Los desempleados de Baltimore y el verdadero coste del salario mínimo

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unemployment2Desde que el presidente Johnson declarara por primera vez la guerra contra la pobreza en su discurso sobre el estado de la Unión de 1964, esta guerra ha costado a los contribuyentes estadounidenses 22 billones de dólares. Las armas  principales de esta guerra han sido y continúan siendo los programas de asistencia pública. Antes de esta guerra, la tasa de pobreza había caído justo por debajo del 35% en 1949 a justo por encima del 15% en 1965. Mientras los gastos en programas de asistencia pública aumentaron de aproximadamente 50.000 millones anuales de dólares en 1965 a casi 1 billón en 2013, la tasa de pobreza se ha mantenido entre el 10% y 15%. Estas tendencias sugieren que los programas de asistencia pública atrapan a la gente en la pobreza.

El salario mínimo es otra arma importante en la guerra contra la pobreza. En 2009 aumentó a 7,25$ la hora, su máximo nivel (en términos reales) desde 1981. A partir de entones la pobreza aumentó poco a poco hasta el 15% en 2010 y se mantuvo cerca de ese nivel a lo largo de 2013. A pesar de esto, el presidente Obama en su discurso del estado de la Unión de 2014 pidió que el salario mínimo federal aumentara a 10,10$. Ese mismo año, el argumento para esta propuesta incluía: “Una de las formas más sencillas y rápidas de empezar a ayudar a la gente a salir adelante es aumentando el salario mínimo. Preguntaos: ¿podéis vivir con 14.500$ al año? Eso es lo que gana alguien que trabaja a tiempo completo con el salario mínimo. Si están criando hijos, eso es estar por debajo de la línea de pobreza. Y no está bien. Un día de trabajo duro merece una paga justa”.

Sin embargo el argumento anterior del presidente se basa en una explicación falsa. La persona normal que gane un salario mínimo está ganando 7,25$ por hora y trabajando cuarenta horas por semana. Solo el 2,6% de los trabajadores en EEUU ganan el salario mínimo y la mayoría trabajan a tiempo parcial y tienen entre dieciséis y veinticuatro años.

Problema “resuelto”: Simplemente aumentar el salario mínimo un poco cada vez

Reconociendo las consecuencias de un brusco aumento en el salario mínimo, el expresidente Clinton defendía el pasado otoño un aumento gradual en The Daily Show de John Stewart. En el segmento de Clinton, este dijo a los millones de televidentes del programa que “Si se [aumenta] de una forma gradual, siempre crea empleo. ¿Por qué? Porque la gente que gane el salario mínimo o esté cerca de este está luchando por apañárselas, gasta todo el dinero que gana, lo devuelve a la economía, crea empleo, crea oportunidades y atiende mejor a sus hijos. Es lo correcto, pero también es una muy buena economía”.

Aumentar el salario mínimo, ya sea un cambio abrupto o modesto, no es lo correcto ni es buena economía. Los que estén en desacuerdo apuntarán el hecho de que aumentos graduales modestos en el salario mínimo no han estado asociados con un aumento agudo en el desempleo. Sin embargo este argumento  olvida el hecho de que el salario mínimo generalmente aumentó durante expansiones económicas, cuando los salario para trabajos no cualificados son más altos que el mínimo legislado. Si es verdad, las consecuencias de aumentar el salario mínimo no se sienten hasta que la economía ha entrado en una recesión. Como solo observamos la economía entrando en recesión con el nuevo salario mínimo más alto, es difícil determinar qué parte del aumento del desempleo es atribuible al nivel más alto.

¿Ha funcionado en Baltimore?

Ocupémonos ahora de un caso de estudio que es particularmente actual. La violencia reciente en Baltimore ha llevado a reclamaciones de “hacer algo” con la pobreza en Baltimore. Y aun así, la ciudad ha estado sometida a legislación salarial durante años, con pocos resultados.

Las intervenciones en los salarios de baja cualificación son grandes en Maryland, donde se pretende subir el salario mínimo estatal a 8,25 $ este mes de julio. Desde 2007, el estado ha obligado a algunos empresarios a pagar un “salario vital”, que es de 13,39$ en el condado y la ciudad de Baltimore. Además de los salarios mínimo y vital del estado impuestos a los residentes en la ciudad de Baltimore, dicha ciudad a legislado un salario mínimo que se aplica a todos los negocios en ella con más de un empleado, un salario vital que se aplica a todos los trabajadores de servicio que estén contratados por contratas y subcontratas de servicios de la ciudad y más de cien niveles salariales prevalentes.

Si el expresidente Clinton tuviera razón al decir que legislar aumentos de paga para trabajadores no cualificados “siempre crea empleo”, entonces la economía de Baltimore debería ser un potente motor de creación de empleo. El argumento es correcto siempre que las empresas marginales que empleen trabajo no cualificado sigan en el negocio, no despidan a empleados o recorten sus jornadas laborales y dichos empleados gasten cada centavo del aumento salarial legislado. En ese mundo, un salario superior significa más dinero, más dinero significa más consumo, más consumo significa más empleo, más empleo significa más dinero y así sucesivamente en el infinito ciclo keynesiano del gasto.

Como el 37% de los jóvenes negros de Baltimore (de 20 a 24 años) están desempleados, está claro sin embargo que las cosas no están funcionando como han planeado los keynesianos.

Reconociendo que esto no ha funcionado, los legisladores han intentado hacer a los trabajadores más deseables gastando más en educación. Eso también ha fracasado.

A pesar del gasto por alumno de las escuelas públicas de Baltimore, el segundo solo por detrás de la ciudad de Nueva York, y la baja relación de estudiantes por maestro de 15,75, menos del 15% de los estudiantes negros de octavo curso de Baltimore dominan matemáticas y lectura. Así que parece que estas escuelas están graduando trabajadores que tienen habilidades que están valoradas muy por debajo de los niveles salariales legislados. Como estos niveles salariales hacen ilegal contratar a nadie cuyas habilidades laborales estén valoradas por debajo del salario legal, el desempleo sigue siendo elevado.

¿Qué hacen entonces los jóvenes mal formados de Baltimore si quieren trabajar?

La prohibición federal de los narcóticos empuja al alza los precios de las drogas ilegales y hace poco por rebajar el consumo en Baltimore. Combinado, esto hace muy rentable la distribución y venta de drogas. Esto permite a los productores pagar a sus vendedores un salario que no está sometido a niveles salariales mínimos federales, estatales y locales. Por tanto, los graduados desempleados y fracasados del instituto buscan y encuentran empleo en un sector ilegal, lo que ayuda a explicar por qué la mayoría de la población reclusa de Maryland es de Baltimore.


Publicado originalmente el 26 de junio de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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