La benevolencia del capitalismo deportivo: un negocio que paga por talentos que de otro modo no tendrían utilidad

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La práctica del deporte siempre ha sido una actividad constante en la realización de las sociedades. El discurso tradicional del deporte suele basarse en el cultivo de una vida saludable como una filosofía personal que estimula otros objetivos individuales.

Sin embargo, en la actualidad es innegable que el deporte también constituye una industria altamente rentable que no puede dejarse de lado en las nuevas evaluaciones sociales. Precisamente, han sido fenómenos como la globalización los que han adherido al deporte un sistema comercial que establece relaciones entre deportistas y empresas inversoras en las variadas disciplinas. El deporte, gracias al mundo de los negocios, pasa de ser solo actividad de bienestar, un accesorio para la vida sana, a ser una industria que paga a quienes logran perfeccionarse en su práctica y que de otro modo jamás recibirían paga alguna por practicarlo.

La industria del deporte y el bienestar personal

El deporte instrumentalizado como negocio es uno de los grandes logros de la humanidad y jamás debería verse como algo malo (acusación que nunca puede faltar de parte de algún puritano de la destructiva religión anticapitalista). La incorporación del deporte en el sistema mercantil es benévola para los deportistas, pues no habría ningún deportista profesional sin negocio del deporte, y sin ese negocio esas personas tendrían que dedicarse a otros oficios (seguramente menor remunerados). El deportista profesional debe ser consciente que su trabajo forma parte de un mercado y de un espectáculo: básicamente vive de las competencias deportivas, las cuales generan la confluencia del público espectador y de los inversionistas.

Hoy es usual que jóvenes futbolistas, baloncestistas, atletas, sean cotizados en el mercado deportivo internacional como objetos bien preciados. Y el talento y esfuerzo constante que ellos desenvuelven puede ser premiado con sueldos millonarios, auspiciadores, clubes y público.

Esta condición comercial del deporte no le ha quitado el componente originario al deporte, el cultivo del bienestar humano, sino que de hecho ha abaratado su práctica, pues al ser más populares los deportes, sus insumos o las instalaciones para practicarlos se vuelven más demandadas por los aficionados, lo que aumenta las posibilidades de encontrar disponibles esos insumos e instalaciones.

La armonía capitalista del espectáculo yel bienestar

El ámbito comercial del deporte es concordante con un trasfondo del deporte como bienestar. Mientras más comercial es el deporte, más fácil es promoverlo como una práctica saludable que permite el debido desarrollo físico y mental del individuo — “Deportes como el baloncesto o la natación contribuyen enormemente a la homeostasis de quienes lo practican. Con estas actividades deportivas se potencian los reflejos, se reduce la tensión arterial, se regulan los triglicéridos, se controla el ritmo cardíaco, además de los beneficios psicoemocionales”, explica Laura Soler de la web FitnessPiratas.

El negocio que paga por el deportista profesional abarata y promueve la existencia del deportista aficionado, el negocio del deporte refuerza la existencia del deporte como práctica de bienestar personal. Una vez más el capitalismo de mercado aplicado a cualquier área de la vida, demuestra ser la forma de organización de la vida más benevolente en la historia de la humanidad y sin ningún reemplazo que logre superarlo a la vista. Como bien especificó el legendario baloncestista Kobe Bryant en muchas oportunidades, el deporte genera una filosofía de vida pero también representa una competencia que emociona a las masas. En consecuencia, el capitalismo deportivo facilita a la sociedad alcanzar las contribuciones personales que genera el deporte para cada individuo a través de su marco económico-comercial.

 

 

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