La inflación de precios no es lo peor de la política de dinero barato

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Hay muchos críticos de la reciente expansión de la oferta monetaria de la Fed, especialmente desde 2008, cuya crítica principal es que genera inflación en los precios de consumo. Aunque los defensores de la Escuela Austriaca estamos de acuerdo en que una alta inflación de precios del consumo es un posible resultado de una política monetaria expansionista, tampoco lo consideramos necesario, ni la peor consecuencia de la creación de dinero.

Para el austriaco, que define la inflación como una expansión de la oferta monetaria, el aumento los precios del consumo solo tiene lugar en la medida en que este nuevo dinero impulsa la demanda de más bienes de consumo. Pero, como señalaba Mises, el nuevo dinero no entra en la economía neutralmente, es decir, entra de maneras concretas y de acuerdo con mecanismos concretos. Esto afecta a dónde aparecerán primero los precios al alza. Y si toma décadas que el dinero recién creado llegue a los consumidores, tomará décadas que aumenten los precios del consumo.

En segundo lugar, los aumentos en los precios del consumo no son en modo alguno el principal mal de la expansión monetaria. El principal mal de la expansión monetaria bajo nuestro sistema monetario y bancario es el daño que se hace a la estructura de capital. La supresión artificial de los tipos de interés que genera la expansión de la oferta monetaria tiene un efecto erosionador sobre las existencias de capital de la economía. Cuando se suprimen los tipos de interés por debajo de los que habría habido sin expansión monetaria, las inversiones en proyectos no rentables repentinamente parecen ser rentables. Esta es la base de la teoría austriaca del ciclo económico. Se asigna capital a proyectos que la economía no puede realmente soportar y por tanto se desperdician.

Cuando los críticos olvidan que A) los precios en el consumo al alza no son un resultado necesario (ver también America’s Great Depression, de Murray Rothbard, páginas 85-87) o B) los aumentos en los precios del consumo no son el mal principal de la expansión monetaria, no tienen mucho que decir en respuesta a la explicación económica ortodoxa de nuestro tiempo: La Fed ha cuadruplicado su balance, pero ¿dónde están inflación? Si la Fed tiene que hacer algo es hacer más por crear inflación, considerando que hemos entrado en una era peligrosa de baja inflación.

Antes de hacer un comentario sobre qué pasó con la inflación, acordémonos de que el ciclo económico misesiano presupone que el nuevo dinero se abre paso en la economía a través de los mercados de crédito. Es decir, en igualdad de condiciones no habría ciclo económico si el dinero se limitara a ser impreso por el gobierno y entregado por igual a los consumidores. El ciclo económico tiene lugar porque los bancos prestan el nuevo dinero a las empresas, que a su vez lo usan para invertir en procesos más largos de producción. La inversión con el nuevo dinero en la estructura de capital impulsa al fin da lugar al alza los precios de los “factores de producción”.

Se trata de esto: los precios suben de acuerdo con aquello en lo que se gasta el dinero recién emitido. Si se emite un billón de billetes de la Reserva Federal con un valor facial de cien mil millones de dólares, pero no se entregan ni usan nunca, no aumenta ningún precio. Así que la falta de inflación de precios del consumo en la economía significa que el nuevo dinero creado (especialmente desde 2008) está yendo a algún lugar distinto de los bienes de consumo.

En un mercado completamente libre con una moneda fuerte que no pueda prestarse fraccionalmente o crearse de una forma meramente digital, los precios generales en la economía tenderían a mantenerse relativamente estancados a lo largo del tiempo o tendiendo a la baja al aumentar la productividad. Esto no significa que los precios de los bienes individuales siempre permanezcan iguales, significa que, matemáticamente, al ir subiendo algunos precios, otros deben bajar. Los precios agregados solo pueden aumentar a lo largo del tiempo si hay un aumento constante en la oferta de dinero.

Este principio incluye, por supuesto, los precios de la bolsa. Es decir, sin expansión monetaria, la media de la bolsa no sería matemáticamente capaz de tener al alza, salvo que la gente consumiera menos en otro lugar para comprar acciones. Las acciones individuales de compañías en crecimiento podrían subir, mientras que las acciones de empresas menos acertadas con respecto a la demanda de consumo caerían. Pero el fenómeno de que todas las acciones de la mayoría de los negocios suba al mismo tiempo solo puede tener lugar en un régimen de expansión monetaria. Para más, ver el artículo de Kel Kelly en Mises Daily, aquí.

En los años que han pasado desde el último gran miedo a la inflación de la década de 1970, hemos visto expandirse monumentalmente la oferta monetaria, mientras que los precios del consumo no han vuelto a los aumentos al estilo de los 70. Y en realidad, como la Fed cuadruplicó su balance en respuesta a la crisis financiera de 2008, incluso se mantienen: una inflación de precios del consumo sorprendentemente baja (especialmente comparada con la que muchos pensaban que se produciría, dada la expansión de la oferta monetaria). Aun así, aunque las tasas de inflación de precios del consumo nunca llegaron a los mismos dobles dígitos que en los 70, fijaos en el Dow Jones:

dowjones.pngLo que estamos viendo aquí no es una falta de inflación de precios al expandir la Fed negligentemente su balance y aumentar la oferta monetaria muchos niveles por encima de lo que previamente se pensaba inconcebible. Lo que estamos viendo es un traslado de la inflación de precios de los precios del consumo hacia los mercados de acciones y bonos. ¿Qué causó este cambio?

Una de las razones por las que la inflación ha afectado a los precios de los activos mucho más intensamente que a los precios del consumo se debe a cómo reaccionaron los banqueros centrales a la inflación de precios en dobles dígitos de la década de los 70. Cuando Nixon sacó a Estados Unidos completamente del patrón oro, el resultado fue la libertad de los bancos centrales para expandir enormemente la oferta monetaria. El inconveniente de esto era que el dinero llegaba rápidamente en las manos de los consumidores y causaba un tremendo daño al poder adquisitivo de la moneda. Volker, por supuesto, respondió aumentando los tipos de interés muy sustancialmente y acabando con la creciente inflación de precios.

Esto creaba un gran problema a los gobiernos. Robert Blumen describe esto en un artículo de Mises Daily de hace años:

El problema al que se enfrentaban los gobiernos en ese momento era cómo permitirse continuar viviendo por encima de sus medios, sin sufrir consecuencias inflacionistas. (…) El mecanismo del último gran estallido de la inflación fue la venta de deuda pública a los bancos comerciales. En este proceso, llamado “monetización”, los bancos o la Fed creaban el dinero de la nada y con él compraban los bonos.

El problema era que el gobierno federal quería que la Fed le ayudará a financiar su gasto desbocado sin producir en la práctica inflación de precios. La solución a este dilema es la causa de los auges maníacos en el precio de las acciones desde la década de 1990. Es la razón por la que la expansión monetaria masiva de la Fed nunca generó inflación de precios del consumo. La “flexibilización cuantitativa” adoptada por Bernanke nunca género una inflación extremadamente alta de los precios del consumo, porque el sistema bancario ya no expandía la oferta monetaria por medio de los bancos comerciales.

Por el contrario, como escribe Blumen:

La pieza esencial de [la solución del banco central al dilema] era un cambio en el método de financiar la deuda pública. Los bonos que financiaban el déficit se venderían inversores privados a través de los mercados financieros existentes. Esto colocaría los bonos en manos de los fondos de inversión, en lugar de en las cuentas de los bancos comerciales, como habría sido el caso si se hubiera vuelto al antiguo sistema de monetización.

[Estos cambios] limitaron al sistema financiero los ajustes del precio generados por la expansión monetaria. El carácter de la inflación de las décadas de los 80 y 90 difería del de la de los 70. En décadas recientes, los cambios de precios que siguen a cambios en la cantidad de dinero se han visto en los precios de acciones y bonos, en lugar de en salarios y precios de bienes de consumo.

El proceso de expansión monetaria después de Volker trasladó la inflación de precios de los precios del consumo a los precios de los activos. Esto a su vez daba a los banqueros centrales la ilusión de que habían superado el impedimento de la inflación de precios en su objetivo de expandir eternamente el crecimiento del balance de la Fed. En lugar de inflación de precios del consumo, tenemos inflación de precios de los activos.

Pero este traslado no significa que se haya erradicado el ciclo económico. Sencillamente significa que la queja del consumidor contra la expansión monetaria (un asunto político que proporciona un control contra los banqueros centrales temerarios) se ha silenciado temporalmente, al tiempo que se erosiona la estructura de capital entre bambalinas. Los tipos de interés históricamente bajos que se generaron, no de los ahorros, sino de la creación monetaria, siguen dañando las existencias de ahorro real de la economía. Una hiperinflación de un activo en papel es una ilusión monetaria que no puede producir riqueza real, bienes y servicios reales.

Como ha dicho Frank Shostak:

La impresión de dinero no puede por tanto generar más ahorro, como sugieren los economistas ortodoxos, sino más bien su redistribución. Esta, a lo largo del proceso, perjudica a los generadores de riqueza, debilitando así a lo largo del tiempo las existencias de ahorro real. Así que cualquier supuesto crecimiento económico, en el marco de una política monetaria laxa, solo puede deberse a un sector privado que consigue hacer crecer las existencias de ahorro real a pesar de los efectos negativos de la política monetaria laxa.


El artículo original se encuentra aquí.

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