Reflexión sobre el pensamiento de Thomas Hobbes

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Para entender a un pensador correctamente hemos de comprenderlo en su época. En el caso de Hobbes su pensamiento político, tardío en su vida, se da en lo que podemos llamar la(s) revolución(es) inglesa(s). La revolución es una guerra y por tanto en ella hay siempre actos violentos, muerte y asesinatos, es decir, todo lo contrario a la virtud. Los bandos se dividen en tres. Los republicanos oligárquicos, entre los que estaban Cromwell, que fue un tirano, y Hobbes. Ambos justifican la dictadura y la tiranía. La segunda facción son los White, que podríamos decir que eran los liberales, entre los que estaba John Locke. Los White son los protagonistas de la llamada Revolución Gloriosa. El liberalismo es algo complejo porque, por un lado, es rebelde al estilo Camus y al ser uno rebelde es también disidente al estilo Sócrates. Por otro, es revolucionario, pero tipo Revolución americana (aunque es cierto que cabe discutir si los padres fundadores eran liberales o republicanos). El tercer grupo son los demócratas radicales, que vendría a ser los izquierdistas (que perdieron la guerra). La primera guerra revolucionaria es principalmente entre el primer grupo y el tercero. Los liberales se abstienen más, pues es conocido en esta tradición, desde Locke e incluso antes (Erasmo de Rotterdam, por ejemplo), la inmoralidad de la guerra y las consecuencias que esta tiene. Hobbes en esta primera guerra estaba entre los moderados.

Cabe aquí, tras esta breve introducción, dar una visión libertaria de esto. Véase que la guerra aquí no es porque hay una situación de anarquía o un estado de naturaleza aparentemente incivilizado o algo por el estilo, sino que la guerra sucede en pos de adquirir el poder del Estado (el mayor de los males). La causa de la guerra se ve que es el Estado y su existencia al crear con esto un aparato para coaccionar sistemáticamente a la población. La guerra, aquí al menos, no la ha provocado la ausencia de Estado. Además, es menester recordar aquello que decía Rothbard y siempre ha de tener presente en su cabeza un libertario, casi de forma automática, cuando se habla de la guerra: la guerra es la salud del Estado. Esta tesis la ha desarrollado en el caso americano el libertario Robert Higgs en su libro Crisis and Leviathan, donde dice que cada vez que hay una guerra el tamaño del Estado crece y cuando acaba la guerra el tamaño del Estado disminuye pero nunca llega a quedarse en el punto en el que estaba antes de la guerra.

Hobbes estudió en su vida primero lenguas muertas, luego matemáticas y por último se metió en temas de derecho y similares. Filosóficamente, rompe con el aristotelismo y la escolástica, lo que hace de él uno de los principales autores de la Modernidad. Escribe el Leviatán en el periodo entre la muerte del rey y la dictadura de Cromwell.

Otra idea de Hobbes que choca bastante con el libertarismo (a pesar de que Locke a su manera la compartía) es la de ‘estado de naturaleza’. Este estado de naturaleza es un periodo histórico donde los hombres estaban continuamente en guerra unos con otros anhelando incansablemente todos el poder. En este estado de naturaleza hay una igualdad, todos somos más o menos iguales de fuertes, hay escasez y hay incertidumbre. No hay una guerra permanente, pero sí una especie de guerra constante donde cada uno se defiende a sí mismo, es una guerra de todos contra todos. A su vez no hay ley más allá de la ley de la naturaleza o de la selva, que sobreviva el más fuerte. También está esto relacionado con la visión que tenía Hobbes sobre la naturaleza humana, aunque no es menester adentrarse en tales bosques ahora. Según el profesor Dalmacio Negro, el estado de naturaleza es un concepto que usaban los padres de la Iglesia para diferenciar el estado donde estaban Adán y Eva antes de que desobedecieran a Dios y el estado posterior a ese. Había pues un estado bueno, prepecado original, y un estado malo, pospecado original. Hobbes coge esta idea diciendo que hay un estado malo y no civilizado, que es el estado de naturaleza, y un estado bueno y civilizado, que es cuando llega el Estado moderno. Este concepto ha sido criticado por izquierdistas también, con muy buenas críticas, como es la de Kropotkin, muy posterior en el tiempo a Hobbes, donde se sabía ya en su época que tal estado de naturaleza hobbesiano nunca existió y que desde tiempos antiguos los individuos ya vivían en comunidades. El estado de naturaleza es una ficción, un artificio teórico para intentar justificar el Estado. La idea del estado de naturaleza ha tenido influencia en pensadores posteriores, principalmente en dos, Locke (gran liberal aunque desde el punto de vista libertario su noción de consentimiento tácito es bastante criticable) y Rousseau (uno de los padres del totalitarismo).

Hobbes es sabido que era un calvinista mortalista, esto es, una secta que pensaba que el alma no se puede separar del cuerpo y que cuando muere el cuerpo, muere el alma. En la filosofía de Hobbes se puede ver mucho de este materialismo, por ejemplo, en su crítica a Descartes.

Es importante en Hobbes la influencia de Maquiavelo, de donde coge el realismo político. Esto es la creencia de que existe la realidad como algo externo al sujeto, pero que esta idea no impide ni la creatividad ni la imaginación. Además, Hobbes hace el Leviatán con un objetivo similar al de la obra de Maquiavelo, transformar el mundo. El objetivo último del Leviatán es crear un Estado con una serie de normas. Lo dijo esto bastante claro, “la política no puede existir sin orden”. Claro está que es el orden estatal y coactivo del Estado, nadie se piense que es un antecesor del orden espontáneo del mercado hayekiano o de las instituciones sociales. Alguien más tarde sí que vio esta idea, por ejemplo el ilustrado escocés Adam Ferguson cuando decía aquello de «made by human action not by human design», aunque esto es otro tema también en el que no hemos de aventurarnos.

La propuesta de Hobbes es dejar atrás el estado de naturaleza y producir una sociedad en una red de «seguridad» llamada Estado (que el Estado dé seguridad también es muy criticable, pero no entraremos tampoco aquí). Dice Hobbes que hay autoridad no cuando ganamos al otro, sino cuando conquistamos al otro. Por tanto, vemos que una cosa es la victoria y otra es la conquista. La victoria es bella y bonita, como en el fútbol. La conquista es brutal y represora, como la guerra. Según muchos autores, por ejemplo el filósofo David Hume, este es el origen del Estado, la conquista y la usurpación. Tan bueno y moral es el Estado que fíjese uno en su origen, que no es otro que una inmoralidad, pura violencia. Tan bueno es el Estado que tiene que ser impuesto. La conquista implica autoridad, imposición y aceptación por consentimiento de otro. Consentimiento aquí hay que entenderlo bien, no es consentimiento de corte democrático (que no es tampoco este tipo de consentimiento bueno, quede eso claro, sí quizás menos malo) ni tampoco es un consentimiento del tipo cuando nuestra madre nos pregunta «¿quieres lentejas para comer?». Es un consentimiento de tipo o haces lo que te digo o te vas o bien a la cárcel o bien directo al paredón. De la esclavitud se ha pasado a los súbditos. El consentimiento es necesario siempre para el poder. El Estado moderno no necesita esclavos, sino súbditos (que no es sino otra forma de esclavitud). Todo orden estatal necesita de esto, digamos que esto es el a, b, c del Estado moderno. Este tipo de Estado que es el Estado moderno no liberal (el Estado moderno liberal sería el de Locke y este también es criticable) ha dejado de lado el concepto noble de victoria y ha cogido el concepto perverso de conquista. El pacto político (pacto social) del que habla Hobbes, usado como ítem para salir del estado de naturaleza, no es un contrato como tal, sino un covenant, una palabra de origen protestante que significa convenio. Es un acuerdo (recuerdo que no democrático ni nada por el estilo) entre iguales que acepta la existencia de un poder común por encima de los iguales. La última característica de este tipo Estado es que tiene un deseo villano, que es el conquistar, o en palabras bonitas, hacer civilizados a aquellas pobres gentes que viven aún en el miserable y desnudo estado de naturaleza.


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