, los socialdemócratas en Occidente en este siglo les siguen los pasos.

Por el contrario, la informática personal, las telecomunicaciones, Internet y las nuevas tecnologías son áreas donde la tecnología ha actuado con una creatividad tan enorme que los gobiernos han sido casi incapaces de restringir los mercados.

Todos los años, los sectores regulados por el gobierno se hacen menos eficientes y más caros, mientras que los sectores regulados por el mercado se hacen cada vez más eficientes y más baratos.

Permanece el escepticismo

El escepticismo hacia cualquier sistema político y económico es comprensible en Europa central. Ha habido algunos intentos desagradables de utilizar el gobierno y la economía para controlar a la gente. Muchos miran atrás a 1989 críticamente y se preguntan si se tomaron las decisiones correctas durante las transiciones. Algunos incluso al tiempo anterior con gafas de color rosa y añoran lo que había. Algunos prosperaron en el viejo sistema y lo echan de menos. Aunque el viejo sistema prometía comodidad para algunos, no era un sistema de libertad individual.

Pero cada día estatistas e individualistas sí batallan en este lugar donde Oriente se encuentra con Occidente y es abrumadoramente el espíritu de 1989 el que gana la batalla. Desde Occidente (tristemente) y desde Oriente (como cabía esperar) esta gente afronta estímulos habituales para volver a su pasado estatista. Sin embargo, muchos mantienen una firme resolución. El granjero más sencillo en esta parte del mundo entiende mejor cómo funciona un banco central que muchos estudiantes de economía en el oeste y cualquier estudiante de economía de esta tierra entiende aparentemente mejor la amplitud de la economía del mercado libre que los banqueros centrales elegidos de Occidente. El espíritu del 89 estaba vivo y coleando mucho antes de 1989 y persiste hoy en día.


Publicado originalmente el 28 de noviembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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